¿Por qué no te gusta cumplir años?
Lo estoy trabajando internamente, pero odio cumplir años. Ahora estoy tratando de entender que cumplo y está todo bien. Hace un par de años decidí no festejar más porque me pongo renerviosa; siempre invitás a gente de muchos lados y no estás con nadie. Yo soy de las personas que no logra que eso fluya. No tomo alcohol, entonces la ebriedad no me ayuda a relajar (risas) y hace dos años elijo irme de viaje.
¿Por qué no tomás alcohol?
No me gusta. Ya desde la adolescencia, cuando todos empezamos a tomar, a mí no me llamaba la atención. Un par de veces tomé un poco demás y como no me cayó bien, no le he encontrado el gusto. Mis amigos y mi familia se quejan de que descorchar un vino conmigo es un embole (risas). Muero por la comida y por cocinar.
En vez de tomar una copa de vino, ¿elegís un chocolate?
Seguro elijo un chocolate. Soy muy dulcera.
Si no fueras actriz, ¿qué serías?
Seguro desarrollaba más la música y me hubiese encantado tocar el piano. También haría algo con la cocina. Yo iba a hacer Derecho y siempre jorobo con que me hubiese gustado tener un trabajo que me permitiera estar en hoteles y viajar.
¿Por qué estudiar Derecho?
De adolescente me encantaban las causas perdidas, debatir y defender lo que pensaba. Era muy terca. Me interesaba y piré con un profesor de Educación Cívica. Iba al Seminario y cuando se enteraron de que iba a ser actriz -algo que tenía decidido desde muy chiquita-, me preguntaron qué más iba a hacer. Con la crisis del 2002 me fui a un liceo público y ahí me di cuenta de que iba a ser una infeliz en Derecho. Nunca iba a ejercer. Después pasé a Comunicación y tuve un enamoramiento arrollador con la Literatura; leía mucho, sobre todo en quinto y sexto, y mi padre me dijo que fuera a Humanidades. No hice Derecho ni Comunicación: me recibí de correctora de estilo y me faltan cuatro monografías para ser licenciada en Letras. No sé si algún día lo voy a terminar, pero lo tengo pendiente.
Tus padres no tuvieron carreras en el mundo del arte. ¿De dónde vinieron tus inclinaciones artísticas?
Yo soy de las que siguen jugando de grandes. Jugaba frente al espejo como todas, consumía todos los productos de Cris Morena y lo que venía de Argentina, pero mi madre me llevó mucho al teatro. A los 20 años, y por una charla en el aire, me enteré de que, aunque a ella le encantaba el teatro, nunca pensó en actuar porque necesitaba un trabajo que le diera subsistencia. Era una época más complicada. A mí y a mi hermano -que es neurocientífico, nada que ver- nos llevaba mucho al teatro.
¿Qué heredaste de tu madre y qué tenés de tu padre? ¿En qué te reconocés?
Espero haber heredado la forma de pensar de mi madre, me gusta mucho su feminismo y su espíritu justiciero; también su gusto por la literatura y por el arte. Y mi padre tiene un sentido del humor que a veces replico cuando escribo. Dejo todo para último momento, tiendo a ser más desorganizada y trabajo más bien a presión. En eso soy más como mi padre.
¿Por qué causas militás?
En mi caso pasó algo relindo que es que mi madre, sin darme cuenta, me hizo ver que si bien pertenezco a una generación que está prendiendo fuego (en el buen sentido) y está en ebullición, somos las hijas de mujeres que fueron mamás, militantes políticas, universitarias y trabajadoras. Esas cosas, sin que las hablemos o quizás las hablemos de grande, están, estuvieron y en mí forjaron una subjetividad clara. Cuando una se reconoce feminista, se da cuenta de que todo pasa por ese tamiz. Desde la charla más pelotuda a cosas realmente importantes, es imposible que no pase desde ese lugar.
Este año estrenás una obra sobre la crisis del 2002. ¿Por qué elegiste ese momento?
La obra es una necesidad mía de reconstruir y repensar cuando yo tenía 15 años. Es un homenaje para mi familia y, charlando con gente, me doy cuenta de que es un sentir muy parecido a muchos. Yo me recontra separo de mi historia porque decidí cuidar lo que pasó en mi casa, pero siguen siendo dos hermanos y dos papás. Escribirla fue un desafío y tuve que volver a una zona oscura que tenía muy negada. Todos tenemos anécdotas muy fuertes de esa época y la adolescencia, ese momento donde empezás a construir tu identidad, estuvo muy marcado por lo que pasó. Fue muy bisagra.
¿A quién le mostrás los textos primero?
A mi mamá y a mi hermano. Esta obra se la mostré a mamá y me llamó llorando porque estaba desarmada. Ahora me estoy por juntar con ellos para leerles el texto; con mi hermano tenemos una muy buena relación. Compartimos una intimidad de secretos y es una relación que va en ascenso, está demás.
Ya hace dos años que estrenaste Terrorismo emocional, una obra que surgió como consecuencia de una separación. ¿Cuánto cambió tu forma de ver y sentir las relaciones desde entonces?
Estuve soltera bastantes años después de estar separada y, además de que me hizo muy bien, coincidió con un despertar de muchas; el mío y el de varias amigas. Estoy convencida de que no somos las mismas este año que hace tres. En muy poco tiempo nos repensamos y hay mujeres de nuestra edad escribiendo sobre el tema y sacando libros. La diferencia es radical: yo tuve la experiencia de siete años de relación, después entré en la jungla de la soltería y viví otras cosas. Es una maduración total. El otro día en una función de Terrorismo emocional me pasó que había lugares de Clara que veía desde otro lugar.
¿Hacés catarsis con la actuación?
Sí, la sanación del escenario no está en ningún otro lado. Me gozo y cada función es un mundo. Es "la" catarsis.
