Tributo a Escanlar
Los Siete Sentidos XXIII

LA COLUMNA DE GUSTAVO ESCANLAR

Levantan, desconfío, leo, liberan, gasté, cometo, voy, demoro, quieren. La columna de Gustavo Escanlar en el portal.
15.09.2006
2006-09-15T00:00:00
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Levantan sin aviso la página www.esdeputo.com, que hace un tiempo habíamos recomendado. Yo la intentaba abrir cada tanto, pero nada, y no entendía que pasaba, si la habían saturado o si ya no estaba más. Ahora lo confirmé por la Rolling, cuyos redactores parecen estar tan figurados como yo ante el cierre de la página. En la Rolling también cuentan de la existencia de un clip de Omar -el dúo tecno-cantopopu- protagonizado por Omar -el que chupa bombillas en cámara, vecina. Miralo en www.youtube.com. Buscá también la canción "A Tabaré Vazquez se lo comió Moby Dick la ballena blanca", interpretada por un delirante que se hace llamar viejomostro.

(Internet está llena de nabos y resentidos, pero también de genios escondidos)

Desconfío de toda esta movida que pretenden imponernos respecto a la legalización de la marihuana. Yo no quiero discutir nada con nadie. El que quiera fumar que fume, y el que no quiera, que no fume. Así de simple. Para empezar, me parece tramposo justificar la legalización o la prohibición de una sustancia basándose en sus efectos sobre el organismo. Me parece que los adultos deberíamos ser libres para consumir lo que se nos canten las pelotas, ya se trate de sustancias que nos vayan a curar o a matar. La elección debería ser exclusivamente nuestra, y el estado debería remitirse a informarnos sobre los efectos que esas sustancias nos podrían provocar. En esta situación, entonces, no creo que el estado o el sistema educativo sean capaces de cumplir esa tarea. Para ellos lo más sencillo es hacer ir a la par la moral y la ciencia y permitirnos acceder a lo que ellos creen nos hará menos daño. Si yo elijo, en pleno estado de conciencia, hacerme daño, el ministerio de virtudes públicas se encargará de discriminar mis convicciones y de quitarme la libertad para elegir. Por eso, la futura discusión sobre la marihuana será una farsa más: se hablará de sus efectos, de sus pros y sus contras. Pero no se hablará de la libertad de elección que debería tener cada persona. Eso no está en la agenda.

(Y cuidado con el peligro latente, adicional, a toda esta movida legalista que por ahora sólo es declarativa: conociendo al accionar del ministerio de virtud, no te extrañe que confeccionen una lista de consumidores de marihuana, potenciales enfermos, carne de terapeutas, dignos de ser "curados" y "socializados")

Liberan pingüinos empetrolados en la Playa Mansa de Punta del Este. No entiendo por qué el diario La República no se solidariza con más compromiso ante el drama de su mascota preferida. Modestamente, opino que debería haberle dado más destaque a la noticia que involucra directamente a uno de sus dueños.

(Fue el jueves a las 10 de la mañana. Parece que los pingüinos están de moda, che)

Voy a dejar pasar tres o cuatro semanas antes de hablar del nuevo disco de Bob Dylan.

(Se llama Modern Times, y está en las disquerías, y cuesta 15 dólares, y si te copa podés aprovechar y revisar la liquidación en el Palacio de la Música)

Leo en la Rolling un adelanto del próximo libro de Enrique Symms. Me provoca una sensación bastante rara. Por un lado, Symms me parece, desde que editaba la mítica y legendaria "Cerdos y peces", un fenómeno, un fuera de serie, un tipo que cada vez que escribe deja el papel salpicado con cachos de vísceras, que usa su propia sangre como tinta. Pero por otro lado -y esto lo empecé a sentir sobre todo desde su novela anterior, El señor de los venenos- me da la impresión de que, de tan sincero y descarnado, Symms se olvida de ser leal con la historia que cuenta (y entonces exagera) y con sus personajes (y entonces los manda al frente y los traiciona). Es indudable -ya lo dijeron Capote y Charly García- que el periodista y el escritor no sabe ser más que un "amable traidor", que los excita más contar una historia que mantener una amistad. Lo que vivas con un escritor o con un periodista deja de pertenecerte, y en cualquier momento el tipo va a ventilar tus miserias y a dejarte en evidencia, en peligro o en ridículo. Pero la mayoría de los periodistas o de los escritores avisan antes de traicionar. Symms, en cambio, cuenta sin avisar, y habla de personas que no quisieran formar parte de sus cuentos. Por eso mi sensación es doble: por un lado, me encanta que exista un tipo como Symms, que no tenga límites a la hora de decirlo todo, un tipo que todo el tiempo vomite sinceridad (o lo que se entiende por sinceridad). Pero a la vez el tipo me resulta un buchón, un policía, un fundamentalista, un monje que con tal de salvarse salpica con su mierda a su entorno, a sus amigos, a sus compañeros de aventuras. Symms es un maestro del periodismo alternativo y sin pelos en la lengua. Es un pensador lúcido y radical. Es valiente y va de frente. Pero debería poder bancarse la soledad que él mismo eligió para vivir.

(El nuevo libro de Enrique Symms se llama Big Bad City, y llega en 15 o 20 días)

Gasté como mil mangos, pero compré en la calle las figuritas del álbum del Mundial que le faltaban a Gaspar. Me sorprendió descubrir que no era el único adulto comprando figuritas, y recitando mentalmente el famoso "tengo" "tengo" "falta" "tengo" "tengo". 18 estaba lleno de padres y de tíos con sus listas con los numeritos. No tenía idea de la existencia de ese enorme -y redituable- mercado paralelo, en el que la oferta y la demanda llegan a hacer que algunas figuritas lleguen a valer hasta 200 mangos -el escudo de Brasil, sin ir más lejos, una de las más codiciadas. Me imagino que las decenas de tipos que repetimos y tachamos numeritos nos sentimos niños otra vez, y disfrutamos olvidándonos del ridículo inicial, y nos acordamos del álbum de México 70 y de las selladas y de cuánto nos costó llenarlo. Llegamos a casa y las caras de felicidad del niño y del adulto, eso, eso sí que no tiene precio.

(Y eso que el álbum venía sin premios, eh. Y eso que Uruguay no había clasificado)

Quieren reglamentar la presencia de menores en los cibercafés. Otra boludez infinita de un gobierno que se sigue pasando de rosca a la hora de pretender resguardar la moral y la virtud de sus hijitos ciudadanos. El problema es que ni el gobierno ni el estado deberían erigirse en padres o tutores de los ciudadanos ni del modo en que esos mismos ciudadanos eligen divertirse o pasar sus horas. Si un adolescente desea ponerse en contacto con escenas pornográficas, o sádicas, o religiosas, o de la vida sexual de los vegetales, se lo prohíban o no, él terminará logrando su objetivo. La prohibición solo logrará sumarle morbo, excitación, deseo. Los cibercafés son puntos de encuentro, de socialización, de diversión, de educación entre pares. Si en nombre de una absurda moral se los convierte en sitios inaccesibles, lo único que se logrará es que los muchachos se reúnan en casas particulares para compartir lo que no se les permite ver en público.

(Si me permiten compartir un recuerdo, les cuento que cuando tenía 14 siempre trataba de ir a merendar a lo de Peter nada más que para vichar un rato la colección de Playboy de su padre el capitán de corbeta. Todavía guardo en el disco duro alguna playmate para usar en casos de emergencia)

Cometo un evidente error de tipeo. En la columna anterior escribí "australiana" en lugar de "austríaca". Eso alcanzó para que más de cuatro se indignaran por mi ignorancia y mi falta de cultura general y mi falta de información. Dos cosas: a) el error no hace al fondo del asunto. Para lo que yo quería decir daba lo mismo que la muchacha fuera austríaca o peruana. b) todos cometemos errores, obviamente. Pero para algunos tarados, los errrores que cometa yo siempre serán más graves.

(¿Sabés qué? Que se vayan a la mierda. Los monjes de la perfección ya me tienen repodrido)

Demoro en contestar algunos mails. Disculpen. Mi máquina está en el CTI. Espero que esta semana resucite.

(Aunque hay cuatro o cinco pelotudos a los que no les voy a contestar aunque la máquina esté hecha un tiro)