Contenido creado por María Noel Dominguez
Colaboraciones

La Catalina y compañía

Por Gerardo Tagliaferro

Cuando tenía 7 u 8 años, en la escuela, una tarde de triste recuerdo un desgraciado estaba molestando a la chiquilina que me gustaba. No tuve mejor idea que meterme a defenderla y me ligué una paliza.

03.03.2010 12:47

Lectura: 7'

2010-03-03T12:47:00-03:00
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Un revolcón sobre el pedregullo que me dejó las rodillas a la miseria. Pero lo peor vino a continuación. Mirándome por sobre el hombro, ella me apuñaló: "¿Para qué te metés si nadie te llamó?"

Juré y rejuré que no iba a volver a meterme donde no me llamaran, pero se ve que tantos años pasaron que me olvidé.

Después que publiqué en este espacio una opinión que se me ocurrió titular "En defensa de la Catalina", quedé preocupado esperando la respuesta de quien era aludido: el temible Esteban Valenti. Temible por su oficio en la polémica, aclaro. Felizmente, Valenti asumió "con garbo y buen humor" -como me atribuye y le agradezco- mi crítica. Y eso es más destacable en tanto, me parece, no interpretó correctamente mi alusión a su supuesta "anormalidad".

Nada de certificados, Valenti. "Esteban, vos no sos normal" fue un latiguillo muy festejado que utilizaba el personaje interpretado por Diego Bello en la murga "A contramano" el año pasado. Reproducido en camisetas y hasta en un comercial, creí que era lo suficientemente conocido como para no despertar equívocos y me pareció oportuno para aprovechar el cachón dejado por el columnista al intentar parar de pecho el huracán Catalina. Fue un recurso que quiso ser humorístico, un guiño a los amantes de este fenómeno tan raro como es la murga en Uruguay.

Pero hete aquí que, mientras velaba armas y me ponía en guardia esperando a Valenti me llegó, desde otro lado, el guadañazo. Como en el pedregullo de la escuela, me vi venir el revolcón. La columna se titula "La Catalina mejor se defiende sola" y cuando la divisé me corrió un frío por la espalda: este palo es para mi gallinero, me dije. La pucha, me asaltaron los peores recuerdos de mi infancia. Enseguida, en un acto reflejo, me miré las rodillas y cuando leí la nota completita, el asalto se convirtió en copamiento. Pero por un rato.

Al principio, Bernardo Borkenztain se despacha contra Valenti y como la cosa se hacía larga y yo no aparecía por ningún lado me fui tranquilizando. Pero como en las películas de suspenso, cuando uno cree que la muchachita se salvó y de atrás de un carro reaparece el maldito, al final me llevé un buen garrotazo. O mejor dicho, un reglazo en los dedos, para que aprenda y piense bien antes de meterme donde no me llaman.

El columnista entra como guapo al boliche, arremetiendo contra todos. Se la ligan Valenti, López Mazz, "el plagiario devenido editor de Cultura" y yo, por meterme sin que nadie -o sin que él- me llame. Debo reconocer que conmigo fue suavetón. "Con mucha más buena voluntad que atino" ensayo "una torpe respuesta", dice. "Pero yo estoy de su lado, Bernardo", me defendí mientras sacudía los dedos para mitigar el dolor. "¡Cállese la boca, siéntese ahí y aprenda!", me contestó blandiendo la regla, amenazante de más castigos.

Sobre las correcciones que se me aplican, que son dos, solo voy a comentar: 1) Borkenztain cuestiona a Valenti, y de paso a mí, por considerar que la Catalina es pesimista. Vuelvo sobre mis pasos y admito que quizás me apuré a suscribir esa opinión, y que leyendo a nuestro polemista me persuadió de que tal vez el término más adecuado es "escéptica". No está nada mal aprender de los que conocen más, y esto lo digo sin ironía. De cualquier manera, sigo sosteniendo que su anterior y más redondo espectáculo, "El viaje", es pesimista, a tal punto que el viaje que los protagonistas emprenden al final no es otro que el de la muerte. En este caso, al menos, los murguistas devenidos en viejos no encuadran en la caracterización que hace mi corrector: "saben de su mortalidad y juegan a no verla". Aquí la ven, y van hacia ella.

2) Escribí en mi columna que el cuplé de los charrúas que tanta polvareda levantó y contra el que se alzaron Valenti y otros, es un "producto Tanco", por cuanto di por descontado que era de la autoría del creador de Darwin Desbocatti, uno de los tres letristas de la murga. Dije que tenía su impronta y que lo único que desentonaba con su estilo era el abuso de "malas palabras". "Más allá de la pacatería por extrañarse ante el uso de ‘malas palabras', ese elaborado y sesudo razonamiento se cae por un insignificante detalle: ¡NO LO ESCRIBIÓ CARLOS TANCO! ¡algo que podía verificarse con un solo sms! Así que, apreciaciones como ‘claramente un producto Tanco' y las alusiones a Darwin Desbocatti nuevamente, han ido a caer fuera de la pinica..." nos ilustra Borkenztain.

Muy bien Bernardo, calcúlele bien a la pinica para su próxima lección. Le puedo informar, de EXCELENTE FUENTE, que si bien no lo hizo en exclusividad, Tanco es uno de los creadores de ese cuplé, junto a los hermanos Tabaré y Yamandú Cardozo. De manera que su sermón es, en forma y contenido, por lo menos desatinado (¿dónde vi este término antes?). Con un solo sms, usted que sabe tanto, podía habérselo ahorrado. ¿Cuánto de puño y letra de Tanco tiene el cuplé? Eso no lo sé, si sé que participó activamente en su elaboración y sigo opinando, ahora con más fundamento aunque con la subjetividad de toda opinión, que "el cuplé de los charrúas es, claramente, un producto Tanco".

En fin... respiré aliviado. El revolcón no fue tal, mis rodillas salieron idemnes esta vez. Por ahora, claro, nunca se sabe.

Para ir redondeando Bernardo -"filósofo amateur" al que le "gusta antes que nada la posibilidad de intercambiar ideas y discutir, de ser posible con nivel, y si no, al menos con cortesía" (?)- le agradezco sus enseñanzas, pero por sobre todo, le agradezco que considere que mis comentarios a propósito de la columna de Valenti, aunque torpes, están revestidos de "buena voluntad". Torpe pero buenito resulté. O al revés, buen tipo, aunque medio torpón. Estoy contento porque peor es ser las dos cosas: torpe y malo.

A propósito, ¿cuál es el "nivel" en el que es posible discutir? Le pido que lo explicite, porque así los que no llegamos a él nos llamamos a un prudente silencio y le ahorramos el disgusto.
Y volviendo a la Catalina, insisto en que hay algo en este grupo de muchachos que va más allá de la belleza de los textos que crean, de lo bien que cantan, de lo que divierten, de lo que hacen pensar y lo que emocionan. Hay una actitud, una forma de andar por los escenarios que, supongo, es andar por la vida.

Se me ocurre que una palabra define ese "algo": HUMILDAD. La del gran Tabaré Cardozo siendo uno más o la del Zurdo Bessio, allá atrás con su bombo. La del colectivo, cantando igual en La Sorbona que en el último tablado caído del mapa.
Por eso, tengo que reconocerlo: La Catalina mejor se defiende sola. Y agrego: mejor sola que mal acompañada.

Por Gerardo Tagliaferro