Editorial
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Un camino en construcción

La búsqueda y el descubrimiento de esa tarea a la que queremos dedicar la vida es un proceso complejo y mucho menos romántico de lo que lo pinta la teoría

13.05.2021 07:00

Lectura: 6'

2021-05-13T07:00:00
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Por Daniela Bluth

"Investigo muchísimo, con mucha intensidad y con sumo agrado, es la parte que más me gusta de todas: investigar. Ahí soy totalmente libre para abrir las puertas, para seguir los pasillos y los corredores que yo quiera. Leo mucho, muchísimo material de todo tipo porque realmente me gusta. Es una curiosidad personal, intelectual, la que yo tengo, más allá de la novela incluso". Esa frase se la dijo la escritora española María Dueñas en una entrevista por Zoom a Juan Andrés Ferreira. Le estaba contando el proceso de creación de su nueva novela, Sira, que continúa la historia de la protagonista de su bestseller El tiempo entre costuras.

Dueñas, una mujer de 57 años, experta en Filología inglesa, dedicada al mundo académico durante años, un día descubrió una nueva veta de su profesión. Para ella eso no significó un cambio de rubro o de trabajo, sino una forma de resignificar la vocación. Si bien hoy escribe ficción, lo que le permite tener más libertad a la hora de decidir el rumbo de personajes y tramas, no lo ve ni vive como una gran transformación. "Ya llevaba muchos años en esa dinámica de trabajar en soledad, de desprenderte de la realidad inmediata y volcarte en otros mundos, de pasarte abstraída en un tema (antes eran asuntos académicos, ahora son asuntos de ficción, pero da igual), absorbida por otra cosa que no sea el ruido que hay alrededor", explicaba.

Un aspecto importante para entender a Dueñas es visualizar que logró trasladar su pasión a su trabajo, más allá del soporte donde lo plasme: antes eran papers académicos, ahora son libros que se venden por millones, traducen a decenas de idiomas y pasan a la pantalla del televisor. La dinámica, admite, es relativamente parecida: "Te tienes que plantear objetivos, tienes unos procedimientos para llegar a ellos, hay unas etapas que debes cumplir a lo largo del proceso. Y creo que lo que he hecho es trasvasar mis habilidades y mis herramientas de escritura académica a la escritura de ficción. Son muy distintas pero tienen un sustrato en común: hay investigación, disciplina y búsqueda del rigor".

Lejos de la idealización que trae consigo la palabra vocación, fogoneada por aquella frase célebre de Confucio que dice: "Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida", lo que hay detrás de cualquier pasión exitosa es un poco de talento, otro poco de suerte y mucho trabajo. En el caso de Dueñas, y esto es algo que suelen repetir los escritores y los artistas en general, el proceso creativo supone casi una rutina de oficina. Implica un esfuerzo diario, concentración, unas ocho/diez/doce horas de trabajo, pausas breves, mucha corrección, poco contacto con el mundo exterior. En ese sentido, 2020 fue un año al menos atípico: mientras las distracciones se redujeron estrepitosamente casi a cero -menos viajes, cumpleaños, salidas o reuniones-, la preocupación por el estado de salud del mundo entero invadió sin pausa cada recoveco del ser. "Lo voy hablando con mucha gente y todo el mundo coincide en que hemos trabajado mucho, naturalmente, pero teníamos también un trozo de la cabeza ocupado en otras cosas: en cómo va el mundo, cómo van evolucionando las cifras, las curvas", contaba la autora. Fue raro escribir así, dijo, pero por otro lado Sira se convirtió en su refugio.

Más allá de este paréntesis que fue 2020 y que lamentablemente se está extendiendo más de lo previsto, la búsqueda y el descubrimiento de esa tarea a la que queremos dedicar la vida es un proceso complejo y que a veces viene cargado de presión y angustia. Es, en definitiva, mucho menos romántico de lo que lo pinta la teoría. Lo veo en los jóvenes que tengo cerca; mientras que algunos tienen muy claro a qué se quieren dedicar desde niños, otros se ven obligados a resolverlo a medida que el sistema educativo se los exige. En Uruguay, además, las opciones todavía parecen demasiado rígidas. Un país que se destaca por su gran cantidad de artistas y una producción cultural de calidad, recién en 2007 creó la orientación de bachillerato Arte y Expresión. Y su valía todavía carga con los prejuicios de una sociedad donde se privilegia otra clase de conocimiento. Este tipo de cambios demoran en llegar, pero cuando lo hacen se instalan de forma irreversible. Cuántas más opciones de carreras universitarias existen hoy que hace cien años, por ejemplo, cuando mi abuelo se bajó de un barco en el Puerto de Montevideo. Cuántas más hay que cuando yo me anoté como parte de la primera generación de la Licenciatura en Comunicación de ORT, hace 26 años. Y la lista podría seguir.

En eso pensaba también al leer la entrevista que le hicimos a un uruguayo de apenas 21 años, Pablo Bonilla, que vive en Australia y estudia Física en la Universidad de Sydney. Bonilla, junto con su equipo de investigación, descubrió cómo detectar y resolver un error en la computación cuántica que podría hacer historia. De hecho, ya llamó la atención de la Universidad de Yale y de Amazon. No se lo preguntamos específicamente, pero seguramente él sintió preferencia por los números y la ciencia desde niño. Ahora, también es probable que en sus planes no estuviera investigar los errores que producen las computadoras cuánticas y con eso contribuir con la investigación de una de las universidades más importantes del mundo. Porque la vocación puede ser evidente, latente, genérica o focalizada. Pero la profesión es una construcción que puede ir tomando distintas formas. Cada vez son más los caminos, mayores las libertades e infinitas las necesidades y posibilidades. La palabra carrera -muchas veces utilizada como sinónimo de profesión- suele cargar de significado esa elección. Cómo decidimos transitarla es la verdadera decisión, y cada vez queda más demostrado que no hay una única forma ni un solo ganador.