Las aulas están vacías. Antes de que los alumnos se terminaran de acostumbrar a las rutinas en los centros educativos con el comienzo del año lectivo, el gobierno suspendió las clases hasta después de Semana de Turismo con el objetivo de desacelerar el avance del coronavirus. La pausa hizo que las instituciones tuvieran que desarrollar planes inesperados para continuar con los procesos de aprendizaje de forma no presencial. El plan de acción era esperable: se volcaron al universo virtual. Hay instituciones privadas que cambiaron los salones por aulas virtuales y centro públicos que aprovecharon herramientas como el Plan Ceibal. Al igual que en otras partes del mundo, los lápices fueron suplantados por el teclado y los cuadernos por pantallas para que los alumnos no perdieran prácticas en matemáticas, ciencias o historia. Pero el sacudón es inevitable y se sentirá. Así piensa Juan Manuel Petrissans, cofundador del think tank The Electric Academy, que trabaja con docentes para acercar a niños y niñas con herramientas virtuales a la educación del futuro. El experto en educación a distancia está embanderado con la necesidad del cambio, y dice que la gravedad de los efectos del coronavirus muestra la fragilidad de la visión tradicional de las clases. "Lo que estamos viendo es un manotazo de ahogado", asegura.
Desde The Electric Academy, asegura que es necesario repensar en la función de los profesores y lo que engloba el aprendizaje. También opina que los niños necesitan nuevos estímulos para potenciar sus capacidades y mostrar su opinión para sentirse parte del proceso de educación.
Usted asegura que el coronavirus provocó un punto de inflexión para la educación. ¿La pandemia muestra cierta fragilidad del sistema educativo?
Sí, yo creo que esta pandemia del Covid-19 es un punto de inflexión. Más allá de que en sí mismo es un riesgo sanitario, expuso la fragilidad de muchos sistemas fundamentales para que nuestra sociedad funcione adecuadamente. Entre ellos está el sistema de educación, pero también estamos viendo falencias en el sistema de salud y en el transporte colectivo. En la educación está clarísimo que es un desafío gigante que más de 60 países al mismo tiempo necesiten un sistema de educación a distancia para 500 millones de personas.
¿Los mecanismos que se pusieron en marcha tan solo funcionan como una respuesta inmediata o son un camino para renovar las formas de educación?
Estamos asistiendo a respuestas de emergencia, porque lo que se hizo fue simplemente trasladar la experiencia presencial a formas virtuales. Solo se adecuó una respuesta. La Unesco está recomendando la implementación de otros espacios y hay instituciones autorizadas a escala mundial que están dando mejores prácticas y recomendando el pasaje hacia lo virtual. No es lo mismo hacer un traslado hacia la educación online de forma premeditada a estar en una situación excepcional como esta. Lo que estamos viendo es un manotazo de ahogado. El aprendizaje se va a resentir y hay investigaciones que lo demuestran. Estudios de la Universidad de Cornell, por ejemplo, muestran cómo los chicos de contextos vulnerables en Estados Unidos se resienten cuando no tienen clases; ellos estudiaron específicamente los recesos de vacaciones y llegaron a probar retrocesos de entre tres y cinco meses. A mí lo que más me preocupa en este contexto es que nos olvidemos de la universalidad de la educación; estamos dando respuestas online, pero tenemos que darnos cuenta de que hay muchos lugares donde la conectividad es baja. Por más que Uruguay ha hecho las cosas bien, en muchos hogares no hay acceso a internet de forma continua o con una calidad suficiente como para poder sostener una clase en vivo.
¿Uruguay está más preparado para afrontar esta situación que otros países de la región? Los escolares y alumnos de Ciclo Básico tienen a su alcance herramientas como las ceibalitas.
Eso es un avance importante. Y estamos mejor parados que una cantidad de países en la región. Uruguay tiene una infraestructura muy buena, pero ahora se va a ver el segundo desafío; el primero es que la infraestructura esté y Uruguay está mejor parado. Y el segundo es ver qué hacemos con eso. ¿Tenemos a nuestros docentes preparados para poder encarar las formas virtuales de aprendizaje con seriedad? ¿Podemos garantizar que el proceso de aprendizaje continúe y que tenga la misma intencionalidad de antes? Ahí está el dilema del país: cuidar los aspectos metodológicos y de contenidos.
Entonces, ¿falta formación para el cuerpo docente? ¿Dónde radica la fragilidad?
Se ve en la falta de preparación porque no está contemplado en su formación profesional. Y también nos podríamos haber preparado mejor con metodologías que contemplan el entorno virtual como parte del proceso de aprendizaje.
¿Cuáles son estas metodologías?
Estaríamos mejor, por poner un caso, si más instituciones hubiesen incorporado de forma temprana conceptos como el aula invertida, que es un arreglo metodológico donde el docente se transforma en un curador de contenido para que los chicos incorporen lo teórico ya en sus casas. Ellos hacen una curaduría de videos, material para leer y recursos didácticos para que el chico vaya con los conocimientos al aula. Ahí se le pide que haga lo que tradicionalmente serían los deberes. Es muy frustrante cuando un alumno se da la cabeza contra la pared solo y sin que lo guíen. Lo que se propone es invertir la carga. ¿Cuántas veces nos pasa a nosotros que vamos a una clase de facultad, por ejemplo, nos sentamos dos horas y pensamos: "Para qué vine"? Lo que escuché lo podría haber leído en casa y después tenés que hacer un ejercicio asesino. Ahí es cuando necesito un docente. El objetivo es evitar la frustración del proceso y, repito, si se hubiese contemplado antes, hoy estaríamos en un punto mejor del que estamos. Igual hicimos bastantes deberes y estamos un poco mejor que la región.
¿Hay un país modelo donde estos sistemas funcionen?
Hay muchos casos. De hecho, nosotros en Uruguay lo trabajamos hace cuatro años. En Estados Unidos también hay centros educativos que trabajan con este modelo.
¿Es un modelo similar al homeschooling?
El homeschooling trata de llevar el proceso de aprendizaje al hogar, pero es distinto. El coronavirus también te plantea un enorme desafío porque no tenés los días de clase en las aulas. Hay que trasladarlo al hogar y empezar a pensar los cambios en el aprendizaje de forma más profunda. Nosotros, de alguna manera, le entregamos todo el proceso de aprendizaje al sistema educativo y confundimos educación con aprendizaje.
¿En qué sentido?
Creemos que el aprendizaje va a suceder en el aula y con un sistema formal y no es así porque los niños aprenden todo el tiempo y en todos los lugares. El gran desafío que nos presenta el coronavirus es recuperar esa visión del aprendizaje como un fenómeno permanente, continuo, en todos los ámbitos. ¿Qué puedo hacer como docente para que los niños continúen aprendiendo en casa, con lo que una casa tiene y qué puedo dar en el proceso de aprendizaje?
¿Se necesita un cambio estructural?
Sí, la visión tradicional incluso ha jugado en contra al propio sistema porque les estamos pidiendo mucho a los docentes. Hoy en día se les pide que sean papá, mamá, docente, mentor, coach, soporte emocional, psicológico.
La escuela hoy parece ser más que un centro educativo; es un actor fundamental en el proceso de sociabilización y el soporte del cuerpo docente trasciende el aula.
Claro, las agendas del siglo XXI y el proceso de desestructuración de la familia llevó a buscar esa figura en otro lado y así surgió la respuesta de la escuela. Pero les estamos pidiendo mucho porque no hay que cargarles toda la responsabilidad a las maestras o los profesores; todos tenemos que trabajar para encontrar las oportunidades de aprendizaje y ver cómo podemos articular ahí. Hay que pedirles a los padres y a los docentes que se preparen para nuevas dinámicas. La educación es un ámbito que en 200 años no sufrió una transformación relevante.
Los cambios en la educación son un tema de campaña y están en la agenda, ¿pero es realista pensar que los cambios llegarán a corto plazo?
Es un camino que ya empezó y yo lo veo porque trabajo muchísimo en la vinculación con la educación no formal y en los esfuerzos que se hacen territorialmente en contextos vulnerables. Es un cambio que ya se está dando, pero volvemos a lo mismo: hay que ver si se está mirando el aprendizaje o el sistema educativo. El sistema educativo formal va a costar muchísimo cambiarlo. Hay maestros y docentes que son verdaderos héroes; hay maestros en el entorno rural que hacen esfuerzos enormes o que llevan a sus alumnos al exterior para que compitan en ciencia y tecnología. Se están empezando a mostrar los resultados, pero como en todo cambio se necesita tiempo para ver el verdadero impacto y la voluntad para llevarlo a otra escala.
¿Hacen falta más estímulos para los niños? Hay estudios que muestran cómo baja su nivel de atención por la exposición a las pantallas.
Sí, necesitamos estimularlos, pero también tenemos que ser más inteligentes en los estímulos. Yo creo que a veces no es una cuestión de qué tanto estimulamos sino cualitativamente cómo colocamos el estímulo. Una cosa en la que voy profundizando en el estudio de la educación es en que nos faltan diseñadores de experiencia de usuario. En todas las industrias es más importante el cliente, que es el centro y se ha tomado como referencia para el diseño. La educación es el único ámbito donde todo el mundo pide cosas, pero nadie está pensando en qué piensa el niño; nadie nos pregunta eso. No te preguntan qué querés o cómo lo necesitás. Realmente es una industria que está de espaldas a sus clientes. Hay experiencias que se centran en los niños y son increíbles.
¿Por ejemplo?
En Brasil Ricardo Semler creó un sistema de aprendizaje con las escuelas Lumiar. Son "autogobernadas": los maestros les dan autonomía absoluta a los niños en el código de conductas. Este experimento social muestra que crean las mismas normas que los adultos, pero las respetan más y mejor porque fueron creadas por ellos. Así sienten que su opinión es relevante y se sienten parte. Sucede lo mismo con los contenidos; hay experiencias como las escuelas de Julio Fontán en Colombia o incluso experiencias norteamericanas donde realmente los chicos son partícipes de su propia currícula. Ellos hacen un acuerdo con sus mentores de qué quieren aprender y a qué ritmo lo van a ir haciendo. Se hacen cargo del proceso de aprendizaje y hay un trabajo en generar un contenido que es relevante y se adecua a lo que necesitan en ese momento. Hacia ahí hay que ir.
¿Cómo trabajan en esos cambios desde The Electric Academy?
Ahora, y por la pandemia del coronavirus, pusimos a trabajar a un equipo de 10 personas para crear 15 desafíos gratuitos que tienen que ver con esta situación. Es una chica que está recorriendo Montevideo y tiene que cumplir desafíos que los chicos hacen con cosas que encuentran en las casas. Les vamos a enseñar sobre la luz, los gases y fenómenos físicos, además de aspectos tecnológicos para que los hagan jugando. Tienen que ser cosas que no frustren y se puedan hacer en el entorno donde ahora está sucediendo, que en este momento es la casa. (Ya está disponible en su página web).
En The Electric Academy dicen que buscan "hackear" la educación. ¿Han tenido contacto con el gobierno para crear planes o trabajar en conjunto?
En el pasado hemos tenido conversaciones con Ceibal y mucho contacto con la Administración Pública. Yo incluso he estado vinculado con Unicef para trabajar en el derecho de niñas y niños de aprender en coordinación con la ANEP o el Codicen. Este gobierno entró con una serie de problemas bastante urgentes; no terminaron de acomodarse y el país ya estaba incendiado por la llegada del coronavirus y la crisis económica y laboral que está vinculada. Nosotros estábamos por lanzar un programa para aumentar el ingreso de niñas en la tecnología y habíamos hablado con ellos, pero es claro que quedó desplazado por el coronavirus. Este gobierno tiene un perfil y una vocación más reformista que el anterior y quizás por ahí estemos alineados a nivel de discurso. Están abiertos a escuchar la idea. Vamos a fluir bien, como con el gobierno anterior, pero quizás haya más espacio de oportunidad para implementar cambios. Nuestro rol ha sido desde la educación no formal porque, como te dije, el aprendizaje no se acaba en la escuela. Ahora hay que esperar a que pase el coronavirus.
