Contenido creado por Inés Nogueiras
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MÁS DATOS DEL CASO FRITZL

La policía austríaca facilitó fotos del sótano en el que Joseph Fritzl, un ingeniero de 73 años, mantuvo secuestrada a su hija durante 24 años. El hombre confesó haber abusado sexualmente de ella y ser el padre de sus siete hijos, uno de los cuales murió y fue quemado en un horno de la casa.

28.04.2008

Lectura: 7'

2008-04-28T00:00:00-03:00
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Un día después de conocerse el escalofriante caso de incesto y encierro durante 24 años en la ciudad austríaca de Amstetten, las autoridades locales dieron hoy el caso por esclarecido, con la confesión del acusado, Josef Fritzl, un ingeniero jubilado de 73 años.

Las autoridades informaron de que el ingeniero confesó haber encerrado en un calabozo subterráneo a su hija Elisabeth, que hoy tiene 42 años, de haberla golpeado y violado sistemáticamente y de ser el padre de siete hijos nacidos de esa relación.

El responsable de la seguridad pública de Baja Austria, Franz Prucher, aseguró que con la confesión "este caso está resuelto" y agregó que se trata de uno de los más graves en la historia criminal de la república alpina, "que supera todo lo conocido hasta ahora".

El acusado esta previsto que sea trasladado hoy mismo a la Fiscalía de Sankt Pölten, capital del Estado federado de Baja Austria, donde será puesto a disposición de un juez de lo Penal.

Según la confesión del acusado, uno de los bebés, que murió en 1996 poco después de nacer, fue quemado por Fritzl en la caldera de de calefacción de la casa, dijo hoy ante la prensa Franz Polzer, jefe de la policía del estado federado de Baja Austria.

Tres de los hijos nacidos del incesto (de entre 10 y 15 años) fueron traslados por Fritzl a la casa familiar e integrados como si fueran nietos y luego hijos adoptivos, mientras que los otros tres (de 5, 18 y 19 años) permanecieron toda su vida bajo tierra, hasta ser liberados hace pocos días.

La versión que Fritzl sostuvo ante su esposa y el resto de la familia fue que Elisabeth desapareció para adherirse a una secta en un lugar desconocido, donde habría tenido varios hijos, algunos de los cuales los dejó delante de la puerta de la casa de sus padres.

Josef Fritzl y su esposa Rosemarie, de 69 años, también tuvieron siete hijos en su matrimonio, incluyendo Elisabeth, quien fue objeto de los abusos sexuales de su padre desde que tenía 11 años.

Los detalles dados a conocer hoy dibujan un escenario dantesco de la vida subterránea de la joven mujer, que dio a luz seis veces en condiciones infrahumanas y sin atención médica alguna.

El calabozo tenía apenas unos 60 metros cuadrados, con cuatro habitaciones de techos de apenas 1,7 metros de altura, en donde Fritzl instaló un baño, una ducha y también un televisor, lo que permitió a sus moradores cierto contacto con el mundo exterior.

La macabra historia salió a la luz cuando la mayor de los hijos encerrados, Kerstin, de 19 años, tuvo que ser hospitalizada por sufrir una grave enfermedad, que los médicos atribuyen a una degeneración genética típica de un incesto.

Tras ser internada en un hospital local, Fritzl liberó a los otros dos hijos que todavía permanecían encerrados y le explicó a su mujer que Elisabeth, la hija desaparecida, había vuelto finalmente y que esos hijos eran producto de sus relaciones mantenidas en una secta.

Según informó hoy el médico responsable del caso, Albert Reiter, la joven se encuentra en un estado "muy grave" en un coma inducido, y "sólo Dios sabe" si podrá sobrevivir.

Las autoridades se negaron hoy a explicar cuál es el estado psíquico de los encerrados.

En el entorno de la casa de la familia en Amstetten, una ciudad de unos 23.000 habitantes, a 130 kilómetros al oeste de Viena, los vecinos se mostraron hoy sorprendidos e incrédulos por los sucedido en este barrio de clase media.

"Siempre supimos que la hija estaba en una secta y que dejaba a sus hijos con sus padres, lo que a mucha gente le pareció admirable por parte de los abuelos", reconoció una vecina.

Otro vecino dijo que el sospechoso era un hombre "normal y corriente, siempre amable y en buen estado físico".

El caso ha causado un gran revuelo mediático, con periodistas llegados a Amstetten de todo el mundo para informar sobre este suceso, que se produce menos de dos años después de la liberación de Natascha Kampusch, otra joven austríaca que estuvo encerrada por su captor durante ocho años en un sótano cerca de Viena.

La propia Kampusch, que se ha convertido en Austria en un personaje público, anunció hoy su intención de ayudar a la víctimas de este suceso.

"Tuve este deseo espontáneamente", dijo hoy Kampusch a la radio pública ORF, respecto a un suceso que mantiene estupefacta y horrorizada a la población de la república alpina desde ayer, cuando salió a la luz.

Antecedentes

Tras detener al acusado, Josef Fritzl, un ingeniero jubilado de 73 años, las autoridades austríacas pudieron anoche abrir la puerta de acero escondida en el sótano y hoy continuaban las pesquisas, revelando poco a poco a la prensa los detalles del "calabozo" de las víctimas de esta terrible historia.

Así, contrariamente a las primeras versiones difundidas el domingo, se aclaró que el sótano no estaba situado directamente debajo del edificio de apartamentos de tres pisos donde Josef Fritzl y su esposa, Rosemarie (de 69 años), tienen su vivienda, sino en el jardín.

El matrimonio ocupaba los dos últimos pisos mientras que en la planta baja hay tres viviendas alquiladas, y es al final del jardín, que el propio detenido cuidaba con esmero, donde se encontraba la entrada al sótano -junto a un garaje-, que pertenecía también a los Fritzl.

Todo el complejo parece haber sido construido en la década de los sesenta, pero entretanto se hicieron algunas reformas y parece que gran parte del zulo donde vivió Elisabeth también fue "adaptado" en años posteriores, según explicó el capitán Hans-Heinz Lanze a la televisión pública austríaca ORF.

El acceso al "secreto" de Josef Fritzl estaba muy bien escondido, camuflado detrás de una estantería, a través de una "puerta de acero y cemento con un motor electrónico, que a su vez se abría mediante control remoto con un código" que aparentemente sólo conocía Josef Fritzl, precisó hoy en un comunicado la Dirección de Seguridad de Baja Austria.

Una vez abierta la puerta, un estrecho pasillo de 5 metros de largo conducía a una habitación, usada como cocina, así como baño, incluida una ducha, y otras dos habitaciones con dos camas cada una.

La vivienda, sin ventanas, sólo tenía 170 centímetros de alto, contaba con un televisor, un reproductor de vídeo y un receptor de radio, y los agentes la encontraron en un estado "cuidado". Además, Lenze explicó que tenía instalaciones que garantizaban la renovación del aire. No se ha confirmado que hubiese una habitación acolchada, como algunas fuentes afirmaron el domingo, y, según Lenze, los expertos deben aún confirmar hasta qué punto los gritos o ruidos podían oirse desde fuera.

En unas declaraciones a la prensa, Lenze reiteró hoy que le parecía "creíble" que Rosemarie, la madre de Elisabeth, no sospechara nada en todo este tiempo.

Agencias