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Ni lo pienses

Entrevista a Sandino Núñez

“La catástrofe de los medios no es la posibilidad de que te manipulen, sino la de que no hagan nada”, asegura Sandino Núñez, conductor y guionista de Prohibido Pensar. En entrevista con Montevideo Portal, el “filósofo de la tele” habló acerca del rol de los medios y su frecuente vacío crítico.

24.07.2009 10:30

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2009-07-24T10:30:00-03:00
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Por Gerardo Carrasco
  gcarrasco@m.uy

Sandino Núñez llegó a este mundo durante 1961, cuando Yuri Gagarin comenzaba a dar vueltas en los cielos, y los Beach Boys comenzaban a cantarle a las aguas.

Licenciado en Filosofía, es conocido en el ambiente cultural de nuestro país por sus libros, entre los que destacan Disneywar y El miedo es el mensaje. Textos iconoclastas y removedores, que pretenden incurrir en una función crítica de la realidad que – a su entender- se ejerce con reluctancias o lisa y llanamente no se ejerce. Verdadera palanca en los engranajes del Status Quo, Sandino Núñez acaba de dar un batacazo mediático. Porque desde junio conduce Prohibido pensar, un ciclo televisivo de reflexión filosófica que se emite todos los jueves por TNU, libretado por él mismo, dirigido por Leo Lagos y Diego Martino, y producido por Florencia Donagaray.

Contra pronósticos agoreros, esta “rara avis” de la pantalla, consiguió mediciones más que auspiciosas dentro de la parcela de audiencia del canal oficial. “Resultó al revés de lo que se pensaba” reconoce Sandino, aclarando que en realidad, el tema del rating no le importa demasiado. Para saber el cómo, por qué y para qué de Prohibido Pensar, Montevideo Portal se coló al backstage del programa y se lo preguntó a su creador.

 

                                                            I) El que piensa ¿pierde?


¿Cómo nace la idea de hacer un programa como Prohibido Pensar?
La idea fue de Leo y Diego. Un día vinieron a casa con una propuesta rara: hacer un programa de televisión. Lo pensé cinco minutos y acepte. La idea original de ellos era hacer un programa de filosofía en TV, pero todavía no se sabía que formato iba a tener. Mi contraoferta fue hacer algo relacionado a la crítica cultural, con el pretexto de la filosofía. Algo que tuviera algunas marcas de cuño filosófico, por ejemplo en el vocabulario. Lo que más me interesaba era intentar mostrar la filosofía funcionando, sin mayores complicaciones académicas, y sin entrar en una excesiva exposición didáctica acerca del tema.

¿Conocías precedentes, programas similares o con parecidas intenciones?
Verdaderamente no. Un poco movido por esto, vi algunas entregas del programa de Juan Pablo Feinmann en Buenos Aires, y un programa del filósofo esloveno Slavoj Žižek, Guía perversa del cine, que está un poco mejor que el de Feinmann. Posiblemente en Prohibido Pensar haya alguna similitud con lo que hace Žižek. Claro, es una producción de la BBC, así que probablemente tengan un presupuesto un poquito más alto que el nuestro.

 
 Montevideo Portal

¿Cómo plantearon el abordaje televisivo de un tema como la filosofía, sobre el que pesa a veces una reputación de aridez, tedio o excesiva abstracción?
En realidad, como la obligación no consistía en exponer la filosofía, sino la crítica en la televisión, capaz que hasta era todavía más difícil. Porque puede resultar simple exponer algo de filosofía enciclopédicamente, y hacerlo didáctico y accesible, lo cual también me gustaría mucho. Lo que pretendemos es mostrar algo del funcionamiento crítico de la filosofía, la idea de que las cosas que nos rodean no son necesariamente evidentes, ni están necesariamente dichas, pensadas o reflexionadas.

A veces uno puede, mediante el simple ejercicio de la asociación, poner en funcionamiento una estructura que más tarde o más temprano dará un resultado…todo en el imponente marco del calentamiento global (ríe) que tiene como contrapartida una cultura que se enfría cada vez más. Una cultura global, colectiva, comunicacional y ritual. Se trata de criticar esos parámetros, utilizando siempre abundantes ejemplos de la cultura de masas, de la propia televisión, de –¡qué tentación decirlo!- eso que a veces se denomina como Cultura Clase B, aunque esa expresión a esta altura no jode a nadie. Ya no vale recurrir a la marcas de esa Clase B como coartada para cosa alguna, porque están totalmente desarticuladas. Tanto se llenó de transgresores la cultura –especialmente del ’90 en adelante- que al día de hoy todos somos transgresores, ya sea en potencia o en actos. Por lo tanto, pensamos que quizá era mejor poner de nuevo en funcionamiento algo con un esqueleto conceptual más o menos claro. En lugar de hacer una gran performance, escogimos mostrar de nuevo algunas formas convencionalmente escritas del pensamiento, lo cual es raro en televisión.

Generalmente, a la hora de traducir conceptos complejos al lenguaje televisivo, es necesario simplificarlos ¿hasta qué punto se puede realizar esa simplificación sin perder lo esencial, cómo se maneja ese equilibrio?
Bueno, en realidad no estoy totalmente convencido de que para presentar un argumento en un medio masivo haya que simplificarlo.

¿A pesar del zapping?
En verdad -y siendo absolutamente honesto- estoy despreocupado por completo de eso. A lo mejor Leo y Diego, a la hora del armado y la edición, ponen atención de manera específica en ese punto. Mi preocupación se centra más bien en poder exponer, hasta donde yo entiendo con claridad, un argumento o quizá dos, y hacerlos funcionar en media hora. Para eso se puede recurrir al pretexto de algo que sea conocido: una noticia, Michael Jackson, las elecciones, etc. El arte audiovisual, el ensamblaje, la moviola, los cortes, es algo que no manejo.

Las mediciones de rating de Prohibido Pensar –dentro de los modestos parámetros de TNU- son bastante alentadores, y sugieren que existe un público interesado en ver en la pantalla algo más que lo que suele exhibirse. Incluso crítica filosófica ¿Te enteraste de repercusiones o recibiste comentarios en ese sentido?
En verdad, funciono –o tiendo a funcionar- por una especie de principio: para que se cree una buena tensión entre alguien que escribe y alguien que lee, o entre quien habla y quien escucha, es necesario evitar dos patologías. La primera es que la persona que escribe o habla se incline demasiado sobre su auditorio, se derrame como una especie de gelatina invertebrada que trabaja a demanda de la oreja del otro. La segunda es evitar cierta actitud –dios me perdone-mesiánica, de partir de la suposición de que uno dice algo que el otro no sabe.

 
 Montevideo Portal

Ahora bien, donde yo esperaba reacciones del tipo “mirá vos, este gordo se empeda y sale a decir boludeces por la tele”, me encontré con lo contrario. Más allá de que evidentemente hay puntos oscuros, y no es lo mismo el programa que leer un libro, porque el televidente no puede volver a la página anterior, lo bueno es que la gente se prende igual. Y creo que lo hace porque a lo mejor encuentra un chispazo, una asociación, que les parece que vale la pena.

¿Crees que Prohibido Pensar desmiente en alguna medida la premisa mediática de “hacemos basura porque es lo que la gente pide"?
No es que lo estemos desmintiendo sino que -hasta donde sea razonable- peleamos contra eso. La idea no es desmentir, replicar o contra argumentar, sino pelear contra ese fenómeno. Porque eso que acabás de describir –y que yo definiría como cultura mediática de la libre demanda- ha sido la gran catástrofe de la cultura contemporánea. Y consiste en hacer del otro algo que ya no tiene deseos y que no se hace cargo.

Sin embargo, quienes fabrican y difunden esos productos, esgrimen números de audiencia que les darían la razón, al menos en lo cuantitativo.
En ese sentido, hay un ejemplo que me parece escandaloso y es el de la telenovela Valientes. Si bien los folletines siempre funcionaron escribiéndose un poco sobre la marcha, esta gente trabaja sobre el minuto a minuto. Por tanto, la historia está hecha rigurosamente con lo que el espectador quiere ver, lo que equivale a decir que el guión lo escribe el rating. Si en el momento donde A y B se besan, hay un pico de rating, los tipos insisten con el beso hasta que comprueban que ya no resulta y el rating vuelve a caer, y entonces prueban otra cosa. El resultado es monstruoso: no hay historia, ni narración, ni epopeya, ni épica, ni nada. Todo está quieto exactamente en el mismo punto. Pasan los meses, los personajes se casan, se separan, etc…pero siguen las mismas funciones de base: el tipo sigue enamorado de la misma piba, la piba se pasa suspirando por él, que a su vez nunca llega, y todo así.


¿Si los programas levantaran un poco el nivel de sus contenidos, se dejaría de mirar televisión, el público los rechazaría?
Eso supone dos lecturas. La primera y más peligrosa es “la gente se habitúa a cualquier cosa”, o bien se resigna a cualquier cosa, porque saben que la gente va seguir mirando televisión, porque en definitiva no es adicta a las cosas fáciles, sino que es adicta a la televisión. Por ahí…con tal de no apagar la tele son capaces de escuchar a Heidegger (ríe). Pero ese no sería el punto.

La segunda lectura –que yo apoyo en forma muy entusiasta- es la de creer que si se da un cierto esfuerzo intelectivo por parte de la persona que está mirando, ocurre algo como un click. Entonces la persona no tiene que hacerse cargo de lo que uno está diciendo, sino que tendría la posibilidad de operar con las herramientas o estructuras que se están utilizando en el programa. Es muy distinto.

O sea, se requiere un televidente activo.
Exactamente. Entonces el milagro ocurre a otro nivel, no por el atractivo de lo que uno esté diciendo, sino por el atractivo de lo que el propio espectador puede hacer. Una cosa insólita que no sé hasta que punto se cumple.

Ante el fenómeno de la TV chatarra antes mencionado, a veces surgen oposiciones que pueden no ser las mejores. En ocasiones se desarrollan productos de “cultura oficial”, y hay quien pide reglamentaciones o censuras ¿Es viable o razonable llegar hasta la censura?
Ese es un tema delicadísimo, y lo abordamos en uno de los programas, sobre todo referido a un tipo especial de censura al que nos ha habituado la democracia mediática, y que nadie parece advertir, que es la censura de la obscenidad misma. Hay cosas que no se muestran por la sencilla razón de que no son lo suficientemente obscenas, no son lo suficientemente en joda, o no están lo suficientemente carnavalizadas., o porque no han probado suficientemente su vocación de tolerancia, es decir: de no querer juzgar. Cuando la cultura va del juicio a la tolerancia, ocurre algo muy grave. Me resulta bastante asombroso que nadie reflexione mucho sobre ese descenso que va del juicio –o la crítica- a la tolerancia. Es como hacer fuerza para habituarse a lo que tenemos al lado, porque es intratable pero tenemos que seguir viviendo con eso. No hay ningún corte, ningún esfuerzo de apropiación simbólica del otro; son cosas que me parecen jodidas.

Esta cultura ha tendido a abolir totalmente la ley, o un sentido de lo razonable, por decirlo de algún modo. Y una cultura que no tiene ley, se llena de normas, reglas y rituales. Nuestra cultura hoy está llena de rituales de pertenencia, de apropiación, de apareamiento, moda, contagio, etc. Por lo tanto, la censura opera microscópicamente en cualquier ceremonia social, lo que pasa es que no se ve. La censura más visible –y que escandaliza a los medios- es la censura verticalista y totalitaria del Estado. Sucede por ejemplo cuando Tabaré Vázquez prohíbe fumar. Es jodido, pero se le da a eso un vuelo y una estatura, que termina por opacar completamente a la otra censura. La tentación siempre va a estar entre la libertad del cuerpo social -que es en definitiva la de los medios- de decir y mostrar lo que se les cante las pelotas, y la censura -entendiéndose ésta por las prerrogativas de un poder trascendente y separado- digamos de al menos prohibir que determinadas cosas se digan en determinado horario. El problema es que a nadie se le ocurre pensar que entre el golpe despótico del censor, y la libertad psicótica de decir lo que se te cantan las pelotas, algo falta. Por ejemplo, que alguien se haga responsable de lo que dice. O al menos que aparezcan dispositivos que no sean necesariamente censores, pero sí críticos, reflexivos, razonadores. No tenemos buenos equipos simbólicos, somos cada vez más “nervios expuestos” y sólo eso.

Por ejemplo, la obscenidad de los informativos, busca cada vez menos la escena gore, el cuerpo destrozado en un accidente, y más el primer plano de la cara de la madre de la víctima de ese accidente, llorando. Es una obscenidad sumamente jodida.

Pero sucede que -por lo general- nadie se niega a participar, y la madre de esa víctima accede a exponerse a las cámaras.
Ciertamente. Nosotros delirábamos con distopías como la de Orwell, con un gran cerebro maligno que nos vigilaba y dominaba. Sin embargo, el Apocalipsis está en las antípodas de Orwell, es precisamente todo lo contrario. Una sociedad liberal, laxa, horizontal, sin jerarquías, símbolos o argumentos de ningún tipo. Por lo tanto, llena de rituales, como decíamos antes.

 
 Montevideo Portal


¿Sos optimista o pesimista respecto al futuro de esta “distopía de laxitud” que señalás?
Ni lo uno ni lo otro, aunque entiendo que el empaque de la mayoría de las cosas que se pueden decir al respecto, es de un talante oscuro. En todo caso se trata de un pesimismo retórico. Uno sabe que a veces, la lucha por una sociedad mejor –por utilizar una expresión algo vieja- supone una carga de pesimismo, porque es como la posición de combate adoptada por un luchador de sumo, que se para así (hace un ademán) porque sabe que se hace mucho más difícil tirarlo.

¿Crees que el tono del programa y los puntos de vista que plantea son un tanto apocalípticos?
Es posible, pero el reconocimiento de esa posibilidad ya es importante. Alguien dijo sobre el programa: “no entiendo a este tipo, que adjetiva la trivialidad de la comunicación masiva contemporánea -el chat, el Facebook y el celular- como terrible”, observando que “siempre hubo boludeces en nuestra cultura”. Es cierto, pero eso no quiere decir que deba haberlas.

En segundo lugar, esa adjetivación terrible intenta recuperar a veces una acción, un tipo de operación que se fue perdiendo, y en poquísimo tiempo creo que se perdió por completo. Es la capacidad que tenía cierto sector, digamos intelectual, de dramatizar la unión social. La unión social por lo regular es trágica. Ahora bien, la capacidad de poner eso en un formato literario, confesional, lírico, tormentoso, forma conciencia social, aunque parezca mentira.

Por otra parte, tenés ejemplos de lo contrario: durante una marcha contra la discriminación sexual, un periodista entrevistaba a un travesti, y este le decía “nos han discriminado toda la vida, pero aquí estamos, contentos, no hay drama”. Ahí falta una contradicción, y eso es lo terrible. Absorber esa contradicción a nivel de una cultura carnavalizada, es la faena de la cultura mediática contemporánea. Y además, apenas termina la entrevista a ese travesti, llegan los enanos bailando en el hielo, los niños violados por los padres, etc. Esa colección de marcas de lo grotesco es en cierto modo la cultura de los medios.

¿Qué pasa con el problema de la veracidad, en una era de inmediatez, donde no sólo es difícil saber si es cierto lo que se escucha o lee, sino que ni siquiera se sabe si es cierto lo que se ve en una foto o video, como sucedió en los últimos Juegos Olímpicos?
Creo que ahí conviene moverse con cierta cautela. La desconfianza con relación a la “escritura” que soporta tal o cual forma de información, en cuanto suponga una crisis de legitimidad de la escritura con las personas que la consumen, es buena. Lo es porque el lenguaje funciona en base a permanentes crisis de legitimidad. Lo que asegura una buena circulación del lenguaje social, es esa crisis: no sé si es verdad. Ese tipo de dudas, similar a la de tipos como Descartes, tiene que ver con el nacimiento de la sociedad política moderna. Se trata de que todo aquello que me dicen debe ser puesto sobre el filo de la sospecha. Porque es lenguaje y ese lenguaje es dicho por alguien, en un lugar, etc.

Pero hay un segundo punto: que las crisis de legitimidad sobre lo que se muestra –ya no lo que se escribe, sino lo que se muestra en los informativos, por ejemplo- den lugar a hipótesis conspirativas. No digo que no existan conspiraciones, pero entiendo que la hipótesis conspirativa es la última que tenemos que manejar.

En verdad, me parece que la catástrofe de los medios no es tanto la posibilidad de que te manipulen, sino la de que no hagan nada. Si un día te das cuenta de que la realidad misma puede ser una arquitectura diseñada por cuatro cinco personas malvadas, que pretenden empaquetarte, joderte y crear una mise en scène para que te la creas…podrías reaccionar: “coño, alguien está haciendo conmigo algo que yo no quiero”, y entiendo eso como pérdida de autonomía, de soberanía y como alienación. La alienación es el gran tema perdido de la política, porque ya nadie parece estar alienado, esa es la cagada. Nadie se siente alienado, y en tanto nadie se siente alienado, nadie siente que no es del todo lo que debería o querría ser, y todos somos los que podemos ser, o debemos. Por lo tanto, entre eso y que te embalsamen –que es más o menos lo mismo- no se ve la diferencia.

Por eso, para crear tensiones siempre hace falta estar un poco corrido, descentrado, y eso es algo que la cultura contemporánea, la democracia liberal y los medios masivos actuales no nos ofrecen.

La democracia liberal que mencionás, varía según regiones y países ¿conocés algún sitio donde la situación sea mejor respecto a este tema?
No, por esa cosa que se llama globalización. Creo que el capitalismo que triunfa es un capitalismo furiosamente hegemonizado por la ética protestante norteamericana, y por esas formas de cultura psicóticas que ellos mismos se han concedido, dicho esto con todas las numerosas salvedades del caso. Entonces tenemos el cine, lo audiovisual, la idea de que una imagen vale más que mil palabras, etc. Ahí tenés una suerte de rosario de piedras malditas (ríe). El problema es que el ejercicio de la crítica es algo que nadie – ni las derechas ni las izquierdas- aconseja.

 

                                                                II) ¿Qué estás pensando?


En cuanto a los formatos escritos en la pantalla de una computadora, Sandino afirma que la “practica social de la escritura” es independiente de si “se trata de un libro en papel, o un PDF en pantalla”. Sin embargo, entiende que “en la computadora hay demasiadas tentaciones como para que uno piense que esa práctica social de la escritura será respetada”.

Una persona que teclea mensajes por mail, o digita “mamá” en el celular, no es necesariamente una persona que escribe. Porque la acción mecánica de golpear teclas no es escribir, sino que se requiere todo un formato, que algunos llamarían Logoesfera, y la computadora esta llena de elementos que distraen.

Fijate que para poder ver la página de Prohibido Pensar, tuve que abrir una cuenta en Facebook. Entonces, lo primero que me aparece ante la vista es un renglón en blanco con la siguiente consigna: ¿en qué estás pensando?. El asunto es ¿a qué se debe esa violenta obligación de exteriorizar todo, o esa otra también violenta obligación de internalizar todo lo de afuera?. Supuestamente, a través de sea especie de ectoplasma, uno se expresa, pero es una forma muy pobre de expresión, como si te pincharan y vos dieras un alarido.

Toda la arquitectura de Internet, de los archipiélagos comunicativos como Facebook, etc, está hecha como para que alguien habite esta nueva red. Entonces se conforma una red de vínculos horizontales, de puntos que se empujan unos a otros, una cosa magmática. Y ahí te enterás de que alguien abrió una galleta de la fortuna, y cosas así.

Después, en un ángulo de la pantalla se me dice que tengo cinco actividades sociales en el Livingsocialnosequé. O sea, se pautan permanentemente mis actividades sociales, la obligación de decir a cada momento lo que estoy pensando y sintiendo, y la contraparte: ser por completo transparente o poroso, respecto a lo que viene de afuera.

¿No crees que esa herramienta podría ser utilizada con fines intelectualmente más complejos?
Ahí si soy bastante pesimista. Creo que el problema no es que la tecnología sea neutra, y que eventualmente sea usada por gente mala o estúpida, sino que la propia tecnología –hablando siempre de la de este tipo de redes- es estúpida, sin importar quien la usa. El vacío ritual comunicativo te convierte en un idiota, y el problema no es que vos seas un idiota, sino que no puedas resistirte a “entrar en el club”.


¿O sea que esas tecnologías no serían inocentes de crear una red que, en lugar de favorecer el desarrollo del pensamiento, favorezca las pavadas?
Yo creo que la estructura de la comunicación es apta para la pavada. El problema es el Minuto Sarasa (ríe). Ese loquito con pinta de banana que dice “sarasa sarasa”, esta diciendo que el 90 por ciento de la comunicación humana es sarasa. Entonces ¿Por qué insistir en que el capitalismo tiene que reproducirse en los rituales de la sarasa? Es algo totalmente perverso porque, naturalmente, el noventa por ciento de la capacidad que tiene la gente de gastar guita, está en la sarasa, por la sencilla razón de que es verdad. El tema es que por el simple hecho de que el noventa por ciento de la comunicación sea sarasa, yo no tengo por qué cantar el himno electrónico de la sarasa.

¿Te ves como un outsider a ese respecto?
Si, totalmente. Pero ojo: no poso de torpe. Si tengo que manejar estas redes de comunicación, lo hago sin problemas. Es más bien algo voluntario. Tampoco lo digo poniéndome en rol de virtuoso ni para demostrar que soy distinto, sino por levantar un estandarte, una advertencia.


Prohibido Pensar sale al aire por TNU los jueves a las 23.30, con repeticiones los días viernes 20.30 y domingos 20.00 hrs.

Gerardo Carrasco/Montevideo Portal

Por Gerardo Carrasco
  gcarrasco@m.uy