Su verdadero nombre es Ignacio. ¿Por qué le dicen Iñaki? Porque cuando iba a nacer, el obstetra les preguntó a mis padres cómo me iban a poner y mis padres le respondieron "Ignacio". Entonces él les dijo, "bueno, díganle Iñaki, que es mucho más original, significa Ignacio en vasco y no es el típico Nacho". Y les encantó, toda la vida me dijeron así. Yo me enteré que me llamaba Ignacio ya de grande.
¿Pensó en cambiarse de nombre? Sí, fui a juicio con el Estado a los 18 años pero lo perdí. Me mandaron a psicólogo durante tres meses para ver por qué me lo quería cambiar teniendo un nombre común, y decidieron que no tenía ningún argumento válido para hacerlo y quedé como Ignacio en todos los documentos.
Es el más chico de tres hermanos. ¿Cómo es su relación con ellos? Brillante, muy bien. Con el Tano (Horacio) he trabajado mucho, los dos estamos relacionados con los medios, y un poco me metí en ese mundo gracias a él. Lo admiraba, lo acompañaba. Y después está la Pompa (Soledad), mi hermana, que es psicóloga y también es muy cercana.
Cuando era niño tuvo un amigo invisible que se llamaba Pecu. ¿Cómo apareció? A Pecu lo tuve a partir de los 4 o 5 años. Mi padre estaba enfrentando una enfermedad, estuvo mucho tiempo internado y después se tuvo que ir a Estados Unidos y parece que durante esa ausencia apareció este amigo invisible. Se le ponía plato en la mesa, tenía su historia de vida. No tengo recuerdo alguno, pero confío plenamente en los cuentos de mis padres y mis hermanos.
Antes de dedicarse a la comunicación pasó por carreras como Medicina o Notariado. ¿Por qué ese cambio? Toda la vida quise ser cirujano, eso pensaba. Hice dos años, los dos en primero. El primero fue un año muy particular porque agarramos un paro enorme, entonces estuve desde agosto hasta octubre o noviembre sin clase. Tengo grandes recuerdos, y a pesar de haber estado poco mantengo amigos. Después entré en Ciencias de la Comunicación, dejé la carrera porque empecé a trabajar en los medios, en la vieja Del Sol y en Canal 12. Luego no me apareció ninguna oportunidad. Bajé los brazos y dije "tengo que estudiar otra cosa, voy a buscar algo más formal porque los medios son muy zafrales". En 2008 empecé Notariado y ese año lo salvé entero. Ahí me surgió la oportunidad en Canal 10, dejé la facultad y dije "los medios son lo mío". De lo único que me recibí fue de un curso de stand up, que tampoco lo ejerzo porque soy desastroso. Hace poco mi mujer me lo confesó.
¿En esa época fue que su mamá enfermó? Mi mamá se enfermó en el 2002. Fue un golpazo tremendo pero fuimos una familia recontraunida-. Ella fue la que mejor llevó la enfermedad. Le diagnosticaron un tumor cerebral grado 4, fulminante. Nosotros nunca conversamos sobre cuánto le quedaba de vida; yo creo que íntimamente ella lo percibía. Es una enfermedad horrorosa pero al ser el cerebro también fue recontradegenerativa y ya al final era muy duro. Pero con mi padre, el Tano, Sole, y Coco, el marido de mi hermana, lo supimos afrontar juntos.
El deporte siempre le gustó mucho. ¿Nunca pensó en dedicarse profesionalmente? Me encanta el deporte. Hay tres que me fascina practicar que son el fútbol, el rugby y el básquetbol. Trabajé como director técnico de rugby y de fútbol en el British y en el Clifton College. Al básquetbol jugaba pero era amateur totalmente. Era muy hincha de Trouville y con el grupete de ahí armábamos algún partido.
Tiene un récord en rugby, que mantiene hasta hoy, de 22 puntos jugando con el Old Boys. Tengo el récord con el clásico rival. Al día de hoy todos mis compañeros y amigos del club se ríen porque sigo sacando lustre a esos 22 puntos sin dientes. Me dieron un cabezazo sin querer y se me salieron las dos "paletas" en el momento. Seguí jugando y ganamos 22 a 12 e hice los 22 puntos de todas las maneras. Es algo que dejé guardado en el cajón de los logros y cada tanto lo saco.
También llegó a probarse en la séptima de Defensor. Sí, y quedé. Después no me dio mucho la nafta para seguir, pero me fue bien en las primeras prácticas.
Además, hizo teatro en Yo y tres más con Jorge Piñeyrúa, Gaspar Valverde y Diego González. ¿Volvería a subirse a un escenario? No, no es lo mío. No soy bueno, no me gusta, no soy actor. Sería una falta de respeto que me subiera a las tablas habiendo tanto talentoso y talentosa que ha estudiado durante tantos años.
¿Y volvería a trabajar en televisión? Sí. Y voy a volver antes de lo que te imaginás, pero no puedo decir más nada.
¿Nunca pensó en escribir en algún medio de comunicación? Escribí bastante en algunas revistas. Pero no se sabe, es oculto. Tengo un rol encubierto.
Y si tuviera que elegir entre la radio o la televisión, ¿con cuál se quedaría? Son apasionantes las dos. No soy un comunicador de radio, me hice en la tele, pero ahora le tengo cariño, pasión, y he encontrado un medio increíble. Si tengo que elegir uno, no podría hacerlo, me gustan mucho los dos.
Están con una fuerte apuesta construyendo un edificio al que piensan mudar las tres emisoras del grupo Magnolio (Del Sol, El Espectador y Latina). No voy a hacer declaraciones. Pronto habrá novedades sobre Magnolio. Pero va a ser un lindo lugar, que va a tener radios, capaz que una sala, capaz que un restaurante, en una linda zona de Montevideo. Sería un sueño, pero ¿quién sabe?
