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Cine
Nosferatu por el Palacio Salvo

“Canción eterna”: la epopeya de la música uruguaya que llenó de vampiros a Montevideo

Un grupo de osados artistas, aunados en CELP y LatidoBEAT como aliados, hizo un cortometraje sin precedentes en la región.

09.10.2025 19:00

Lectura: 9'

2025-10-09T19:00:00-03:00
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Por Sofía Lust
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I. La fascinación por lo eterno

Siempre me atrajeron los vampiros. No solo como monstruos que acechan en cementerios góticos de Transilvania, sino también como símbolos de lo que no muere, de lo que insiste, aunque todo lo demás se desgaste. El vampiro es metáfora pura: la juventud eterna, la sensualidad maldita, la memoria que no se rinde. No fue difícil enamorarme de los vampiros en el cine: Nosferatu me mostró el poder de las sombras del expresionismo alemán; Drácula de Coppola desplegó un romanticismo barroco que parecía un delirio operístico; Only Lovers Left Alive de Jarmusch me enseñó que la eternidad podía ser sofisticada, decadente y melancólica, y The Hunger de Tony Scott le dio a la mitología un aire gélido, moderno y estilizado, con Bowie y Catherine Deneuve como deidades nocturnas. También pienso en Cronos de Guillermo del Toro, que resignificó la maldición desde América Latina, o en la brutalidad adolescente de Near Dark de Kathryn Bigelow, donde el vampirismo era a la vez deseo y condena.

Por eso, cuando escuché que en Montevideo se había estrenado un cortometraje vampírico con música uruguaya, algo se encendió. Se llamaba Canción eterna, y ya desde el título me pareció un conjuro. Un proyecto híbrido que unía a CELP, el proyecto musical de Gonzalo Zipitría, con un equipo de cineastas, productores, vestuaristas, sonidistas y maquilladoras, bajo la mirada y complicidad de LatidoBEAT y Montevideo Portal. Cine, música y vampiros en Montevideo: el cruce perfecto.

II. El nacimiento del mito

Todo empezó como empiezan las grandes historias: casi por accidente, con un disco que pedía justicia. Zipitría lo cuenta con franqueza: “Manu fue quien me dijo que había que hacer un acto de justicia para este disco”. Ese disco era Puntero, que había salido de forma digital y merecía más. Así fue como LatidoBEAT se involucró primero en editarlo en vinilo —un vinilo de pasta roja, rojo sangre, que terminaría siendo casi profético— y luego en llevarlo más lejos: un cortometraje.

“Producir un proyecto independiente, con el foco en lo artístico, siempre es desafiante. Más que una estrategia, la única manera de llevar adelante estos proyectos es con personas que estén comprometidas con lo que están haciendo y que crean en el producto final”, me dijo Mariana Gascue, productora ejecutiva. Sus palabras me recordaron algo esencial: en Uruguay, hacer cine sin respaldo millonario es, en sí mismo, un acto vampírico. Se sobrevive a fuerza de fe, de favores, de amistades.

La idea inicial fue de Santa Forteza, que junto a Rodra Méndez dirigieron el corto. “¿Por qué no hacer un corto en vez de un videoclip?”, propuso. Ese gesto convirtió lo efímero en atemporal, la canción en mito. “Para nosotros el proyecto fue la forma de juntar lo que más nos gusta del cine y de los videoclips”, explicó Santa. “A nivel global sentimos que hay una necesidad de narrar más, de dejar atrás lo vacío y transmitir emociones”. Rodra lo completó: “El mayor desafío fue mantenernos fieles a la historia y a nosotros mismos, más allá de los problemas de recursos. Adaptarnos, pero sin perder el espíritu”.

III. Una ciudad vampírica

Montevideo es protagonista de Canción eterna. No aparece como postal turística, sino como escenario gótico. Palacios envejecidos, calles húmedas, bares de madrugada. Una ciudad que late como si hubiera sido siempre vampírica y nadie se hubiera animado a decirlo en voz alta. “Que Montevideo aparezca en pantalla con esa aura gótica distinta a la postal habitual de la ciudad no es casualidad”, me contó Manuel Serra, director de LatidoBEAT y coproductor del corto.

Serra tiene un modo apasionado de hablar: “Queríamos mostrar que en esta penillanura semiondulada llamada Uruguay se pueden hacer cosas bien hechas. Que sea Montevideo no es casual, es una ciudad que puede ser gótica, imperfecta, y esa imperfección es lo que la hace perfecta para el arte”. Lo escuchaba y pensaba en cómo Drácula de Coppola convirtió Londres en un personaje más. Montevideo en Canción eterna respira con la misma fuerza: es escenario y también sangre que corre por las venas del relato.

El fotógrafo Javier Noceti, Manuel Serra, editor de LatidoBEAT, Javier Serra, director de Montevideo Portal, y María Noel Domínguez, editora general de Montevideo Portal..

El fotógrafo Javier Noceti, Manuel Serra, editor de LatidoBEAT, Javier Serra, director de Montevideo Portal, y María Noel Domínguez, editora general de Montevideo Portal..

IV. Canciones y capítulos

El corto se estructura en cinco actos: “Condenado”, “El llamado”, “Ritmo de los inocentes”, “Pacto en la penumbra” y “Canción eterna”. Solo leer esos títulos es como entrar en un ritual. Entre ellos flotan las canciones de CELP: “Hasta dónde”, “La señal”, “Jamaica”, “El arrepentido”, “Espuma de la ciudad”, hasta llegar a “Marea” como cierre.

Ver esas canciones transformadas en imágenes fue un impacto para el propio Zipitría: “Me atravesó una emoción intensa, fue impresionante ver cómo ese universo que teníamos en la cabeza se transformaba en un relato audiovisual”.

 Y más allá de la emoción, Gonzalo dejó en claro que no se trataba solo de música: “Generar una ficción de vampiros en Montevideo me pareció increíble, primero porque me encanta el género. Soy un amante del cine de terror de los setenta y los ochenta, fanático del giallo italiano de los sesenta a los ochenta, me fascina todo: Argento, Mario Bava, Lucio Fulci. No es solo la literatura, es el género cinematográfico en sí. El cine de terror es algo que me gusta mucho y los vampiros son clave”. 

Fotógrama del cortometraje 'Canción eterna'.

Fotógrama del cortometraje 'Canción eterna'.

Ese fervor suyo conecta Canción eterna con una tradición mayor: el giallo con su estilización sangrienta, los ochenta con sus criaturas condenadas a bailar en la penumbra y ese cine de terror que nunca pierde vigencia porque sabe encarnar miedos universales.

La música es la médula. Es la sangre que alimenta al cuerpo del corto. Santa lo resumió de manera hermosa: “La inspiración vino de la nostalgia, del espíritu ochentero, de los videoclips épicos de Michael Jackson y de las películas de vampiros. Queríamos construir un mundo de fantasía que emocione y que te deje flasheando”.

V. La producción como acto de fe

Hablar con Mariana Gascue me hizo entender el lado invisible de la producción. Ella lo definió con claridad: “El productor ejecutivo es como el pegamento que une todo. Tenemos el rol de conectar áreas y de que nadie se olvide por qué estamos haciendo lo que hacemos”. Sin esa convicción, sin esa visión de conjunto, Canción eterna nunca habría existido.

El corto se hizo a pulmón, con amigos, con técnicos y proveedores que se sumaron creyendo en el proyecto. “Es algo muy artesanal, hecho por amor, sin presupuesto, pero con mucha entrega”, recordó Santa. Ese carácter artesanal le da una densidad que se siente: como un vinilo con imperfecciones que, en vez de arruinar la música, la vuelve más auténtica.

Rodrigo Méndez y Santa Forteza, directores del cortometraje, y Mariana Gascue, productora ejecutiva.

Rodrigo Méndez y Santa Forteza, directores del cortometraje, y Mariana Gascue, productora ejecutiva.

Canción eterna existió gracias a la complicidad entre CELP y un entramado de aliados que se animaron a apostar por algo distinto: LatidoBEAT, Montevideo Portal y Little Butterfly Records coprodujeron el proyecto, demostrando que cuando los medios y los sellos independientes se comprometen con el arte, pueden suceder cosas que parecen imposibles en la escala de Uruguay. Ese respaldo fue más que financiero: fue un voto de confianza a la idea de que la música y el cine pueden dialogar en un lenguaje propio, vampírico y eterno.

VI. Vampiros y eternidad

Canción eterna es por la búsqueda de la trascendentalidad”, me dijo Manuel Serra. “El vampiro es eterno, la música quiere ser eterna como el vampiro”. En sus palabras encontré la clave del proyecto. La eternidad no está en negar la muerte, sino en dejar algo que perdure: una canción, una imagen, un relato.

El título nació en una conversación casi casual, pero terminó definiendo la esencia del proyecto. “Eterno es el arte trascendental, no el transitorio”, insistió Serra. Lo decía con la pasión de quien cree que la cultura debe ser militancia estética. Y creo que ahí está la magia de este corto: buscar ser huella.

VII. Un pacto colectivo

Hablar con los directores me mostró otra cara: la de la complicidad. “Con Gonza se dio la oportunidad de crear con libertad. Automáticamente surgieron las ganas de contar historias más largas, con más sustancia”, recordó Rodra. Ese pacto creativo fue lo que permitió que el proyecto existiera a pesar de todo.

Mariana lo resumió bien: “Ojalá que Canción eterna abra la puerta a más proyectos híbridos en Uruguay. Creo que fuimos un poco pioneros. Logramos un producto que está a la altura del primer mundo, presentamos el corto en un cine a sala llena y eso habla por sí solo”.

El cine Alfabeta lleno de cabo a rabo en la presentación del corto 'Canción Eterna'.

El cine Alfabeta lleno de cabo a rabo en la presentación del corto 'Canción Eterna'.

VIII. Lo eterno también se toca

La noche del estreno, además del corto, estaba ahí el vinilo de Puntero Reloaded, con su distintiva pasta roja. Serra lo cuenta casi como un mito personal: “La única condición que puse fue que fuera pasta roja. Y justo el corto iba a ser de vampiros. Fue una casualidad cósmica, como si todo se hubiera alineado”.

Ese objeto físico, tangible, funciona como talismán. La eternidad de la música se materializa en un disco que se puede tocar, poner en la bandeja, repetir hasta el cansancio. Un vinilo que muerde, como los colmillos de un vampiro.

IX. Epílogo: una canción que no muere

Canción eterna, además de ser un cortometraje, es una declaración de amor al arte, un acto de resistencia cultural y una metáfora de lo que persiste. Es Montevideo revelada como ciudad vampírica, es la música convertida en relato, es el trabajo colectivo de un grupo de personas que eligieron creer en lo imposible.

“Eterno es lo que permanece”, me dijo Gonzalo. Y sí, Canción eterna ya pertenece a esa categoría. Porque los vampiros no existen, pero su metáfora nos recuerda algo esencial: que el arte, cuando nace del deseo y de la fe, puede vencer al tiempo.

Por Sofía Lust
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