Un estudio hecho en junio de este año en Reino Unido dice que los millennials no están comprando casas porque gastan sus ingresos en Netflix, cafés, comida y viajes. La sorpresa es que los jóvenes de esta generación, o sea, los nacidos entre 1981 y 1996, no se escandalizaron ante tamañas revelaciones. Según el reporte de King’s College de Londres, un 48% de ellos reconoció que gastar en esos bienes y servicios es la razón clave por la que no logran acceder a una vivienda, mientras que un 33% no concordó con esa visión y un 19% prefirió no opinar.
Los resultados de este estudio, en tanto, no fueron del todo una novedad. Cinco años atrás el tema de los millennials y la compra de vivienda estuvo sobre el tapete cuando el magnate australiano Tim Gurner dijo en un programa televisivo que había podido comprar su primera casa porque no gastaba 20 dólares al día en tostadas con palta y café. “Estamos en un momento en el que las expectativas están muy, muy altas. Quieren comer afuera, viajar cada año. La gente que hoy es propietaria de una casa trabajó muy, muy duro por eso. Ahorró cada centavo”, dijo en el programa, mientras el fruto verde pasó rápidamente a acaparar titulares y ser trending topic mundial.
Que si comen palta, que si viajan o cenan en restaurantes finos o miran Netflix; tanto palabrerío para intentar encontrarle una explicación a una realidad innegable: los menores de 40 años no están comprando casas, o lo hacen, pero muchísimo menos que sus predecesores. Según la consultora CBRE España, el 68% de las personas de hasta 35 años de ese país optará por el alquiler en tres años, mientras que solo un 16% pretende comprar. Y un 67% de los encuestados de más de 12 países (como Estados Unidos, Canadá, México, China, India, Reino Unido, entre otros) cree que su generación está destinada a alquilar y no a comprar. Es una realidad que contrasta con la de los baby boomers (generalmente padres de los millennials): la plataforma de búsqueda de inmuebles española pisos.com revela que en esta generación de personas de entre 56 y 73 años, un 61% no paga por la vivienda en la que vive, un 28% están hipotecados y solo el 11% alquila.
Uruguay no escapa a la tendencia global. Datos aportados a Galería por el portal inmobiliario InfoCasas señalan que entre los usuarios millennials, un 67% busca alquiler, mientras que el 33% busca comprar. De Mercado Libre —otra de las plataformas más utilizadas para la búsqueda de vivienda—, los datos proporcionados lo confirman: de los millennials, un 63% busca alquiler y el 37% tiene la intención de comprar. Además, son el segmento con mayor interés por el alquiler entre todos sus usuarios, un cambio que hace ya varios años está sacudiendo y reinventando el mercado inmobiliario.
Hay quienes dicen que es un tema de convicción. Otros sostienen que responde a una dificultad económica. Lo cierto es que el asunto abre muchas preguntas. ¿Qué tanto de cierto hay en el tema de las paltas y el café? ¿De verdad los millennials son tan reticentes a la idea de comprar una casa? ¿No compran porque no quieren, o es la imposibilidad de hacerlo la que los lleva a buscar nuevas alternativas?
Y la respuesta no es una, ni tampoco tan sencilla. El mismo reporte que confirmó los datos sobre el gasto en Netflix y viajes también halló motivos que están por fuera de las inclinaciones y gustos de la generación Y. Por ejemplo, un 76% de sus encuestados admitió que factores económicos del mercado están impidiendo a los jóvenes cumplir el sueño de la casa propia: aumento de los precios de la vivienda, reglas de préstamo más estrictas y bajo crecimiento de los salarios, por mencionar solo algunas. No alcanzaría, entonces, con recortar el gasto en servicios de streaming. “Tendrías que cancelar Netflix durante 2.300 años para ahorrar lo suficiente para pagar el precio medio de la vivienda en Estados Unidos”, tuiteó una bloguera estadounidense en respuesta a las conclusiones de aquel estudio.

Desatados. Los motivos de la no compra de vivienda son varios, pero pueden resumirse en dos grandes ejes: mentalidad y economía. No faltan, sin embargo, quienes aseguran que se trata de un dilema similar al del huevo y la gallina; no compran casas porque “no quieren”, pero “no quieren” porque saben que querer implicaría hacer esfuerzos descomunales, entonces prefieren gastar su dinero en otras cosas; vivir el día a día sin renunciar a placeres o satisfacciones inmediatas en pos de un futuro posible techo. En pocas palabras, no ahorran. Ergo, el tema de la compra quedará para otra vida. Entonces, una observación casi psicoanalítica permitiría concluir que en realidad no es que no quieran, es que no pueden. O, si fuera más fácil, querrían. En eso no se diferencian mucho de sus progenitores. La diferencia principal está en la intensidad de ese anhelo: para los millennials, la casa propia no es una prioridad ni un deseo que los obsesione particularmente. Hoy la salida del hogar se da sin esperar a disponer del capital para comprar una casa, a diferencia de lo que hacían sus padres, que priorizaban el ahorro para la compra de vivienda, explica la investigadora de mercado y tendencias Verónica Massonnier. Salir del techo de los padres aún sin ahorros “es un impulso que se experimenta en pareja o solo, como un imperativo individual de independencia”, sostiene.
“Muchos millennials no sienten en principio la necesidad de comprar una vivienda, por lo menos en esta etapa de la vida. A diferencia de otras generaciones prefieren destinar sus ingresos a viajes u otras experiencias, postergando el orden de las metas tradicionales; se valora la mayor movilidad, el menor compromiso a largo plazo y la posibilidad de cambio cuando se sienta necesario”, agrega la especialista.
Mentalidad y economía son dos grandes temas que acarrean otros como la globalización, las nuevas tecnologías, la inmediatez y, con ello, una infinidad de posibilidades que generaciones anteriores no tenían. Posibilidades que impulsan a no aferrarse demasiado a nada, porque los cambios están siempre a la vuelta de la esquina. Entonces, el vínculo de una persona de entre 25 y 35 con la vivienda es el mismo que tienen con otros aspectos de su vida como el trabajo, la familia, la pareja. Así lo asegura la presidenta de la Cámara Inmobiliaria Uruguaya, Beatriz Carámbula, quien entiende que todos los integrantes de la generación Y están atravesados por una característica principal: la predominancia del disfrute y de vivir el hoy. “Les pasa con la vivienda y también con el trabajo, no son de quedarse muchos años en un lugar de trabajo, buscan escalar muy rápido. Es algo innato a la juventud, están hiperconectados, saben lo que quieren, son consumidores, les gusta viajar y no son tanto de ahorrar para después tener la casa. Ellos buscan el hoy”, apunta. En la misma línea, Massonnier agrega que la elección de vivienda está marcada por sus ciclos cambiantes de trabajo, de pareja, de ubicación física, “con menor arraigo pero mayor libertad”.
Daniel Porcaro es coordinador académico del Diploma de Especialización en Negocios Inmobiliarios de la ORT. Cree que la dificultad para comprar una casa siempre existió. Lo que cambió, dice, es la mentalidad de las nuevas generaciones. Mientras que los padres y abuelos tenían el sueño de la casa propia y sus esfuerzos apuntaban a ese único y máximo objetivo, las metas de un millennial están mucho más diversificadas. “Antes decías ‘hago el esfuerzo’ y te endeudabas a 20 años. Pero ¿qué pasaba? Tenías otras certezas. Yo trabajé 23 años en el mismo lugar, entonces viví 23 años en la misma casa. Ahora la rotación de empleos es tan grande, y la oferta y la variación de localidad es igual de grande”, subraya Porcaro. “Hoy te podés conseguir un empleo en el exterior o en el interior muy fácilmente, entonces te clavás con un préstamo hipotecario que después capaz no podés vender, o perdés plata entre lo que compraste y después vendiste”, añade. Tiene sentido: ¿para qué comprar una casa en Pocitos o Cordón o Malvín si puede que mañana toque trabajar desde Estambul?
Hoy, lo mejor. Mientras que para sus padres era “tirar la plata”, para los millennials el alquiler es una opción alineada a su estilo de vida y posibilidades. Y esa filosofía de “vivir el hoy” y los permanentes cambios permiten a la vez darse gustos que de tener que ahorrar para un techo no podrían darse, entre ellos, la chance de vivir en el lugar que realmente quieren de acuerdo a sus posibilidades actuales. “Buscan vivir en un lugar lindo, no buscan grandes espacios ni nada por el estilo, pero sí estar en un lugar cerca del trabajo, de vías de comunicación grandes, con fácil accesibilidad para llegar a todos lados, usar la bici. Van y alquilan un monoambiente y después se mudan para otro lado”, señala Carámbula. Porcaro coincide: “El alquiler con amenities y la posibilidad de ir cambiando de vivienda a medida que van mejorando su condición laboral y evitar afincarse con una propiedad y endeudarse a largo plazo, es lo más común que sucede”.
Entre los más jóvenes de la generación, un tema fundamental es la dificultad para generar un ingreso estable y suficiente para la autonomía económica, pero la necesidad de independencia está en primer lugar, apunta Massonnier. Entonces, la generación Y le busca la vuelta para salir del techo de los padres hacia uno, entre comillas, propio. “Esto lleva a aceptar ayudas transitorias de los padres, a compartir vivienda con pares o a rentabilizar una parte de la vivienda con proyectos propios o de otros, subalquilando el espacio”, indica Massonnier. Y lo constatan datos de InfoCasas. El portal inmobiliario plantea que en los últimos 10 años ha venido en aumento la búsqueda de casas y apartamentos con dos dormitorios o más para grupos de amigos de tres o cuatro personas (o incluso más). “Los millennials —sobre todo los más jóvenes— encuentran en las viviendas compartidas una solución para independizarse de la familia, una tendencia bien propia de esta generación, y que no vivieron, por ejemplo, sus padres y abuelos”, subrayan de InfoCasas a Galería.
Y el mercado se viene adaptando a las personas que están transformando el mercado inmobiliario al punto de modificar las tipologías de vivienda. Pululan edificios exclusivamente de monoambientes y apartamentos de un dormitorio. “Son edificios con amenities más bien para alquiler, apartamentos de paso, para gente joven o quienes se están achicando”, apunta. ?Según Porcaro, buena parte de esos apartamentos son comprados por inversores para renta, y serán cada vez más, en parte porque las leyes también impulsan esta tendencia. Por ejemplo, la ley de vivienda promovida 18.795, que tiene el objetivo de facilitar el acceso a viviendas a sectores de ingresos medios e incluir beneficios para los inversores privados, se modificó en abril de 2020 en favor de las nuevas demandas. Eliminó el porcentaje máximo de apartamentos de un dormitorio por edificio (que antes era 50%) y los topes de precios. Además, los proyectos nuevos van a poder incorporar más amenities. “¿Qué pasó? Al haber esa modificación, los inversores lo ven más atractivo y empezaron a invertir más, lo que ayudó a que haya más posibilidades de monoambientes y un dormitorio en el mercado, y eso ayuda a que la gente (principalmente jóvenes) pueda acceder”. Según datos de InfoCasas, el 65% de los usuarios millennials busca apartamentos monoambiente y de un dormitorio, mientras que el 35% busca de dos dormitorios o más.
Hay más y más oferta de apartamentos dirigida a ellos y también aparecen modalidades innovadoras con el fin de satisfacer la necesidad de independencia de esta generación. En los últimos años se expandieron en Uruguay los colivings, un modelo similar al de coworking —oficinas compartidas— pero aplicado a la vivienda. Son edificios de apartamentos con dos características principales: la flexibilidad y el sentido de comunidad. Son flexibles porque se puede acceder sin contratos ni garantías; cualquiera puede mudarse de un día para el otro a un cómodo apartamento —similar a la habitación de un hotel— sin preocuparse de tener que pagar la luz, el internet, la limpieza, porque todo está incluido en la tarifa mensual. Y son los espacios comunes —como comedor, sala de cine, espacio de trabajo— los que fomentan el sentido de comunidad entre sus inquilinos. “La idea es compartir, respetando mucho la individualidad de las personas, cada uno en su cuarto tiene su mundo, o si quiere compartir un café o lo que sea con alguien, también puede. La idea es que la gente pueda convivir y compartir, y generar comunidad”, señala Agustín Rezk, encargado de Zag Coliving en el exhotel Ermitage, de Pocitos. El tiempo promedio de permanencia de los “colivers” es de tres meses, un dato que habla por sí solo de la rotación —en todo sentido— del segmento millennial.
Las preferencias de la generación Y se podrían dividir en dos, apunta Massonnier: quienes prefieren apartamentos nuevos con amenities y los que optan por espacios con historia y pueden prescindir de algunos servicios, como portería y calefacción, en una preferencia por el mayor metraje y la impronta vintage. A eso se le agrega la elección por zonas sobre la costa, alejadas del centro de la ciudad, en busca de un mayor contacto con la naturaleza. “Las tres tendencias están vigentes”, dice la especialista. Añade que en la ciudad, en tanto, se generaron “polos” jóvenes dados por la cercanía a los centros de estudio, los alquileres más económicos y la locomoción. “En Montevideo se está produciendo la ‘gentrificación’ de las zonas de Parque Rodó y Cordón; estas zonas se han revalorizado en la mirada pública, están siendo muy demandadas para vivienda joven (en solitario o compartida en grupos de pares) y han generado a su alrededor un conjunto de bares, espacios artísticos y servicios que se están acercando gracias a este nuevo público”, subraya. Pocitos, Cordón, La Blanqueada, Parque Rodó y Ciudad de la Costa son —en ese orden— las cinco zonas más buscadas para alquilar por los millennials, según InfoCasas, mientras que para comprar las tres primeras son las mismas, la cuarta es el Centro y la quinta Malvín.
Tema de bolsillo. La compra de una casa al contado siempre fue algo posible para unos pocos. Una de las opciones más comunes para acceder a una casa propia son los préstamos hipotecarios. Sin embargo, los más jóvenes ya no son el segmento más importante para esta modalidad. Para el banco Itaú, la generación millennial —de 25 a 35 años— representa el 15% del total de los créditos hipotecarios que otorgan, mientras que en BBVA, en 2022, este público representó el 20%. El segmento que más recibe estos préstamos en BBVA, no obstante, es el de 35 a 44 años. La presidenta de la Cámara Inmobiliaria Uruguaya se refiere a este corrimiento en las edades para acceder a un préstamo: “Después de los 35 la persona piensa en formar una familia. Ahí la cosa cambia, ya quiere estabilizarse, comprar algo, y puede haber dos personas para pedir un préstamo. Económicamente la ecuación te cambia”. ?Pero la edad más indicada según los especialistas para tomar un crédito hipotecario es entre los 20 y 25 años. A esa edad, sin embargo, la dificultad para acceder a los préstamos es mayor, ya que no llegan a tener ahorrado el monto inicial para solicitarlo. Porcaro explica que históricamente los familiares ayudaban al joven con el ahorro previo exigido (en el entorno del 30% de la propiedad). A cambio, sin embargo, los padres tenían una gran influencia en la elección del hogar. Hoy, sin esa fuente de ayuda familiar el joven decide alquilar y elegir su espacio a su gusto y antojo. “Con el sueldo del pibe de 25 años, en caso de que acceda a un préstamo, va a tener que pagar una cuota de 20,000 o 25.000 pesos al banco. Está bien, es un ahorro porque es su casa, pero con esa cuota puede comprarse una casa no con los amenities ni la localización que pretende. Puede entonces alquilarse un apartamento lindo y después ahorrar para las vacaciones, salir y todo lo demás”, indica Porcaro. Y, por qué no, también Netflix y desayunar tostadas con palta.