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Contenido creado por Martín Otheguy
RKOrson

El editor de recuerdos

MÁS ALLÁ DE LA MUERTE. POR RKORSON

Una historia tiene tantas variantes como personas que quieran contarla. Un mismo hecho puede ser visto desde los enfoques más variados. La búsqueda de una mirada distinta es lo que hace una obra "original".

Por RKOrson

30.11.2005

Lectura: 3'

2005-11-30T00:00:00-03:00
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En cine tener el "corte final" significa poseer el poder de selección de las imágenes antes capturadas. El montajista es el verdadero poderoso de lo que luego veremos en pantalla. Hay muchos caminos por elegir; por ejemplo, decidir el plano que va a ir a continuación de un carro de bebé cayendo por la escalera. Tal elección es de una relevancia simbólica imponente. El montaje es la diferencia esencial del cine con respecto a cualquier otra forma de arte. El montaje es el cine por antonomasia.

El montajista

Alan (Robin Williams) es un hombre discreto, apagado, callado. Por sus manos y sus retinas han pasado las vidas de miles de personas. Han pasado todas las horas, minutos y segundos de cada una de esas historias.

En un futuro no muy lejano, existe la posibilidad de grabar toda la vida a partir de un chip incorporado al propio cuerpo. El trabajo de Alan es seleccionar dos horas de cada uno de los difuntos para inmortalizar esa existencia (a propósito, los primeros analistas del cine veían en el nuevo entretenimiento la increíble posibilidad de inmortalizar a las personas y los sucesos).

Pero qué seleccionar, qué elegir. Hay un acto de poder supremo en la tarea del protagonista de "Más allá de la muerte" (The final cut). Hay un acto de discutible moralidad en la selección de imágenes póstumas. Quién quiere que se recuerde de su vida una pelea con su pareja, una masturbación a escondidas, el consumo de drogas. Todos tenemos mucho que ocultar y la tarea del buen Editor es destacar sólo lo socialmente bueno.

Al estilo de las leyes de la robótica de Isaac Asimov, los montajistas deben cumplir algunas reglas inviolables. Pero incluso Alan, el mejor entre sus colegas, tiene cosas que desearía no recordar, cosas que le gustaría no estuvieran presentes en la cinta de su vida.

Comedor de pecados

Para hacer una buena película de ciencia ficción no es necesario poner naves espaciales, ni rayos láser. Se necesita simplemente una idea que vea al mundo en perspectiva y se anime con una hipótesis. Así lo han hecho Huxley, Orwell, Bradbury, (por nombrar a tres) en todo el pasado siglo XX.

Son muy amplios los alcances conceptuales de esta película dirigida y escrita por Omar Naïm. Tan amplios como inabarcables en un filme de menos de dos horas. Hay algo de tangible y que le da credibilidad a "The final cut" ("El corte final", según la traducción más literal), en nuestra sociedad global, fisgona, que rompe los ratings de audiencia de los reality al estilo "El gran hermano".

Hay una traslación de las necesidades actuales alimentada por la intromisión en la privacidad y una necesidad más antropológica por la inmortalización de los seres queridos. "Abran los ojos, recuerden por sí mismos", reclama un grupo de manifestantes opositores al sistema del chip grabador. En un mundo donde los gustos tienden a homogenizarse, por qué no creer que la gente prefiera, en un mañana no muy distante, una memoria a la moda del editor de turno. Alguien que recuerde por nosotros

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