Cultura
De San Sebastián a Uruguay

Carla Moscatelli protagoniza la elogiada ópera prima de Agustín Banchero

Después de su estreno en el festival de San Sebastián, donde estuvo nominada en la categoría Nuevos directores, se estrena en Uruguay la película nacional Las vacaciones de Hilda

23.10.2021 08:55

Lectura: 12'

2021-10-23T08:55:00
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Carla Moscatelli entendía lo que era llevar el peso de una historia; había protagonizado varias obras de teatro. Pero la primera lectura del guion de Las vacaciones de Hilda le encendió esa avidez impaciente que despierta una posibilidad que puede darse, o no. El protagónico de Hilda era contundente, era exigente, pero también era “el sueño del pibe”; el sueño de Carla en realidad. Se dio.

Dos años después, la actriz (ganadora en 2009 del Florencio a mejor actriz de reparto por Los padres terribles) y el director de la película, Agustín Banchero, aterrizaban en San Sebastián para la 69ª edición del reputado festival de cine para estrenar su película frente a un público internacional que agotó las entradas. Coincidieron con el equipo de El empleado y el patrón (de Manuel Nieto), otra película uruguaya que viajó a San Sebastián (a la sección Horizontes Latinos). Banchero —que se negó a estrenar Las vacaciones de Hilda en una plataforma de streaming— llegaba, además, con una nominación en la categoría Nuevos Directores por este filme que fue su debut como realizador.

La espera para compartir la película con el público fue larga, pero valió la pena: el filme ya puede verse en las salas uruguayas. Una protagonista de pocas palabras y un ritmo pausado invitan a sumergirse de a poco, a darle tiempo a la narración para acceder al corazón de la historia. Las vacaciones de Hilda es un viaje a través de la poesía de las imágenes (la fotografía es de Lucas Cilintano) al interior de una persona que, como todas las personas, tiene una razón para ser como es.

Sobre eso habló Carla Moscatelli con Galería, y también sobre cómo abordó 
las escenas de intimidad con su marido en la ficción (Edgardo Castro), los sentimientos que despierta la película y lo que le pide al espectador, sus impresiones de San Sebastián. También opinó acerca de lo que significa para un país apoyar el arte.

Contame un poco de tu personaje, Hilda.

Creo que tiene mucho que no se ve, que va saliendo con cuentagotas. Básicamente es una mujer bastante dura, bastante estricta. También es bastante honesta. Le cuesta expresar sus afectos, sus emociones, no le gusta mostrarse vulnerable o abrirse al mundo. En la primera parte ves a esta mujer que tiene vínculos muy reducidos. Tiene contacto frecuente con muy pocas personas, y habla poco. Es una mujer de pocas palabras, seca, pero creo que tiene también un componente bastante empático. Hay pequeñas acciones en la película que muestran eso. Es una persona que se preocupa, no es indiferente. Sí es seca, hosca, pero no indiferente. En la segunda parte terminás de entender por qué es así.

Lo que más se muestra en la película es su universo interior y ahí estuvo la investigación y ese era el desafío. ¿Como hacés con una mujer que no te va a dar grandes diálogos, acciones, para mostrarla y que te atrape? Hubo que construir todo un continente de Hilda para mostrar un pedacito. Y a mí me encanta; como actriz de teatro amo hacer eso.

La película transcurre en dos épocas que encuentran a la protagonista en dos momentos distintos y con diferente talante. ¿Cómo fue como actriz entender e interpretar ese cambio tan notorio en un mismo personaje?

Si bien hay dos Hildas diferenciadas, la Hilda del invierno (de la primera parte) es la que marcó la pauta para la del verano. Hay una frescura o una luminosidad más grande en la segunda parte, y eso tiñe a la primera. Porque cómo nos hablamos en el presente tiene que ver con los recuerdos, con cómo estamos todo el tiempo yendo hacia algún lugar que ya no está, y cómo lo construimos de otra manera.

Las vacaciones de Hilda también aborda lo agridulce de la vida conyugal. ¿Echaste mano a experiencias propias para conectar con esa parte de la historia? ¿Cómo fue el trabajo con Edgardo Castro, tu marido en la ficción, con el que también tuviste que filmar escenas de cierta intimidad?

La primera vez que leí el guion dije: No me queda nada por dar acá (risas). No falta nada. Una de las cosas a las que le tengo un miedo enorme es a las alturas, tengo vértigo. Me encanta subir a los lugares pero no puedo acercarme al abismo, y (en la película) tenía que subir los silos. Después tenía la escena de intimidad con Edgard, mi marido en la ficción.

¿Lo conocías?

No lo conocía. Hicimos muchos castings con Agustín (buscando al resto del reparto) y es tan fortuito el hecho de conseguir un papel o no, porque no va en tu capacidad. Nosotros casteamos a grandes actores, pero tenía que funcionar con toda la familia, conmigo, con la idea que estaba en el guion. Y con Edgardo fue automático. Si bien uno tiene recursos y a lo largo de los años va encontrando técnicas, mi recurso es ir hacia mi emoción, hacia mis recuerdos; a revivir mis relaciones de pareja o relaciones de parejas muy cercanas. Sobre todo las separaciones. Son esos momentos en que uno sigue estando, pero el otro ya no está. Sergio Blanco habla mucho de la autoficción; él dice que si una historia es personal pero la contás con honestidad, se vuelve universal.

Edgardo Castro interpreta al marido de Hilda en la película

Edgardo Castro interpreta al marido de Hilda en la película

Es tu tercera película (después de Ojos de madera y Alelí), y tu primer protagónico en cine. ¿Buscabas esta oportunidad o simplemente se dio?

Yo trabajo mucho en teatro. Paré unos seis años porque me fui del país y cuando volví ya era más grande. La ansiedad a veces se te da a los 20 años, y cuando volví tenía 34, había vivido muchas cosas y la actuación es un arte que cuanta más experiencia tenés, más disfrutás de hacerlo y mejor te va a salir. En teatro empecé a darme cuenta de que quería disfrutar de lo que hacía. Me pasó de trabajar en una obra que estaba buenísima pero que no la pasé bien y dije: Así no quiero trabajar más. Entonces empecé a elegir no tanto por el personaje, sino por lo que me motivaba: una historia, o trabajar con determinada actriz o actor, director o directora.

Me fui encontrando cómoda en el audiovisual al tiempo que se rompía esa barrera de que el actor de teatro es demasiado sobreactuado. También se dio que el teatro empezó a acercarse mucho a la gente y ese código de teatro a la italiana, distanciado, de gestos grandes y ampulosos y de actuación un poquito más exterior ya no funcionaba; entonces (ambos lenguajes) empezaron a emparentarse: el código cinematográfico empezó a entrar mucho en el teatro y el código teatral en el cinematográfico. Pero cuando el protagónico llegó, no me lo esperaba.

Además de que es un drama, esta es una película que le pide cierto grado de compromiso al espectador. ¿Cómo te imaginás al público uruguayo pospandemia en lo que elegirá al momento de ir al cine a ver una película?

Yo creo que hay que confiar y no hay que subestimar. Suelo hacer cosas un poquito intrincadas en teatro que de repente no son tan amables, que no dicen: Sentate que yo te cuento la historia y vos mirala nomás. Y sin embargo, de mi entorno cercano van distintos tipos de persona y te sorprendés a veces de las lecturas que hacen. Es un desafío, sin duda. Pensar qué va a pasar con el público me genera esa misma curiosidad. Yo no soy objetiva, pero miro la película y veo una belleza en la fotografía; hay cosas que son poesía, son pintura, y la gente se merece ir al cine a ver y a escuchar la película, porque el sonido también es maravilloso. Venimos de dos años de mucha pantallita chica, de serie en serie, de no tener nada para ver, de mirar pasar el tiempo, y esta es una película que te va a pedir que te sientes, que la veas y que actúes, que acciones con ella, con ese momento que capaz que transitaste, que viviste, que te pone triste pero te implica y te hace actuar, te hace completar cosas. Yo creo que no te es indiferente. Creo que está bueno que suceda eso y que haya un abanico amplio de opciones para el público.

De repente no es una historia lineal, porque nuestras vidas no son lineales, porque nosotros en una charla estamos a la vez recordando cosas, y estamos pensando en paralelo otras; entonces creo que la película tiene esa honestidad de meternos dentro de un personaje y ver su cabeza. A veces tenemos que bajar de esa ansiedad que tenemos de querer, en la primera escena, ya entender todo.

Viajaron con Agustín Banchero a San Sebastián porque Las vacaciones de Hilda estaba nominada en la categoría Nuevos Directores. ¿Cómo fue la experiencia de estar allá? ¿Te cruzaste con algún artista que admires?

Sí, estábamos haciendo una nota en el (hotel) María Cristina y estaba Carlos Saura, que vino con un documental, y le pedimos para sacarnos una foto. Mi infancia estuvo marcada por (la película) Cría cuervos (dirigida por Saura); (la obra de teatro de Gabriel Calderón) Mi muñequita estuvo atravesada por la canción de Jeanette Porque te vas (que se popularizó en Cría cuervos). Amé. Y de lejos vi a Penélope (Cruz). Pero después el tema de la pandemia te mantenía alejado a menos que coincidieras en alguna première. Pero sí coincidimos con mucha gente de Uruguay y conocí a la directora Maite Alberdi, de El agente topo, que me dijo que le había gustado mucho mi trabajo. Eso fue muy lindo.

Carla Moscatelli y Agustín Banchero en el Festival de San Sebastián

Carla Moscatelli y Agustín Banchero en el Festival de San Sebastián

El vestido con el que fuiste a la première era del diseñador uruguayo Marcelo Roggia.

Sí, él me preguntó qué era lo que yo quería transmitir a través del vestuario, y a mí me parecía que estaba buenísimo sentirme segura en un festival internacional, y también mostrar que soy muchas cosas además de lo que es el personaje; permitirme jugar también con la vestimenta. Él me planteó un montón de ideas. Yo conocía su trabajo, me parecía fantástico. Sus vestidos son arte. Él además me ayudó muchísimo con todo el estilismo, pensando el peinado, las uñas, el maquillaje, la ropa. Trabajamos intensamente un mes en ese vestido.

¿Creés que tu pasaje por San Sebastián podría significar un cambio? ¿Más oportunidades fuera de fronteras?

Es una vidriera, sin duda. Es abrirse a la posibilidad de salir del Río de la Plata. La pandemia ya ayudó. Hice castings para coproducciones, cosas que se vienen a filmar acá, que si bien no se concretaron, está buenísimo igual.

A propósito de la situación crítica que vivió el sector cultural por la pandemia, hablabas en un video para la Sala Verdi de lo trágico que es vivir en un país que no entiende el arte. ¿Cómo ves al Uruguay en ese aspecto?

Sí, lo dije citando a (Eugène) Ionesco. Para mí, deben generarse políticas públicas que trasciendan los gobiernos; que sean cuestiones de Estado. Y también debería existir una visión global, porque el cine, el teatro y la televisión se retroalimentan. Si vos fortalecés el teatro y le das subvenciones, permitís que ese artista esté creando y que después alimente otra industria que es la televisión; son puestos de trabajo que se generan. Y no es solo por el artista en sí, también por el concepto cultural. Somos lo que consumimos, en todo sentido. En tu comida, en tu agua, en tu arte. Que nosotros tengamos la proliferación de artistas que tenemos es algo casi inexplicable.

Hay mucha gente que se fue del arte y ya no va a volver, y es gente muy valiosa. Hay un libro, La utilidad de lo inútil (de Nuccio Ordini)... Muchas veces, siendo docente de teatro uno siente la necesidad de demostrar la importancia que tiene que el chiquilín juegue, que no solo esté sentado aprendiendo formalmente. Y sí, no estamos haciendo nada, estamos jugando, y ese es el objetivo de esta materia; es sumamente vital el juego y nosotros lo abandonamos. Decidimos abandonarlo en la preadolescencia y no lo retomamos más. ¿Por qué lo dejamos? ¿Por qué pensamos que esta parte de la vida es tan superflua? ¿Por qué creemos que no es vital? Por eso para mí la cultura es algo que se tiene que gestionar desde políticas
públicas. No desde el gobierno, porque los gobiernos pueden cambiar, pero
cuando es ley, es ley.

FERIADOS, EL ORIGEN

Mientras editaba la serie uruguaya Feriados, Agustín Banchero (director de Las vacaciones de Hilda) reparó en la actuación de Carla Moscatelli, una de las actrices del programa. Allí, en la sala de montaje, empezó a tomar forma entonces la ópera prima de Banchero y a conformarse el equipo, que también tiene a Lucas Cilintano, cocreador de Feriados (junto con Leonardo Pintos y Claudio Quijano), como director de fotografía.

La serie, que se emitió en 2016 por Televisión Nacional y Vera+, narra los conflictos que enfrentan nueve personajes en días feriados, con historias que se van entrelazando en el transcurso de nueve capítulos.

Feriados se estrenó este año en el canal UN3 de la Universidad Nacional de Tres de Febrero de Argentina y puede verse por streaming en la web un3.tv.