Lola Capurro
Capurro es una paisajista convencida de que todos los jardines cuentan una historia y reflejan a sus dueños. Entiende que las texturas, colores y formas de estos espacios exponen la personalidad de sus habitantes.
El tener que quedarse en casa la llevó a dedicarle más tiempo a algo que siempre hace con mucho amor: cuidar su jardín. Esta vez, la situación le dio una gran ventaja, la ayuda de su hijo Martín Garfinkel, con quien se dispuso a limpiar con agua las frondas de un Asplenium. Capurro contó a galería que, por tratarse de una actividad compartida con su hijo, no utilizó ningún fertilizante foliar para que la planta se vea mejor. Además, la paisajista siempre intenta utilizar fertilizantes naturales como el humus de lombriz líquido que obtiene del excedente de su ver mi compostera.
Capurro destaca la importancia de observar las plantas del jardín y de interior y ofrece tres consejos fundamentales: retirar las hojas secas o en mal estado de las plantas, agregarles compost para darles más energía y controlar la cantidad de agua necesaria que requiere cada especie. La paisajista también cuidó con su hijo su colección de crasas y suculentas, plantas que según explica son muy fáciles de mantener, puesto que requieren poca agua y se reproducen fácilmente. La experta explica además que lo más importante en este caso es el armado de la maceta: debe llevar en su base piedras para un buen drenaje, en el medio tierra mezclada con arena y en la parte superior, piedras.
Nacho Pignataro
A Pignataro la pandemia le dio vuelta los planes en cuestión de días. Como buen surfista, la mayor parte del año se encuentra en distintos lugares del mundo corriendo olas. En febrero estuvo por Australia en la primera etapa de la World Surf League y luego viajó a Portugal para competir a fines de marzo.
Cuando vio lo que estaba sucediendo, sintió miedo, tomó conciencia y decidió volver a casa.
Voló desde Madrid a Montevideo y después se recluyó en su casa en Punta del Este. "Desde ese momento, lo más cercano a tener contacto con alguien fue un día que mis vecinos me dejaron un plato de pasta casera en la puerta y me avisaron por WhatsApp", contó a galería; "fue mi mejor almuerzo hasta ahora", agregó.
Pignataro es un amante de la naturaleza y estar entre cuatro paredes lo vuelve loco. Sin embargo, cumple a rajatabla con la cuarentena: "tenemos que aprender que unidos se logran mejores cosas", sostiene.
El surfista dispone de una amplia azotea con vista al mar y la aprovecha al máximo. Allí armó un pequeño gimnasio casero con un lampazo, bidones de agua, macetas, cuerdas y bandas elásticas. En ese espacio también desayuna, pinta con unos pasteles y pinturas que encontró y escribe de todo un poco, desde cuentos hasta recuerdos o ideas que se le ocurren. Además, arregla algunas tablas viejas (tuvo que dejar las que tenía en Europa), descubre música nueva y planifica sus actividades para cuando termine el aislamiento.
Jose Damiani
Desde el viernes 13 de marzo Jose Damiani está en su casa, conviviendo con sus padres y su hermana Inés. Tiene, además, otros seis hermanos haciendo cuarentena en sus respectivas casas. Como muchas otras familias, acortan las distancias conversando muy seguido por videollamada.
La cantante dispone de un gran jardín que le permite disfrutar al aire libre. Aprovecha el lugar para caminar, observar la naturaleza y el comportamiento de las aves: "me hice amiga de un halcón que viene a veces de visita por las tardes", contó a galería. También asiste virtualmente a las misas que ofrece por Instagram el cura Juan Andrés Verde, toma mate, compone, piensa nuevas ideas para seguir con su carrera musical de manera digital y toca canciones que cantaba de chica. "Ya me había olvidado de lo que era cantar por el simple hecho de disfrutar, sin la presión de ensayar para los shows", dijo. Por las noches se sienta afuera a tomar algo y a escuchar los grillos.
También dedica tiempo a trabajar desde su computadora, pues la cuarentena la tiene muy ocupada. La joven organizó junto a otros colegas como Anita Valiente, Mariela Barboza y el Gaucho Influencer, Uruguay en casa, el primer festival online del país, transmitido por Instagram. El encuentro digital, que cerró con la actuación de Lucas Sugo, duró seis días y tendrá una segunda edición el 10, 11 y 12 de abril.
Laetitia d'Arenberg
"Esta epidemia muestra dos caras. Por un lado es terrible por todos los contagiados y muertos que dejó en el mundo, pero también es una oportunidad para que el planeta se sane y la gente tome conciencia", reflexiona la empresaria Laetitia d'Arenberg, que desde que llegó de la Patria Gaucha, en Tacuarembó, estuvo recuperándose de la espalda por andar tanto a caballo y después comenzó la cuarentena.
"El coronavirus no mira quién sos o dónde vives, nos tiene a todos confinados", dice, pero en su caso se entretiene con actividades para hacer en casa como leer, hablar por teléfono, recorrer los museos (virtualmente), aprender a tocar el piano, hacer gimnasia o arreglar las plantas. Hace unos años, la dueña de Estancia Las Rosas rediseñó el jardín de su casa de Carrasco para recorrerlo y descubrir las variaciones de colores y aromas. "Mis hijos están demasiado lejos, entonces John (Anson, su marido) y yo nos ocupamos de nuestros perros, que en estos momentos están más pegados que nunca", cuenta, mientras los caninos mimosos corren a su alrededor.
La responsable de Lapataia sueña con poder recoger a todos los perros sin hogar, pero por el momento el jardín lo ocupan Frida, sus seis cachorros (Alesya, Allegra, Charlotte, Isolda, Octavia y Stefano), la maltesa Juliette y la última en integrarse a la familia, la chihuahua Begoña. Su pasión por los animales comenzó cuando pasaba los veranos europeos con su tía, una criadora de vacas, ovejas y colibríes que estaban en vías de extinción.
A los 13 años llegó por primera vez a Uruguay con sus padres y su hermano Rodrigo. Dependiendo de las escalas, esas travesías en barco desde el Viejo Continente podían durar hasta tres meses. Después de instalarse en Punta del Este, comenzaron a recorrer el país visitando dos departamentos por año. "Esos fueron los años más lindos de mi vida, conozco todo el país y prometo que cuando termine la cuarentena lo voy a volver a hacer", asegura.
La princesa valora el incansable trabajo del personal médico, lo que le trae recuerdos de su juventud. A los 20 años trabajó en Salud Pública, en Punta del Este, limpiando y preparando el material sanitario en el hospital mientras su hermano Rodrigo leía para los ciegos.
"Este es un país hermoso, donde nunca hubo grandes tragedias", dice, refiriéndose a lo incomprensibles que le resultan las quejas de algunos uruguayos. "En este momento hay mucha gente que está sosteniendo este país. Tenemos un gobierno joven, saludable, con un pueblo que lo apoya, pero también creo que a veces se aprende a los golpes. Lamento que la vida sea una lágrima", agrega.
Con la cancelación de las reuniones sociales y las actividades empresariales reducidas a su mínima expresión, Laetitia dejó de correr de un lado a otro y ahora tiene tiempo para disfrutar del cielo azul y del jardín, que brilla en todo su esplendor apenas sale el sol, al atardecer y después de la lluvia, con un fresco aroma que inunda el ambiente. "Soy una bendecida de Dios", concluye.
