Del oficio de periodista, me llevo varias entrevistas grabadas en la memoria y el corazón. Una de ellas es la que le hice a Raúl Sichero, para Galería, en 2005, cuando la Intendencia de Montevideo declaró a diez edificios de Pocitos como Bienes de Interés Municipal. Dentro de esa selección había tres obras de Sichero, todas ubicadas sobre la rambla: los edificios Martí, Guayaquí y Panamericano. En aquel momento Sichero tenía casi 90 años y ya había pasado por algún achaque de salud. Pero estaba lúcido y conversamos largo rato en el comedor del apartamento en el que vivía por aquel entonces, en el maravilloso Champs Elysées, sobre Bulevar Artigas, también obra suya.
El discurso de Sichero, considerado uno de los arquitectos uruguayos más importantes del siglo XX, estaba cargado de convicción y sencillez en partes iguales. No se dejaba endulzar por los halagos a su obra, pero era consciente de que se había vuelto un referente y que la arquitectura moderna había encontrado en él un hacedor singular. Si bien recogió influencias y consejos de maestros como Julio Vilamajó, con los años el arquitecto (fallecido en 2014) forjó su propia máxima, que resumía en una frase cada vez que alguien mostraba admiración por su arquitectura o elogiaba alguna obra en particular. “Sencillez y proporción, eso es todo”, decía. En total, Sichero construyó más de cien obras. Y aunque solo siete de ellas están sobre la rambla de Pocitos, son piezas claves de la silueta costera montevideana.
Una de las más emblemáticas es el Panamericano, que comenzó a construirse en 1959, tras un año y medio de trámites en la Intendencia de Montevideo y otros seis meses de papeleo en la Junta Departamental. En el proyecto original, el Panamericano iba a ser el doble de lo que es, con dos bloques formando un ángulo obtuso y más de 300 apartamentos, pero la crisis que comenzó en 1958 y se extendió durante casi una década lo volvió inviable. Entonces, resolvió levantar uno solo de 200 metros de frente constituido por cinco unidades verticales donde se distribuyen los apartamentos, orientados de este a oeste.
No se trataba del primer edificio de Sichero en la rambla de Pocitos, pero sí el más rupturista, generando voces a favor y en contra desde el primer día. La altura —que superaba la permitida en la zona— y el uso de la llamada piel de vidrio —un recurso que también está presente en las obras de Luis García Pardo— fueron dos de los factores más controversiales. Después vendrían otros. “La elección de la piel de vidrio es una consecuencia de sus condiciones: transparencia, reflexión, templado, color, atermicidad. La piel de vidrio confiere a los volúmenes una sensación de ligereza, una de las características del lenguaje de la arquitectura denominada ‘Internacional Style’, desde luego sin intención de elogio”, dijo Sichero en una entrevista con la revista especializada Elarqa. Además, defendió su utilización argumentando que “lo fundamental” de los edificios con fachada vidriadas, más que el aspecto exterior, era el interior. “Es muy distinto estar dentro de un edificio vidriado; la gente se siente muy cómoda. Así, el vidrio permite esa sensación de libertad, pero no de falta de seguridad”.
Ese mismo criterio utilizó cuando, ni bien empezó a preparar el terreno para construir el edificio, decidió levantar allí un pequeño pabellón que utilizaría como estudio durante varios años. Hubo, sobre todo, dos razones que lo impulsaron: ser consciente de que se trataba de una de las mejores zonas de la ciudad y querer estar cerca de su obra y controlarlo todo. Una vez que Sichero dejó este espacio, el estudio fue reconvertido en una de las discotecas más famosas de la ciudad (Zum Zum) y luego adaptado para albergar a Océano FM, que todavía funciona allí. “Se puede inferir que aquellas premisas “racionalistas” que Sichero ponía en práctica estaban lejos de ser una mera propuesta formal; por el contrario, el edificio hace gala de una versatilidad sorprendente”, dice Pablo Frontini en su libro sobre el arquitecto, publicado en 2015.
Por estos días, el Panamericano vuelve a estar en el centro de todas las miradas a partir de un proyecto de oficinas de lujo para el terreno que rodea a Océano FM propuesto por Pablo Lecueder y, por ahora, rechazado por la copropiedad del edificio. Más allá de que la iniciativa se concrete o no, estas discusiones sirven para sacudir las cabezas, levantar la mirada y revalorizar (o al menos repensar) las obras que conforman la silueta de Montevideo. El Panamericano es sin dudas una de ellas.
Mientras la ciudad crece y muta, no hay una única alternativa para enfrentar los cambios. En los últimos años, las demoliciones de edificios como Assimakos o casonas de Pocitos generaron movilizaciones y reclamos de vecinos y organizaciones que defienden la preservación del patrimonio edilicio. Algunas obras terminaron en escombros, pero otras lograron mantener sus fachadas o piezas emblemáticas. El resultado no siempre conforma a todos. Por eso es tan importante investigar las razones, generar conciencia, transmitir conocimiento. Y usar una sonada frase que se aplica sobre todo para los estudios de historia: hay que conocer el pasado para entender el presente. Y así, agrego yo, planificar mejor el futuro.
