Contenido creado por Martín Otheguy
Cultura

Ahora y siempre

Murió Ray Bradbury

A los 91 años se nos fue Ray Bradbury, el legendario autor de Crónicas Marcianas, Fahrenheit 451 y El País de Octubre, entre otros libros que cautivaron la imaginación de millones de lectores agradecidos.

06.06.2012 11:31

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2012-06-06T11:31:00-03:00
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Montevideo Portal

El escritor Ray Bradbury, uno de los autores estadounidenses más importantes del Siglo XX, falleció esta mañana en Los Ángeles a la edad de 91 años.

Así lo confirmó al portal Io9 su biógrafo, Sam Weller, así como integrantes de su familia, lo que luego fue confirmado por la agencia AP. Su nieto, Danny Karapetian, aseguró a Io9 que "si tuviera que hacer alguna declaración, sería lo mucho que lo amo y lo extraño, y que espero escuchar los recuerdos que los demás tienen sobre él".-

"Influyó a tantos artistas, escritores, maestros, científicos que siempre es reconfortante escuchar sus historias. Su legado vive en su monumental cantidad de libros, filmes y obras de teatro, pero en forma más importante en las mentes y corazones de cualquiera que lo haya leído, porque leerlo era conocerlo. Era el niño más grande que conocía", agregó.

Al cumplir 80 años, Bradbury supo decir: "La gran diversión de mi vida ha sido levantarme en la mañana y correr a la máquina de escribir debido a que alguna nueva idea me había asaltado. El sentimiento que tengo día a día es parecido desde que tenía 12 años. En cualquier circunstancia acá estoy, a los 80 sin sentirme distinto, lleno de una gran sensación de alegría y feliz por la larga vida que se me ha permitido. Tengo buenos plantes para los próximos 10 o 20 años, y espero que ustedes me acompañen".

Bradbury nació el 22 de agosto en Waukegan, Illinois. Aunque fue clasificado popularmente como escritor de ciencia ficción, esta etiqueta no resultó del todo cómoda ni para él, sus colegas y principalmente los lectores más fieles de este género. "Fahrenheit 451", la novela distópica que gira en torno a un cuerpo de bomberos que debe quemar los libros -no extinguir los incendios- es quizá su obra más acorde a los cánones que suelen esgrimir los puristas de la ciencia ficción.

Su mejor obra, sin embargo, es probablemente Crónicas Marcianas, una colección de relatos que narran el intento de la Tierra por colonizar Marte. Su visión romántica del planeta rojo, más ligada a la literatura fantástica que a la línea "dura" de la ciencia ficción, es una maravillosa fábula que funciona a varios niveles y que juega con la búsqueda de un tiempo idílico, el de una infancia perdida en el inconsciente colectivo de los hombres.

El principal atributo de Bradbury, sin embargo, el que le ganó un lugar en el corazón de cualquier lector con sensibilidad e imaginación, fue su capacidad de emocionar y trascender las palabras. Más allá de las diferencias estilísticas, de los altibajos de su incansable trabajo (que abarca más de 50 libros repartidos en más de 60 años), Bradbury tiene el mérito de habernos inducido ese cosquilleo indescifrable que obtiene a veces la literatura, la alquimia de saber reordenar signos tan simples como las letras y caracteres del abecedario y transformarlas en imágenes poderosas y evocadoras, de abrir un canal directo al corazón del lector y hacerlo sentir distinto después de unas pocas páginas. Bradbury fue uno de esos autores únicos, capaces de hacen sentir especial al lector y no solamente al libro, de crear un vínculo irrepetible, personal e intransferible a otros individuos. Cada uno de sus lectores tiene derecho a sentir que su relación con la literatuira bradburiana es única e imposible de entender por los demás.

La adolescencia, juventud y madurez de muchos no sería la misma sin las palabras de Bradbury, uno de los pocos escritores capaces de desarrollar un vínculo tan cercano con esa entidad lejana y anónima que conforman los lectores. A 91 años de vida se nos fue Bradbury, y con él se fueron las suaves corrientes de los ajedrezados canales marcianos, las brisas melancólicas que marcan el fin del verano, las personas otoñales que pasan por las aceras desiertas con un sonido de lluvia, los veranos perdidos de la infancia, la extraña nostalgia por tiempos que nunca vivimos y, sobre todo, se fue un pedazo de la vida para todos aquellos que hoy en día no seríamos los mismos sin él.

 

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