Contenido creado por Martín Otheguy
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POR SIEMPRE HERMANOS

Uruguay venció a Argentina 2 a 1 en el mundial de fútbol playa, con dos goles en los dos últimos minutos y se clasificó a las semifinales. La noticia, sin embargo, fue lo que aconteció al final: una batalla campal con persecución incluida.

09.11.2006

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2006-11-09T00:00:00-03:00
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"Las plantas no nos separarán", había dicho ayer Tabaré Vázquez, en referencia a la relación entre uruguayos y argentinos. La celulosa puede solucionarse, pero lo del fútbol playa es más difícil.

Uruguay venció hoy por 2-1 a Argentina, en un partido que terminó en una pelea campal, y se clasificó a las semifinales de la segunda edición del Mundial de Fútbol Playa, que se disputa desde la semana pasada en la playa de Copacabana, en la zona sur de Río de Janeiro.

Tras imponerse en el clásico sudamericano correspondiente a los cuartos de final, Uruguay se medirá a Francia, el próximo sábado, en una de las semifinales de la segunda edición del Mundial de la categoría organizado por la FIFA. Brasil y Portugal se enfrentarán en la otra semifinal.

Los uruguayos vencieron con dos goles anotados en los dos minutos finales y tras una serie de provocaciones y faltas que terminaron en una verdadera pelea campal.

Perseguidos por los argentinos, los uruguayos se refugiaron al final del partido en la enfermería de las instalaciones que fueron construidas en la playa de Copacabana para servir como escenario del Mundial.

Tras dos primeros tiempos parejos, en los que ninguna de las dos selecciones consiguió abrir el marcador, Argentina finalmente mostró un mejor nivel en el tercer periodo y anotó su gol por intermedio de Santiago Hilaire, cuando faltaban seis minutos para el final del partido.

Cuatro minutos después, sin embargo, el uruguayo Miguel, en una aparente violación a las reglas del juego limpio, estrelló en el poste argentino un balón que tendría que haber devuelto al portero Salgueiro.

Como el arquero salió del área para buscar el balón que supuestamente le pertenecería, el árbitro sancionó una falta, que el uruguayo Ricar aprovechó para empatar el resultado.

Desde ese momento una serie de empujones, provocaciones, faltas y peleas en el banquillo interrumpieron el partido. El árbitro incluso tuvo que expulsar al técnico argentino, Héctor Pedraza.

Las cosas se agravaron aún más cuando Uruguay, incentivado por los gritos de los hinchas brasileños y a pocos segundos del final del partido, convirtió en su segundo gol el cobro de otra falta.

Irritados, los argentinos comenzaron a perseguir a los uruguayos por toda la cancha y dieron inicio a una pelea campal que obligó al árbitro a ponerle fin al partido.

La pelea se extendió a las tribunas y a las salas administrativas, adonde los uruguayos corrieron para protegerse de los ataques y hasta del lanzamiento de sillas.

Miguel, cuya supuesta actitud antideportiva provocó todos los problemas, llegó a ser acorralado y golpeado antes de refugiarse en la enfermería.

"Fue una reacción natural (de los argentinos) a una jugada que no tenía por qué haber ocurrido", reconoció el uruguayo Parrillo.

"Lamentamos que haya sido así, pero en fútbol las cosas a veces ocurren así", agregó Ricar.

(EFE)