Estilo de vida
La cara de la monarquía

Jubileo de Elizabeth II: ¿Despedida del reinado más largo de la historia británica?

Se cumplieron 70 años de la coronación de ELIZABETH II, el reinado más largo de la historia británica; Pese a las limitadas apariciones de la protagonista, los cuatro días de celebración del Jubileo de Platino acapararon la atención de todo el mundo

09.06.2022 07:00

Lectura: 11'

2022-06-09T07:00:00
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Por María Inés Fiordelmondo

Es 2 de junio de 1953. Elizabeth aborda el carruaje de oro, construido en 1762. Lleva por primera vez la corona, que pesa casi dos kilos. Con un tono de voz agudo y angelical, casi infantil, la joven de 25 años dedica unas cálidas palabras a los miles de personas que presenciaron su coronación, acto que se realizó 16 meses después de la muerte de su padre, el rey George VI. “Larga vida a la reina Elizabeth. ¡Dios salve a la reina Elizabeth! ¡Que la reina Elizabeth viva por siempre!”, clama el director británico Laurence Olivier al final de la narración del cortometraje A Queen is Crowned, de 1953, que documenta la coronación de la reina Elizabeth II, la primera en la historia en ser televisada y transmitida en vivo, seguida por casi 30 millones de personas, y 10 millones más por radio. Efectivamente, las súplicas de Olivier fueron escuchadas: el reinado más largo de la historia británica estaba empezando (superado en el mundo solo por el de Louis XIV, que llegó al trono con 4 años, en 1643, y reinó durante 72, hasta su muerte). 

Pasaron siete décadas, varias guerras, 14 primeros ministros (Winston Churchill y Margaret Thatcher entre los más destacados), numerosas crisis y tragedias dentro de la familia real, otras tantas crisis económicas mundiales, una pandemia, y Elizabeth sigue en el trono. Con sus 96 años y 70 como reina, Elizabeth es, le guste a quien le guste, la cara de la monarquía. Para muchos, la reina del mundo. Por eso, la expectativa en los días previos a la celebración del Jubileo de Platino —más aún tras el supuesto fin de la pandemia de coronavirus— era altísima. Cientos de personas acamparon durante la noche previa al 2 de junio para conseguir la mejor vista de los festejos.Terminó siendo, sin dudas, un Jubileo diferente. 

Brillo de ausencia. 4 de junio de 2022. El carruaje dorado de 250 años de antigüedad se pasea desde la Abadía de Westminster hasta el Palacio de Buckingham, el mismo recorrido que hizo aquel día de primavera hace 69 años, cuando Elizabeth asumió el trono. Esta vez, sin embargo, está vacío. Sobre él se proyecta un holograma de la reina saludando con aquella fresca sonrisa de cuando fue recién coronada. 

El príncipe Charles desfiló a caballo en Trooping the Colour, la ceremonia de apertura del Jubileo de Platino

El príncipe Charles desfiló a caballo en Trooping the Colour, la ceremonia de apertura del Jubileo de Platino

A diferencia del de plata, el de oro y el de diamante, en los que la reina presenció las celebraciones de principio a fin —y viajó en el carruaje de oro—, el de los 70 años de reinado se caracterizó por el brillo de su ausencia y la exaltación y fervor ante sus cortas apariciones. 

Fueron 4 días (del 2 al 5 de junio) de fiesta, pero también de nostalgia, homenaje y —en cierta forma—, despedida. 

Elizabeth se unió a los festejos en tres breves momentos. El jueves, después del desfile militar Trooping de Colour —que marcó el inicio del Jubileo— salió al balcón del palacio junto con el príncipe Charles (heredero de la corona), su esposa Camilla y los siguientes en la línea sucesoria al trono, el príncipe William y Kate con sus tres hijos, George, Charlotte y Louis. Desde el primer momento se percibió una especie de vacío, la sensación de que sobraba espacio en el balcón. Es que se trató de la primera gran celebración y salida familiar al balcón sin la presencia de Philip de Edimburgo, esposo de la reina Elizabeth durante 73 años, quien murió en abril del 2021. Por si fuera poco, también faltaba su nieto Harry, quien, junto con su esposa Meghan, abandonó oficialmente la monarquía y sus funciones reales en abril de 2020. Su participación en el Jubileo de su abuela, al que asistió junto con Meghan, fue breve y discreta. Aparecieron fugazmente en el desfile militar del primer día, y al día siguiente ocuparon un lugar secundario en la Catedral de San Pablo para celebrar la misa de Acción de Gracias en honor a la soberana británica. El sábado, casualmente, cumplió un año Lilibet —Elizabeth—, la hija pequeña de la pareja. A esas ausencias se sumó la de su hijo Andrew, que faltó por dos claras razones: fue apartado de sus funciones oficiales a raíz de su amistad con el pederasta estadounidense Jeffrey Epstein y tras las acusaciones de abuso sexual por parte de la activista australiana Virginia Giuffre. Además, contrajo Covid. 

Salieron al balcón, entonces, los —cada vez menos— miembros activos de la familia real británica. Los otros dos hijos de la monarca, Anne y Edward, solo participaron en algunas de las actividades.

Louis, bisnieto de Elizabeth II, se robó la atención de los fotógrafos con sus muecas y reacciones.

Louis, bisnieto de Elizabeth II, se robó la atención de los fotógrafos con sus muecas y reacciones.

Para cerrar el primer día de festejos, Elizabeth también encabezó el encendido de luces en los jardines del Castillo de Windsor, acto que se imitó, aunque sin la reina, en otras ciudades de Inglaterra. El viernes, la familia real anunciaba que la monarca evitaría participar en el resto de las celebraciones, ya que tras la jornada ajetreada del jueves empezó a sufrir algunos problemas de movilidad. 

Aunque la presencia de Elizabeth fue limitada, la reina se esforzó por demostrar y exaltar su espíritu festivo. Durante la recepción previa al Jubileo, en Sandringham, su casa favorita de vacaciones, tuvo un intento frustrado de cortar la torta. “Creo que solo voy a poner el cuchillo ahí, a ver si funciona”, dijo. Lo hundió en medio de la torta. Acto seguido: “Alguien más puede terminar”, agregó. Y esbozó una sonrisa para las cámaras. 

Otra muestra de un sentido del humor intacto tuvo lugar antes del Platinum Party, el concierto en homenaje a la reina. Allí se proyectó un simpático video —ya convertido en viral— que muestra a la reina tomando el té con el oso Paddington, icónico personaje imaginario en la literatura infantil del Reino Unido. 

Bombos y platillos. El video en el que la reina comparte un té con el osito y saca de su cartera un sándwich de mermelada precedió uno de los momentos más esperados del Jubileo: la Platinum Party, que tuvo lugar en los alrededores del Palacio de Buckingham. En la avenida The Mall no cabía un alfiler; se estima que unas 22.000 personas se sumaron a los festejos. El comienzo del show dejó la vara muy alta: las baterías de la canción We will rock you, de Queen, un escenario repleto de soldados, la voz del cantante estadounidense Adam Lambert y la sorprendente aparición desde arriba de la escenografía del guitarrista de Queen, Brian May.

En un palco se ubicaron William y Kate junto a sus tres hijos, quienes se robaron la atención de las cámaras durante todo el concierto. Sobre todo Louis, el más pequeño (de 4 años) a quien parecía no agradarle demasiado la idea de permanecer mucho rato sentado. Los espectáculos de Rod Stewart, Andrea Bocelli, Elton John,  Duran Duran y Diana Ross fueron los platos fuertes de la noche. Antes de terminar, tanto William como Charles tomaron el micrófono para dar discursos en honor a la reina. William se enfocó en la lucha de la familia por el cuidado del medio ambiente. Recordó el discurso de la soberana en la última cumbre climática de Glasgow. “Tengo la firme esperanza de que las palabras de mi abuela sean tan ciertas dentro de 70 años como lo son ahora, que como naciones nos unamos en una causa común”, aseveró. Charles, príncipe de Gales, subió al escenario acompañado de Camilla de Cornualles. “Te comprometiste a servir toda tu vida y lo seguís haciendo”, dijo sobre su madre —a la que se refería en el discurso como mamá—, y enfatizó cómo la reina rio y lloró durante décadas junto con los ciudadanos de Reino Unido. “Estuviste con nosotros en las épocas más difíciles, y ahora nos unís para celebrar los momentos de mayor orgullo, alegría y felicidad”, expresó y recordó a su padre, ?el duque de Edimburgo. El concierto fue el evento más visto en televisión en lo que va del año.

Solo los miembros activos de la familia real salieron al balcón del palacio a saludar al público.

Solo los miembros activos de la familia real salieron al balcón del palacio a saludar al público.

El sábado, tercer día de festejos, la reina faltó también al Derby de Epsom, la carrera de caballos en la que fue representada por su hija Anne, pese a que esta fue siempre una de sus actividades favoritas. Sin embargo, guardó una sorpresa: como broche de oro, Elizabeth volvió a salir al balcón junto con la familia real para dar un último saludo.

Buenas y malas

El 21 de octubre de 1966, una avalancha de lodo, agua y escombros de una mina de carbón enterró una escuela primaria en el pueblo de Aberfan, en el sur de Gales, y mató a 116 niños y 28 adultos. Tras la tragedia, la reina decidió retrasar su visita por temor a que su presencia distrajera los esfuerzos de rescate y recuperación. 40 años después del desastre, Elizabeth confesó que no visitar Aberfan de inmediato fue su mayor error cometido como reina. 

Aquella fue su primera gran crisis. 

El año 1992 sería otro de los peores de su reinado, según ella misma reconocería después en su discurso por el aniversario número 40 de su coronación. “1992 no es un año que recordaré con placer intenso, porque se ha convertido en un annus horribilis”. En 1992 su hija Anne se divorció del capitán Mark Phillips, el príncipe Andrew se separó de Sarah Ferguson y la tensión entre el príncipe Charles y la princesa Diana tomó estado público. Fueron años de crisis para el Castillo de Windsor. La otra gran decepción —y descenso en la popularidad de la familia real— llegaría tras la muerte de Diana, en 1997. Pasaron varios días sin que la familia real hiciera alguna declaración sobre la muerte de Lady Di, lo que desató reacciones hostiles por parte de la ciudadanía. Recién ahí, tras el impulso de los británicos, la reina difundió un mensaje en el que recordaba y elogiaba la personalidad de su nuera. Llevó bastante tiempo recuperarse de aquellas crisis, adaptarse al ritmo de la época y ganar la popularidad perdida en el Reino Unido. Recién en 2011, 14 años después de la muerte de Diana, la Corona volvió a alcanzar un máximo de popularidad cuando el príncipe William se casó con Kate en una ceremonia que fue vista por 2.000 millones de televidentes. 

Una nueva crisis azotó al Castillo de Windsor recientemente, cuando el príncipe Harry abdicó junto con su esposa, Meghan Markle. Pese a las acusaciones de racismo, entre otros problemas que la pareja denunció en una entrevista con Oprah Winfrey, la reputación de la reina parece intachable; salió de aquel 2020 problemático con una popularidad reforzada y una aprobación del 90 por ciento. 

¿Transición?

El corresponsal de realeza de la BBC, Jonny Dymond, sostiene que “de la manera más británica posible, no declarada, no escrita y de la que no se habla, la transición ha comenzado”. Para él, el Jubileo no fue una despedida a la reina, que según los especialistas mantiene un buen estado de salud pese a sus problemas de movilidad. Pero sí, asegura, se trató de una despedida de siete décadas de servicio público y de su infaltable presencia en los actos solemnes que impactan la esfera pública. Elizabeth, que en su Jubileo de Plata visitó 36 condados diferentes de Reino Unido y nueve países de la Commonwealth, y que en el Jubileo de Diamante se dedicó a recorrer Reino Unido, asiste cada vez menos a las ceremonias de Estado y delega cada vez más responsabilidad a su hijo, el príncipe Charles. Está cada vez más cerca de su familia, y cada vez más lejos de los eventos oficiales. Con 96 años, difícilmente haya marcha atrás. Pero la despedida no es motivo de tristeza, ni de pura nostalgia. El corresponsal de la realeza de la BBC considera que sus 70 años en el trono, pese a que marquen el fin de una era, fueron la excusa perfecta para agradecerle con una enorme celebración.