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Convivir con las pantallas

Horarios, supervisión y enseñanza: las claves para un consumo digital sano en la infancia

Expertos en psiquiatría infantil, psicología y neuropediatría ofrecen consejos para minimizar los riesgos en los niños frente al uso de los dispositivos digitales.

11.08.2022 07:00

Lectura: 12'

2022-08-11T07:00:00
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Por Federica Chiarino

Desde muy chicos, los niños comparten sus hogares con un televisor, o a veces con varios. Puede que también haya alguna computadora o tablet. Y seguro que quienes los cuidan tienen un celular. Todos aparatos electrónicos que emiten sonidos, luces y que tienen funciones que los atraen. Quieren usarlos para jugar, o para ver videos o, ya de más grandes, para comunicarse. Porque los dispositivos tienen esas y varias otras funciones, algunas positivas y otras no tanto. Los riesgos siempre están, pero existen muchísimas formas de minimizarlos. En compañía, durante ratos cortos y con control de los contenidos, los niños mayores de dos años pueden vincularse con las pantallas de una forma sana.

En junio del año pasado, Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), Ceibal y Unicef publicaron una guía para el uso de pantallas en el hogar, elaborada por la psicóloga Lorena Estefanell, profesora adjunta de alta dedicación del Departamento de Psicología de la Universidad Católica del Uruguay (UCU). El documento ofrece algunas pautas y recomendaciones para cuidar a los niños y adolescentes en cada franja etaria. Parte de la base de que las pantallas no son buenas ni malas por sí solas. La clave está en el uso que cada persona, de cualquier edad, hace de ellas.

Muchos padres tienden a adoptar posturas radicales en cuanto al uso de dispositivos digitales por parte de sus hijos. La guía define estas posturas como la de “todo” y la de “nada”. Los que se ubican en la primera creen que la tecnología está, valga la redundancia, en todo. Que no se puede escapar de ella y que sus hijos no pueden quedar por fuera. Entonces, permiten un acceso libre a celulares, tablets, computadoras y/o televisores en cualquier momento y en cualquier lugar. Además, notan que los niños se entretienen con estas tecnologías y, muchas veces, usan eso a su favor.

En el otro extremo, los padres que adoptan la postura de “nada” prohiben que sus hijos se expongan a las pantallas. Ven solo sus riesgos y no las oportunidades. Además, no reconocen que, en cierta etapa de la vida, los niños o adolescentes necesitan interactuar con estos dispositivos para adquirir competencias digitales que les serán útiles a futuro. “El punto del medio es el adulto que entiende que esto es una herramienta que hay que enseñarle al niño a usarla, a consumirla y que, para que el niño aprenda, necesita a un adulto comprometido, que se remangue, que entienda que si va a traer un videojuego a la casa va a tener que poner el cuerpo para que ese niño pueda jugar un ratito y después otro ratito a la pelota, pero tiene que saber que se le va a complicar porque el niño no tiene la habilidad como para poder parar”, explicó Estefanell.

Los profesionales comparan el uso de las pantallas con el consumo de golosinas, refrescos o el uso de una herramienta que podría ser peligrosa, como un cuchillo. Cualquier niño pequeño que tenga acceso a una bolsa de caramelos, si no está bajo supervisión de sus padres, podría devorársela en minutos. Lo mismo con una botella de refresco. Respecto al cuchillo, que tiene una utilidad puntual, cualquier padre cuidaría a su hijo de que no lo manipule antes de enseñarle su correcto uso.

Dieta digital. En la búsqueda del equilibrio entre todo y nada, y en la persecución de una estrategia de uso responsable y cuidado de las pantallas por parte de los niños, surgen también algunos conceptos que las vinculan con las dietas alimenticias. El director ejecutivo de Qustodio, una herramienta de control parental para uso de dispositivos electrónicos, Eduardo Cruz, explicó a la agencia EFE los beneficios de lo que él llama Dieta Digital Familiar (DDF). “Una dieta digital saludable y segura es aquella que crea un balance perfecto entre la vida online (en línea) y la vida offline (fuera de línea) de los miembros de la familia. Se trata de conseguir el equilibrio que nos permita disfrutar de ambas opciones sin que ninguna prime sobre la otra”, explica Cruz. Además recomienda que esa dieta digital la lleve a cabo toda la familia, y no solo los niños. Que se establezcan pautas de uso de los dispositivos digitales que incluyan lapsos de tiempo para usarlos. Que exista también la posibilidad de compartir el mundo digital en familia, viendo una película o jugando a un juego.

Todo esto sin perder de vista que las actividades digitales alejan a los niños de otras imprescindibles para su desarrollo. Cuando están con la tablet, no están, en general, en contacto con la naturaleza. Cuando están mirando la televisión, no están practicando un deporte o interactuando con otros niños. En este sentido, Cruz recomienda “buscar momentos de desconexión, marcarse horarios y no centrar el ocio o entretenimiento exclusivamente en las pantallas”.

En las limitaciones de horarios y modalidades de uso, el presidente de la Sociedad Uruguaya de Psiquiatría de la Infancia y miembro honorario de la Academia Nacional de Medicina, Miguel Cherro, es enfático en que se establezca un consenso si hay dos personas a cargo del niño. En el caso de la familia en la que hay un padre y una madre, que ambos estén de acuerdo en los momentos en los que le habilitarán las tecnologías a su hijo y no se generen discusiones delante de él.

Para los momentos en los que no se le permite a los niños usar los dispositivos digitales, siempre es recomendable que exista una propuesta alternativa, ya sea un juego, un paseo, una actividad al aire libre. Y aquí surge una preocupación que destaca Estefanell: “A veces vemos un mundo adulto que no tiene propuestas alternativas. Que, de repente, un fin de semana están encerrados mirando la tele o jugando a la Play o consumiendo redes sociales”.

Foto: Lucía Durán

Foto: Lucía Durán

Rol parental. Las tecnologías están, existen, son una herramienta. Se pueden usar para ocio, entretenimiento, comunicación, aprendizaje. Estefanell opina que, cuando un niño las está usando, tienen que estar a su servicio, y no al del adulto. Y menciona un caso típico: cuando una familia va a comer a un restorán, el hijo está inquieto, aburrido y comienza a llorar o hacer berrinches. Los padres quieren comer tranquilos y para ello acuden a una solución rápida: la tablet o el celular. “Si el niño no tiene la pantalla, el adulto tiene que estar encargándose de él. Pero en ese restorán, ese niño mirando un videojuego, en realidad, no está sumando nada a su vida y está perdiéndose una cantidad de escenarios fundamentales como, por ejemplo, aprender a quedarse sentado en una mesa aburrido. Y también el adulto tiene que comprometerse en el desarrollo de eso”, dice la psicóloga.

En vez de enseñarles y estar al lado de ellos para hacer los deberes, los padres muchas veces dejan solos a los niños con una tablet o computadora. En vez de jugar con ellos les dan un videojuego. En vez de contarles un cuento les ponen una película. La neuropediatra Mercedes Castro, del Centro de Estudios Especializados en Lenguaje y Aprendizaje (Ceepal) enfatiza sobre el “rol parental” que han adquirido las tecnologías. Con esto se refiere a esas responsabilidades que los padres delegan en diferentes dispositivos. “Hoy los niños están muy solos en las casas por la vida que tenemos, porque hay padres que trabajan o por X motivo, pero están muy solos. Y esto hace que no estén supervisados”, dice.

Los expertos coinciden también en que los padres deben cuidar su propio comportamiento con respecto a las pantallas, sobre todo de sus celulares. No es conveniente que un padre, una madre o cualquier adulto a cargo de un niño le indique que no puede hacer uso de los dispositivos cuando ellos adoptan una postura contraria. Porque también es frecuente ver padres con el celular a toda hora, contestando mensajes o revisando redes sociales.

La guía de Anep, Ceibal y Unicef releva un informe de 2018 titulado Kids Online Uruguay, que dio a conocer algunos datos sobre la situación de los niños y adolescentes conectados. Allí, ellos reconocen que tienen dificultades en el control y en el uso de Internet, pero señalan que también las tienen sus padres. “A los menores les influye más el comportamiento que observan en los adultos, que aquello que se les pueda recomendar verbalmente, por lo que es importante ser consecuentes con lo que se les dice y lo que se hace y enseñarles una rutina saludable desde la acción”, sugiere el director de Qustodio.

En la misma línea, Cherro opina que el uso de las pantallas por parte de los niños debe ser racional. “Ya sean teléfonos celulares, computadoras, lo que sea, familiarmente hay que darle un sentido a eso. No es darle la pantalla para sacarse al nene de arriba”, dice.

Las pantallas no son buenas ni malas. Existen. Y a veces dejan en evidencia otros hábitos o cuestiones de la rutina familiar. Sobre esto reflexiona Estefanell: “Lo que creo que nos tenemos que replantear es cómo las pantallas ponen de manifiesto un estilo de vida, un estilo de vínculo, un estilo de funcionamiento. El nivel de dificultad que tenemos para usar contextos naturales, para atravesar el aburrimiento, para tener contactos reales y no virtuales”.

Regular el consumo. Puede que los más pequeños sepan deslizar sus dedos por pantallas táctiles, o manipular un joystick de una consola o presionar las letras del teclado de una computadora. Pero para hacer un uso responsable de estas tecnologías se requieren otras habilidades, “desde el cuidado de la información, la convivencia con los dispositivos, hasta habilidades un poquito más sofisticadas, como puede ser la autorregulación del consumo. Lo que nosotros no podemos pensar es que hay una edad donde esas habilidades aparecen”, advierte Estefanell.

Las pantallas son la puerta a un sinfín de contenidos de todo tipo. Hay materiales didácticos, aplicaciones y programas para aprender. Hay formas de entretenimiento saludables, redes y alternativas de comunicación. Y está Internet, que tiene contenidos positivos y algunos otros que pueden ser violentos. Cherro advierte que algunos videojuegos y contenidos audiovisuales pueden “crear un hábito desensibilizante”, y explica: “Frente a un hecho violento, uno se siente conmovido, tiene una repercusión emocional. Las pantallas muchas veces muestran que la muerte es algo intrascendente, que es habitual. Desensibilizan al horror que produce una situación violenta, legalizan la agresividad, cosa que es negativa en la formación de un niño”. El psiquiatra infantil explica que este riesgo se presenta a cualquier edad, en cualquier persona que use una pantalla. Pero lo que ocurre en los niños es que si no se les enseña, no pueden saber cómo reaccionar ante un contenido violento, pornográfico o delicado por otros motivos. Y, como con la bolsa de caramelos, tampoco saben cuándo detenerse.

“No importa la edad que tenga el niño, lo que sí funciona, desde el punto de vista de los padres o de quienes estén desarrollando la función de criarlos, es la explicación de las cosas, tratando de darles una respuesta racional. Por supuesto que uno tiene necesidad de limitar el uso de las pantallas, porque si no estamos fomentando una adicción”, dijo el psiquiatra infantil.

Foto: Lucía Durán

Foto: Lucía Durán

Cerebros vulnerables. Los dispositivos que al mismo tiempo emiten luz, sonido y figuras en movimiento no existieron toda la vida. De hecho, son relativamente nuevos en la historia de los seres humanos, y los cerebros se fueron adaptando a los estímulos que reciben de ellos. El cerebro de un bebé, con pocos días o meses de nacido, no está preparado para eso. Pero, según la neuropediatra Mercedes Castro, ningún cerebro humano está preparado para eso. Los daños que provienen de esas luces y sonidos pueden ocurrir en cualquier etapa de la vida de una persona. Sin embargo, los especialistas advierten sobre los riesgos a nivel neurológico sobre todo en los más pequeños “porque el cerebro ahí es extremadamente vulnerable”.

En todas las edades, está contraindicado el uso de pantallas en las dos horas previas antes de dormir, si se quiere asegurar un buen descanso. “Porque las pantallas están emitiendo una luz que se llama ‘luz azul’, y le indica al cerebro que estamos de día. Cuando entramos en la noche, el cerebro se prepara segregando una sustancia llamada melatonina” y luego entra en un estado de reposo, explicó Castro. Pero con la exposición a la luz de las pantallas se dificulta la segregación de esa sustancia. “Esto en los niños y en los adolescentes (aunque también en los adultos), está trayendo trastornos del sueño”, agregó.

La recomendación de Castro es, entonces, “cero pantallas” para niños menores de dos años. En una siguiente etapa, desde los dos hasta los cinco o seis, la neuropediatra recomienda un límite de una hora por día para todo tipo de pantalla, que puede estar distribuida a lo largo de la jornada. Pueden ser 15 minutos de celular, otros 15 de televisión, un rato de un videojuego. Pero siempre respetando las dos horas libres de pantallas antes de dormir. Entre los seis o siete y los 12 años, la profesional sugiere que el uso de la pantalla esté limitado a un máximo de dos horas diarias, con las mismas condiciones. Además, considera como ideal que haya un adulto al lado cuando el niño o adolescente está haciendo uso del dispositivo digital para hacer de guía y asegurar un consumo de contenidos adecuados.

Llega una edad en la que los niños empiezan a pedir tener su propio celular. Porque sus compañeros de clase los tienen, porque los tienen sus primos o sus propios padres. Y quienes están a cargo de ellos suelen preguntarse cuál es la edad adecuada y segura para regalarles ese dispositivo. Castro recomienda que este momento llegue cuando el niño “empieza a tener algo de independencia”. Esto, en general, ocurre cuando pasa de la escuela al liceo, cuando ya sale solo con sus amigos o cuando ya no va a depender más de sus padres para ir y volver de los lugares que frecuenta.