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Tiempos nuevos que van al diván

Ecoansiedad: El cambio climático también afecta el bienestar psicológico de las personas

El cambio climático cada vez preocupa más, al punto de afectar la psique

02.06.2022 07:00

Lectura: 13'

2022-06-02T07:00:00
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Por Leonel García

Llegó un momento en que a Leonardo no le hicieron más gracia los memes sobre las cuerdas en plaza Independencia. El ciclón extratropical Yakecan —“¿Cómo puede entenderse un ciclón extratropical en Uruguay?”— llegaba con sus peores augurios el martes 17. Aunque vive en Montevideo, donde no hubo alerta roja, dejó a sus dos hijos sin ir a la escuela, llamó al estudio y dijo que no iba, no convenció a su esposa para que se quedara pero le escribió al trabajo a cada hora, cada 45 minutos, cada media hora. También mandó whatsapps con una frecuencia digna de las Fiestas a sus dos padres —están separados—, a su hermana, a su cuñado, a su sobrino y a su socio.

No eran los típicos “cuidate del viento” de la mamma, había una notoria ansiedad. Quiso teletrabajar, lo puede hacer, pero no pudo. Se comió todas las noticias y se devoró todas las fotos en las redes, de la espuma tragándose la rambla en Punta del Este y las olas arrasando con las casas más cercanas al mar en Aguas Dulces. Esperó todo el día a que Yakecan se ensañara con Montevideo sintiendo algo muy parecido al pánico, el que no logró, por suerte, transmitirles a su hermana, cuñado, sobrino y socio, aunque sí a sus padres, que hasta el día anterior decían que los temporales habían pasado siempre y que no era para tanto. Al día siguiente sentía un agotamiento mayúsculo, amén de haber saturado a toda su parentela.

¿El clima llegó al diván? De un tiempo a esta parte se está comenzando a hablar de ansiedad climática o ecoansiedad, algo vinculado sobre todo a las generaciones más jóvenes, con mayor sensibilidad y conciencia sobre el cambio climático y lo que apareja. Este mes, cuando se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente, estos temas cobran especial relevancia y no serán tiempos sencillos para quienes sufren de esta condición.

“Son fenómenos que tienen que ver con la sensibilidad y los valores que tienen los jóvenes hoy, mientras ven que los adultos estamos ‘pintados al óleo’ en ese tema. El cambio climático les genera ansiedad, estrés y enojo. Las generaciones jóvenes lo sienten como algo personal, tienen esa sensibilidad y hay que ayudar a autorregularla. Tiene que ver con cómo entienden el mundo”, dice a Galería el psicólogo Alejandro de Barbieri, quien añade que en Uruguay el tema es muy incipiente.

Lo es en todo el mundo. Son muy disímiles las realidades de países como Australia, Brasil, Estados Unidos, Filipinas, Finlandia, Francia, India, Nigeria, Portugal y el Reino Unido. Pero hay algo en común entre ellos, según una encuesta realizada a unos 10.000 jóvenes de entre 16 y 25 años, a razón de mil por cada uno de estos Estados, el cambio climático cada vez preocupa más, al punto de afectar la psique. Es lo que se ha dado por llamar ansiedad climática o ecoansiedad, conceptos cuyo alcance y definición provocan todavía debate en el campo de la psicología.

Según ese estudio, publicado en la revista británica The Lancet, especializada en Medicina, en diciembre de 2021, había porcentajes que inquietaban: 59% expresaba estar muy preocupado por el cambio climático; más de 50% (la mitad) decía que este fenómeno les producía sensaciones como tristeza, ansiedad, enojo, debilidad, desamparo o culpa; 45%, y esto quizá sea lo más preocupante, sostenía que esto les afectaba el desarrollo de su vida cotidiana; 75% veía el futuro como aterrador.

Leonardo supera en más de una década ese marco muestral, así que no sería un fenómeno exclusivo de los que nacieron en este siglo o en sus albores. Además, es tan reciente que más o menos al mismo tiempo que se detectó un virus raro en Wuhan, China, en noviembre de 2019 se realizó en Lisboa, Portugal, la Primera Cumbre Internacional sobre Psicología y Salud Global, donde se comenzó a estudiar el cambio climático con esta perspectiva, con la participación de unas 70 asociaciones de todo el mundo.

Tan reciente es que también hay voces —incluso dentro de la academia— que descreen de ella, señalando palabras más, palabras menos, que estas manifestaciones son un lujo de gente que prácticamente quiere sentirse mal, cuando un pescador que vive cerca de la costa, un pequeño agricultor con su humilde huerta o alguien que vive en una caseta de chapa tiene “reales” motivos para angustiarse por los vaivenes climáticos, sin más remedio que apechugar como sea. En términos aún más duros: mambos de la generación woke o “de cristal”.

El salto a la fama de Greta Thunberg, la activista medioambiental sueca, en 2018 y a sus 15 años, cara teen y mediática de esta nueva inquietud, generó igual cantidad de fans y haters.

“Muchos líderes en salud mental afirman que la ansiedad por el cambio climático no es diferente, clínicamente, de la ansiedad causada por otras amenazas sociales, como el terrorismo o los tiroteos en las escuelas. Mientras tanto, algunos activistas climáticos desconfían de ver la ansiedad por el clima como un pensamiento disfuncional, que debe ser aliviado o, peor aún, curado”, dice un artículo de The New York Times, del 8 de febrero de este año, titulado El cambio climático entra al consultorio.

Plataforma mundial. “Es cierto que hay una mayor conciencia a nivel planetario acerca de la importancia de considerar el cambio climático, y también la psicología se percató de que hay que elevar nuestra voz en este debate. Tenemos ciencia, tenemos investigación acerca del impacto del aumento de las temperaturas y el nivel de agresividad, tenemos investigación acerca del impacto del trauma frente a los desastres naturales —que cada vez son más frecuentes— o el impacto psicológico de soportar un huracán”, dijo Amanda Clinton, directora senior de la American Psychological Association (APA), a la edición número 1 de la revista Psique de la Coordinadora de Psicólogos del Uruguay (CPU), en setiembre de 2020.

La cumbre de Lisboa, que desarrollará su segunda edición este mes en Bogotá, Colombia, entre el 14 y el 18, tendrá a la CPU como uno de sus participantes. “Hemos estado trabajando en conjunto con esta red que cofundamos con otras 70 entidades que están buscando el lugar de la psicología en el análisis y prevención de los efectos del cambio climático en la población”, explica a Galería el secretario general de la Coordinadora, Luis Carrizo.

En Lisboa se levantó una plataforma de Psicología y Salud Global, buscando estudiar los efectos del cambio climático en la salud mental, la vida cotidiana y los niveles de bienestar de las poblaciones. “Hay bastante debate en cómo impacta en lo emocional. Algunos dicen que es por la inacción de los gobernantes, otros apuntan a todos los actores sociales. Pero no creo que haya (estudios) en nuestras comunidades cercanas por esta razón”, añade el profesional.

En Uruguay, concretamente, no se han realizado aún estudios al respecto. Es un debe, admite Carrizo. “Una de las cosas que tenemos en carpeta es levantar la toma de conciencia sobre este tema. Por ejemplo, el huracán de Dolores dejó secuelas psicosociales importantes más allá de lo inmediato”. Ese episodio, un tornado que alcanzó los 300 kilómetros por hora, mató a cinco personas y destruyó a un tercio de esa ciudad de Soriano el 15 de abril de 2016, entró fatalmente a la categoría de los imborrables en quienes lo sufrieron. “Hay testimonios de gente que meses e incluso años después sufría angustia ante otro evento climático. Sentían temor e inseguridad respecto al futuro. Se generaron grados de estrés postraumático importantes que hay que tratar con equipos especializados”, desarrolla el especialista.

Las crónicas de los meses siguientes al tornado de Dolores hablaban de niños y adolescentes que sufrían ante el ruido de vientos fuertes (pero muy lejos de ser un temporal) en sus aulas provisorias montadas en contenedores. No era para menos: habían visto techos y paredes de la escuela y el liceo ceder.

Carrizo señala que es necesario actuar ante estas secuelas que sí se han manifestado y los estudios que aún no se han hecho. El exdirector del Sistema Nacional de Emergencias (Sinae) Fernando Traversa, hoy asesor de la CPU, les ha dado cuenta “de la impostergable necesidad de ver cómo afecta el cambio climático en nuestra vida cotidiana, de cómo ayudar a gestionar la incertidumbre”, dice el psicólogo. Lo mismo, agrega, ocurre con la pandemia. “Es una tarea urgente a revisar”.

En ese número 1 de Psique, Traversa dijo que si bien las ciencias duras son las que han abordado el fenómeno de cambio climático por lo que sucede en la Tierra, es imperioso desde lo social estudiar a quienes habitan en ella. “En realidad, uno de los cambios más profundos que el cambio climático nos trae es que nos comenzamos a dar cuenta de que somos responsables de ese cambio”, expresó. Habló de la importancia de “estar debidamente preparado”, de que la población “sea más resiliente frente a la eventual llegada de una emergencia”, y que más allá de los avatares de la naturaleza, básicamente “el riesgo es socialmente construido”.

“Habrá días buenos”. De Barbieri destaca la existencia en psicología de dos tipos de ansiedades: la normal y la patológica. La ansiedad “normal”, como el estrés, “es la que te lleva a actuar, a ser creativo e intentar cambiar tu realidad”. La patológica, en cambio, es cuando esos valores y esa sensibilidad por lo que pasa en el planeta “no te permite dormir, trabajar o establecer tus vínculos”. La ansiedad, en definitiva, tiene que ver con los valores, asegura este terapeuta.

En Portland, Oregon, Alina Black se angustiaba pensando en los envoltorios plásticos de los snacks que compraba, huellas contaminantes de su paso por el mundo. En Nueva York, Caroline Wiese tenía prolongados episodios de pánico que vinculaba a su obsesión por la curva de Keeling: las concentraciones de dióxido de carbono en su ciudad. Frank Granshaw, un geólogo jubilado de 69 años, no podía contener sus emociones cuando pensaba en el mundo que le iba a dejar a su nieta.

Estos casos fueron descritos en el mencionado artículo El cambio climático…, de The New York Times. La nota, firmada por Ellen Barry —periodista especializada en temas de salud mental—, menciona los trabajos de terapeutas como Thomas Doherty y Susan Clayton- que hace una década comenzaron a ver cómo el clima afectaba no solo a quienes lo sufrían sino a aquellos que tenían una sobredosis de información al respecto. Con el tiempo, el escepticismo sobre ese tema fue cayendo y ahora hay una Alianza de Psicología del Clima, con especialistas de Estados Unidos, Canadá o Reino Unido.

En el mundo el tema está, aunque en pañales, más avanzado. El Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de España recomienda a las familias “validar y escuchar las emociones de la juventud para canalizar sus sentimientos, encontrar ayuda adicional de grupos especializados de terapeutas, promover el optimismo y la educación en valores ecológicos”. El razonamiento es simple: si se les promueve una vida sana y en contacto con la naturaleza, también se les debe fomentar la resiliencia, la autorregulación de las emociones y apoyarlos a exigir que los líderes rindan cuentas. Asimismo, también hay que recordarles que en estos temas la responsabilidad, más allá de las acciones individuales, es colectiva.

El enfoque en los adolescentes o en los adultos jóvenes no oculta el hecho de que esto también pueda afectar a los mayores. Alina Black, la mujer de Portland del artículo del Times, estaba lejos de ser otra Greta: tenía 37 años, dos hijos, angustia por dos años de incendios forestales cerca de su ciudad y la suficiente autocrítica como para definir su ansiedad como un “problema de lujo”. Pero ese lujo no la dejaba tranquila pensando en juguetes de plástico y pañales desechables.

En el texto se menciona sobre su encuentro con Doherty, conductor de un podcast titulado Climate Change and Happiness (Cambio climático y felicidad). El terapeuta logró encauzarla con recomendaciones tan triviales como: “¿necesitás leer ese décimo artículo sobre la cumbre climática?”, o aseveraciones sobre el futuro de sus hijos tan comunes como: “habrá catástrofes, pero también días buenos”, algo tan aplicable a la ecología como a todos los aspectos de la vida.

COINCIDENCIA SOBRE EL PROBLEMA

Prácticamente nueve de cada 10 uruguayos considera que el cambio climático es un problema bastante importante o muy importante para el país. Casi tres cuartos dijo que le interesaba el tema en distintos grados. Pero menos de la mitad dijo estar informado. De cualquier manera, apenas uno de cada tres confía en lo que sale en la prensa.

Estos son algunos de los resultados cuantitativos de la Encuesta de Percepción sobre el Cambio Climático (EPCC), que realizó Opción Consultores entre noviembre y diciembre de 2020 entre 1.500 adultos uruguayos, para el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD) y la Dirección Nacional de Cambio Climático del Ministerio de Ambiente (MA). Algunos de los puntos más relevantes fueron los siguientes:

* El 76% de los adultos uruguayos dijo tener bastante o mucho interés en el cambio climático; sin embargo, solo un 42% reconoció tener bastante o mucha información sobre el tema.

* Un 40% no conoce medidas que el mundo haya tomado para mitigar los efectos del cambio climático; un 53% no sabe si Uruguay hizo algo al respecto.

* Un importante 78% de los consultados cree que en la prensa se habla poco o nada sobre el tema; de cualquier forma, solo un 35% confía en lo que ahí se diga relacionado con el cambio climático.

* Casi la totalidad, un 94%, tiene al cambio climático como un problema bastante o muy importante a nivel mundial; un poco menos, el 88%, considera lo mismo pero para Uruguay.

* Relacionado con lo anterior, un 69% cree que el mundo estará peor en 30 años; un 54% piensa que la situación en Uruguay se deteriorará en tres décadas.

* La mano del hombre es vista como la causante del cambio climático por un 74% de los consultados; el sector más visto como responsable es el industrial (56%) y entre las actividades individuales la más señalada es el consumismo excesivo (42%).

* La ciudadanía (42%) y el gobierno (34%) son vistos como los principales actores que ayudarían a paliar esta situación.