El llamado glory hole consiste en un agujero en una pared o tabique, que generalmente se coloca en baños públicos o en videocabinas para observar o mantener relaciones sexuales con la persona que se encuentre al otro lado.
El agujero es utilizado para practicar sexo oral, anal o vaginal a la par que se mantiene un cierto grado de anonimato. La tendencia comenzó en clubes sexuales, galerías de adultos, salas de cine porno o sexshops aunque últimamente se están popularizando otras áreas –tales como baños públicos- como lugares de encuentro para esta práctica sexual.
Claro que son pocos los que se animan a practicar esta iniciativa sin una previa invitación. Una señal común es que uno de los participantes meta uno o más dedos por el agujero haciendo un gesto de llamada.
Entre las principales objeciones hechas al “Glory-hole” está la posibilidad de contraer enfermedades venéreas (ya que generalmente no se usa protección) además de los riegos directos para la “parte activa”, que puede resultar dañada (incluyendo cortes que muchas veces son graves) por el participante pasivo, ya sea accidentalmente o mala fe.
Según un reciente informe de Perfil, en Argentina ya hay dos clubes que cuentan con este servicio y la tendencia parece ir en aumento, por lo que no es de extrañar que el número de lugares establecidos para esta práctica aumente también en nuestro país.
“El glory-hole es una manera de llevar el sexo virtual a lo real, porque el ciber sexo es, precisamente, sexo anónimo. Es el reflejo mismo de la sociedad postmoderna: encuentros efímeros, impulsivos, donde solamente cuenta la anomia en la cual estamos todos sumergidos de una manera u otra”, es el análisis que hace al respecto la licenciada Any Krieger, integrante de la Asociación Psicoanalítica Argentina.