Llamémosle Juan. Tenía 37 años, era sano, deportista, tenía un nivel socioeconómico interesante, le iba bien, o muy bien, en lo laboral, y era virgen. No había ningún motivo religioso ni impedimento físico para ello. Es más: quería, quería y quería, y no podía. Tenía una cita, llegaba "el" momento y no se animaba a sacarse la ropa.
Fue así, angustiado por ahogarse a metros de la orilla, que llegó a la consulta de la médica sexóloga clínica Vivián Dufau. Efectivamente, no había ningún problema físico ni un tema de principios. Lo que ella encontró fue un impedimento "ambiental": "La característica que más me llamó la atención es que aún convivía con sus padres, todavía vivía en la misma casa materna de cuando era chico, dormía en la misma habitación, en la misma cama de una plaza. Tenía el desayuno pronto cuando se levantaba, se iba a trabajar, un mundo en el que le iba muy bien, y tenía la cena lista cuando volvía. Desde el punto de vista emocional no había crecido, podíamos decir que no se había destetado", cuenta. El independizarse, algo que perfectamente podía hacer, fue la llave para poder tener una vida sexual sana y placentera.
La comedia Virgen a los 40 (Judd Apatow, 2005) no es un invento de la ficción. Y es algo que a muchos no les da nada de risa. Y es más común de lo que se cree, aun en una sociedad donde el sexo está tan presente como esta. Como si fuera un estigma, no hay estadísticas nacionales ni internacionales fidedignas sobre la cantidad de hombres y mujeres que no han tenido relaciones sexuales coitales (vaginales o anales) a los 30 o aun a los 40.
El internista y sexólogo Santiago Cedrés, presidente de la Academia Internacional de Sexología Médica, indica que uno de cada 10 pacientes de entre 20 y 30 años que asisten a su consultorio lo hacen por no haber podido consumar un coito, lo que viven como un drama. "A veces viene una pareja que quiere tener hijos y consulta porque llevan cuatro o cinco años juntos, casados, y nunca pudieron consumar el matrimonio". La psicóloga y sexóloga Agustina Fulgueiras también maneja la misma proporción: "Podría decir que, en el último tiempo, 10% de los pacientes" que atiende son por casos similares. "Es más frecuente de lo que hubiera imaginado antes de trabajar en clínica", asegura.
Entre los especialistas consultados, sin embargo, no hay unanimidad en si hay más hombres que mujeres entre estos vírgenes añosos. Fulgueiras ha notado más casos en mujeres; Dufau en hombres. Lo que sí prevalece es el pensamiento de que para los varones, presión social mediante, el desear y no poder tener actividad sexual es una mochila más pesada de llevar. "La diferencia quizá sea que a determinada edad en un hombre está la vergüenza de no tener relaciones sexuales y en una mujer la vergüenza de empezar a tenerlas. Pero a una mujer la sociedad no le va a preguntar tanto, no lo tiene que andar ocultando. A un hombre los amigos le preguntan constantemente", opina la educadora sexual Clara Pérez. "Hay una presión social en el debut temprano en el hombre que se trae a la consulta. Muchas veces viven años contando mentiras, porque son mecanismos compensatorios de esta 'minusvalía'. Y a más edad, más difícil se le hace sobrellevarlo", señala por su lado Cedrés, quien recuerda haber tenido un caso de 55 años.
Miedos y fracasos. Llamémosle Florencia; llamémosle Oscar. Florencia ya pasó los 40, alguna vez tuvo algún proyecto de novio pero que no pasó de un par de salidas sin nunca terminar en la cama. Es linda, es interesante, es independiente, tiene un compañero de oficina (subalterno suyo) que le gusta. En tiempos pretéritos sus amigos y su familia insistían en presentarle a alguien. Ahora hace mucho que no se toca el tema. A ella tampoco le gusta hablar. "Mirá, no se me dio. Se me dio la carrera, el trabajo, mis viajes, mis sobrinos, mis amigas, pero novio no. No sé por qué. Y a esta altura ya no me interesa", dice e invita a dejarla ahí.
"Oscar, si no querés a una mina, queré a un tipo, ¡pero queré algo!". ¿Hasta cuándo el tema del "debut" está presente en una charla de amigos varones, supuestamente más abiertos a hablar entre ellos sobre sexo que las mujeres? En el liceo, sin duda; al inicio de la facultad, tal vez. ¿A los 23? ¿A los 25? Hubo un momento en que la barra de Oscar, simplemente, dejó de tocar el tema en las juntadas. Se fueron casando, llegaron los hijos, las separaciones, los nuevos intentos y las reuniones siguieron. También siguió Oscar, hoy de 46 años y profesional exitoso, siempre solo. De ese comentario ya pasaron más de 20 años, cuando Oscar tenía un par de pseudonoviazgos fracasados y una soltería que ya amenazaba ser a prueba de balas. Por ese momento dio a entender, con una sinceridad atenuada por una sonrisa forzada, que sentía algo parecido al miedo a la hora de estar con una mujer. Sus amigos entendieron el metamensaje y, más allá de la muy dudosa buena idea de ir "a una casa de masajes", prefirieron dejar el asunto por ahí y tejer discretamente mil hipótesis distintas.
Como el acto lleva al hábito y es el hábito lo que finalmente crea la necesidad (explicación física del celibato, por otro lado), en ninguno de estos casos la ausencia de actividad sexual impidió su desarrollo en otros ámbitos de la vida, aunque siempre fueron vistos como "distintos" por sus pares.
Una profusa actividad amatoria siempre fue vista como sinónimo de éxito, más que nada en los varones. "Desde lo sociocultural hay una exigencia 'neoliberal' actualmente muy marcada en lo referido al sexo", sostiene el psicólogo y sexólogo Ruben Campero. "Hoy está transformada en una nueva mercancía que hay que tenerla en abundancia, como si pudiéramos comprarla en un supermercado, y nos frustramos porque no está ahí. Antaño, para los varones la iniciación -en un prostíbulo- era una obligación para probar su masculinidad", agrega.
De acuerdo con la IV Encuesta Nacional de Adolescencia y Juventud (ENAJ), presentada a fines de febrero de 2020, los adolescentes uruguayos, varones y chicas, tienen su primera relación sexual a los 16 años. Desglosado en quintiles de ingreso, a más alto, más tardío el comienzo. Cedrés señala que se toman los 24 años como parámetro internacional para hablar de iniciación sexual tardía. "El debut tardío se da más en clases sociales altas, con expectativas desarrolladas o nivel intelectual alto, porque se enfocan en otra cosa", indica. Claro que acá se habla de personas que luego de desarrollarse en ese ámbito, siguieron intactos en el otro. "Es común que las personas que nunca tuvieron relaciones sexuales o hayan tenido muy pocas experiencias sean muy habilidosas y exitosas en otros ámbitos de su vida, como en lo académico y profesional", afirma Fulgueiras.
El miedo al fracaso, a no gustar, a no tener una performance como esas que parecen tan normales en las películas porno y a ser rechazados están detrás de estas situaciones. El temor al rechazo o a fallar es algo que todo el mundo ha sentido, pero acá se manifiesta en forma por demás intensa generando, según Fulgueiras, llegar a evitar tener un encuentro sexual: "Son personas que tienen más de 30 años y que se sienten de alguna manera inferiores en este sentido, temen que su falta de experiencia los deje en evidencia y cause rechazo. Tienen un miedo constante a ser avergonzados o rechazados".
Dufau, por su lado, habla de que no se trata de disfunciones sexuales, sino una timidez tan excesiva o una autopercepción sexual tan disminuida que impide siquiera iniciar o seguir un diálogo con fines de seducción. "Algunos varones no se animan a avanzar porque su autopercepción es invalidante; en ellos les juega negativamente la educación pornográfica. He tenido en consulta a hombres de 30 años que ni siquiera han tenido la oportunidad de besar a una mujer sin que haya ninguna contra que lo impida. Mujeres de esa edad y en esa situación no he tenido pero sí de 24 o 25; acá también noto falta de autoconfianza pero también una educación sexual muy restringida", acota.
Hay factores psicológicos que influyen, que van desde una educación represora en lo sexual a miedos varios o casos de abusos en la infancia. En las mujeres puede derivar en una afección llamada trastorno de penetración con dolor, otrora denominado vaginismo. "No es algo orgánico, es una contracción involuntaria de los músculos del piso pélvico que impiden toda penetración, por más excitada que se esté", dice esta médica sexóloga. Son mujeres que llegan a no tolerar un PAP, mucho menos un encuentro sexual.
En los casos más extremos se puede hablar de una fobia sexual o, peor aún, erotofobia. Según Cedrés, la sola idea de la caricia o un beso puede generar sudoración, taquicardia o temblores en el cuerpo.
Conductas a cambiar. Querer es poder, dicen. Pero en estos casos hace falta ayuda. Los expertos coinciden en que las terapias sexuales del tipo cognitivo-conductuales, que tienden a cambiar patrones de conducta, son las más adecuadas en estos casos. "Es que estas cosas se solucionan en poco tiempo; si no, no sirve. Algo del tipo psicoanalítico, que llegue hasta tu infancia, no sirve tanto. Esto es: ¿tenés una autopercepción negativa? Vamos a trabajar en eso", afirma Dufau.
Cedrés puntualiza que en el caso de las fobias sociales también hay psicofármacos, como los beta-bloqueadores, que pueden servir. Por su lado, Fulgueiras destaca además técnicas de mindfulness, que ayudan a fortalecer la respuesta sexual y la autoconfianza, "así como disminuir niveles de alerta y estrés".
Claro que el objetivo de estas terapias, desbloquear lo que está bloqueado, también implica a otra persona. Si el problema pasa dentro de una pareja -como en un matrimonio no consumado-, esta está involucrada desde el vamos. Pero para alguien que busca establecer un nuevo vínculo -arrastrando consigo una serie de intentos frustrados o nada de nada- todavía queda otro obstáculo a resolver: enfrentarse a un hombre y a una mujer con la poca o mucha experiencia sexual de alguien de 30 años o más.
Para Dufau, uno de los puntos claves de la terapia pasa por no hacer lo que ella llama el "sincericidio". "Vos no podés ir por la vida con un cartel que diga 'soy virgen y tengo 40'". Para la especialista, las aplicaciones como Tinder o Happn permiten una interacción a través de un perfil y un chat que evita mostrarse nervioso, tartamudear o el sudor en las manos. "Recién cuando entablás una relación con alguien, cuando lográs cierto grado de confianza, quizá sí sea necesario que aclares tu situación, tal vez por eso de 'el que avisa no es traidor'. Eso le permite a la otra persona saber con qué cartas estás jugando". Y por más increíble que parezca, subraya la médica, el otro, la otra, suele reaccionar bien.
ASEXUALES: SIMPLEMENTE, NO QUERER
"Yo puedo considerar que un tipo tiene facha, pero tener una historia con él ya es otra cosa. Yo no siento atracción sexual". Así se explica Laura, asexual de 45 años.
La asexualidad, la falta de atracción sexual hacia otra persona, no estar interesado en el sexo sin que medien principios religiosos ni problemas físicos ni psicológicos de ningún tipo, es un concepto tan nuevo que los expertos ni siquiera se han puesto de acuerdo en calificarlo como una orientación sexual. Para el psicólogo y sexólogo Ruben Campero, su existencia es un fenómeno interesante en tiempos donde la sexualidad es tan presente y tan fomentada; casi, casi, lo define como una forma de resistencia.
Laura, quien señala que el grupo de Facebook Asexualidad Uruguay tiene unos 200 integrantes, se ríe con la idea de resistencia. "Esto es algo natural, no impuesto. Es como ser homosexual: sos o no sos. Si fuera una demostración de rebeldía sería célibe, no asexual". Ella llegó a identificarse como tal pasado los 40, con una vida hecha y varias parejas fracasadas. "Es que como amante podía ser un desastre, pero como compañera era alguien a prueba de balas".
Los asexuales han logrado cierta visibilidad en todo el mundo: los colores blanco, negro, gris y violeta, así como las alusiones a los ases de la baraja francesa según como ellos se perciban (arromántico, heterorromántico, homorromántico y un etcétera creciente) se han dejado ver en marchas LGBT, más que nada como una nueva forma de la diversidad. El grupo uruguayo tiene integrantes de entre 20 y 60 años y predominan las mujeres. "Supongo que nos cuesta menos decirlo", dice Laura.
Ser asexual no impide estar en pareja y hacer todo lo que hace una pareja; tampoco equivale al celibato. "A mí no me llenaban las relaciones sexuales. Lo que me podía llenar era la compañía de mi pareja. Es como cuando vos acompañás a tu pareja a ver una película que no te interesa. Lo hacés por acompañar, podés pasar bien". Claro que eso requiere de la otra parte una comprensión que, a menos que también sea asexual, no siempre está a la altura de la situación. "Lo más común es que, al no haber eco (sexual), la pareja se diluya". Más allá de recibir algunas risas de incomprensión en su familia, no sufrió más violencia que la que percibió de ciertos profesionales. "He sabido de psicólogos que hablan de que tenemos que ‘curarnos', como si estuviéramos enfermos".
LOS SANGRIENTOS INCELS
Incel es la abreviatura del concepto en inglés involuntarily celibate, traducido como "celibato involuntario". Cuando el término fue acuñado, a fines del siglo pasado en Canadá, se refería a personas en una situación muy similar a las de esta nota: aquellas que querían tener sexo y no podían, sin que hubiera impedimentos para ello. Sin embargo, fue derivando hacia una tribu urbana misógina, que se retroalimenta a sí misma en foros de Internet, integrada por hombres que culpan a las mujeres de su abstinencia no deseada.
Los incels serían una subcultura apenas patética -que califica como "chad" o "stacy" a los estereotipos de hombres y mujeres atractivos y sexualmente activos- si no fuera por lo peligrosa. Quien es considerado algo así como el mayor referente del movimiento, Elliot Rodger, era un joven que en 2014, a los 22 años, mató a seis personas e hirió a otras 13 usando un cuchillo, una pistola y su camioneta, en los alrededores de un campus universitario californiano. Finalmente, se mató de un tiro. Antes de hacerlo, había dejado claro que su accionar era un castigo a las mujeres por rechazarlo y a los hombres por tener una vida sexual mejor que él.
Rodger, considerado como "Caballero Supremo" por el resto de la comunidad Incel, muy activa en la web, ha sido invocado en otras matanzas perpetradas por otros hombres empeñados en culpar al resto del mundo por su inactividad sexual: el más notorio fue Alex Minassian, quien asesinó a 10 personas al atropellar a una multitud en Toronto con su camioneta en 2018. Al menos se han registrado otros 15 ataques o intentos de ataques relacionados con el tema en lo que va del siglo.
