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Persona altamente sensible (PAS): un rasgo genético en una de cada cinco personas

La alta sensibilidad es un rasgo de nacimiento en una de cada cinco personas y se explica por un sistema nervioso más desarrollado y una actividad cerebral diferente. ¿Qué implica ser una persona altamente sensible (PAS) o vivir con alguien que lo es?

12.07.2022 07:00

Lectura: 17'

2022-07-12T07:00:00
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Por Patricia Mántaras

Elaine Aaron, una investigadora y doctora en Psicología estadounidense y, además, una persona altamente sensible (PAS), dio con esta clasificación en los años 90, probablemente intentando encontrar un fundamento científico a eso que le pasaba todo el tiempo, de sentir que su umbral de sensibilidad era mucho más bajo que el de la mayoría, de pensarse y ser considerada “extrañamente intensa”. El libro El don de la sensibilidad se editó por primera vez en español en 2006 y en él la autora intentó justamente eso: mostrar esa supuesta debilidad como una fortaleza. 

El concepto no es nuevo, pero volvió a ponerse sobre la mesa cuando Rosa Montero en su más reciente libro, El peligro de estar cuerda, confesó ser PAS. En esas páginas manifiesta que fue un alivio cuando supo que ese rasgo tan suyo no lo tenía solo ella, que no estaba sola. 

Antes de que existiera la denominación, las personas altamente sensibles eran catalogadas de tímidas e introvertidas. Sin embargo, según Aaron, pueden no ser ni una cosa, ni la otra. “La alta sensibilidad es en gran medida invisible, a diferencia del color del cabello, de la altura, o del género de la gente, de ahí que se la minimizara con facilidad. Pero este rasgo puede tener tanto impacto como el género de una persona, en cuanto afecta todos los aspectos de la vida: el pensamiento, los sentimientos, las preferencias, la profesión y, cómo no, las relaciones”. Esa habilidad de las PAS para adaptarse y pasar desapercibidas hacen que ese rasgo, innato y genético, no sea advertido, salvo por quienes las conocen.

Entre 15  y 20 por ciento de las personas (hombres y mujeres por igual) son PAS. Esto quiere decir que esta minoría de la población mundial, una de cada cinco personas, experimenta emociones más intensas que el resto ante las mismas situaciones. La explicación es que tienen un sistema nervioso más desarrollado, más fino y en un estado de mayor alerta, por lo que pueden captar a través de sus sentidos lo que es imperceptible para otros. En las PAS y en las que no lo son, además, se activan, ante los mismos estímulos, distintas áreas del cerebro.

La empatía extrema es uno de los atributos exacerbados de estas personas, que se ponen en el lugar del otro al punto de vivir sus experiencias y sentir sus emociones como propias. La alta sensibilidad  suele ir de la mano con la búsqueda de una espiritualidad, pero no implica tener una inteligencia superior o capacidades especiales. Si bien no es un trastorno ni está visto como una vulnerabilidad, el grado de permeabilidad que tienen al entorno hace que este sea determinante para su bienestar.

Alanis Morissette, Kanye West, Nicole Kidman y Lorde conforman la lista de celebridades que han declarado ser PAS. Un biógrafo de Audrey Hepburn ha concluido que también ella era “una ilustre PAS”. Y no son los únicos. El ámbito de las artes y las letras está colmado de personas altamente sensibles. Esa cuota extra de sensibilidad es, definitivamente, un plus en el universo de los creadores y pensadores. 

Ser o no ser PAS, esa es la cuestión. “Para mí la etiqueta tan solo pone palabras a algo que se ha sabido siempre: que hay personas más nerviosas, más impresionables, más inestables, más susceptibles de ser afectadas por el entorno. Vamos, el hipersensible de toda la vida, conocido afectuosamente como ‘esa histérica’, ‘ese quejica’, ‘esa tarada’ o ‘ese maniático’. Pues no. Somos PAS, que suena mucho más digno”, escribe Rosa Montero en su libro. Ella, que se identifica como PAS, encontró alivio en lo que llamaríamos “diagnóstico” si no fuera porque la alta sensibilidad no es un trastorno sino un rasgo de la personalidad. 

Para saber si se entra en la clasificación o no alcanza con acceder a un test virtual (disponible en pasespana.org) y responder a sus 27 preguntas. La mayoría de ellas indagan en el impacto que el entorno tiene en la persona, y en las profundidades de la vida interior: ¿Te abruman fácilmente los estímulos sensoriales fuertes? ¿Pareces estar al tanto de las sutilezas que te rodean? ¿Te afectan los estados de ánimo de otras personas? ¿Te sientes fácilmente abrumado/a por cosas como luces brillantes, olores fuertes, tela gruesa o áspera, o sirenas cercanas? ¿Tienes una vida interior rica y compleja? ¿Te conmueven profundamente las artes escénicas o la música? ¿Tu sistema nervioso a veces te hace sentir tan agotado que solo quieres alejarte de todo? ¿Te asustas fácilmente? ¿Tratas de evitar películas y programas de televisión violentos?  ¿Los cambios en tu vida te afectan mucho?

El resultado llega por e-mail y, si la mayoría de las respuestas fueron afirmativas, el correo que se recibe empieza con “Felicidades, eres ¡PAS!”. Este encabezado cambia la connotación que solía tener la alta sensibilidad, y la ubica como una virtud. Más adelante, dice: “Eres una persona a la que le afectan más las experiencias del día a día, tanto los sucesos positivos como los negativos. Esto influye en cómo te ves, ya que es inevitable que te afecte lo que ocurre en tu entorno”.

Esa alta sensibilidad permite beneficiarse más de las experiencias positivas y lograr un vínculo más profundo con las personas “que te apoyan, te aprecian y te quieren”, según el Instituto de la Alta Sensibilidad de España. “Las experiencias de la vida tienen más peso o influencia sobre ti, esa es la diferencia entre una persona PAS (como tú o el 20% de la gente) y una persona no-PAS (como la mayoría o el 80% de la población)”, sigue diciendo el correo.

El lado B de ser PAS es que, al mismo tiempo, las personas tóxicas pueden volverse más problemáticas y el vínculo con ellas (a veces inevitable) más complejo de sobrellevar. También son más susceptibles a verse poderosamente afectados por las situaciones difíciles o estresantes que se presenten, y un ambiente tenso los afecta y agota más que a las personas que no son altamente sensibles. 

En cuanto a los no-PAS, la autora se esmera en aclarar que “la PAS hace referencia a un concepto científico”, y que de ninguna manera significa que una persona que no es altamente sensible “carezca de sensibilidad alguna en el sentido de cuidar a los demás y querer ayudarlos”.

La sensibilidad y el cerebro. La alta sensibilidad de estas personas es emocional y es sensorial. Por eso evitan las imágenes violentas (ni que hablar las películas de terror), porque conocen su dificultad para asimilarlas. Las luces demasiado brillantes o los sonidos estridentes también pueden ser una tortura para una PAS.

En cuanto al tacto, también tienen sus desafíos, y Rosa Montero lo resume de maravilla. “Hay días que voy por la calle con una camiseta que ya me he puesto un par de veces antes sin problemas, pero cuya etiqueta de repente se me antoja intolerable. Hablo de esas pequeñas tiras de tela cosidas en la parte de atrás del cuello de la prenda y en las que viene el nombre de la marca. De pronto no la soporto: me está hiriendo la piel, me araña, me pica, me desquicia de tal modo que no aguanto su contacto ni un segundo más y, como esta aguda crisis de rechazo sucede en la calle, resulta que empiezo a tironear de la etiqueta como una maníaca, con tanta furia que acabó por arrancarla y desgarrar la prenda”. Eso relata en su último libro.

Las PAS tienen una “sensibilidad en el procesamiento sensorial”, un grupo de rasgos neuropsicológicos que los investigadores y doctores en Psicología Elaine y Arthur Aaron (su marido) descubrieron al estudiar en los años 90 las diferencias en las respuestas que observaban entre diferentes individuos enfrentados ante un mismo estímulo. 

Para respaldar aún más sus hallazgos, Elaine hace referencia a otros investigadores de la fisiología y la genética que también conectaron con la alta sensibilidad en sus respectivos estudios, dándole diferentes nombres al mismo rasgo. “Yo utilicé el término de ‘sensibilidad en el procesamiento sensorial’, pero ese mismo rasgo recibe los nombres de ‘sensibilidad o reactividad al entorno’, ‘sensibilidad biológica al contexto’, ‘susceptibilidad diferencial’ o ‘sensibilidad ventajosa’, o bien se identifica por los nombres de determinadas variaciones genéticas o, en los animales, con el nombre de ‘plasticidad’ o ‘flexibilidad comportamental”, explica la autora. El rasgo también se ha detectado en más de 100 especies de animales.

Esto que ella llama “sensibilidad en el procesamiento sensorial”, que sobrecarga a las PAS de información, hace —para bien o para mal— que capten también detalles del ambiente y de las emociones de los otros que otras personas, menos sensibles, se pierden. Esa profundidad de procesamiento “es clave”, según Aaron: “A veces se manifiesta en que las PAS parecen recorrer con su pensamiento todos los aspectos de un tema, especialmente si han de tomar una decisión, sea la de elegir el sabor de un helado o determinar qué piensan sobre el significado de la vida”. Aunque esas maneras suelen enlentecer el proceso, sus decisiones tienden a ser acertadas, y eso las hace, muchas veces, líderes. 

Las pruebas de resonancia magnética han demostrado que el cerebro de las PAS funciona diferente, pues en ellas se ve una mayor actividad en el hemisferio derecho, concretamente en el lóbulo frontal y en la amígdala; áreas relacionadas con la empatía, la planificación y el pensamiento abstracto.

Un estudio reciente fue un poco más allá y concluyó que las PAS pueden tener además conexiones más débiles entre las áreas del cerebro que regulan el estrés y el dolor, lo que podría explicar por qué es frecuente que experimenten ansiedad.

Sensibilidad al trasluz, un documental que realizó RTVE y que el Instituto de la Alta Sensibilidad de España recomienda ver (está disponible en YouTube), muestra testimonios de personas altamente sensibles y también de expertos en psicología, psiquiatría y en neurología. José Luis Carrasco, un psiquiatra consultado, dijo que una PAS “vive a más revoluciones afectivas que una persona menos sensible”.

La alta sensibilidad no se puede cambiar, pero sí se puede aprender a gestionar mejor. Sin embargo, como el mundo los hiperestimula, la ansiedad y la depresión pueden desencadenarse. “Si bien la alta sensibilidad es un rasgo de personalidad y no es un trastorno (en sí misma), muchas veces las PAS tienen una mayor predisposición a desarrollar una depresión o estrés, problemas de insomnio, ansiedad”, explicó a Galería Milagros Fernández, magíster en Psicología Clínica y directora de la Licenciatura en Psicología de la Universidad Católica del Uruguay. “Por su estilo de afrontamiento, las personas altamente sensibles se sienten estresadas si tienen muchas tareas pendientes, los ambientes ruidosos les resultan caóticos, a veces se desbordan con mucha facilidad o bajo presión. Incluso se llega a confundir (la alta sensibilidad) con algunos diagnósticos por esa inestabilidad en el estado anímico, en sus conductas o en sus relaciones interpersonales, porque hay mucha dificultad para regular las emociones”.

El amor, un capítulo aparte. Entre los desafíos que enfrentan las PAS está la pareja. Esa forma que tienen de sentir todo tan intensamente hace que cuando se enamoran o incluso antes, cuando empiezan a salir con alguien, tengan las expectativas de una conquista romántica de película. En el caso de que el otro también sea PAS, se retroalimentará esa intensidad emocional y posiblemente la realidad del cortejo se acerque bastante a sus aspiraciones. Si, por el contrario, el otro no es una PAS, se auguran, cuando menos, complicaciones. Según escribe Aaron en el segundo libro que publicó sobre personas altamente sensibles, titulado El don de la sensibilidad del amor: Cómo comprender y mejorar las relaciones cuando el mundo te abruma, y que publicó en español en 2017, 50 por ciento de los factores que determinan un divorcio proceden del temperamento genético, y si se es PAS (un rasgo genético), el riesgo de verse envuelto en una relación problemática es elevado. “Tu sistema nervioso, extraordinariamente afinado, capaz de captar aspectos muy sutiles y de tratar la información en profundidad, constituirá una magnífica ventaja para llevar adelante cualquier compromiso romántico, siempre y cuando tú y tu pareja se comprendan mejor. Pero, sin esa comprensión, es probable que tu sensibilidad te haga vivir unas relaciones íntimas dolorosas y complicadas”, dice la autora. 

Por lo general, las personas altamente sensibles le dedican mucho tiempo a pensar las cosas, incluso las que no necesitan tanto tiempo de reflexión —o ninguno—, y ese sobrepensar y sobresentir sumado a esa manera concienzuda de llevar adelante todos los aspectos de su vida, y a las altas cantidades de información que absorben del entorno, explica por qué muchas veces llegan a un desgaste físico y mental antes que otras personas.

En los estudios de Aaron, las PAS se mostraron más receptivas que las otras personas a las emociones en general, y, a su vez, más receptivas a sus parejas que a los extraños. “Cuando veían a su pareja angustiada, su cerebro entraba más en ‘modo acción’ que el de las otras personas”, explica Aaron. Al mismo tiempo, suelen sobrerreaccionar a las críticas, en especial si vienen de alguien cercano. “Buena parte de la estrategia de supervivencia de las PAS consiste en corregir su comportamiento cuando han cometido un error, y esto se debe a que se preocupan más por hacer las cosas bien”.

Tal vez parte del interés de Aaron en investigar parejas PAS-no-PAS tenga que ver con que ella misma está en una pareja mixta con Arthur. Hace un tiempo se le planteó una nueva interrogante que quiso responderse: “¿Hasta qué punto se aburren las PAS en sus relaciones de pareja cuando se las compara con las no-PAS?”. Descubrieron que las PAS se aburrían “decididamente más”. Muchas de las PAS entrevistadas dijeron que les gustaba “reflexionar sobre el significado de sus experiencias (como suele ocurrir con la mayoría de las PAS)”, y “casi siempre afirmaban que lo único que necesitaban para terminar con el aburrimiento era una conversación profunda”. Este desencuentro se da más a menudo cuando el otro miembro de la pareja es no-PAS. Sin embargo, según las investigaciones de Aaron, “no parece que las PAS permitan que tal cosa menoscabe su satisfacción general con la relación, quizás porque están habituadas a ella”. La autora recomienda que ambos miembros piensen “cómo profundizar en sus conversaciones con el fin de darle una mayor riqueza al vínculo”, y reflexionen sobre sus diferencias para respetarlas.

En El don de la sensibilidad del amor, la autora aclara que si bien el título alude a vínculos amorosos, es un buen manual también para amistades PAS-no-PAS. No olvidemos que las PAS van por la vida como en carne viva, y esto no aplica solo para las relaciones de pareja; también para las laborales, y hasta para las formas de criar a los hijos.

NAS. La doctora en Psicología estadounidense, que también escribió un Manual de trabajo para la persona altamente sensible (2019), siguió ahondando en los intríngulis que enfrentaban las PAS en sus diversos ámbitos de acción, para deducir con qué herramientas podrían hacerse más llevaderos. La última de sus publicaciones sobre el tema se titula El don de la sensibilidad en la crianza: Cómo cuidar a tus hijos cuando eres altamente sensible (2021). Aunque unos años antes había escrito El don de la sensibilidad en la infancia: Cómo ayudar a tu hijo cuando el mundo le abruma, más orientado a los niños altamente sensibles (NAS), en este último plantea los desafíos de la crianza para una madre o padre PAS. Surgió en respuesta a más de 1.200 preguntas que recibió de progenitores altamente sensibles. “La crianza es la tarea más valiosa y gratificante que hay en el mundo, pero también es una de las más difíciles. Y esto es en especial cierto en el caso de los progenitores altamente sensibles, pues sintonizan con sus hijos e hijas de forma poco habitual”, resume el manual.

Estos padres (y todos) también tendrán que tomar en cuenta a la hora de la crianza si su hijo es NAS. A simple vista hay varias pistas que pueden evidenciarlo (además de que hay un test en línea específico para niños): suelen ser niños tímidos e introvertidos, que se abruman con facilidad, creativos y meticulosos. Tienen, además, un arraigado sentido de la justicia. Pueden parecer quisquillosos (quejarse de la textura de la ropa, de algún sonido y olor que los molesta) y exigentes, y hasta tener mala conducta. Pero al mismo tiempo tienen una gran empatía y captan la sutil belleza de las cosas, las situaciones o de una persona. Según explicó Fernández a Galería, criar a estos niños es un desafío porque son muy intensos emocionalmente. “Sus sentidos registran todos los detalles del entorno y en general, si bien son muy reflexivos y empáticos, hay una sobreactivación, entonces hay una vulnerabilidad, y a veces no pueden gestionar esa cantidad de estímulos que les llegan”. Por eso es importante, como padres, acompañarlos para que naveguen de la mejor manera entre esos estímulos y sus emociones no los desborden.

Tan importante es para los NAS el entorno en el que crezcan que, según Aaron, si se compara a una PAS y a una no-PAS que hayan tenido infancias turbulentas, “las PAS mostrarán mayores niveles de depresión, ansiedad y timidez al llegar a la edad adulta, y forcejearán con la inseguridad en sus relaciones”. Por el contrario, si vivieron una infancia “lo suficientemente buena”, “no mostrarán estos problemas y pueden funcionar incluso mejor que las no-PAS”. 

Estrategias para engrosar la piel. Esa sobreestimulación tan propia de las personas altamente sensibles, que les impide gestionar las emociones con efectividad, es lo que les trae mayores problemas. Tienden a somatizar esas emociones y eso puede redundar en enfermedades en la piel, el sistema respiratorio, el digestivo y el nervioso. Por eso es importante, primero, trabajar en la regulación emocional. También recomiendan adquirir buenos hábitos alimentarios (es habitual que sufran de obesidad, bulimia o anorexia), hacer ejercicio y meditar con frecuencia para lograr alcanzar y mantener un equilibrio. Esos ratos de silencio son también espacios de recarga, que estas personas suelen necesitar. Aaron lleva 40 años haciendo meditación trascendental.

Un mecanismo que suele fallar en las PAS es el de poner límites. Aunque les cuesta decir que no debido a su carácter empático, establecer límites es básico para preservarse y evitar desbordes.

En esto del autocuidado, esa alta sensibilidad que los hace más proclives a experimentar ansiedad, depresión y burnout, los hace también más receptivos que las no-PAS a la ayuda de sus familias o terapeutas, y a responder mejor a esas intervenciones. Es decir que esa vulnerabilidad que los define también termina fortaleciéndolos.

Según los expertos, la alta sensibilidad y la baja tienen su lado positivo y negativo, y el autoconocimiento es clave para sacar el mejor partido de aquello que nos fue dado de nacimiento. Aaron hace énfasis en la importancia de que las PAS, orgullosas de haber podido, más tarde o más temprano, poner nombre a un rasgo tan definitorio y a la vez tan invisibilizado, no caigan en el error de “devaluar” a las no-PAS. La gracia está en hacer valer las diferencias y las complementariedades.