Contenido creado por María Noel Dominguez
Columnistas

Talento y dignidad

HISTORIAS MÍNIMAS

Hace un par de días estuvo mi amigo Denis a visitarme. Es cantante y canta, sobre todo, flamenco. Me contó que este verano estuvo cantando mucho en Punta del Este.

(Por Federico Roca)

30.03.2006

Lectura: 4'

2006-03-30T00:00:00-03:00
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Por Federico Roca, federicor@montevideo.com.uy


El asunto es que este verano también estuvo en Punta del Este el español Joaquín Cortés, que, para los que no lo sepan, es uno de los más altos exponentes modernos del baile flamenco. Cortés, de gira por América del Sur, venía de Santiago de Chile y cuando llegó a Uruguay se enteró de que su cantaor se le había quedado enredado en unas polleras chilenas y no se había tomado el avión a tiempo. Así que llegó a Punta del Este sin cantante para su show.

En el Conrad le dijeron que por ahí cerca había un muchacho uruguayo cantando flamenco, que de hecho había cantado para algún evento del hotel y que, si quería, podían contactarlo para ver si le salvaba la función. Y eso hicieron. Llamaron a Denis y le dijeron que Joaquín Cortés tenía interés en escucharlo. Denis, con el corazón en la boca, fue a entrevistarse con Cortés.

Pensó que el encuentro iba a ser en el mismo lugar del espectáculo, pero no, lo hicieron pasar directamente a las habitaciones del famosísimo bailarín. Rato después estaba sentado con Cortés en sus habitaciones, cantando con él. A Cortés le gustó mucho el arte de Denis y le pidió que cantara en su función.

Hicieron la función, que fue un éxito, y tan entusiasmado quedó Cortés con Denis, que se lo llevó al show que tenía en Buenos Aires. También les fue muy bien allá. Denis, como buen uruguayo que es, me contaba la cosa restándole toda importancia.

Debería corregir: como buen uruguayo humilde que es, porque también están los otros, como en todos lados, que estuvieron parados un minuto y medio al lado de alguien famoso y lo cuentan para toda la vida, como si algo de la gloria de ese famoso se les hubiera pegado por el simple hecho de haberlo visto de cerca.

Estén atentos, si escuchan o leen por ahí que va a cantar Denis Picardo, les recomiendo muchísimo que lo vayan a escuchar: es excelente.

Y ayer recibí un e-mail de mi amigo Andrés Esteche, que vive en Suecia desde hace años y que es uno de los finalistas de la versión Sueca de Operación Triunfo. Sacó hace unas semanas una canción nueva (ya tiene un disco solista editado), que todavía está en los rankings suecos, que estuvo varios días en los primeros puestos, y hasta se mantuvo tres puestos por encima de Madonna durante una semana.

No es poca cosa. Suecia es Europa, y Madonna es Madonna. Pienso que estar en un ranking europeo por encima de Madonna tiene que tener algún mérito. Andrés se fue de Uruguay porque sentía que el país ya no tenía nada para ofrecerle.

Por ejemplo la posibilidad de vivir de su arte, porque estudiar, estudió mucho y pasó por varias escuelas. Vivir de su arte, como cualquier trabajador. La suya fue una apuesta a la dignidad. Andrés canta, baila y actúa, y todo lo hace bien.

Pero claro, ¿cómo se hace en este país para no traicionar la verdadera vocación con un trabajo de oficina? Y lo digo sin desmerecer en lo más mínimo a los trabajos de oficina. Es un tema complicado. No digo que no se pueda, pero es realmente difícil, agotador y, muchas veces, frustrante ser artista en Uruguay.

Creo que nos cuesta ver a los artistas como lo que son: trabajadores. En Uruguay, por ejemplo, un artista no puede jubilarse de artista. Me parece una cosa terriblemente injusta, porque escribir un libro, escribir una canción, pintar un cuadro, montar una obra de teatro, lleva mucho tiempo y esfuerzo.

Tanto como cualquier otro trabajo. Por supuesto que a Andrés se le hace muy difícil su carrera en Europa, no todo son rosas, pero al menos tiene la certeza de que todo su esfuerzo no es en vano. En Uruguay los artistas no tienen esa certeza, ahí está Denis, sin ir más lejos, cantando en boliches para parar la olla.

No sé por qué, pero todo el asunto me huele a flagrante violación de los derechos humanos.

Por Federico Roca, federicor@montevideo.com.uy