Gastronomía
Gastronomía | Reseña

Una mesa a la vera del mar

El Puertito Don Anselmo, un clásico de Piriápolis que se renovó completamente sin perder su esencia ni su vista

28.01.2022 07:00

Lectura: 7'

2022-01-28T07:00:00
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Por Marcela Baruch Mangino

La mayoría de los paradores de playa están construidos sobre la arena y sus dueños parecen tener la convicción de que una vista privilegiada perdona casi todo. Con propuestas gastronómicas desacertadas y/o pobres, basadas en frituras de mar industrializadas y mal servicio, estos espacios se suceden unos a otros a lo largo de la costa. Sin embargo, cada tanto aparecen excepciones, como es el caso del Puertito Don Anselmo.

Los años 70 y 80 fueron la época de oro de este restaurante ubicado al final de Punta Fría (Maldonado), escondido debajo de la rambla, al que se accede por unas escaleras empinadas. En aquel tiempo la gente hacía fila para entrar. Desde el recuerdo de una niña que vestían especialmente para la ocasión y que llegaba al restaurante rodeada de mujeres igualmente emperifolladas, el menú era sencillo, pero el producto de mar muy fresco, con una mención especial para los mejillones a la provenzal. 

Don Anselmo Meirana firmó la concesión de este espacio en el año 1958 para fundar un restaurante que diera de comer a los pescadores de la zona, y lo llamó con su nombre. Él trabajaba para Piria y varios símbolos de aquel entonces aún se conservan en la decoración. Su cocina fue pasando de padres a hijos durante más de 60 años. En octubre de 2020, se sumaron a la sociedad dos lugareños, Marcelo Braida y Flavia Regno. Esta pareja, que había emigrado a Mallorca hacía 20 años, decidió volver a instalarse en el país para criar a su familia. “Hace un tiempo le había dejado mi tarjeta a Mario Giovine (familiar del socio fundador y quien continúa formando parte de la sociedad), por si algún día se renovaba la concesión. El año pasado me llamó. Estábamos en Uruguay debido a la pandemia, embarazados de nuestro tercer hijo. Mi mujer que es muy lanzada me dijo: ‘Tenés que ir’, y nos embarcamos”, cuenta Braida a Galería

Con este nuevo equipo la renovación del lugar fue casi total. El diseñador y escultor Pino Morales trabajó sobre los espacios y la madera, y ahora allí también se exhiben sus obras, esculturas de pescados y colas de ballenas. Además, construyeron una cava para los vinos, hicieron un gran horno de barro, una barra y distribuyeron una huerta a lo largo del patio exterior. 

Sin embargo, la reforma más importante estuvo en la carta. El Puertito Don Anselmo estaba venido a menos, apagado con el paso del tiempo. Braida y Regno mantuvieron cierto estilo en algunos platos. Por ejemplo, entre los especiales del día puede haber una brótola con piel —lo que intensifica su sabor— gratinada y rellena de jamón crudo, dispuesta sobre un colchón de papas a la crema que se cocina en el horno de barro y acompañada de hojas frescas de rúcula. “Soy de Piriápolis, conozco a los pescadores, gran parte de la carta es de pesca artesanal hecha a la plancha o al horno, tenemos ceviche en las entradas y de noche sumamos sushi”, comenta el nuevo consignatario. Dicho esto, tanto en las entradas como en los principales se utiliza salmón cuando podría optarse por una versión local.

Como entradas, en el menú se incluyen las clásicas miniaturas de pescado y calamares a la romana, gambas al ajillo, chipirones y sus bien ponderados mejillones, que fueron los elegidos por la mesa de dos de Galería que almorzó allí un jueves de enero. Estos llegaron con su correspondiente agua con limón para limpiarse las manos, estaban apenas cocidos y con textura cremosa, sin sal más que la que traen del mar. Antes, de abrebocas, con el pan y pizza blanca ofrecieron un escabeche de mariscos casero ni muy ácido ni muy dulce.  

Aquel mediodía el restaurante aún estaba tranquilo. El gran espacio exterior brindaba la ventilación necesaria en los tiempos que corren. Desde el mar, Don Anselmo debe parecer un barco, una estructura semicircular, con techo de quincho y ventanas cuadrillé de vidrio y madera que se abren como escotillas. Los niños escalaban las rocas del otro lado. 

Mario Rodríguez, el mozo, contó orgulloso a la mesa que trabaja en el restaurante desde el año 81, recitó la carta y los especiales de memoria. También levantó la comanda sin anotar nada: los mejillones, una pesca especial del día que por el mismo método de cocción, en el horno de barro, quizás recibió un poco de calor más que el necesario, y unos panzotti caseros gratinados rellenos de bondiola, kabutiá, queso colonia y acompañados de salsa de puerros. Este último se sirvió en un plato hondo de borde ancho caliente, los panzotti quedaron un poco apretados, pero al dente. Los italianos dicen que si se cocina demasiado la pasta es indigesta, pero en Uruguay no es fácil encontrarla preparada de esta manera.

Como principales, en el menú también ofrecen paella de mariscos hecha en el momento —Rodríguez avisa que tarda 35 minutos en llegar a la mesa—, pulpo a la plancha, milanesa, bife ancho a la plancha, fish and chips al estilo inglés, los panzotti y una variedad de calzone y pizzas. Además, hay ensaladas preparadas con productos que la familia cultiva en una chacra de 500 metros en Punta Negra. Para los niños hay menú infantil con mini pizza, pescado frito con papas y pasta. 

De beber, los mejillones y la pesca se acompañaron de una copa de viognier estate de la Bodega Garzón, que armonizó con las preparaciones, pero hubiera sido mejor recibirla en dos etapas para evitar que se caliente en la mesa. Los vinos de la carta son nacionales, elaborados en la región, y se ofrecen también para la venta a precio de góndola. “Al precio del vino le sumamos solo el valor del descorche, porque queremos que los clientes tomen el vino que quieran y no el que pueden pagar”, comenta Braida. También se pueden elegir cervezas artesanales e industriales, tragos como mojito o clericot, refrescos y limonada. 

Sobre las dos y media de la tarde el restaurante estaba completo, llegaron mesas grandes de 8 y 10 personas, de esas que acaparan la atención de todos los mozos dejando a las mesas de dos en el olvido.

A la hora del postre las opciones son escuetas, en el caso de Galería se probó un lingote de limón con helado de crema. Los postres se elaboran en el día y siempre hay helado. 

El almuerzo en Puertito Don Anselmo duró poco más de dos horas y se vivió como un viaje, quizás porque la ausencia de parlantes exteriores permitían escuchar el sonido del mar o por la desconexión que genera su propia ubicación, contra las rocas, resguardado debajo de la rambla. Quedó pendiente volver al atardecer, cuando Braida dice que es el mejor momento. 

Rambla de los Ingleses esquina Ramos Mejía, Punta Fría. Teléfono: 4432 2925. Todos los días 12 a 16.30 h y de 20.30 h a medianoche, y todos los fines de semana del año. Precio promedio por persona 1.100 pesos. 

Por los mejillones, especial del día, panzotti de bondiola, lingote de limón, aguas y copa de vino, Galería pagó 2.934 pesos.