El 1° de marzo no sólo se cumplió el primer año de
gobierno progresista. Como un símbolo de la nueva era también
entró en vigencia la prohibición dispuesta por el decreto 268/05
del 5 de setiembre de 2005 que, sorprendentemente, parece no haber generado
mayores polémicas ni resistencias. Y no se trata de una medida aislada,
porque la cruzada antitabaco que ha emprendido el gobierno ha sido uno de los
ejes centrales de las políticas públicas en su primer año,
junto al plan de emergencia, la política laboral y los derechos humanos.
En el correr de 2005 se aprobó la friolera de seis decretos relativos
al tema, en los que se establecen diversas prohibiciones y restricciones. Para
colmo, el decreto de marras resulta de anular un decreto anterior, algo más
sensato, que obligaba a establecer áreas para fumadores en restaurantes,
bares y lugares de esparcimiento, como la norma vigente en España. Las
exigencias desmedidas para establecer esas zonas de fumadores generaron la airada
protesta de los pequeños comerciantes que preveían la imposibilidad
de cumplir con el decreto. ¡Por qué no se habrán callado
la boca! Como unos angelitos le sirvieron en bandeja a los guardianes de la
salud pública la posibilidad de realizar su sueño: establecer
por decreto ''...que todo local cerrado de uso público y toda área
laboral, ... , deberán ser ambientes 100% libres de humo de tabaco''
lo que ubicará a nuestro país entre los escasísimos smoking
free countries en el mundo, un selecto club de dudoso prestigio que incluye,
entre otros, al muy avanzado reino de Bután.
Sorprende que no haya generado resistencia (salvo la destemplada y poco auspiciosa
del dueño de un restaurante) un decreto que restringe duramente los derechos
de cerca de una tercera parte de la población adulta del país,
sin que se haya producido un debate previo y... por decreto, no por ley, es
decir por la vía de una simple decisión administrativa que se
basa en criterios técnicos. Claro que la aceptación pasiva podría
resultar de la evidente conveniencia de la norma y de un consenso generalizado
acerca de sus bondades.
Precisamente tal conveniencia aparece en los ''resultandos'' del
decreto. Según él, ''resulta'' que existe una ''comprobación
científica e inequívoca de los efectos perjudiciales que provoca
en términos de mortalidad, morbilidad, y discapacidad para la salud de
los uruguayos las enfermedades tabaco dependientes''. Si las enfermedades
tabaco dependientes son aquellas que pueden adquirir los fumadores como directa
consecuencia de su hábito –por más que tengo serias dudas
de que la evidencia sea tan inequívoca, ya que es bastante difícil
saber a ciencia cierta qué daño, cuánto daño, ni
cuándo se va a producir- no pretendo discutir que fumar pueda ser perjudicial
para la salud, como rezaba la clásica y mucho más sensata advertencia
del Ministerio de Salud Pública. Pero eso no habilita prohibición
alguna, porque si fueran a prohibirse las sustancias cuyo consumo (a partir
de ciertas cantidades) puede ser nocivo, sólo podríamos ingerir
chinchulines, papas chips y bebidas alcohólicas en la vía pública
o en la privacidad de nuestros hogares.
En todo caso lo que amerita la comprobación científica de los
daños que puede provocar el hábito de fumar tabaco es informar
a la población. Será por eso que las autoridades de la salud imprimieron
un afiche con un aerosol en forma de cigarrillo que dice ''humanicida''
o que pusieron un cartel en la fachada del Ministerio de Salud Pública
que advierte ''Fumar mata''. Caramba, ¡cuánta información
y qué detallada! ¿Cómo no dejar de fumar inmediatamente
apenas uno se entera de semejante comprobación científica e inequívoca?
Y, sobre todo, ¿cómo no sentirse feliz y, especialmente, sorprendido
de no haber muerto ni matado a nadie a su alrededor, a pesar de haber fumado
durante décadas? ¿Cuál es el significado de semejante expresión?
¿A quién mata? ¿Cómo lo mata? ¿Cuándo
lo mata? ¿No se les estará yendo la mano?
Mata un balazo en la cabeza (no siempre, aunque es bastante probable); mata
tirarse al vacío desde una altura considerable (con un nivel de eficacia
proporcional a la altura). Incluso mata el escape de los automóviles,
al menos si se deja el motor encendido dentro de un garage cerrado durante varias
horas. Por eso los suicidas suelen elegir estos últimos métodos
en lugar de comenzar a fumar compulsivamente. En definitiva, la afirmación
es tan disparatada como decir que los negros son ladrones o que los bailarines
son homosexuales por el mero hecho de que exista una asociación estadísticamente
significativa entre una cosa y la otra. Pero claro, cualquiera se cuidaría
bien de formular semejantes aseveraciones bajo pena de ser públicamente
denostado por racista y homofóbico.
Lamentablemente, los fumadores no tenemos la suerte de los homosexuales, porque
nadie protesta cuando los guardianes de la salud dicen que somos enfermos que
debemos ser curados. Si quisieran informar deberían decir que el promedio
de vida de los fumadores es algo menor al de los no fumadores (entre 6 y 8 años
menos dependiendo del estudio). Si quisieran informar no dirían que ''fumar
durante el embarazo perjudica a su hijo'', como reza la advertencia actual
del Ministerio de Salud Pública en las cajas de cigarrillos (¿qué
perjuicio? ¿qué hijo?). Dirían que el promedio del peso
al nacer de hijos de madres que fumaron durante el embarazo es 200 gramos menor
al de los hijos de las madres que no lo hicieron. Ninguna de estas cosas me
fue informada por las autoridades, las encontré en publicaciones científicas
luego de mucho buscar en Internet. Lo que no logré saber –quizá
porque ya estaba aburrido- es en qué puede ser perjudicial pesar 200
gramos menos al nacer. En mi caso mi madre me lo hubiera agradecido, y eso que
ella fumó. En definitiva, si el problema es que fumar es dañino
para la salud, ya lo sabíamos y el gobierno no ha hecho absolutamente
nada para que estemos mejor informados al respecto.
ALGUNOS DATOS DE CUANDO TODAVÍA LEÍA
Pero claro, se supone que los ambientes 100% libres de humo de tabaco se establecen
para proteger la salud de los no fumadores. Que fumar hace mal ya lo sabíamos
desde hace décadas, pero sólo hace unos 15 o 20 años se
comenzó a difundir y luego a generalizar la idea de que la salud de los
no fumadores se perjudicaba por causa de los fumadores. Ya hace algunos años
que expresiones como ''fumador pasivo'' y humo de segunda mano o humo
de tabaco ambiental (SHS y ETS por sus siglas en inglés) se han incorporado
al lenguaje habitual. Sin embargo, en este punto la cosa no es tan sencilla
como en el anterior, ya que las comprobaciones científicas distan mucho
de ser inequívocas.
Más bien se trata de resultados de investigación parciales y
contradictorios que, en muchos casos, encuentran cierta relación entre
la condición de fumador pasivo y algunas enfermedades, aunque, aún
en estos casos, el incremento del riesgo es bajo y sin consecuencias de mortalidad.
De todas formas se podría aceptar que existe evidencia científica
de que la exposición de no fumadores al ETS puede conllevar algún
riesgo para su salud. El problema es que esa evidencia refiere a fumadores pasivos
en hogares y lugares de trabajo cerrados donde se fuma. Es decir que los fumadores
pasivos que podrían llegar a tener algún riesgo para su salud
deben pasar muchas horas por día encerrados en lugares llenos de humo
de tabaco durante muchos años para considerarse tales.
Aunque parezca mentira y después de mucho leer, debo comunicar a las
autoridades y a la población en general que no existe evidencia científica
alguna de riesgos para la salud por exposición al humo del tabaco en
bares, restaurantes y lugares de esparcimiento así como tampoco existe
estudio alguno sobre riesgos para la salud de los no fumadores en lugares de
trabajo que hayan establecido áreas para fumadores.
¿Por qué entonces ambientes 100% libres de humo de tabaco? Si
se quisiera proteger a los no fumadores, debería alcanzar con establecer
áreas para fumadores en los lugares de trabajo que ni siquiera serían
necesarias en bares y restaurantes, aunque ningún fumador se opondría
a su existencia. El único argumento que he encontrado es que algunas
toxinas presentes en el humo del tabaco persisten en el ambiente, aunque nadie
sabe que sean perjudiciales. Más aún, como el riesgo de los fumadores
está en función de la cantidad que fumen, seguramente el riesgo
para los fumadores pasivos es bajo, simplemente porque los fumadores pasivos
fuman muy poco.
Los estudios a partir de la presencia en no fumadores de metabolitos de sustancias
que forman parte del tabaco, sugieren que los fumadores pasivos (los verdaderos,
los que pasan muchas horas por día en ambientes llenos de humo de tabaco)
fuman del orden de un cigarrillo por mes. Entonces una persona no fumadora que
trabaje en un lugar con áreas para fumadores o que vaya frecuentemente
a bares y restaurantes donde se fuma, no fuma prácticamente nada y, por
lo tanto, no debería tener riesgo alguno para su salud. O sí,
seguramente tiene riesgos, pero ninguno derivado del humo de tabaco ambiental.
TE REPRIMO PORQUE TE QUIERO
Cabe entonces preguntarse cómo hemos llegado a una prohibición
tan implacable y a una política represiva de semejante magnitud (la multa
es de un valor varias veces superior a la que se aplica en países desarrollados).
Creo que es posible encontrar la explicación en el propio decreto, del
que nos falta citar su segundo ''resultando''. En este caso resulta ''que la
evidencia científica demuestra que los ambientes 100% libres de humo
de tabaco, no sólo protegen la salud de los no fumadores, sino que también
aumentan los índices de cesación y disminuyen notoriamente la
cantidad de tabaco consumida por aquellos que aún continúan fumando,
contribuyendo asimismo a disminuir la aceptabilidad social y por tanto desalienta
el inicio del consumo en jóvenes''.
Parece ser que el redactor del decreto, vaya a saber si por pura honestidad
o por la premura del momento, devela cristalinamente sus intenciones dejando
el problema del fumador pasivo en un segundo plano y poniendo el acento en el
objetivo principal: que no es otro que lograr que los fumadores dejemos de fumar.
Pero antes de ocuparnos de esta cuestión quiero repetir que los ambientes
100% libres de humo de tabaco NO protegen la salud de los fumadores si los comparamos
con ambientes con áreas para fumadores, ni tampoco protegen la salud
de los no fumadores que concurren a bares, restaurantes y lugares de esparcimiento,
aunque no tengan áreas para fumadores y reclamo que si alguien conoce
alguna investigación en ese sentido, la divulgue (yo ya dejé de
leer).
Ahora sí, vayamos a lo importante de este segundo resultando que es
la exposición frontal del objetivo del gobierno en su cruzada antitabaco.
Tal parece que se ha comprobado científicamente que la prohibición
implacable y la represión feroz hacen que los fumadores dejen de fumar
o fumen menos. ¡Vaya descubrimiento! También la persecución
de los judíos en la edad media hacía que muchos de ellos se convirtieran
al cristianismo y no quiero hacer analogías más cercanas y dolorosas.
O sea que después de toda la cháchara, del fumador pasivo y todo
eso, resulta que lo que quieren hacer es que dejemos de fumar. Y de pesado,
no con información y argumentos sino con prohibición y represión,
palo y palo. Y, por si fuera poco, ''contribuyendo a disminuir la aceptabilidad
social'', o sea, sometiendo al fumador al escarnio público y la
humillación. Porque nos quieren obligar a fumar en las veredas, en pleno
invierno, bajo las peores condiciones climáticas, mientras los saludables
no fumadores nos observan desde los cálidos y confortables interiores,
sintiéndose seguros y superiores. Y si ni siquiera con esto lograran
hacernos desistir, estarían produciendo nueva evidencia científica
para que las futuras investigaciones fueran aún más inequívocas;
los fumadores se morirán cada vez más jóvenes porque al
natural deterioro de sus aparatos respiratorios, añadirán frecuentes
exposiciones a la humedad, el frío y la lluvia. El lema de la campaña
parece ser, deja de fumar o prepárate para sufrir.
Evidentemente estamos viviendo el momento culminante de una furiosa cruzada
antitabaco que hace cualquier cosa menos informar. Se trata, fundamentalmente,
de una campaña moralista y no de una política de salud pública,
porque se concentra en exigirnos una vida buena, como debe ser según
sus promotores. Es, esencialmente, la misma actitud que ha promovido la iglesia
católica en relación con el SIDA: promueve la abstinencia sexual
en lugar del uso del condón. Las cosas que se hacen por puro placer no
parecen gozan de buena prensa entre los moralistas. Se trata de imponer el modelo
de vida de seres superiores (los que no fuman, los que dejaron, la gente sana)
sobre nosotros, seres inferiores, enfermos, personas débiles de carácter
que no somos capaces de controlar con nuestra voluntad los viles impulsos de
nuestra carne.
Peor aún, se trata de una campaña terrorista, porque se propone
atemorizar a la gente. Durante años han atemorizado a los no fumadores
que, a esta altura, creen que si alguien enciende un cigarrillo a su lado, extraordinarias
mutaciones comenzarán a ocurrir dentro de su organismo. Asusta a los
jerarcas de las oficinas públicas y de las empresas privadas, haciéndolos
responsables de imponer la prohibición. Y aterroriza a los bolicheros,
especialmente a los pequeños bolicheros, que si llegaran a tener que
pagar una multa tendrían que cerrar, sin más.
HACIA LOS FUMADEROS CLANDESTINOS
Una política seria de salud respecto al tabaco debería
incluir en primer término una campaña de información, verdadera
información, amplia y detallada, para que los ciudadanos estén
en mejores condiciones de tomar sus propias decisiones. Y una medida sensata
que contempla los derechos de fumadores y no fumadores es establecer áreas
de fumadores adecuadas, cómodas y ventiladas, que, por un lado, liberen
a los no fumadores de la molestia de sentir el humo del tabaco (y de algún
riesgo para su salud, si es que lo hay), pero que al mismo tiempo no someta
a los fumadores a la molestia, la humillación y el riesgo de tener que
salir al exterior a disfrutar de su placer prohibido.
Lo único que resta por saber es qué pasará con la prohibición.
¿Se tratará de una de las tantas normas que se cumple a medias
como los límites de velocidad en carretera (que por cierto he oído
decir que superarlos implica riesgos para la salud de los no corredores) o será
una de esas excepciones respetada a la fuerza como el estacionamiento tarifado
de autoparque? Quizá sea demasiado optimista, pero me cuesta creer que
no podamos volver a fumar en un bar, tomando una cerveza, viendo un partido
de fútbol.
Sea como sea, los buenos fumadores, los que lo hacemos por placer y con convicción,
seguiremos fumando, donde sea, incluso en fumaderos clandestinos si llegara
a ser necesario, como tantas otras cosas necesarias o placenteras que están
prohibidas pero se siguen haciendo.
* Licenciado en Ciencia Política
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