Desde el martes 17 al jueves 22 en Cinemateca 18 - 18 de Julio 1280 -
Tiene una innegable personalidad propia, dato que no sorprenderá a nadie que en su vida haya conocido a un vasco. Y ha sido, también, una de las vertientes que ha enriquecido la cultura española a lo largo del tiempo. Ahora el cine vasco llega a Cinemateca 18 desde el próximo martes 17, con una muestra de films recientes que incluye también un clásico como El sol del membrillo del parco y exigente Victor Erice. Organizada en colaboración con la organización Euskal Herría, la Semana de Cine Vasco se extenderá a razón de un film por día hasta el domingo 22 de junio.
Programación
El ciclo arranca el martes con Frío sol de invierno (2004) de Pedro Malo, un drama sobre la falta de amor y sus consecuencias, con veterana prostituta que se odia a sí misma y a la vulnerabilidad de su hijo. Una línea anecdótica secundaria sobre una prostituta más joven añade impacto dramático al conjunto. Sigue el miércoles con La vida mancha (2003) de Enrique Urbizu, una exploración de las complejidades de una relación familiar, cuyo eje principal lo constituyen dos hermanos en conflicto. Humor, emoción y drama, inteligentemente escritos por Michel Gaztambide y manejados con sensibilidad por el bilbaíno Urbizu. El 19 va Aupa Etxebeste (2005) de Asier Altuna, Telmo Esnal, sobre un candidato a alcalde oculta el hecho de que está completamente arruinado, un información que espantaría a eventuales votantes. Una comedia liviana pero no tonta., debut en el largo de dos directores prometedores. Y el 20 se exhibe Frágil de Juanma Bajo Ulloa, una comedia cuyo tag sostiene que "el amor verdadero es un cuento", y el director Bajo Ulloa (Alas de mariposa, Airbag, La madre muerta) ilustra el punto a través de la historia de amor entre una chica y una estrella de cine
El sábado 21 se produce un acontecimiento: la reposición de El sol del membrillo (1992) de Víctor Erice, una obra maestra y el minucioso, pausado registro del trabajo diario del pintor Antonio López García, que día tras día se empeña en captar las luz que envuelve al membrillo del título. El registro de la mente y el quehacer de un artista, en un film que no hace concesiones. Tras El espíritu de la colmena y El sur, el film que hizo de Erice un poeta mayor del cine. El ciclo culmina el domingo 22 con Obaba (2005) de Montxo Armendáriz, un juego de ficciones superpuestas sobre un cineasta se traslada al pueblo del título para rodar un documental, y la vidas de los diversos personajes constituyen una serie de cortos que el personaje intenta ensamblar para dar cuenta de una realidad colectiva. Una clara recuperación del director Armendáriz, quien no siempre ha llegado al nivel de Tasio.
Un poco de historia
El cine vasco recuperó una visibilidad pública tras el fin del franquismo, y con la consagración de algunos autores prestigiosos como Montos Armendáriz, Imanol Uribe, Víctor Erice y más cerca Julio Medem. Tras ellos hay más de un siglo de historia, iniciada en 1896, cuando el cine llegó primero a Bilbao y San Sebastián, luego a Pamplona y Vitoria. Como han demostrado investigaciones de Jon Letamendi y Jean-Claude Seguin, ya en la primavera de 1897 Antonio Salinas rodó una vista de la plaza de la Virgen Blanca de Vitoria, que constituyen las primeras imágenes de nuestra tierra hechas por un operador vasco. A partir de aquí comenzó una estrecha relación entre el cine y el País Vasco, plasmada en el desarrollo de la exhibición cinematográfica y en películas como Edurne, modista bilbaína (1924), El mayorazgo de Basterretxe (1928) o Euzkadi (1933).
Durante la larga oscuridad franquista la película vasca emblemática fue Ama Lur (1968). La transición a la democracia permitió una recuperación de la producción propia, y en ese marco comenzó una casi interminable polémica sobre el concepto mismo de "cine vasco". Para algunos, debía ser un cine exclusivamente en euskera. Hubo quien sostuvo que debía hacerse sólo cine documental, contribuyendo así a la "construcción nacional de Euskadi". Muchos pensaban que el cine vasco, aun siendo de ficción, había de centrarse en la historia y la realidad socio-política vasca.
En parte, esta idea se vio corroborada por el éxito de los primeros largometrajes de Imanol Uribe: El proceso de Burgos y La fuga de Segovia. Tras la aprobación del Estatuto, las subvenciones del Gobierno Vasco hicieron que en los años siguientes se produjeran un buen número de películas en Euskadi. Fue la época de lo que se llamó -quizá con excesivo optimismo- «nuevo cine vasco», cuyas máximas cotas fueron Tasio, de Montxo Armendáriz, y La muerte de Mikel, de Imanol Uribe. Con el paso del tiempo, la situación iría cambiando, produciéndose un cierto desencanto. Las siguientes películas no obtuvieron el éxito esperado, la Consejería de Cultura del Gobierno Vasco se enfrentó con determinados cineastas, cambió el sistema de subvenciones a fondo perdido, e incluso comenzó a ponerse en duda el propio concepto de cine vasco. Hoy muchos observadores del panorama del cine en Euskadi consideran que la gran asignatura pendiente sigue siendo conseguir una infraestructura industrial propia y consolidada. Pero ha aumentado el número de películas, los cineastas vascos cosechan éxitos importantes y aparecen nuevos valores. Por cierto, las polémicas persisten. El propio Montxo Armendáriz ha podido decir que "no tiene mucho sentido.
No existe como tal, con una estética y directrices precisas". Cabe entender que ello no es empero un defecto sino una virtud, aunque poco practicada: se llama diversidad, aunque otra figura importante, Juanma Bajo Ulloa, haya podido quejarse de que los cineastas vascos estén "más preocupados por la forma, el encuadre y las personas que por nuestro pasado, cultura e ideas políticas". ¿Es ello así? ¡Y es un defecto? La presente semana, organizada con la institución Euskal Herría, reúne un conjunto de films vascos recientes más un clásico (El sol del membrillo del gran Victor Erice), quizás como una prueba de esa diversidad y una incitación para seguir con la polémica.