Contenido creado por Gerardo Carrasco
Entrevistas

Más que un solo violín

Con Carlos Castillos, autor de "Becho, el del Violín"

"Quise hacerle un homenaje separándolo de la sombra de Zitarrosa", explicó a Montevideo Portal el periodista Carlos Castillos, autor de "Becho, el del violín" un documental acerca del músico lascanense Carlos Julio Eizmendi, el "Becho". Este mes se cumplen 25 años del fallecimiento del violinista que inspirara la famosa canción de Don Alfredo.

02.05.2010 13:09

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2010-05-02T13:09:00-03:00
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"La mayoría de la gente cree que Becho es un personaje, una ficción inventada por Zitarrosa. Eso sucede hasta en Lascano", asegura Carlos Castillos, periodista nacido en Chuy pero afincado en Montevideo desde hace años. Lo cierto es Carlos Julio "Becho" Eizmendi, que nació el 7 de febrero de 1932 en la ciudad de Lascano, departamento de Rocha, y murió el 21 de mayo de 1985 en el hospital de Clínicas de Montevideo, fue un músico de enorme talento que merece ser reconocido por sus propios méritos.

Hombre de larga trayectoria en la prensa de nuestro país, Castillos se desempeña actualmente como corresponsal para la Agencia Alemana de Noticias (DPA). En diálogo con Montevideo Portal, se refirió a los motivos que lo llevaron a rodar un documental sobre la vida de "El Becho", virtuoso músico lascanense, que fuera amigo de Alfredo Zitarrosa e inspirara una de sus piezas más populares.

"Surgió de casualidad, gracias a mi relación con Julio Dornel, un amigo que tengo en el Chuy que es periodista desde hace muchos años y tiene un gran archivo en formato VHS", explica Castillos acerca del modo en que nació la idea del documental. "Era un material que se estaba deteriorando, llenándose de hongos, y había riesgo de que se perdiera. Entonces traje esas filmaciones para Montevideo y las digitalicé, y mientras miraba los videos para clasificarlos, me encontré con un viejo reportaje a don Ángel y doña Chicha, los padres del Becho. Ella había sido maestra y fundadora del liceo de Lascano, y él era peluquero. Era una grabación de unos cuarenta y cinco minutos, dónde ellos contaban la vida de su hijo", refiere Castillos, quien de inmediato se dispuso al salvataje de ese material fílmico. "El problema es que la cinta estaba muy deteriorada y me dio muchísimo trabajo rescatar al menos algo de imagen y audio. Entonces decidí suspender un documental acerca de otro tema en que estaba trabajando, y empezar uno nuevo acerca de la vida de Becho".

El hallazgo de esa antigua entrevista de la televisión rochense, significó para el periodista el inicio de una prolongada tarea de investigación. "A partir de ese momento anduve un año y medio girando por Lascano, Barra del Chuy, Rocha y Montevideo, los lugares donde transcurrió la vida de Becho", relata. "En la Barra transcurren algunos de los episodios más interesantes de su niñez y juventud, ya que desde fines de los años treinta ya veraneaba en esa zona. Es también la época en que, siendo un adolescente, comienza a estudiar violín, y con un grupo de amigos del balneario comienzan a dar serenatas a las muchachas, aunque en realidad esas serenatas las ofrecían también para la gente del lugar, a manera de mini conciertos callejeros".

Los testimonios recogidos por Castillos sitúan a Eizmendi en el lugar de un músico de enorme talento, pero también lo acercan al estereotipo del músico bohemio, coincidiendo todos en su calidad humana. "Era muy pintoresco, porque no le gustaba tocar en serio. Eso se lo reservaba para las orquestas, pero con sus amigos y la gente del pueblo, aprovechaba para divertirse, para tocar el violín pero también para jugar con él. Por ejemplo, en la banda sonora del documental hay un registro muy curioso grabado en la casa de Zitarrosa. Becho estaba ensayando con Alfredo, y vio que el arco del violín proyectaba una sombra en el suelo, y que San Pedro -el gato de Zitarrosa- intentaba atraparla. Eso dio como resultado una grabación fantástica, donde Becho toca el violín pero a la vez juega con el gato" recuerda el autor del documental.

Al parecer ese tipo de juegos eran muy comunes en Becho, "había quien decía que él hacía hablar al violín. A veces en el Chuy iba al boliche de un tal Nicomedes Gómez, se escondía detrás de una columna y le daba las buenas noches, pero usando el violín, y el bolichero se desesperaba buscando, sin saber si la voz que le había hablado pertenecía a una persona o a un loro".


El 21 de mayo se cumplen 25 años de la muerte del músico. Para realizar su documental, Castillos recabó testimonios en varias localidades rochenses, incluída la de Lascano, cuna del artista. En todos los casos, pudo constatar que la figura del músico no era recordada más que por sus coetáneos, personas de más de sesenta años.

"Para mí sorpresa, descubrí que la mayoría de la gente joven de Lascano ignoraba que Becho era de allí, y también que había mucha gente que creía que se trataba de un personaje inventado por Zitarrosa. Y si en Lascano hay una cantidad de gente que cree eso, no es difícil imaginar que en el resto del país el desconocimiento acerca de Becho debe ser igual o mayor" explica Castillo, señalando a su vez una curiosa confusión. "Hubo gente que pensó que yo estaba haciendo un documental sobre la vida de Gerardo Mattos Rodríguez, porque a él también le decían Becho. El desconocimiento era total. Salvo en la gente de la generación del Becho o cercanas a la misma, personas que superan los sesenta años. La gente joven no lo conoce ni por asomo".


Becho toca junto a Alfredo Zitarrosa
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"La gente supo que había algo que se llamaba Becho a partir de la canción de Zitarrosa, pero casi nadie sabe que fue un eximio violinista. Tan bueno que se presentó a un concurso para una plaza en la Filarmónica de Munich, y entre doscientos aspirantes lo eligieron a él. Su talento fue reconocido también en Latinoamérica. Dirigió en Cuba, en Venezuela, en Bolivia, fue profesor de conservatorio en Bolivia e integró la Sinfónica de Maracaibo" indica Castillos, insistiendo en el talento del artista y su trayectoria internacional que contrasta con la falta de reconocimiento en su país.

"Le pregunté incluso a Renée Pietrafesa, que es una autoridad en la materia, acerca del valor del Becho, y me dijo que era un violinista de primer nivel, opinión que también me dio Daniel Lasca, que es uno de los primeros violinistas de la Ossodre en la actualidad", apunta el periodista.

En cuanto a las intenciones de su trabajo, Castillos afirma que "el documental que yo quise hacer pretendía homenajear al Becho, separándolo de la sombra de Zitarrosa, al que se nombra igualmente sobre el final, porque es insoslayable. Además, tampoco era cuestión de dejar de lado la gran relación que ellos tuvieron más allá de la música, porque eran amigos entrañables. Pero esto es un homenaje al Becho, que creo que tiene méritos más que suficientes para tener un lugarcito propio en la historia de la música uruguaya", sostiene.

 

Violín de pueblo

Una de las preocupaciones de Castillos a la hora de presentar su documental, es destacar el carácter popular y bohemio de Becho, más allá de su trayectoria en la música denominada culta. "Ese es un rasgo interesantísimo que yo me preocupé por dejar bien señalado en el documental: el Becho era un tipo popular, y por eso la banda sonora de esta película está hecha por gurises que andan por la calle, en las ferias. Uno tocando el saxo, otro que anda tocando el clarinete por la calle en su barrio, otro que toca la guitarra en un galpón, otro que toca el acordeón, etc. Castillo refiere que "se me sugirió que le pidiera a la Ossodre que interpretara el Violín de Becho, y se grabara en estudio. Pero yo quería hacer una cosa bien popular y me entusiasmé más con eso porque los gurises se prendieron. Incluso hay una chica noruega que está estudiando música acá, y se enganchó para hacer una introducción del tema con su clarinete. A toda esa muchachada que le he ido mostrando el documental y que han participado con su música, les encantó la idea de intervenir, lo que me da mucha satisfacción.


"El Becho fue un músico profundamente popular". Montevideo Portal

 


Bien se lame


"Becho el del violín" es un documental realizado con un presupuesto mínimo y un equipo de producción igualmente reducido: Carlos Castillos y nadie más. Se trata de un trabajo sin fines de lucro, hecho totalmente "a pulmón", y por el interés de su creador en rescatar del olvido al músico rochense.

Dicho trabajo "no tiene ningún apoyo ni financiación, pero no tiene prácticamente gastos" afirma con modestia el periodista, reconociendo que el capital invertido en el producto es su trabajo "Allí hay instalado un debate, acerca de si la cultura debería hacerse gratis o no. Yo presenté algunos proyectos a los Fondos Concursables, y en el Fonam, pero han sido rechazados ya un par de veces. Según me ha dicho, en algún caso ese rechazo se debió a cuestiones formales, en otros quizá fue porque no lo encontraron interesante" explica, en la certeza de que "si hubiera esperado hasta recibir fondos de algún patrocinador, no hubiera hecho nada".

"Compré una camarita chica pero de buena calidad, con buena definición, y tengo una computadora portátil con un programa de edición de videos. Esas son las herramientas con las que hice el documental", cuenta con sencillez.

"Los viajes por el departamento de Rocha los costeo con un 'auspicio indirecto' (ríe), porque tengo un primo que se encarga de la publicidad por altoparlantes en Chuy, y entre sus clientes hay una empresa de transporte que le proporciona pasajes que él no utiliza, por lo tanto yo le grabo a veces algún material que necesita y él me da los pasajes". En cuanto a los insumos utilizados, detalla que "los mini dvd que lleva mi cámara cuestan muy baratos, consigo diez por 180 pesos, y con esa cantidad puedo hacer un documental. Esos son mis gastos, y no son muy altos", afirma modesto.

"Después hago algunas copias en las que invierto algún dinero más. En este caso invertí 1500 pesos en copias, las vendí y obtuve 1.700. Yo no hago esto con fines de lucro, así que con esos doscientos pesos que sobraron, hice mas copias para regalar en centros de enseñanza".

 

Abocado a su tarea de periodista y a la realización labores "extra" como el presente documental, Castillos prefiere trabajar modestamente antes que insistir golpeando puertas. "Yo odio eso de salir a limosnear patrocinios. Me da escozor tener que salir a limosnear a un empresario o a alguna empresa para estar luego como debiendo favores", asegura. Sin embargo, a veces se encuentra con gente dispuesta a brindar apoyo de forma desinteresada. "He recibido mails de gente en el extranjero, que querían obtener una copia del documental, pero estaban también interesados en aportar. Fue el caso de personas que me escribieron desde Europa y Estados Unidos. Entonces yo les ofrecía enviárselos sin ningún cargo, pero como insistían en colaborar, les expliqué, a modo de referencia, que yo con cien dólares puedo hacer 50 copias del documental", recuerda Castillo, insistiendo en que "si quieren mandar algo, que lo hagan, pero no están obligados".

Merced a esos contactos "he mandado copias a Brasil, Francia, hacia gente que sabe que este material está hecho honestamente, y si en alguna ocasión necesitara apoyo para continuar, me lo brindarían. De cualquier manera, insisto en que no lo hago para obtener ganancia. No es mi medio de vida, simplemente lo hago porque los siento y porque me da placer".

En cuanto a la difusión local de "Becho, el del violín", su autor explica que también se trata de una tarea hecha a pulmón. "He presentado el documental en varios lugares de mi departamento, pero mi idea es que la gente aprenda a hacer películas, que no aguarden que uno llegue como un predicador cultural a pasar una película. Yo eso lo voy a a seguir haciendo, pero si la gente aprendiera a manejar una camarita y a editar, llegaríamos a un momento en que se podría hacer una producción mensual, y llegar al final de un año con material como para hacer una muestra o un festival a nivel departamental. Con esto no estoy inventando nada, es una idea surgida en el interior de Argentina, que se llama "Cine con vecinos". Yo contacté a esa gente y los voy a invitar a Rocha para que transmitan su experiencia".

 

Y ellos se juntan

El lanzamiento del film de Castillos se enmarca en una serie de homenajes al violinista en el vigésimo quinto aniversario de su muerte. Dichos homenajes incluyen las artes plásticas y el teatro.

"Mientras trabajaba en el documental, conocí a Rodolfo Picca, un lascanense radicado en La Paz, que diseñó y consiguió esculpir una placa de mármol de 1,80 de altura y 100 kilos de peso, que será colocada en una plaza de Lascano, en las inmediaciones del Liceo local, adonde concurrió "Becho". En esas andanzas también conocí a Rubens Motta, un dramaturgo del Cerro que había hecho una obra llamada "El Violín de Becho", y que la había presentado en salas alternativas de Montevideo". De esos encuentros nació la idea de un homenaje interdisciplinario.

"Con la placa de Rodolfo, La obra teatral de Rubens y mi película, le propuse a la gente de Rocha hacer toda una movida de homenaje en Lascano y la capital departamental. La idea es que la calle de Lascano que pasa junto al liceo -inaugurado por su madre y de la que él fue alumno fundador- se llame Carlos Julio Izmendi "Becho", que se coloque la placa en la plazoleta que está enfrente, y que Motta represente su obra, y que se proyecte el documental".

Sin embargo, un imponderable hizo modificar la agenda de estas actividades. "Con todo eso íbamos a arrancar un ciclo de homenajes el 7 de febrero, que es el día en que Becho hubiera cumplido 78 años. Pero el hombre clave en ese ciclo de homenajes, un conocido periodista y edil de la Junta Local de Lascano sufrió un infarto del que recién ahora se está recuperando", por eso se postergaron de momento esos homenajes en la localidad natal de Becho. "El homenaje grande que se va a realizar en breve será en la ciudad de Rocha el 21 de mayo, vigésimo quinto aniversario de la Muerte del violinista. Una sala del conservatorio de música -donde Becho fue profesor- llevará su nombre. A su vez, la Intendencia prometió hacer una exposición con los programas de los conciertos que Becho dio en el teatro 25 de Mayo de Rocha, donde debutó como concertista a los 17 años. Allí también se presentara el documental y la obra teatral de Motta."

Gracias por la emoción

Hasta el momento se realizaron tres exhibiciones, en Chuy, San Miguel y La Paloma. "Fue una gran satisfacción para mí ver como la gente se emocionaba, gente mayor llorando por la emoción, y agradeciendo por la posibilidad de vivir esa emoción" indica el autor.

"El público aplaudía espontáneamente al final del documental, pero ese aplauso obviamente no era para mí como realizador, sino para Becho, y fruto de la emoción que les producía lo que veían".

En una de las proyecciones en Chuy, se me acercó un veterano y me dio las gracias 'por este rato de emoción', y se fue muy conmovido" cuenta Castillos, quien entiende que "con lograr esas emociones el objetivo está cumplido".


Montevideo Portal/Gerardo Carrasco