Trabaja en radio, en TV Ciudad y relatando los fines de semana. Entre vivir para trabajar y trabajar para vivir, ¿con cuál se queda? Con ninguna de las dos. Me cuesta mucho pensar una vida sin trabajo y no estoy convencido de que eso esté bien, pero es una herencia cultural. Nací en un mundo en el que eso ya venía de hace mucho tiempo y seguramente deje de vivir en un mundo en el que el trabajo sea una necesidad para buena parte de la gente. Pero a veces siento que estoy trabajando demasiado. Estoy buscando un punto intermedio que no tengo muy claro dónde está. En momentos en los que me aproximé surgieron oportunidades que estaba esperando hace mucho, de esas que a uno lo llevan a pensar: "a esto no puedo decirle que no", de sentir esa realización propia y ganar algún peso más. En esa estoy, buscando un equilibrio que por lo pronto no llega.
Dicen que es fanático de la historia argentina. ¿Por qué? Me interesa mucho la política. Me crie en un hogar político y soy una persona muy politizada. Recuerdo a una de mis abuelas diciendo que le apasionaba la política argentina más que la historia. La recuerdo mirando a Mirtha Legrand: cuando estaban Moria Casán y Carmen Barbieri, cambiaba, pero si estaba algún periodista argentino, en ese contexto de cierta tensión que hay en la política argentina, decía: "A ver, dejá". Ahí hay un primer elemento que me hizo familiarizarme con la política argentina. Hay sistemas y lógicas políticas distintas, hay una cantidad de afinidades y diferencias, una región que une, un pasado bastante extenso en común, una relación muy fluida. Quizás eso sea un factor que me haga tener interés.
Era muy unido a su abuelo. ¿Heredó algún rasgo o característica suya? Con el abuelo Victorio viví hasta los 30 años. Cuando uno comparte tanto tiempo con una persona asume formas, palabras, actitudes del contacto diario sin darse cuenta. Él estuvo a punto de ser ingeniero y arquitecto. Creo que se distrajo con la militancia estudiantil. Era hijo de italianos que llegaron al país y trabajaban en la construcción, entonces desde muy niño con mi bisabuelo iba a las obras. Hizo que en mi familia siempre hubiera en las conversaciones una presencia muy fuerte de las cuestiones urbanas, de las preocupaciones por la ciudad, de la familiaridad con el entorno, también de los viajes, de hablar de otras ciudades. Tengo un afecto e interés muy profundos por mis entornos urbanos, sobre todo por Montevideo. Eso viene claramente del abuelo. Salir a caminar es la actividad que más me gusta hacer cuando tengo tiempo libre. Mi abuelo era un gran caminante y yo me considero una persona que camina mucho y en esas caminatas a veces me fijo en cosas de ese entorno urbano por el que pasamos todos los días sin fijarnos bien o sin mirar al detalle, que están influenciadas por el ojo del abuelo.

Sus fotos de Instagram son muy elogiadas y hasta le dicen que tiene ojo de arquitecto. ¿Le preocupa el hecho de que la ciudad pierda esas construcciones antiguas? Es una de las cosas que me pasan, no la única. Me genera una sensación fea ir por bulevar Artigas, que debe ser la avenida que tiene las mejores construcciones de Montevideo, y encontrarme con que donde había una casa preciosa que tenía influencia art déco hay un edificio inexpresivo. Me llama mucho la atención, no te puedo decir por qué, la transformación del espacio. Me gusta mucho ir por lugares y tratar de entender cómo fueron en otro tiempo. En Instagram, en el fondo lo que más me gusta es la unión de la imagen con un texto. Si Instagram no tuviera espacio para escribir abajo lo usaría mucho menos.
Fue a Rusia, a Brasil, a la Copa América en Chile. De todos sus partidos relatados, ¿hay alguno que recuerde especialmente? Conocer Rusia fue una cosa que disfruté mucho, no sé si algún día volveré. Posiblemente la victoria 2 a 1 con Portugal con dos goles de Cavani y Cristiano Ronaldo en cancha sea el momento más lindo que viví con el relato deportivo hasta ahora.
¿Algún talento que le gustaría tener? Ser un buen cantante y saber ejecutar algún instrumento.
La voz la tiene. Sí, pero el oído no. Me puse a prueba yendo a ensayar a una murga joven. Era una murga pretenciosa, tenía un cuidado por la cuestión coral que la ponía a tope dentro de las murgas jóvenes de ese tiempo. Si tu oído no tiene la capacidad de concentrarse en lo que vos tenés que cantar puede pasarte que te vayas con un tono que no es el tuyo. Y a mí me pasó. Un día me llegó un mensaje del director diciéndome: "Che, mirá, sabés que al final no vas a quedar en la murga". Capaz que el oído para cantar solo mientras cocino lo tengo. Siento una sana envidia, o envidia a secas, por esa gente que en una comida de amigos saca una guitarra y empieza a cantar y genera esa cosa mágica, que todo el mundo lo empiece a acompañar y se comparten canciones que pueden ser removedoras, lindas. Hay una cosa ahí que genera el arte, que mueve, entra y llega, que pone a las personas que tienen la capacidad de mover todo eso en un lugar privilegiado.
