Cultura
Constelación de autoras

Las escritoras latinoamericanas llenan las bibliotecas

Las escritoras latinoamericanas ganan cada vez más protagonismo en la escena literaria: premios internacionales, elogios de la crítica, traducciones a varios idiomas y récords de ventas; algunos hablan de boom, otros de una transformación social

26.05.2022 07:00

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2022-05-26T07:00:00
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Por Alejandra Pintos

La argentina Samanta Schweblin logra estar en la lista del Man Booker Prize International por su novela Distancia de rescate —la primera mujer latinoamericana en hacerlo—. Dos años después lo logra la mexicana Valeria Luiselli. La uruguaya Fernanda Trías es reconocida con el Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz por su novela Mugre rosa. Según el jurado, se merecía el reconocimiento por ser “capaz de mirar con valentía el vacío, que también trata con ternura los temas centrales de la definición de lo humano como: la enfermedad, la incertidumbre, la empatía y el dolor”. Ese premio también lo recibe la escritora argentina Camila Sosa Villada, al igual que el Miguel Cervantes. Un cartel luminoso en Times Square anuncia el lanzamiento de la traducción al inglés de Nuestra parte de noche, de la argentina Mariana Enríquez. Había ganado el premio Herralde a Mejor novela y poco tiempo después, apareció entre los recomendados de The New York Times. 

Todo esto es tan solo una parte de lo que pasó en los últimos cinco años. Las autoras latinoamericanas están llegando a alturas inimaginables.

El País de Madrid lo calificó de boom, una etiqueta que molestó a algunas autoras, porque recuerda a aquel que hubo entre los 60 y los 80, con novelistas como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar. Ese foco, puesto en los hombres, dejó en la sombra a contemporáneas como Clarice Lispector o Nélida Piñón. Escritores latinoamericanos siempre habían existido, solo que en ese momento el resto del mundo les estaba empezando a prestar atención. A los hombres al menos.

Pero lo que sucede ahora es diferente. No es una mirada exotizante, cautivada por el realismo mágico. No es un boom, es una transformación.

Luisina Ríos, editora de Penguin Random House en Uruguay —una de las casas editoriales más grandes de la industria— cree que es así. “¿Qué es lo que las determina y define: que son mujeres y nacieron en una región? Las voces son tan diversas, y en muchísimos casos tan potentes, literatura de tan buena calidad, que como editora, como lectora, me cuesta aceptar esa etiqueta. Además de que es ineludible asociar el nombre al boom de los 60 y 70, que bastante masculino fue, que a tantas escritoras invisibilizó. Por otra parte, tampoco creo que esto que está ocurriendo sea algo que vaya a tener un fin, al menos eso espero y deseo”, reflexiona.

Camila Sosa Villada

Camila Sosa Villada

La pluralidad de voces es clara. Algunas hacen novelas, otras cuentos. Unas relatos de historias mínimas, otras grandes epopeyas. Hay terror, hay humor, hay romance. Pero es cierto que esta generación de mujeres está llegando a lugares a los que sus predecesoras no habían logrado. Por ejemplo, si uno hace el ejercicio de recordar cuántas veces se habló de una autora latinoamericana en la escuela, el liceo o incluso la universidad, tal vez lo puede contar con los dedos de dos manos.

Leonor Courtoisie, escritora, dramaturga y fundadora de la editorial independiente Salvadora, también rechaza la etiqueta de boom y explica: “Creo que lo que dispone el mercado, que muchas veces se asocia a las agendas bienpensantes, es un espejismo. Creemos que algo está cambiando pero muchas veces es una ilusión. Me recuerda a la imagen de la hidra capitalista: para matarla, cortás una cabeza y se regenera, el problema aparece por otro lado. Y los problemas de la hidra no creo que se resuelvan generando nuevos guetos o pensando en un nuevo auge de la literatura de mujeres, porque la literatura es literatura, y las personas, personas”.

Leonor Courtoisie

Leonor Courtoisie

La autora y guionista salteña Inés Bortagaray coincide: “Como guionista me pasa que me proponen un trabajo porque se necesita ‘la mirada femenina’ y no deja de resultarme un poco inquietante, un poco incómodo, pensar que yo vengo a aportar el sello femenino, la garantía del guion que cuenta con la entelequia que es la mirada femenina. Como si no hubiera entre las diferentes maneras de autoría la posibilidad de imaginar y escribir mundos que no necesariamente están identificados con una matriz biológica”.

Hombres leyendo mujeres. Los libros no dejan de ser un producto y, como tales, están sujetos a las leyes de la oferta y la demanda. Entonces, ¿qué cambió en ese sentido para que se estén leyendo más autoras mujeres? Históricamente, las mujeres siempre estuvieron más abiertas a leer títulos escritos por el otro sexo, mientras que los hombres leían a hombres. Sin embargo, ese patrón se está revirtiendo.

Fernanda Trías

Fernanda Trías

Como consecuencia —o paralelamente— se empezaron a editar más libros firmados por mujeres. Esta transformación hace que las autoras pasen a resultar más atractivas —y rentables— para las editoriales. “Es un poco el huevo o la gallina, por un lado obviamente hay un interés editorial, comercial, porque la gente quiere leerlas, pero a su vez hay un montón de autoras que son buenísimas. Ellas sobresalen por sí mismas, no es por el hecho de ser mujeres”, asegura a Galería Rafaela Lahore, uruguaya radicada en Chile y autora de Debimos ser felices (2020), ganador del premio Mejores Obras Literarias del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de Chile, en la categoría Inédita.

Alejandro Lagazeta, socio de las librerías La Lupa y Escaramuza, fundador de la editorial Criatura y de una distribuidora de libros, ha visto cómo el espacio que se les da a las autoras es cada vez más grande, aunque afirma que es imposible cuantificar porque no hay un observatorio a escala nacional que estudie estos temas. Guiándose por su percepción y experiencia en el mundo editorial explica: “Definitivamente hay un enfoque de querer darles más visibilidad a las mujeres y también de reflexión y corrección. Hay cosas que antes no se pensaban y ahora se están pensando. Igual, me parece que hay que encarar el tema de ahora en adelante, no podemos ir hacia atrás. Están dados todos los componentes desde editoras y correctoras, el interés del público con hombres más abiertos a leer mujeres, librerías independientes —que es algo que pasó en Nueva York y Argentina— donde se expone y visibiliza otro tipo de literatura. Me parece que hay un proceso de corrección y de revisión, pero como país el eurocentrismo nos pesa y hay ausencia de políticas para crear una marca país en la literatura”.

Rafaela Lahore

Rafaela Lahore

Los independientes abren camino. La primera novela de Rafaela Lahore la editó Montacerdos, una editorial independiente chilena. El debut de Inés Bortagaray se publicó primero en el contexto del taller de Mario Levrero, con un tiraje de 300 números, y luego con Cauce, una pequeña editorial. 

Samanta Schweblin entró al mercado uruguayo con Siete casas vacías, editada por Páginas de la espuma, también independiente. “Lo mismo pasó con Ariana Harwicz y Mariana Enríquez. La visibilidad de las autoras mujeres comenzó con las editoriales independientes de diferentes zonas. También fue importante el rol de las librerías independientes. Creo que hay una sensibilidad que está cambiando a toda la estructura”, reflexiona Lagazeta.

Pero no son todos triunfos. A veces las editoriales independientes se arriesgan publicando a autores inéditos o poco conocidos, y el público no responde. Por ejemplo, cuando Criatura publicó el primer libro de Katya Adaui, una autora peruana jóven, hubo “una resistencia total”. Según Lagazeta, “no había una apertura ni de los hombres ni de las mujeres, quizás tiene que ver con un eurocentrismo también. No nos fue tan bien desde los números, llegó antes del fenómeno”.

Mariana Enriquez

Mariana Enriquez

Del under a la popularidad. Pero el interés por descubrir esas voces latinoamericanas también llegó a las editoriales multinacionales, que detectaron cierta voluntad tanto dentro del propio continente como desde fuera. “Hay interés en la literatura escrita por autoras y autores de Latinoamérica. Hay más intercambio en general, y eso lo notamos en las reuniones que tenemos con colegas de otros países, de América y de España. En lo que respecta a escritoras, han crecido mucho la cantidad de traducciones. Y también en los últimos años muchas han sido finalistas o ganadoras de premios prestigiosos, locales e internacionales, que antes era algo excepcional. Es parte del impulso y lo que, entre otros aspectos, capta la atención de la crítica. Lectoras y lectores interesados por supuesto que hay. Y también han surgido librerías, agencias y editoriales que se dedican exclusivamente a trabajar con literatura escrita por latinoamericanas”, sostuvo Ríos.

La editorial en la que trabaja, Penguin Random House, le encargó a la laureada Leila Guerriero una “radiografía” de este fenómeno, a la que tituló Algo está pasando y que fue publicada en tres partes. Allí habló con varias autoras, entre ellas la mexicana Guadalupe Nettel, una de los nombres más asentados de la literatura de su país.

Samanta Schweblin

Samanta Schweblin

“En el siglo XXI, la literatura se ha interesado en rescatar las experiencias de las minorías oprimidas en lucha por cambiar su situación. Los temas de racismo, colonialismo, LGBTQ, los cuerpos y las subjetividades disidentes, han encontrado un lugar en el arte y han sido revalorados. Los feminismos también. Cada uno de estos grupos les debe esa nueva visibilidad a sus militantes. No es una moda, sino una recompensa después de tantos años de lucha. Hace dos años, Annie Ernaux me contó que, cuando se publicó su libro La mujer helada, la crítica la desdeñó diciendo que a nadie podían interesarle esas historias de bonnes femmes. Ahora es un libro considerado precursor. Las sociedades deben madurar para poder hablar de ciertos temas. No lo hacen solas, las militancias y los activismos las llevan ahí. Lleva un tiempo. Ahora, por fin, estamos viendo el fruto de ese esfuerzo”, dijo Nettel a Guerriero.

Entonces, no se trata de un boom, sino de una transformación de la sociedad, seguramente como consecuencia de la cuarta ola feminista que desde 2012 está sacudiendo las estructuras, cuestionando la presencia —o la ausencia— de mujeres en los gabinetes de gobierno, conferencias o ternas en las ceremonias de premiación. 

Estos cuestionamientos generan una disposición a leer otras voces, no solo hombres, blancos y europeos —o estadounidenses—. Así, las bibliotecas empiezan a llenarse con una “constelación de autoras con voces potentes que proceden de la misma región”, como dice Guerriero. Y como la gente las lee, las editoriales las traducen a otros idiomas para llegar a nuevos rincones del mundo, y las envían a diferentes ferias, y les piden nuevos libros. Las mujeres que están publicando y ganando premios no están aprovechando una moda, sino ocupando y disfrutando el lugar que las mujeres —nada más ni nada menos que la mitad de la población— siempre debieron tener.