Personajes
Uruguayo por elección

Ignacio Vallejo: "Lavar la vajilla me disgusta enormemente"

Nombre: Ignacio Vallejo • Edad: 54 • Ocupación: publicista, piloto comercial, entrenador de fútbol. • Señas particulares: Uruguayo por elección; odia lavar los platos; no comparte mate desde antes de la pandemia.

13.07.2021 07:00

Lectura: 6'

2021-07-13T07:00:00
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Por María Inés Fiordelmondo

Hace 34 años vive en Uruguay. ¿Se resiste a perder el acento de España? Cualquier español que habla conmigo no me reconoce como español. La zeta no la puedo dejar, son palabras que aprendí con zeta. Si la dejo, soy un impostor, pero mi acento es absolutamente híbrido. Cuando vuelvo a España me tengo que esforzar mucho para que mi familia no me mire con cara rara. Tengo mucho acento sudamericano y muchos giros.

Es piloto comercial. ¿Cuándo fue la última vez que piloteó un avión? En Estados Unidos, en 2019, para dar un paseo con mi hijo. Cada tanto trato de volar. Lo cierto es que el tiempo que le puedo robar a la oficina se lo estoy dedicando al fútbol y me estoy perdiendo de volar tanto como me gustaría. Mi hijo se hizo piloto privado en Estados Unidos y lo acompañé en algunos vuelos divertidos sobre Miami Beach.

A los 15 años decidió vivir solo en Madrid. ¿Fue un acierto? Nunca lo sabré, no podés ser contrafáctico. Me fue relativamente bien. Mis padres se vinieron a Uruguay y yo elegí quedarme a terminar el liceo, el servicio militar obligatorio y todo eso. Madrid era mi ciudad, era normal para mí. Estuvo bueno, creo que eran otros tiempos. Ahora uno de mis hijos estudia en Miami desde los 18 años, y la otra con 19 se fue a Florida y ahora está en Italia haciendo un intercambio. Y la verdad que me cuesta, los veo chiquitos.

¿Ya siente el famoso nido vacío? Un poquito. Todavía me queda una, que tiene 17 y está amenazando con irse en diciembre.

¿Es cierto que odia lavar los platos porque le tocaba hacerlo en el servicio militar obligatorio? Soy absolutamente responsable en mi casa. Plancho, aspiro la casa, hago las camas, pero lavar la vajilla me disgusta enormemente. Cuando me tocaba la cocina me comía 5.000 platos para lavar. Era extenuante y desagradable. Aquello lo odié. Me lavé todos los platos que tenía que lavar de por vida.

En Instagram se lo ve cortando el pasto. ¿Esa tarea la disfruta? Un habano, música linda, puede ser house, con el modo insonorización; me encanta cortar el pasto. Siempre que puedo, le digo a mi jardinero que el pasto me lo deje a mí.

¿Qué aprendió de sus tres hijos? Es una enseñanza permanente. La pandemia, con todo lo horroroso que tiene, me permitió estar como nunca con ellos. Creo que las nuevas generaciones nos enseñan a disfrutar el momento, a pensar menos en el futuro y a relajarnos un poquito más.

¿Es cierto que antes de la pandemia ya no compartía mate? Desde mucho antes. Le agradezco a la pandemia que ahora quedé validado. Había una publicidad de radio que alguien me dedicó porque dice eso: antes eras un mala onda y ahora sos un ciudadano ejemplar. Me encanta el mate, me siento muy uruguayo y me da mucho gusto, pero hay algunas cositas que no, y compartir el mate no puedo, ni con mis hijos. Me parece imposible. Ahora con la pandemia estoy más que autorizado. Y te hago una confesión. Ese besuqueo masculino tan italiano que importamos de Argentina, que venía alguien a quien no conocías y te encajaba un beso, y entiendo que para las mujeres también sería incómodo, espero que no vuelva. Seamos un poquito más japoneses, más prolijos.

¿Hay alguna campaña del pasado que no volvería a hacer? Siempre digo que un publicitario es tan bueno como su peor trabajo. Por suerte no recuerdo ningún trabajo que me haya hecho pasar vergüenza, o capaz no tengo suficiente autocrítica. Miro para atrás y me da mucha satisfacción encontrar cosas que pasaron a la cultura nacional. Un amigo el otro día me reenvió un tuit de alguien que decía: "Decí que tan viejo sos" y luego: "Vaya, vaya, dijo la tortuga gigante", un material que hice yo. Me da gusto y por otro lado me da miedo haberle dejado un surco en la cabeza a este hombre, como el que te deja un jingle, que es una maldad tóxica. Un turista, un amigo también quedó mucho tiempo en la gente.

¿Cómo llegó a ser director técnico de un club de fútbol femenino? El año pasado yo era director técnico de sub-19 de Juventud de Las Piedras, salimos campeones de la copa de plata y me subieron al primer equipo. Me formé como entrenador porque me gusta muchísimo el fútbol. También porque mi hija juega al fútbol, en la primera de Peñarol. Fue para acompañarla y poder ayudarla con algunos entrenadores difíciles que le tocaron. Lo que nunca me permitió fue estar en el cuerpo técnico donde ella jugaba.

¿Qué tienen en común el fútbol y la publicidad? La publicidad es información pero tiene que sintetizar verdades que la gente no está viendo, y cuando están bien expresadas le resultan empáticas y conectan. Tienen mucho que ver. Cada vez que hacés un comercial es como si estuvieras tirando un penal. Cada vez que armás un equipo en la agencia tenés que armar el que juega mejor, el que te va a resolver el problema atrás o adelante. Por algo el fútbol es una metáfora que se usa tanto en la vida, y por algo nos gusta tanto. Trato de evitarlo mucho en publicidad porque es un recurso muy fácil, pero a veces tiene una oportunidad.

Su agencia, Amén, trabaja con ONU Mujeres. ¿Se considera feminista? Lo soy irremediablemente en tanto aspiro a un mundo absolutamente igualitario. Para empezar, porque tengo dos hijas que son jóvenes y quiero que disfruten de las mismas oportunidades que cualquier varón y no tengan ni más exigencia ni más dificultades que las que pueda padecer cualquier varón. Hoy por hoy no me atrevo a decirlo. Capaz que por respeto. Soy feminista. No sé si tengo permitida la etiqueta.