Disponíamos de dos ingenieros entre rejas: uno de la UTE y otro de la construcción (aunque este último siempre decía que en su vida profesional cuando necesitaba un ingeniero consultaba); había también un investigador del Clemente Estable pero desgraciadamente especializado en biología molecular y, luego, unos cuantos estudiantes universitarios aventajados.
De entre ellos, para el subsuelo, y más concretamente para un túnel, lo más aproximado al tema eran dos o tres estudiantes de agronomía. Como se ve, adolecíamos de las malformaciones propias del país. Las mismas de ayer y de hoy (debe ser por eso que Montevideo no tiene el Metro que hay en todas las ciudades).
Consultamos con la premura del caso, e inquisitorialmente, a los agrónomos . Entre ellos uno, sanducero de hablar pausado (sustituyente de las s por las z ) que, en nombre de la mismísima Universidad de la República, nos comunicó que en Uruguay no zólo no había geólogoz zino que ni ziquiera ezistía eza carrera agregando como atenuante y para nuestra información, que el único conozido a la fecha (1971) era un tal Jorge Bozi, rezibido en Franzia y de paradero dezconozido.
Tiempo después y ya en plena obra, cuando topamos con la piedra maciza sin poder avanzar debido a ella, se trajeron del túnel muestras desesperadas que pusimos empecinadamente en las manos de aquellos futuros ingenieros agrónomos: - ¿Qué es esto? preguntamos como hasta echándoles la culpa.
El canario la miró fijamente, la palpó, y contestó otra vez en nombre de la Universidad de la República:
- Una bruta piedra.
Jorge Bossi pasó a ser desde aquel entonces personaje de leyenda. Protagonista de cuentos carceleros en reiteradas cárceles del mundo, lugares clandestinos, encuentros fraternales y mostrador de boliches
Lo que no imaginábamos entonces ni aún después de leerle los libros posteriores, es que el ahora veterano geólogo, maestro de tantos ingenieros agrónomos, seguiría siendo, a sus setenta y tres años, un personaje de leyenda. Porque desde hace poco, al fin, existe la carrera de geólogo en Uruguay y porque al fin de cuentas en este país de graves malformaciones, los geólogos y la geología son de leyenda.
En realidad, porque el subsuelo uruguayo abandonado y baldío, es imaginario. Resulta sospechada con semi plena prueba su culpable existencia debido a que forzosamente debe haber algo soportando el piso, que nos permite caminar sin caer en el magma y fritarnos en las antípodas.
Y porque, digamos la verdad con la mano en el corazón: ¡Hay que ser geólogo en Uruguay! Las madres y los padres, las tías, los abuelos y las amigas, son de prever ante la muchacha: - ¿Vos estás loca?: ¡Te vas a morir de hambre! Y, efectivamente, es muy probable que, si no emigra, la geóloga ya recibida vegetará de lo que le pague alguna oficina pública.
Habría que hacerle a ese reducido grupo de pioneros un homenaje con Jorge Bossi al frente, porque Uruguay que pide a gritos el auxilio urgente de ser productivo, necesita ineludiblemente para ello, multitud de geólogas y geólogos que lo arropen y cuiden. Que lo visiten y conozcan en nombre de todos sus habitantes.
Pues bien: hace poco, disfrutamos el privilegio de conocer personalmente a la leyenda y con ella, de su mano, entrar otra vez por un túnel hondo en el Uruguay profundo. Un Uruguay casi repudiado; abandonado por sus hijos; que se cansó de ofrecernos sus riquezas y esperar en vano. Que no puede entender nuestra pobreza.
Y hablamos, y vimos, muchísimos tesoros reservados y escondidos reposando en el cofre patrimonial de nuestro subsuelo.
Entre ellos y a simple vista, las zeolitas que desde abajo afloran a cielo abierto ofreciéndose a la vera de las grandes carreteras o en las barrancas de nuestros ríos y arroyos.
Hace mucho que las vio el geólogo legendario, hace mucho también que dio el aviso e indicó para qué concretamente las podemos usar y cuánto las estamos necesitando. Pero hay libros y otras cosas que los uruguayos no acostumbramos leer. Y ojos que no ven porque no quieren ver. Nuestra vida escapa mientras la ocupamos con largas vaciedades.
O nos mudamos decididamente para el barrio de la ciencia, o nos come, de postre, el Carlanco (ser multinacional que se alimenta de quienes rifan el futuro).
Jorge Bossi
LA COLUMNA DE E. FERNÁNDEZ HUIDOBRO
Era un grupo grande de presos jóvenes que decidió hacer un túnel para escaparse del Penal de Punta Carretas. De adentro para afuera.
15.05.2007
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