De adolescente tenía una banda llamada Los Grillos, ¿sabe tocar algún instrumento? La guitarra es una compañía interesante, pero no la toco bien. De joven descubrí a través de los Beatles un mundo muy sorprendente y tuve mi cuarto de hora con una banda entre amigos. Llegué a componer algunas canciones. Nunca pude ser un profesional de la música, aunque me hubiera gustado porque para mí es el arte superior. En ese entonces no soñaba con escribir; la música y el dibujo ocupaban el lugar que después, a la larga, ocuparía la escritura.
Trabajó durante cinco décadas en publicidad, ¿nunca se le dio por escribir lo que sabe que vende? No, eso nunca lo intenté porque tampoco me habría salido. La escritura es un proceso muy misterioso que no puede ser objeto de cálculo. Uno no escribe lo que quiere, sino lo que puede. El publicitario mantuvo al escritor en esos años, pero siempre intenté separar lo que era esa profesión de la escritura. Y creo que lo logré. Siempre digo que un escritor no es el que escribe, sino el que no puede vivir sin escribir, que son dos cosas distintas.
¿Qué sitio de Uruguay se asemeja más al balneario utópico Marazul que creó para algunas de sus historias? Es una mezcla de varios. Tuve una experiencia muy agradable cuando era niño y pasaba algunos veranos en La Barra de Maldonado. En ese entonces era un pueblo muy diferente al que es ahora. Recuerdo anécdotas en una casa sobre una duna, el océano cercano… Esa circunstancia, más alguna otra que viví, después configuraron Marazul. A veces sirve inventar ese lugar que no querés que se parezca a nada, pero a su vez se parece a todo.
En su faceta de periodista, si pudiera entrevistar a una personalidad de la historia pasada o reciente, ¿a quién sería? Al personaje Jep Gambardella, de la película La gran belleza, de Paolo Sorrentino. Me hubiera gustado conocerlo y hacerle un reportaje. Es increíble, tan próximo y fascinante como una persona real.
¿Qué libro tiene ahora en su mesa de luz? Estoy leyendo la biografía de mi amigo Roberto Jones, que publicó Fernanda Muslera. Reconozco que, pese a que Roberto es mi amigo y sé muchas cosas de él, hay algunas que me parece estar escuchando por primera vez.
¿Tiene algún diario con escritos más íntimos? Nunca llevé un diario, de la misma manera que toda la vida me costó llevar una agenda. Lo que escribo siempre está vinculado a una necesidad, a veces estoy escribiendo dos o tres cosas a la vez. Me sucede lo mismo cuando leo. En ese sentido soy bastante caótico, pero dentro de ese caos me encuentro y funciono.
Se dice que los escritores son personas solitarias, ¿usted lo es? La escritura es un ejercicio solitario, el escritor no tiene por qué serlo, pero al momento de escribir estás irremediablemente solo. El oficio del escritor es el más solitario que existe porque estás vos y tu idea.
En su casa tiene muchos cuadros en las paredes, ¿los colecciona? Coleccionar es muy ambicioso porque las obras de arte valen mucho dinero. Tengo algunos cuadros buenos de firmas uruguayas como Solari. No tengo la actitud de un coleccionista, simplemente los compré porque me gustaban. Lo importante es tener un lugar acorde a uno mismo. Todos los objetos que uno tiene forman parte del ambiente que crea. Me gustan los cuadros en las paredes, los libros en las bibliotecas, que los objetos tengan un significado. Esas cosas conviven contigo. Hay cassettes-, hay discos. Cada cosa tiene su historia y un valor afectivo, de alguna manera es una prolongación tuya. Eso también es lo que me acompaña cuando trabajo.
No es creyente, pero tampoco ateo. ¿Cómo se define? Fui educado en colegios católicos toda la primaria y secundaria. En este momento, no soy creyente, pero soy un hombre que tiene fe, aunque parezca una contradicción. Creo en mis posibilidades, en ciertas exigencias éticas y morales. No tengo una religión, tampoco soy ateo. Estoy bastante alejado de la liturgia, de lo que es el estamento clerical. Tengo dudas, como las tiene todo el mundo. Me planteo permanentemente para qué y cómo estoy aquí. Pero la religión no me da respuestas en este momento de mi vida.
¿Peñarol o los Beatles? Son pasiones distintas, pero las dos. Ambos son necesarios. Lo que pasa es que los Beatles han quedado inmutables en la historia, están iguales, y a veces Peñarol tiene altibajos. Pude vivir grandes épocas de Peñarol que no se repitieron, lo vi salir campeón de América y del mundo, cosas que no olvidás. Antes era fanático y dejé de serlo. No voy a la cancha, lo veo por televisión y últimamente me enojo, pero termina el partido y me olvido.