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Monumento Histórico

Un "lifting" para un viejo nonagenario: el Estadio Centenario en reformas

Luego de renovaciones en su cancha, palcos, vestuarios y luces, el legendario templo del fútbol mundial presentará su nueva cara en noviembre

30.07.2021 07:00

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2021-07-30T07:00:00
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Por Leonel García

Montevideo, julio de 2021. El contraste entre las pulcras butacas ya hidrolavadas de la Olímpica con la grisura de aquellas otras por las que no pasó la máquina rompe los ojos en la mayor tribuna del Estadio Centenario. En la Colombes, las ahora retiradas concertinas, ese espantoso alambre de seguridad más propio de una cárcel que de un estadio, mal necesario desde el "clásico de la garrafa" de 2016, aguardan en el piso del talud para ser desechadas. En la cancha, cerca del córner desde donde el Maragato Cabrera se la puso en la cabeza a la Fiera Aguirre para que Peñarol comenzara a doblegar al América de Cali en la final de la Libertadores 87, más o menos donde el Chico Moreira mandara el centro para que Vitorio Victorino venciera a la defensa del Inter de Porto Alegre y le diera el segundo título de América para Nacional en 1980, dos funcionarios de la constructora Saceem están haciendo un ensayo de filtración para ver cuánto puede drenar el verde césped.

Todos los estadios del mundo, o al menos esos que realmente quieren decir algo en el mundo del fútbol, "cambian su césped cada cinco años", asegura a Galería Ricardo Lombardo, presidente de la Comisión Administradora del Field Oficial (CAFO), entidad a cargo del desde 1983 Monumento Histórico del Fútbol Mundial declarado por la FIFA, desde 2020 Monumento Histórico Nacional por el gobierno uruguayo, y desde el 18 de julio de 1930 el Stadium Centenario. En el que posiblemente hoy sea el estadio con más historia del mundo -sobre todo luego de que al original Wembley inglés lo tiraran abajo en 2002- esto no pasaba desde 1995, cuando Uruguay albergó su última Copa América. Y esta es solo una parte de la "mayor lavada de cara" que se le hará al coloso de hormigón y cemento en 91 años de historia. Su renovada imagen deberá estar pronta para el 20 de noviembre, cuando la Conmebol organice aquí la final de la Copa Sudamericana. Una semana después, el 27 de noviembre, también en el mismo lugar se celebrará la final de la Libertadores.

Se espera que con esta acción se acaben los efectos nocivos de la célebre "lagarta", nombre con el que se conoce al gusano que cada tanto transforma al césped del Centenario en una paleta de todo tipo de colores, menos verde.

Montevideo, julio de 1930. El día 18, cuando se cumplían cien años de la Jura de la Constitución, se inauguraba el Stadium Centenario. El primer Mundial de Fútbol, con sede en Montevideo, ya estaba en marcha. En el primer día, el cemento estaba fresco y los andamios aún rodeaban al edificio, nuevo rey de un predio barroso y con desniveles que recientemente había sido rebautizado como Parque Batlle. Su construcción fue un prodigio de velocidad: la piedra fundamental fue colocada el 21 de julio de 1929, pero las excavaciones comenzaron el 3 de setiembre y las obras de hormigón el 1º de febrero de 1930; una sucesión de fotos exhibidas en el Museo del Fútbol muestra que el 23 de junio de ese año, a 20 días del inicio del Mundial, la tribuna América parecía una colección de escombros. Sin embargo, 1.100 obreros trabajando en tres turnos lograron la proeza. Costó unos 750.000 dólares de la época.

"Hoy es el día más feliz de mi vida de trabajo", dijo el arquitecto Juan Scasso, responsable del proyecto, según declaró a El Diario. "No he visto ningún estadio tan completo; hay algunos más grandes en otros países, pero destinados a toda clase de deportes. De manera que no aventuro juicio al decir que es el mayor del mundo, dado que está destinado exclusivamente al fútbol", se maravilló el entonces presidente de la FIFA, Jules Rimet, consigna la web del organismo. "Muchachos, luego de esta obra vamos a tener que ganar el campeonato como sea", dicen que dijo a sus compañeros Pedro Cea, una de las estrellas de la selección uruguaya, según ha corrido de boca en boca.

Quizá tamaña obra, revolucionaria para su tiempo, que sorprendió por el material usado, por la forma oval del estadio y por la muy buena visión de la cancha desde prácticamente todos los rincones, paralizó en parte a la selección celeste. En ese partido inaugural, Uruguay apenas derrotó 1 a 0 a Perú, rival flojo en los papeles pero que a través de su delantero José María Lavalle detuvo los corazones de los más de 70.000 espectadores presentes.

Tareas varias. En las entrañas de la Ámsterdam, cerca de donde otrora había una cancha de básquetbol, continúa su trabajo el equipo de filmación de El Presidente, la serie de Prime Amazon, mientras en la vieja concentración de CAFO, en la que pernoctaba la selección en tiempos anteriores del Complejo Celeste, funciona en invierno un refugio del Ministerio de Desarrollo Social. En el ánimo de los uruguayos el Centenario es mucho más que una cancha de fútbol; pero en el sentido más literal también lo es. Bajo sus tribunas funcionan: la Clínica de Suat, la Federación de Boxeo, la Liga Universitaria, la Secretaría de Deportes de la Intendencia de Montevideo, las asociaciones de Entrenadores, de Árbitros y de Dirigentes, el Colegio de Árbitros, la Escuela Pública de Tiempo Completo N° 100 y el Museo del Fútbol, que en un año no pandémico atraería a 45.000 visitantes al año, de los cuales 95% serían extranjeros. Hasta 2017 funcionó ahí la Seccional 9a de Policía, que se mudó a pocas cuadras; la vieja dependencia policial ahora está vacía y "quedó destruida", según confidencia, con notorio disgusto, una funcionaria de CAFO.

Lombardo se entusiasma pensando en lo "modernizado" que va a quedar el viejo Stadium para noviembre. La Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol), a través de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), va a financiar el nuevo césped, las restauraciones y la pintura. La empresa Saceem, que ganó el llamado de la AUF, oficiará de directora de obra.

"Saceem tiene a su cargo el gerenciamiento (de la obra), la reforma del área de la confitería, los palcos VIP y el palco oficial en la Tribuna América, así como la refacción de las cabinas de prensa conforme a los requerimientos de la Conmebol y la FIFA. A su vez, coordinará las acciones con los proveedores de la nueva red lumínica y del campo de juego. Lo mismo ocurrirá con las tareas de pintura en el interior y el exterior del recinto deportivo y en las áreas de ingreso al estadio, así como también la refacción del vestuario visitante", enumera el vicepresidente comercial y de operaciones de Saceem, Alejandro Ruibal, ante la consulta de Galería. Philips será el proveedor de esa red lumínica, incluyendo las lámparas para las torres y los anillos de fibra óptica, con encendido y apagado instantáneo, juegos de luces, iluminación exterior e intensidades regulables.

"CAFO, a su vez, va a hacer una puesta a punto del mantenimiento general: vamos a acondicionar todas las tribunas, los pisos, las paredes, los baños y los portones. Ya estamos sacando las concertinas, que les daban a las tribunas el aspecto de una cárcel", dice Lombardo. La inversión estimada por la Conmebol hablaba de 1,5 millones de dólares, pero el dirigente asegura que el monto final será mayor. ¿Cuánto? No lo sabe ni lo dice. Lo que no pueda poner la Confederación lo hará CAFO, que incluso retomó gente a la que había enviado a seguro de paro por la situación sanitaria. Lombardo tampoco dice cuánto. Sí dice que la idea original de bajar el nivel de la cancha, para permitir una mejor visión del público de las plateas América y Olímpica, ya quedó descartada por falta de tiempo (y dinero).

De todas formas, no será la primera vez que el monto proyectado originalmente se queda corto. De acuerdo con el libro Montevideo, la ciudad del fútbol, de Luis Prats, se pensó en gastar 200.000 pesos de la época para la construcción del Centenario; finalmente, la inversión fue de 800.000 pesos oro.

Claro que tamaña generosidad de la Conmebol -hacerle un lifting al viejo Stadium y dejarlo de punta en blanco- no es mera filantropía. "Esta va a ser la única vez en la historia que las dos finales de las dos copas se van a hacer en el mismo estadio, no ha ocurrido en el pasado y no se hará en el futuro. Ese es un logro de la AUF y de (su presidente, Ignacio) Alonso", subraya Lombardo. "Y los ingresos por publicidad van a ir todos para la Confederación". Eso es mucha, mucha plata: hablamos de que las dos finales se van a transmitir a 190 países.

Los cambios. El vestuario locatario podría retirarse así como está y teletransportarse a cualquier moderno estadio de Europa, de las ligas más fuertes de América o incluso de los nuevos que se están construyendo para el Mundial de Catar. El de los jueces y el visitante, si bien limpios, espaciosos e iluminados, tienen un inconfundible look noventoso.

Es que el nonagenario Centenario, más allá de retoques y ampliaciones, es prácticamente el mismo en el que Nasazzi, Scarone, Cea, Andrade y el resto de sus compañeros se convirtieron en campeones mundiales el 30 de julio de 1930. Para el Campeonato Sudamericano de 1956 se le agregó un tercer nivel a las cabeceras Ámsterdam y Colombes, para el Mundialito de 1980 se agrandó la Tribuna América. El país iba evolucionando con el estadio. "El arquitecto Scasso fue un genio que usó una cantidad de hormigón impresionante. Lo suyo debe ser cada vez más valorado. Hace poco hicimos una consulta a la Facultad de Arquitectura sobre el estado del estadio y la conclusión fue que la estructura de 1930 es inmejorable, la de los años 50 está en bastante buen estado y la de 1980 estaba muy mal", dice Lombardo.

Hubo proyectos truncos y otros que no vieron la luz. La icónica Torre de los Homenajes, con su estilo art déco, sus cien metros de altura, sus nueve balcones representando las nueve franjas del pabellón nacional, más las alas de un avión y la proa de un barco en su base, tenía prevista incluir una escultura en homenaje a la Victoria Olímpica, diseñada por José Luis Zorrilla de San Martín, que nunca se hizo. En la Platea Olímpica hubo durante décadas una cancha de básquetbol que a veces albergaba un ring de boxeo. El tablero manual de la Ámsterdam se cambió para el Mundialito por un tablero electrónico cuya tecnología era muy apreciable para diciembre de 1980 pero que para el 23 de agosto de 2005, cuando un histórico temporal arrasó con él, ya era una pieza de museo. El gobierno venezolano de Hugo Chávez donó el actual, presente desde 2008.

Cuando se inauguró, el Centenario no tenía butacas, por lo que los espectadores podían apretujarse entre sí en los escalones de hormigón. Eso hacía que en el mayor templo deportivo del país pudiera albergarse hasta 80.000 personas. El 3 de julio de 1960, con motivo de la primera final intercontinental entre Peñarol y Real Madrid, se vendieron 71.872 entradas, un récord que ya no podrá ser superado. Más allá de las reformas y anexiones, la colocación de butacas hace que la capacidad actual esté en 61.000 personas, aunque suelen ponerse a la venta menos entradas por razones de seguridad. La única zona donde hoy no hay butacas es en la parte media de las tribunas cabeceras: ponerlas ahí y perderlas es lo mismo, ya que la batalla contra las barra bravas la dan por perdida, según reconoció un funcionario de CAFO. Los taludes de la Ámsterdam y la Colombes se inhabilitaron en 1993, cuando parciales de Nacional los destruyeron tras una derrota con el brasileño Flamengo por la Supercopa.

"El estadio es un monumento histórico mundial con estructuras de la época de su construcción. Estas intervenciones lo van a modernizar notablemente y mejorarán el campo de juego", resume Rubial, de Saceem, quien precisa que más allá de estas mejoras, una obra de tantos años tiene "mucho" para seguir mejorando y modernizando, más allá de esta instancia.

Los fantasmas del estadio. Mientras se habla de una mejora en los distintos bares del complejo deportivo, de renovados baños y de un juego de luces que conformaría un espectáculo por sí solo, mientras se piensa también en eliminar taludes y plateas y llevar las tribunas hasta el nivel del juego, Lombardo habla de un cambio del "modelo de negocios" para el Centenario.

Hay una razón del artillero: durante 70 años, Peñarol y Nacional disputaron casi todos sus partidos en el Centenario, siendo las recaudaciones (6% de su total) la principal fuente de ingresos. Desde que Nacional primero y Peñarol después decidieron ser locales en sus canchas, la actividad deportiva de este templo pagano se limitó a la selección uruguaya y algún cuadro que pidiera ser local ahí (previo pago de una base de 40.000 unidades indexadas, en caso de que 6% de la recaudación sea irrisoria, sin contar gastos de iluminación). Es hora de pensar en otras cosas y este lifting es una buena excusa.

"Tenemos un plan de largo plazo para el estadio con miras a 2030", cuenta Lombardo, apuntando al año del centenario del Centenario, cuando aún no se ha descartado a Montevideo como eventual subsede mundialista. Eso incluye, dice, el desarrollo de complejos culturales y comerciales que financien al estadio, cuyo mantenimiento incluye unos 550.000 pesos al mes de gastos solo en luz sin que se jueguen partidos nocturnos. "Queremos aprovechar los espacios que tengamos y también revisar algunos de los alquileres que ya tenemos, que pagan muy poco por espacios que son muy grandes y que están ubicados en un lugar estratégico", agrega el presidente de CAFO. En criollo, las entidades que funcionan ahí ya pueden ir pensando en que el alquiler les saldrá mucho más caro que en épocas de plata dulce y recaudaciones suculentas.

El plan también incluye la programación de grandes espectáculos en vivo. Desde 1984, con los regresos del exilio de Alfredo Zitarrosa y Los Olimareños, el Centenario ha albergado inolvidables recitales (ver nota aparte). A los espectáculos que Jaime Roos iba a dar a el 26 y 27 de noviembre, y que con la modificación de la fecha de las finales de la Conmebol deberá tener una nueva (otra más) reprogramación, se le sumará en diciembre la presentación de, según Lombardo, "una importante banda uruguaya". De acuerdo con lo que pudo averiguar Galería, se trataría de No Te Va Gustar. Para el año próximo se espera la presentación de artistas tan disímiles como Metallica, Justin Bieber, Coldplay, Shakira y los restos de lo que era Queen (básicamente, Brian May y Roger Taylor) junto con el cantante Adam Lambert.

"Las negociaciones están muy encaminadas. La única duda es si Argentina y Brasil estarán en condiciones de recibir artistas como para que puedan organizar una gira", señala el presidente de CAFO. Obviamente, Montevideo por sí solo no es una plaza atractiva para que tamaños nombres se den una vuelta tan al sur.

Sin embargo, el Centenario es sinónimo de fútbol. Y más allá de sus 91 años, de las estructuras vetustas y de la necesidad de aggiornarse, tiene un aura que ninguno de sus otros pares en el mundo posee. "Yo cada tanto llevo escolares y liceales a recorrer la platea y el campo, les miro las caras y están emocionados. Nosotros no nos damos cuenta, pero para los extranjeros estar acá es algo emocionante. Los árbitros colombianos que estuvieron en el último partido que se jugó acá (Uruguay-Paraguay por las eliminatorias, el 3 de junio) me decían eso: ‘No sabe lo que significa para nosotros estar acá'", afirmó Lombardo. Lástima que tamaña emoción no les impidió anular insólitamente un gol de Jonathan Rodríguez tan evidente que la Conmebol sancionó a dos de los jueces participantes, el del VAR y un línea.

"El Estadio Centenario es nuestro Partenón. Y, como el Partenón trasciende a Grecia, el Centenario trasciende a Uruguay y a la propia FIFA. Es nuestro único Monumento Histórico del Fútbol Mundial, nuestro moderno patrimonio de la humanidad", dijo en 2003 el histórico expresidente de la FIFA, João Havelange. "¿Ha entrado usted, alguna vez, a un estadio vacío? Haga la prueba. Párese en medio de la cancha y escuche. No hay nada menos vacío que un estadio vacío. No hay nada menos mudo que las gradas sin nadie", escribió en 1995 Eduardo Galeano en El fútbol a sol y sombra, para agregar que el "estadio del rey Fahd, en Arabia Saudita, tiene palco de mármol y oro y tribunas alfombradas, pero no tiene memoria ni gran cosa que decir". Y alcanza con apoyar la oreja en los fríos cementos de los pisos de las tribunas de este Monumento para sentir los ecos de los goles de Zapiraín, Ambrois, Rocha y el Manteca Martínez para la conquista de la Copa América de 1942, 1956, 1967 y 1995, más mil triunfos de Peñarol y Nacional. Mucha, demasiada, gloria.

DEL DIOS MOMO A LOS DIOSES DEL ROCK

El fútbol no fue el único deporte del Estadio Centenario. Donde hoy está la Platea Olímpica funcionó por décadas una cancha de básquetbol donde Uruguay venció a Estados Unidos 22 a 13 en 1938 y ganó los Sudamericanos de 1940 y 1953. Ahí también se montaba un ring de boxeo donde varias veces peleó Dogomar Martínez. Entre 1946 y 1954 la Vuelta Ciclista del Uruguay terminaba en la propia cancha.

Otra gran pasión nacional, el Carnaval, tuvo una estrecha relación con el coloso de cemento. En 1953 el Concurso Oficial de Agrupaciones se realizó en la Tribuna Olímpica. En 1971, el Desfile Inaugural y la segunda ronda del Concurso también se albergaron ahí. El desfile volvería a vivirse en ese lugar en 1991, siendo la última vez que esto ocurrió. El famoso festival A las murgas las viste el pueblo, de diciembre de 1983, al final de la dictadura, se montó frente a la Olímpica.

De las fiestas paganas a las sagradas: el papa Juan Pablo II celebró una misa multitudinaria en el Estadio Centenario el 7 de mayo de 1988, durante su segunda visita al Uruguay.

Finalmente, el Centenario sirvió de escenario a varias de las mayores figuras del rock de todos los tiempos: Rod Stewart en 1989, Eric Clapton y Sting en 1990, Paul Simon en 1991, Paul McCartney en 2012 y 2014, los Rollling Stones en 2016, Phil Collins y Roger Waters en 2018. Algunos añadirán en esta lista a Patricio Rey y los Redonditos de Ricota (un fenómeno netamente rioplatense) en 2001. También otros artistas, ciertamente menores a los nombrados, supieron lucirse allí. Según pudo averiguar Galería, el estadio se aseguraba (en épocas prepandemia) un ingreso de 250.000 dólares al año para no correr riesgos económicos en estos espectáculos, que eran asumidos por los productores.