Ignorante de que cada vez son menos los uruguayos que se adaptan al “tipo” de ciudadano que dice representar, Luis Alberto Lacalle desenfunda sus argumentos y sus perdigones terminan por causar más daños colaterales propios del llamado “fuego amigo”, que bajas enemigas. Dicho de otra manera, le sale siempre el tiro por la culata.

Ahora, en una clara señal de insensibilidad (y olvidado de que ya no estamos en los tiempos de la inmediata posdictadura, en que los partidos tradicionales, en complicidad con los militares, intentaban desinformar a toda costa acerca de las violaciones a los derechos humanos cometidas desde el pachecato hasta la muerte de Roslik, último preso muerto en torturas), se mete con los desaparecidos.

Es demasiado lamentable que un aspirante a la presidencia de la república se muestre, en el mejor de los casos, tan ignorante de un pasado que él mismo vivió como presente, probablemente de vacaciones en la luna de Babilonia. Sí… probablemente por eso estuvo a punto de votar a favor de la reforma constitucional promovida por la dictadura militar, cosa que fue corregida con unos soplamocos por parte del doctor Pivel Devoto.

El problema es que no se trata de simple ignorancia, sino de voluntad expresa y grosera de tergiversar la historia reciente, intentar desinformar (a los que estén dispuestos a creerle) montado en el dolor de miles de uruguayos.

A no ser que al referirse a media docena de uruguayos desaparecidos quisiera decir que desaparecieron durante su gestión. Nomás me vienen a la mente dos casos: el primero y más famoso, el de Eugenio Berríos, que fue la prueba palpable de que aún entonces los engranajes del Plan Cóndor continuaban aceitados y que la impunidad seguiría siendo impuesta desde la cúpula política, tal vez desde la propia presidencia.

El segundo caso, el de Jonathan Denis Viera Yunino, desaparecido del fondo lindero a su casa en la ciudad de Salinas, Canelones, el día 22 de febrero de 1991, a la edad de cinco años. Treinta y tres días después la policía notificaba a sus padres, Armando Viera y Malena Yunino, la presunta aparición del cadáver del niño, al que ellos mismos no reconocieron como tal. Oficialmente fue caso cerrado. Los exámenes de ADN dieron la razón a la familia. Las autoridades habían querido venderle a la madre de un niño de 5 años el cadáver de uno de 12, que, por cierto, nunca fue identificado ni se investigó tal crimen. Puede ser ese un tercer desaparecido durante el gobierno del actual candidato nacionalista. Tal vez él esté al pendiente de otros tres y sean esos los seis desaparecidos de los que habló con Mirtha Legrand.

Cuando Hugo de León dice que al pedir el voto de los colorados, Lacalle insulta la inteligencia de esos votantes, está hablando a nombre de su partido. Si hablamos a nombre de todos los orientales, podemos afirmar que Lacalle insulta la inteligencia unánime del país. Por ejemplo, al decir la barrabasada que dijo.

Insulta la inteligencia de los uruguayos al pedirle el voto para una persona que hace un llamado a inversores extranjeros a no colocar capitales en el país más próspero que los uruguayos hayan tenido. Insulta su inteligencia al pedirles el voto a los uruguayos a través de un discurso propio del personaje Susanita, de la historieta Mafalda, a la que perfectamente podríamos poner en boca ideas como la de levantar baños y peluquerías gratuitas para solucionar la pobreza a través del duchazo y el brushing, o que los desempleados son atorrantes, o aquella engalanadísima ocurrencia de su correligionario de Posadas (otro aristócrata de ley) de comparar las asambleas populares para la educación con “una merienda de negros”. Realmente, pedir un voto al Partido Nacional es un insulto a la inteligencia del uruguayo de todo pelo y color.

Esa inteligencia que quedó demostrada al tirar abajo una y otra vez los intentos de blancos y colorados de privatizar los entes estatales. Hoy, por ejemplo, de haber prosperado esas intenciones, el uruguayo estaría pagando el agua más cara, la luz ni hablemos, y la empresa telefónica estaría rindiendo frutos a los bolsillos… probablemente de Carlos Slim, y no sería esa empresa que llena de orgullo al Uruguay: un modelo de eficiencia estatal.

Si, el pueblo uruguayo fue tan inteligente que no permitió que Luis Alberto Lacalle ni que Sanguinetti privatizaran el Estado ni ninguno de sus servicios. Fue tan inteligente que decidió por un proyecto que no fuera el de las familias que fueron dueñas del poder político y de los nombres de nuestras calles durante toda la historia del país. Y tan inteligente es, que no va a permitir que les roben la historia, como se ha venido haciendo desde el ocultamiento del genocidio de Salsipuedes hasta crímenes más recientes, como el de un joven y presumidísimo Villanueva Saravia, que oficial e inmediatamente se declaró “suicidio”, aunque el balazo en la cabeza había atravesado antes su mano izquierda, siendo zurdo él. Crimen que, por cierto, también ocurrió durante el gobierno del actual candidato. Alberto Volonté, entonces presidente de UTE, pagó con su carrera política el haber declamado a gritos en su funeral que había sido un asesinato.

Si, es un insulto, definitivamente lo es, que Lacalle pida el voto de los uruguayos, y no se conforma con su historia para demostrarlo. Parece tener la necesidad de insultar a los uruguayos cada vez que abre la boca.

¿Que fuma ante un cartel que dice “Lugar 100% libre de humo”? Lo bueno es que mientras posa como mal ejemplo para la buena salud, no dice nada. Tal vez sea el humo de su cigarro el que le impide ver claramente al país.

Por Diego Techeira