¿Por qué las mujeres siempre tenemos cosas para hacer? La respuesta puede no ser sencilla, ni breve, ni una sola. La respuesta puede ser contradictoria para una feminista, puede ser poco satisfactoria, puede ser frustrante. Dalia Gutmann, comediante y actriz, 44 años, en pareja con el también actor y comediante Sebastián Wainraich, intenta decodificar su enmarañado sistema de cumplimiento de tareas, en el que siempre parece quedar alguna pendiente. Se define como una “mina intensa”, que trabaja como si no fuera madre y es madre como si no trabajara. Y como en eso hay mucho de todas, comparte sus experiencias y sus aprendizajes en su show de stand up Cosa de minas 2: Tengo cosas para hacer. Desde que estrenó en Argentina, hace un año y medio, ya lo vieron 20.000 personas, y el sábado 25 llega a Montevideo, a la Sala Teatro Movie.
Mucha agua pasó bajo el puente desde que escribió Cosa de minas —el show inicial— sin que nadie se lo pidiera y sin un teatro en donde presentarlo. Aquel espectáculo, que terminó siendo un éxito cuando se estrenó, en 2011, dio origen a un libro y a un podcast que puede escucharse en Spotify.
Gutmann, antes que nada locutora, empezó siendo cronista de un informativo, pero estar inmersa en malas noticias la angustiaba y la llevó a buscar un lugar donde reinara la risa. Empezó a estudiar comedia y confirmó que tenía un talento especial para convertir su sufrimiento personal en anécdotas que hacían reír a los demás.
En Cosa de minas 2 hay canciones, videoclips y audios (reales) que acompañan las reflexiones de la comediante sobre la velocidad en que vivimos, la constante sensación de que siempre hay algo por hacer, y la culpa. También hay espacio para hablar de dos de los vínculos que más conflictúan a las mujeres: la relación con su cuerpo y la relación con su madre.
¿Qué diferencias tiene Cosa de minas 2 con el anterior? ¿Qué se puede esperar de este nuevo espectáculo?
Se armó durante el 2020, en el encierro, aunque no hablo de ese tema en el show. Acá (en Argentina) lo estrenamos en febrero de 2021, cuando se empezó a poder hacer teatro, así que en Buenos Aires tiene un año y medio. Tuvo cortes, porque en un momento nos volvieron a encerrar, pero ya tiene más de un año, que para un show de estas características y por cómo soy yo, viene muy bien. Soy muy del work in progress, de ir función a función ajustando, poniendo, sacando; entonces me gusta rodar mucho tiempo los espectáculos.
¿O sea que si uno lo fue a ver hace un año y lo va a ver ahora, es un espectáculo distinto?
Sí. Debo reconocer, aunque me juegue en contra, que al principio no estaba muy bueno (risas). A mí no me salen muy bien las cosas de una, yo soy muy del laburo, de estar ahí tratando de profundizar y encontrar lo que quiero. Al principio era solo buenas intenciones pero le faltaba el chiste, le faltaban situaciones, le faltaba magia, digamos. Pero siento que la fui encontrando y estoy enamorada del show.
Hay temas que se me repiten (del show anterior) porque son temas que a mí me fascinan. Hay toda una vida aspiracional en las revistas, en Instagram, que nos hace sufrir un montón a los seres humanos, porque nos hace sentir a todos que nuestra vida es una porquería. Y es insostenible esa felicidad, dura tres minutos en una foto. Me gusta hacer mucho humor con eso, como desarmar esa cosa ilusa de que hay gente que la pasa bien todo el tiempo. Tanto en la vida, como con el cuerpo, como con las emociones: es insostenible que una persona esté todo el tiempo de buen humor, feliz, alegre, armoniosa. Me gusta mucho reírme de eso. Pero después es un show bastante diferente, porque, por ejemplo, hablo mucho del tema de mi madre, de mi hija. Yo creo que para los hombres es medio inaccesible lo intenso del vínculo de las mujeres con sus madres; cómo te penetra lo que te dicen, cómo te influencia. Mi mamá tiene mucho protagonismo en este nuevo show mediante audios de verdad, no son audios que le pedí que me actúe. También hablo mucho de la culpa, que es algo más de las mujeres, lamentablemente, si bien no de todas. Me gusta mucho hablar de esas emociones que a una le molestan pero que están ahí, dando vueltas todo el tiempo. Pero, sobre todo, Tengo cosas para hacer habla de algo que me parece que no es solo de las mujeres, sino que es algo de la época, sobre todo en la Argentina, que estamos mucho más locos que ustedes; esta cosa de que todo el tiempo estás reacelerado y con la sensación de que tenés mil cosas que no estás haciendo. Esa es la columna vertebral del show.

¿Es verdad que al principio su madre le decía que hay gente que se “ríe para adentro” para consolarla cuando el público no era muy entusiasta?
Y… viste que uno sufre un poco con el comediante cuando la gente no se está riendo, cuando no se arma el clima, imaginate si es tu hija la que está arriba del escenario. Entonces mi mamá, pobre, sí, al principio sobre todo, cuando veía que había sido una función muy fría me decía: “La gente la pasó bien, pero se reían para adentro”. Me causaba gracia que me dijera eso. También mil veces me dio con un palo, porque la madre es amor y es intensidad.
¿Todo es fuente de ideas para escribir material nuevo? ¿Sus amigas, la gente que ve en la calle? ¿Anota todo?
Todo es fuente de inspiración, pero creo que lo que más me inspira es que yo sufro un montón en la vida, tengo una tendencia muy natural a bajonearme y a sentir que me hundo en un pozo, entonces cuando puedo reponerme un poco y encontrar un chiste con lo que acabo de sentir… El sufrimiento es mi fuente de humor, básicamente. Y después sí, cuando empiezo a escuchar que mis amigas están hablando de un tema, o unas chicas de algún curso que hago también. Soy medio socióloga... los standaperos somos una especie de sociólogos de nimiedades, de cosas que generalmente los sociólogos no abordan pero que nosotros siempre estamos ahí, prestando atención.
Cuando empezó a hacer stand up, en 2004, ¿qué tan difícil fue pararse en un escenario para hablar de temas de mujeres a partir de un monólogo escrito por una mujer?
Fue como muy inconsciente, entonces no sé si me costó. Sí me parece que en ese momento era otra sociedad, entonces a las mujeres nos pasaba mucho eso de que los hombres te habilitaban. Te decían: “Vos hacés reír”, como diciendo, no es normal que una mujer haga reír, y una lo tomaba como si fuera algo bueno. Pero no me costó. Éramos pocas mujeres, entonces en general laburábamos mucho, porque todos los grupos de hombres querían que hubiera una minita para darle un poco de diversidad al elenco. Pero quizás lo que sí pasaba mucho en esa época, y ahora creo que ya no pasa, es esto de: “Sos la mujer del grupo, no queda bien que hables de ese tema”. Como si una, por ser mujer, tuviese temas que puede abordar y temas que no. Y sí me cambió mucho a partir de 2011, cuando empecé con Cosa de minas, que era un espectáculo donde claramente hablaba de cosas de minas y venía mucho público de mujeres; ya eso no me pasó, ya nadie me censuraba, nadie me decía: “No, esto en una mujer no queda bien”.
Ha dicho que el espíritu del show es que las mujeres se sientan hermanadas. ¿Qué devolución ha tenido de hombres que la han visto?
Trato de hacer un show donde los hombres, cuando vienen, la pasen superbién. Y se llevan mucha data, y tal vez cosas que no entendían de sus mujeres o de sus hermanas se van entendiéndolas un poco más. Pero sí, es una charla de amigas el show.
En su espectáculo anterior se reía de su cuerpo, decía que estaba “harta de no ser flaca”. ¿Le llevó un tiempo aceptarse? ¿Siente que lo consiguió?
Si en ese show hacía eso, en este es mucho más lo que juego con mi cuerpo y con el tema de la aceptación. Me parece que, como todo en la vida, es muy dinámico, y hay semanas que estoy recontrachocha y cómoda con mi cuerpo, y semanas, o días, u horas que me miro y que no me gusta, y una empieza con los planes de “mañana voy a llamar a tal para empezar un tratamiento”. Me parece que nada es que uno lo alcanza y perdura para todo el resto de la vida. Pero sí tengo mucha claridad de que no tengo plan B, que es el único cuerpo que tengo y que tampoco es sano querer tener otro cuerpo, porque va a ser frustrante. Entonces no es que lo acepte y lo ame, lo acepto porque entendí que no hay plan B. Pero hablo mucho (en el escenario) también de que hay que tratar de llevarse bien. Sobre todo me interesa, y acá salgo un poco del humor y me pongo más seria, que no sea un impedimento para nada, porque cuántas mujeres dejaron de hacer cosas porque les dio vergüenza su cuerpo, o exponerse. En eso sí soy muy peleadora, que no sea una limitación para animarte, o para divertirte, o para entrar al mar, o para nada.

Ha dicho que pertenece a la mayoría, que las mayorías no siempre tuvieron lugar en los medios, y usted se siente una representante. ¿Es por eso que no se haría ningún tratamiento estético?
Sí, creo que lo que me caracteriza es que soy muy normal para el medio del espectáculo, y sí, me recontraidentifico en ese lugar. Nunca me sentí ni una celebrity ni nada que tenga que ver con la farándula; hay toda una movida a la que siento que no tengo el glamour para pertenecer (risas). Pero también desde la aceptación me río un poco de eso y, si bien me gusta bailar, y amo hacer yoga, y si me puedo hacer un masaje obviamente me lo hago, y me encanta el nail art y hacerme las manos y los pies, voy a tratar de no hacerme nada, ninguna cirugía. Una puede cambiar, pero siento que iría en contra de mi esencia. Meterme en un quirófano para hacerme algo estético me parece que no va conmigo.
Ahora que está sobre la mesa todo el tema de si los hombres ayudan en la casa o realmente hacen la mitad del trabajo. ¿Qué opina al respecto? ¿Cree que de cierta generación hacia atrás es una batalla perdida o hay esperanza?
Es caso por caso, pero creo que sí. Me parece que esto es una problemática de 40 o 35 años para arriba, creo que las generaciones más jóvenes ya lo viven diferente. Pero como mina una tiene que estar firme. Si vos le decís: “No puede ser que nunca laves los platos”, y te la pasás lavando los platos, no, probablemente no consigas nada. Hay que decirlo y hay que acompañarlo con la acción, que el otro se dé cuenta de que si no empieza a hacer cosas… Firmemente creo que no hay que tapar el agujero que deje el otro, hay que exponerlo para que la cosa cambie, y creo que las mujeres tenemos que estar convencidas. A mí me hace bien lavar los platos porque me ordena la cabeza, pero una vez alguien me dijo algo y me quedó grabado: “Cada vez que lavás los platos es un libro que no estás avanzando, una película que no estás viendo”. Los hombres quizás son más relajados, pero nosotras primero queremos cumplir con todo, dejar más o menos todo preparado y después brindarnos a hacer algo placentero. Y tal vez no hay que hacerlo, y hay que irse a ver la película.
En 2019 hicieron con Alejandra Bavera un podcast, también llamado Cosa de minas. En uno de los episodios se preguntaban cómo hacen esas parejas que perduran en el tiempo. ¿Que hicieron ustedes, con Sebastián Wainraich, que ya llevan 20 años juntos?
Es muy, muy, muy, muy difícil; creo que es redifícil. Aparte es como que sos raro hoy si seguís en pareja muchos años, no estás alineado con la época. Yo no estoy capacitada para aconsejar a nadie porque no considero que mi vida sea nada espectacular (risas). No me tomaría como ejemplo. Pero yo creo que hay algo que tiene que ser muy saludable en el amor. En todos los vínculos uno tiene que tratar de que el otro esté contento, y me parece que eso es lo que nos funcionó a Seba y a mí. Cuando a mí me sale un laburo, él se pone contento, cuando me voy a encontrar con mis amigas porque me hace bien, él se pone contento, y me parece que a mí me pasa también, y eso hace que uno esté en un vínculo que está bueno, porque sabés que el otro va a querer lo mejor. Eso es lo que a mí me funciona.