Un anónimo ladrón de carteras no solo dejó a su dueña sin documentos ni dinero, sino que hizo desaparecer la única fotografía que existía de Daniel Martínez con melena. Su señora, Laura Motta -integrante del Codicen- llevaba en la billetera esa foto que era una reliquia, y que tal vez fue a parar a uno de los tantos contenedores que dependen de él en su condición de intendente de Montevideo. La foto no existe más, y hoy Martínez es conocido por todos como el Pelado, uno de los políticos con mayor popularidad del país, y uno de los candidatos con más posibilidades de convertirse en el sucesor de Tabaré Vázquez, aunque aún resta saber qué pasará con José Mujica.
Martínez tenía melena; hoy es pelado. Nació en una familia muy católica, recibió formación cristiana en los maristas y el Seminario y se casó en la iglesia de San Juan Bautista; hoy es ateo (y masón). Tenía un bisabuelo blanco, integrante del Directorio del Partido Nacional por el sector de Eduardo Acevedo Díaz -que en la elección de 1903 terminó apoyando a José Batlle y Ordóñez-, y que en 1905 fue designado cónsul en París, ciudad en la que nació su padre, un hombre apolítico y con ideas más bien conservadoras. Martínez se hizo socialista a los 16 años.
Fue el menor de dos hermanos de un hogar de buen pasar de Punta Carretas. Cuando terminó el liceo ingresó a la Facultad de Ingeniería. Empezó a trabajar de portero en el cine ABC -aquel que la publicidad recordaba que estaba en Constituyente y Minas-, pero lo dejó porque le sacaba tiempo para estudiar. Comenzó a dar clases particulares de Matemática, y mientras avanzaba en la carrera de ingeniero industrial mecánico se aceleraba la caída del pelo, así que ya en esa época le decían el Pelado. También era Pedro, un alias que tenía en la clandestinidad como miembro del Partido Socialista. Aclara, sin embargo, que su militancia era muy pacífica y estaba lejos de las armas; la última vez que tuvo una en sus manos era un adolescente, cuando fue a cazar con un tío.
Cuando terminó la carrera empezó a trabajar en Ancap y así llegó a la refinería de La Teja. Fue uno de los impulsores del sindicato clandestino de la petrolera estatal durante la dictadura y una de las caras nuevas del Pit-Cnt en la salida democrática. A comienzos de los 90 dejó la actividad sindical para dedicarse de lleno a su trabajo en el sector privado, en el que llegó a ganar un sueldo que, según dijo, era superior al que hoy tiene como intendente de Montevideo, que ronda los 200.000 pesos. Si bien era socialista, su militancia no pasaba por los órganos oficiales de ese partido, sino más bien por el Comité 1º de Mayo, de la zona del Buceo y por un núcleo partidario conocido como "los cometortas", un grupo que se reunía en casas de familia a dialogar, degustando un pastel de manzana que llevaba una de esas veteranas.
Martínez era conocido dentro de la izquierda, pero recién se hizo masivo cuando asumió como presidente de Ancap en el primer gobierno de Tabaré Vázquez (2005-2010), cargo que dejó para convertirse en ministro de Industria y Energía. A pesar de su pasaje por la petrolera, su nombre no quedó salpicado por las denuncias que la oposición presentó ante la Justicia por la comisión investigadora en el Parlamento. Según indicaron fuentes de la oposición a galería, si bien Martínez fue quien diseñó el plan estratégico de Ancap, y el que nombró a muchos de los cargos gerenciales, se entendió que en su accionar no hubo hechos de apariencia delictiva, sino errores en planificación, y por lo tanto no se lo podía poner al mismo nivel que al expresidente del ente Raúl Sendic.
En 2010 asumió como senador por el Partido Socialista y cinco años después fue electo intendente. Ahora es el candidato que tendría más consenso en filas oficialistas para suceder a Vázquez, alguien con quien comparte cosas en común: el Partido Socialista, la masonería, y su vínculo cercano con Ancap, algo que en el caso del mandatario se dio a partir del trabajo de su padre.
En su entorno destacan que Martínez es un hombre que se adapta a cualquier situación: que puede hablar sin problemas con un obrero o un embajador. Pero en la interna oficialista no solo reúne consensos: algunos dicen fuera de micrófonos que tiene un discurso vacío, sin contenido, y que su gestión como intendente no tiene grandes obras para mostrar.
A PEDAL
Son las 9.30 de la mañana y Martínez abre la puerta de su casa en la que vive con su señora, con la que se casó a los 19 años. Tiene tres hijas -una diseñadora, una psicomotricista y una bióloga- y siete nietos. A tres de ellos los extraña horrores, dice, porque viven en Estados Unidos, donde sus padres están haciendo estudios de posgrado. Antes, cuando podía, los iba a buscar al Liceo Francés. Todos son ciudadanos franceses por herencia de su padre. Dice que si bien nunca aprendió el idioma, la primera vez que llegó a Francia se dio cuenta de que lo tenía en el inconsciente, de escucharlo hablar en los almuerzos domingueros en casa de su abuela, entre platos de chucrut y strudel hechos con recetas de una bisabuela alsaciana.
La casa de Martínez es amplia, linda y acogedora, aunque no ostentosa. Está ubicada en uno de los mejores puntos de la rambla, frente a la Aduana de Oribe, donde el cardenal Daniel Sturla encabeza las misas multitudinarias, y donde integrantes de la comunidad católica pretendieron instalar una estatua de la Virgen María, iniciativa que truncó la Junta Departamental capitalina.Vive ahí desde hace ocho años. Un día, su señora le dijo que con una herencia que recibió por un campo en Tacuarembó había decidido comprar ese terreno estratégicamente ubicado, donde había una construcción más simple. Entre ella y su hermano se ocuparon de levantar la nueva casa, cuenta Martínez, como si quisiera dejar en claro que si bien él manda en Montevideo, las decisiones puertas adentro de su hogar las toma otra persona.
De todas maneras, la vivienda tiene algunos detalles que son responsabilidad del ingeniero de la casa: una huerta orgánica en el piso superior; un parrillero camuflado detrás de una chapa metálica que simula un armario junto al comedor; un espejo que tapa conexiones eléctricas y cables; una pequeña cava donde guarda sus vinos -no toma whisky, aclara- en el subsuelo, y un ascensor en el garaje creado para subir las bolsas del supermercado cuando llega en su auto, un Peugeot 2008 con el que va a trabajar. Le gusta destacar el valor de la "austeridad republicana" y cuenta que una vez leyó que siendo presidente, Batlle y Ordóñez iba caminando del Palacio Estévez a El Día. Por eso cree que "corresponde" que vaya y venga a la intendencia en su propio auto.
La imagen de Martínez llegando a su asunción en bicicleta fue una de las postales de aquel día, y su prédica en favor de ese medio de transporte ha sido una constante. Sin embargo, no la usa para ir a trabajar porque la mayoría de las veces termina tarde en la noche en alguno de los 400 barrios que tiene Montevideo, de los que ya recorrió 215. Los fines de semana, salvo en invierno, sí pedalea hasta El Pinar, completando un trayecto de 51 kilómetros entre ida y vuelta. En los meses de frío se sube a una bicicleta fija que tiene en su dormitorio. Así que tampoco hay fotos recientes de Martínez con casco y chaleco refractario circulando en bicicleta por las calles de Montevideo.

¿Por qué quiere ser presidente?
Yo no dije que quiero ser presidente. Tal vez la vida me lleve... Si la vida me diera la oportunidad (tararea).
Si la vida le diera esa oportunidad, ¿por qué querría serlo?
Un día estaba trabajando en una empresa con Rodolfo el Fito Bermúdez -hijo de Washington Bermúdez, un amigo personal y secretario de (Luis) Lacalle padre- con el que nos hicimos amigos en el Seminario. Vino un conocido y me dice: "Tengo un pariente que vivió 15 años en Francia, está casado con una argentina, y tiene acuerdos tecnológicos con una empresa francesa que hace máquinas de 300, 400, 500.000 dólares. Nuestro sueño es hacerlo todo en Uruguay ¿Te animás?". Era 1993, ya me había ido de Ancap hacía dos o tres años. Llegó un momento de mi vida en que había dicho la militancia no era para mí, demasiada lucha de poder y mezquindad. En el 91, después de seis años en el Secretariado Ejecutivo del Pit-Cnt, dije que quería hacer solo militancia de base. Estaba trabajando recómodo en esa empresa. Pero me gustó el desafío. Me pasó muchos años después, cuando la fábrica andaba embromada. Ahí cayó una gente que me dijo que se dedicaba al procesamiento de residuos hospitalarios y que habían visto algo que les interesaba en una feria de Chicago. Me dan catálogos de dos empresas y me preguntan si se podía hacer acá. Les dije que sí. Me contaron que los otros ingenieros con los que habían hablado les dijeron que no se podía. Para mí el desafío es algo innato. En cierto forma no sé si quiero ser presidente. Soy un tipo que soy feliz. Tengo una familia hermosa.
¿Por qué entonces quiere asumir ese desafío?
Si vuelvo a la ingeniería no me va a faltar nunca trabajo, es algo que me apasiona. Yo trabajaba en Ancap. Era ingeniero de mantenimiento, dirigía muchos montajes y proyectos muy variados. Trabajé en compresores, bombas, fabricación de tanques, cañerías, acondicionamiento técnico, soldaduras, aprendí a leer placas radiográficas. Mi padre estudió ingeniería en Francia antes de venir. De chico empecé a trabajar con él. En facultad, a mí y a mi amigo Walter Dubra nos decían "los mugrientos", porque estábamos todos los días llenos de grasa, siempre había algo para desarmar.
O sea que si tuviera que resumir por qué quiere ser presidente diría que es por el desafío.
Y un compromiso. Lo de la intendencia fue un compromiso también. Uno sintió que había mucha gente que te respaldaba. Tal vez sea por la formación católica que hoy no profeso pero respeto mucho. Creo que es el deber de cumplir, de asumir una responsabilidad con la sociedad.
¿Cómo comenzó a militar?
Mi padre era agnóstico. Trabajaba en la Embajada francesa y terminó trabajando en Sadar. No le gustaban los curas, los militares ni los políticos. Era más bien de derecha. Me acuerdo cuando se enteró que nos corrieron a balazos pintando muros cerca de casa, a una cuadra de la cárcel, yo vivía en Ellauri y García Cortinas. Terminé llegando como a la tres de la mañana y mis padres estaban levantados, el olfato paterno. "¡Los disparos eran por vos!". La ronda de la cárcel nos vio y tiraron. Por suerte no le pegaron. Se pensaron que era una especie de ocupación de tupamaros. Los tupamaros ya no existían. Cuando el golpe de Estado los tupamaros ya no existían, ya no quedaban. Fue más bien contra la CNT, contra el Frente Amplio, el golpe de Estado. Ahí sí mi padre me relajó todo.
¿Qué lo atrajo?
La causalidad de la vida. Primero me hice artiguista. En tercero de liceo tenía un profesor de Historia que era blanco, espectacular persona. Este profesor me hizo ver que Artigas no había sido tan apoyado por todo el mundo sino que también mucha gente no pensaba igual que él y le había serruchado las patas. Sobre todo lo que me impresionó fue la Guerra del Paraguay, en que cuatro de cada cinco hombres mayores de 14 habían muerto peleando... Me ayudó a formar el espíritu crítico. Tenía 14 años. Los maristas eran solo de varones. Empecé a mirar con cariño a las niñas, me integré a una barra de gurises y gurisas del Suárez. Ninguno militaba, pero muchos se decían frenteamplistas. Así que en el 71 empecé a decir que era del Frente Amplio. Ese año lo único que hice fue ir a una feria de la juventud en el Parque Rodó con amigos del barrio, con los que después salía de pintadas y que me hicieron de Defensor. Y en el 72 mi hermana trajo de Facultad de Derecho un ejemplar de El Oriental que tenía un artículo de Vivian Trías. En el 73 ya estaba en el Seminario, fui con unos amigos a una movilización contra el golpe de Estado, y vimos la represión. Yo tenía 16 años. Ahí sentí que tenía que militar contra esos energúmenos. Me costó más de dos meses encontrar un socialista que me afiliara. Empecé a militar sin entender mucho nada. Empecé a pintar muros.
Su figura y su discurso son muy diferentes a los de Mujica. Usted no hace un culto a la vida pobre, vive bien, tiene formación en buenos colegios, fue a la universidad. ¿Cree que eso le juega en contra en determinados sectores de la izquierda?
No sé. De todas formas, austero soy en mi vida personal. A mí me investigaron no con lupa, con un telescopio. No hay persona en el Estado que hayan investigado más.
Lacalle Herrera le diría que no hay nadie al que hayan investigado más que a él.
Decile a Luis, con el que me llevo muy bien y lo respeto, que a mí también. La austeridad ha sido una de mis tónicas y por eso la respeto. Me gusta vivir bien, siento que todo el mundo tiene derecho a vivir bien. Pero no soy consumista.
¿Cómo se lleva con Mujica?
Me llevo bien. Creo que en política hay gente que a veces separa demasiado las aguas. Me ha pasado de gente de algún sector político que me dice: "¿Eso de tomar mate es en serio?" o "¿eso de andar en bicicleta es en serio?". ¿Cómo no va a ser en serio? ¿Cómo van a pensar que es una pose? ¿Qué soy, un producto inventado? A mí hasta me da bronca. Siempre fui lo que fui, nunca negué. Si bien tuve una buena formación, siempre fui un hombre de fábrica, de trabajo.
Algunos allegados suyos me decían que "era un nene de Pocitos que aprendió a tener boliche en la refinería de La Teja".
Trabajé en muchas fábricas. Entré en Ancap en el 79 y a los tres meses estaba armando el gremio clandestino. Me echaron en el 83 por armar el sindicato clandestino. Ya en el 81 había terminado en un interrogatorio por los servicios de inteligencia de los militares en Ancap, por un petitorio de pago de horas extras, de eliminación de ticket de servicios médicos. Ahí quedé marcado. En mi prontuario dice: "Tuvo este problema, debe ser de izquierda porque iba al comedor de los obreros". En Ancap había dos comedores: el de los profesionales y el de los obreros. Siempre iba al de los obreros, porque era donde yo laburaba.
Durante años vivió con tres hijas y su señora...
Soy feminista.
Su gobierno en la intendencia ha tenido una prédica en ese sentido.
Porque estoy convencido. Me considero un defensor de la igualdad de derechos. Fui formado en una familia muy católica, en los valores machistas, digamos. Implicó un cambio cultural descomunal a lo largo de mi vida. Yo nunca le pegué a nadie, ni a mi mujer ni a mis hijas, jamás. En mi época la paliza era algo que existía y era reconocido como válido y como bueno. Pero el ver que actitudes de uno, fuera un comentario, un elevar la voz, hace daño a seres que quieres, te hace cambiar. Lo vi en mi compañera, en mis hijas. Se te abre mucho más el mundo por ser hombre. No es casualidad que en promedio las mujeres ganen un 30% menos que los hombres, ni de que sea más difícil llegar a cargos. La discriminación del hombre sobre la mujer es la más extendida en el tiempo.
En los últimos tiempos cobró fuerza el combate a las denuncias de acoso, con movimientos como Me Too. ¿Cómo procedería si se dieran denuncias en su administración?
No tengo ninguna duda. Algún medio de prensa se quejó por el pago del subsidio al alcalde (Rodrigo Arcamone, que renunció al Municipio C por denuncias de violencia doméstica), pero la ley es ley. Me hacía un juicio y me ganaba. En esos casos hay que censurar y a su vez ayudar a la persona a superarlo. Porque si no, ¿vamos a fusilar a la persona? Hay que ayudarlo a superar, con tratamiento psicológico. Yo a amigos míos, y a gente que ha trabajado conmigo en la vida, a no menos de diez les he dicho: "Loco, vos tenés una violencia jodida, andá a tratamiento". Y unos cuantos han ido. La violencia doméstica es un flagelo de la sociedad y es totalmente cierto que no nos damos cuenta pero está sistemáticamente hasta en el lenguaje. Yo sé que a veces parece que se pasa para el patio, pero yo trato de combatirlo con respeto. Está todo bien los chistes. Como hombre de fábrica te puedo contar el repertorio que quieras de chistes patriarcales y machistas, pero tuve que ir educándome.
Algunos sostienen que a veces los reclamos se exceden y cualquier cosa pasa a ser considerada acoso.
Y puede pasar. Pero cuando vos sistemáticamente sos excluida y te hacen todo más difícil en parte es lógico que te pases de rosca. El ser humano ha tenido gran inventiva para generar discriminación. Los que somos liberales de pensamiento, no en lo económico, defendemos la lucha contra todo tipo de discriminación y me siento consustanciado con eso. Por mi experiencia de vida de convivir con tanta mujer. Yo contribuí a que se empoderaran mis hijas; a veces con mis hijas aprendí de mis errores.
Quiere "eliminar al guarda" y no toma Uber por "solidaridad" con el taxi
¿En qué les mejoró la calidad de vida a los montevideanos?
Uno siempre dice que falta, pero creo que el tema limpieza ha mejorado. El drama es la gente que la saca para afuera o pone cosas voluminosas fuera de los contenedores. Pero estamos en niveles históricos, nunca alcanzados, de cantidad de veces que pasa el camión por contenedor. Con el Sistema de Gestión de Movilidad se ha avanzado mucho en el tránsito y se han disminuido muchísimo los accidentes, que era el objetivo. No solo se ha mejorado la facilidad del tránsito, un 15 o 20% de tiempo promedio ahorrado, yo hablo de las vidas y lesiones permanentes.
¿Qué otra cosa destaca, teniendo en cuenta que la intendencia tuvo superávit?
Los espacios públicos. Un problema gravísimo y que en parte ahí está el germen de la inseguridad, es la exclusión social. Hay gente a la que iba a verla hace diez años y tenía techo de chapa o cartón, aberturas con bolsas de nylon tapando, y trabajaba una persona cuando había cuatro o cinco en edad de trabajo. Ahora vas y trabajan tres, hicieron una planchada o algo más estable. Ya las aberturas son de PVC. Montevideo en la década de los 80, 90 y principios del 2000 tuvo un empobrecimiento en muchísimos sectores de la población que terminaron no pudiendo vivir en lugares consolidados de la ciudad, que hoy están medio vacíos. Mucha gente instaló el rancho donde podía. Ahí es imposible hacer calles porque son barriales. Ahí hay gente que tiene ingresos que están afuera de la pobreza; sin embargo, los botijas cuando van a la escuela y llueve se tienen que poner bolsas de nylon en las patas. Y no entran, por las características de las pseudocalles, la Policía, Bomberos, ambulancias y taxis. Eso también es una forma de exclusión. También se ha dado prioridad en el realojamiento a los que viven en terrenos contaminados con plombemia o mercurio, que dañan a los botijas, o a quienes estaban en terrenos inundables. También está la apuesta a la cultura. El papel en las 24 policlínicas. Siempre al que está más lejos del punto de partida hay que ayudarlo un poco más. Si mirás el mapa de Montevideo, 600, 700 millones de dólares es mucha plata. Hay que juntar varios períodos para juntar esa inversión en Montevideo.
¿Qué hace la intendencia para combatir la inseguridad?
La prioridad se la damos cuando el Ministerio del Interior nos dice. Tuvimos mucho que ver en (la demolición del complejo) Los Palomares, fuimos el principal apoyo tanto para el estudio de tuberculosis como la maquinaria para derrumbar las casas.
Muchos se quejan del estado de las veredas. ¿Qué responde?
Hicimos algo que nos pareció más inteligente: empezar a poner seis millones de pesos para cada municipio y 20 y pico para la intendencia. Las calles son de los municipios; las avenidas, de la intendencia. Pusimos una suma para que se intime, en algunos casos la intendencia y en otro los municipios. Se le cobra en tres cuotas de la contribución y eso va en un fondo para retroalimentarlo. Las calles las eligió cada alcalde, sé que 21 de Setiembre se empezó a hacer, San José, todo Grecia. Cuando el fondo sea más grande se va a poder hacer más.
¿Por qué cuesta tanto mejorar el transporte público?
El transporte está en las peores crisis de su historia. La plata no crece de un árbol. Se vendían 300 millones de boletos y hace cuatro años que ese número viene cayendo. Se están vendiendo 250 millones de boletos. Hace más de un año y medio que no movemos el precio del boleto con tarjeta, lo bajamos. La intendencia hizo un esfuerzo por objetivos: limpieza, ruidos, normalizar vendedores, empezar a controlar cumplimiento de horarios. En el precio del boleto se ha hecho un esfuerzo muy grande entre la Intendencia, los trabajadores y las empresas. La intendencia este año va a cerrar con un aumento del subsidio. Basta. Punto. Estamos en un proceso de cambio. Fuimos muy criticados, la tarjeta STM la usa más del 70%. Pero apunta a poder eliminar al guarda y poder achicar los costos y por lo tanto evitar que el sistema colapse. El proyecto 18, del que ya empezamos a hacer algo, permite reducir la cantidad de ómnibus para destinarlos a líneas locales. El montevideano quiere que el ómnibus lo lleve de la puerta a la puerta de donde va. Eso no existe en ninguna parte del mundo.
¿Tomó Uber alguna vez?
En Uruguay, no. Por solidaridad con el taxi. En el exterior sí, porque otra gente me ha llevado. No tengo nada contra Uber, negociamos, nos costó. Pero el taxi es un servicio público, tiene una tarifa conocida que es la misma durante el día y conocida en la noche, no depende de que haya más o menos taxis y un día de paro te cobra tres veces más. Tiene obligación de ir a todos lados, tiene obligación de tener un servicio mínimo. Lo estamos controlando.
También deberían tener la obligación de tener cambio.
Sí, también. Yo opino que quizá en el taxi termine desapareciendo con el tiempo el pago contado. Yo tomo taxi. En mi familia hay gente que toma Uber.
