Apelamos a lo más común del sentido común: un diamante, cierta obra de arte, tienen un alto valor y un alto precio debido a su escasez.
Para quien esté privado de comida, un simple huevo frito puede valer, y por ende está dispuesto a pagar una fortuna.
La escasez puede ser real o puede ser "fabricada". Todo depende de quién mande.
Unas lentillas para curar cataratas y devolver la vista a los enfermos, pueden ser carísimas o pueden ser regaladas según quién mande.
Las drogas son una muestra evidente de ello: de no estar prohibidas serían baratas. Las encarece la Ley y, en consecuencia, es creada artificialmente una alta tasa de ganancia que promueve por sí sola el auge del narcotráfico y el enriquecimiento de los bancos.
Lo mismo pasa con todo tipo de contrabando: disfruta de valores y precios absolutamente artificiales porque penden de ciertos Decretos más o menos pasajeros.
Si le aprietan la nariz al mejor de los espíritus y no lo dejan respirar, se muere. Por lo que, dado el caso, pagará cualquier fortuna por el aire.
Estas artificialidades, a veces muy caprichosas, proliferan a lo largo y ancho del Planeta, dejando margen para enriquecimientos abruptos.
Si mediante una Resolución, Decreto, o Ley, se crea burocráticamente (papel, tinta, firma y sello de goma debidamente apoyados por la policía), una pasajera o permanente "reserva de mercado", quedaran creadas a corto plazo enormes fortunas para una minoría. Y desgracias para la inmensa mayoría.
Hay muchas "escaseces" artificiales creadas y cultivadas para el mejor provecho de sendas minorías afortunadas. La Salud ofrece hoy innumerables y trágicos ejemplos de ello.
También en el tema de la energía, en el de la seguridad ciudadana, en el del agua y en el de la paz mundial encontramos esa trampa.
En materia de energía estas "escaseces" vienen impuestas por una tendencia mundial vieja e inapelable: las empresas petroleras, las energéticas y las de la industria automovilística (valga la redundancia), han creado a lo largo de muchos años una escasez totalmente artificial impidiendo el desarrollo de otro tipo de energías disponibles. En especial las que cada ciudadano y cada comunidad pueden procurarse por sus propios medios.
Recién ahora, y debido a una crisis insalvable, no sólo las permiten sino que vienen siendo las principales inversoras en tales desarrollos (aunque no en todos).