VERSIÓN PARA IMPRIMIR | 17.03.2006 |
El 1° de marzo no sólo se cumplió el primer año de gobierno progresista. Como un símbolo de la nueva era también entró en vigencia la prohibición dispuesta por el decreto 268/05 del 5 de setiembre de 2005 que, sorprendentemente, parece no haber generado mayores polémicas ni resistencias. Y no se trata de una medida aislada, porque la cruzada antitabaco que ha emprendido el gobierno ha sido uno de los ejes centrales de las políticas públicas en su primer año, junto al plan de emergencia, la política laboral y los derechos humanos. En el correr de 2005 se aprobó la friolera de seis decretos relativos al tema, en los que se establecen diversas prohibiciones y restricciones. Para colmo, el decreto de marras resulta de anular un decreto anterior, algo más sensato, que obligaba a establecer áreas para fumadores en restaurantes, bares y lugares de esparcimiento, como la norma vigente en España. Las exigencias desmedidas para establecer esas zonas de fumadores generaron la airada protesta de los pequeños comerciantes que preveían la imposibilidad de cumplir con el decreto. ¡Por qué no se habrán callado la boca! Como unos angelitos le sirvieron en bandeja a los guardianes de la salud pública la posibilidad de realizar su sueño: establecer por decreto ''...que todo local cerrado de uso público y toda área laboral, ... , deberán ser ambientes 100% libres de humo de tabaco'' lo que ubicará a nuestro país entre los escasísimos smoking free countries en el mundo, un selecto club de dudoso prestigio que incluye, entre otros, al muy avanzado reino de Bután. Sorprende que no haya generado resistencia (salvo la destemplada y poco auspiciosa del dueño de un restaurante) un decreto que restringe duramente los derechos de cerca de una tercera parte de la población adulta del país, sin que se haya producido un debate previo y... por decreto, no por ley, es decir por la vía de una simple decisión administrativa que se basa en criterios técnicos. Claro que la aceptación pasiva podría resultar de la evidente conveniencia de la norma y de un consenso generalizado acerca de sus bondades. Precisamente tal conveniencia aparece en los ''resultandos'' del decreto. Según él, ''resulta'' que existe una ''comprobación científica e inequívoca de los efectos perjudiciales que provoca en términos de mortalidad, morbilidad, y discapacidad para la salud de los uruguayos las enfermedades tabaco dependientes''. Si las enfermedades tabaco dependientes son aquellas que pueden adquirir los fumadores como directa consecuencia de su hábito –por más que tengo serias dudas de que la evidencia sea tan inequívoca, ya que es bastante difícil saber a ciencia cierta qué daño, cuánto daño, ni cuándo se va a producir- no pretendo discutir que fumar pueda ser perjudicial para la salud, como rezaba la clásica y mucho más sensata advertencia del Ministerio de Salud Pública. Pero eso no habilita prohibición alguna, porque si fueran a prohibirse las sustancias cuyo consumo (a partir de ciertas cantidades) puede ser nocivo, sólo podríamos ingerir chinchulines, papas chips y bebidas alcohólicas en la vía pública o en la privacidad de nuestros hogares. En todo caso lo que amerita la comprobación científica de los daños que puede provocar el hábito de fumar tabaco es informar a la población. Será por eso que las autoridades de la salud imprimieron un afiche con un aerosol en forma de cigarrillo que dice ''humanicida'' o que pusieron un cartel en la fachada del Ministerio de Salud Pública que advierte ''Fumar mata''. Caramba, ¡cuánta información y qué detallada! ¿Cómo no dejar de fumar inmediatamente apenas uno se entera de semejante comprobación científica e inequívoca? Y, sobre todo, ¿cómo no sentirse feliz y, especialmente, sorprendido de no haber muerto ni matado a nadie a su alrededor, a pesar de haber fumado durante décadas? ¿Cuál es el significado de semejante expresión? ¿A quién mata? ¿Cómo lo mata? ¿Cuándo lo mata? ¿No se les estará yendo la mano? Mata un balazo en la cabeza (no siempre, aunque es bastante probable); mata tirarse al vacío desde una altura considerable (con un nivel de eficacia proporcional a la altura). Incluso mata el escape de los automóviles, al menos si se deja el motor encendido dentro de un garage cerrado durante varias horas. Por eso los suicidas suelen elegir estos últimos métodos en lugar de comenzar a fumar compulsivamente. En definitiva, la afirmación es tan disparatada como decir que los negros son ladrones o que los bailarines son homosexuales por el mero hecho de que exista una asociación estadísticamente significativa entre una cosa y la otra. Pero claro, cualquiera se cuidaría bien de formular semejantes aseveraciones bajo pena de ser públicamente denostado por racista y homofóbico. Lamentablemente, los fumadores no tenemos la suerte de los homosexuales, porque nadie protesta cuando los guardianes de la salud dicen que somos enfermos que debemos ser curados. Si quisieran informar deberían decir que el promedio de vida de los fumadores es algo menor al de los no fumadores (entre 6 y 8 años menos dependiendo del estudio). Si quisieran informar no dirían que ''fumar durante el embarazo perjudica a su hijo'', como reza la advertencia actual del Ministerio de Salud Pública en las cajas de cigarrillos (¿qué perjuicio? ¿qué hijo?). Dirían que el promedio del peso al nacer de hijos de madres que fumaron durante el embarazo es 200 gramos menor al de los hijos de las madres que no lo hicieron. Ninguna de estas cosas me fue informada por las autoridades, las encontré en publicaciones científicas luego de mucho buscar en Internet. Lo que no logré saber –quizá porque ya estaba aburrido- es en qué puede ser perjudicial pesar 200 gramos menos al nacer. En mi caso mi madre me lo hubiera agradecido, y eso que ella fumó. En definitiva, si el problema es que fumar es dañino para la salud, ya lo sabíamos y el gobierno no ha hecho absolutamente nada para que estemos mejor informados al respecto.
Más bien se trata de resultados de investigación parciales y contradictorios que, en muchos casos, encuentran cierta relación entre la condición de fumador pasivo y algunas enfermedades, aunque, aún en estos casos, el incremento del riesgo es bajo y sin consecuencias de mortalidad. De todas formas se podría aceptar que existe evidencia científica de que la exposición de no fumadores al ETS puede conllevar algún riesgo para su salud. El problema es que esa evidencia refiere a fumadores pasivos en hogares y lugares de trabajo cerrados donde se fuma. Es decir que los fumadores pasivos que podrían llegar a tener algún riesgo para su salud deben pasar muchas horas por día encerrados en lugares llenos de humo de tabaco durante muchos años para considerarse tales. Aunque parezca mentira y después de mucho leer, debo comunicar a las autoridades y a la población en general que no existe evidencia científica alguna de riesgos para la salud por exposición al humo del tabaco en bares, restaurantes y lugares de esparcimiento así como tampoco existe estudio alguno sobre riesgos para la salud de los no fumadores en lugares de trabajo que hayan establecido áreas para fumadores. ¿Por qué entonces ambientes 100% libres de humo de tabaco? Si se quisiera proteger a los no fumadores, debería alcanzar con establecer áreas para fumadores en los lugares de trabajo que ni siquiera serían necesarias en bares y restaurantes, aunque ningún fumador se opondría a su existencia. El único argumento que he encontrado es que algunas toxinas presentes en el humo del tabaco persisten en el ambiente, aunque nadie sabe que sean perjudiciales. Más aún, como el riesgo de los fumadores está en función de la cantidad que fumen, seguramente el riesgo para los fumadores pasivos es bajo, simplemente porque los fumadores pasivos fuman muy poco. Los estudios a partir de la presencia en no fumadores de metabolitos de sustancias que forman parte del tabaco, sugieren que los fumadores pasivos (los verdaderos, los que pasan muchas horas por día en ambientes llenos de humo de tabaco) fuman del orden de un cigarrillo por mes. Entonces una persona no fumadora que trabaje en un lugar con áreas para fumadores o que vaya frecuentemente a bares y restaurantes donde se fuma, no fuma prácticamente nada y, por lo tanto, no debería tener riesgo alguno para su salud. O sí, seguramente tiene riesgos, pero ninguno derivado del humo de tabaco ambiental.
Parece ser que el redactor del decreto, vaya a saber si por pura honestidad o por la premura del momento, devela cristalinamente sus intenciones dejando el problema del fumador pasivo en un segundo plano y poniendo el acento en el objetivo principal: que no es otro que lograr que los fumadores dejemos de fumar. Pero antes de ocuparnos de esta cuestión quiero repetir que los ambientes 100% libres de humo de tabaco NO protegen la salud de los fumadores si los comparamos con ambientes con áreas para fumadores, ni tampoco protegen la salud de los no fumadores que concurren a bares, restaurantes y lugares de esparcimiento, aunque no tengan áreas para fumadores y reclamo que si alguien conoce alguna investigación en ese sentido, la divulgue (yo ya dejé de leer). Ahora sí, vayamos a lo importante de este segundo resultando que es la exposición frontal del objetivo del gobierno en su cruzada antitabaco. Tal parece que se ha comprobado científicamente que la prohibición implacable y la represión feroz hacen que los fumadores dejen de fumar o fumen menos. ¡Vaya descubrimiento! También la persecución de los judíos en la edad media hacía que muchos de ellos se convirtieran al cristianismo y no quiero hacer analogías más cercanas y dolorosas. O sea que después de toda la cháchara, del fumador pasivo y todo eso, resulta que lo que quieren hacer es que dejemos de fumar. Y de pesado, no con información y argumentos sino con prohibición y represión, palo y palo. Y, por si fuera poco, ''contribuyendo a disminuir la aceptabilidad social'', o sea, sometiendo al fumador al escarnio público y la humillación. Porque nos quieren obligar a fumar en las veredas, en pleno invierno, bajo las peores condiciones climáticas, mientras los saludables no fumadores nos observan desde los cálidos y confortables interiores, sintiéndose seguros y superiores. Y si ni siquiera con esto lograran hacernos desistir, estarían produciendo nueva evidencia científica para que las futuras investigaciones fueran aún más inequívocas; los fumadores se morirán cada vez más jóvenes porque al natural deterioro de sus aparatos respiratorios, añadirán frecuentes exposiciones a la humedad, el frío y la lluvia. El lema de la campaña parece ser, deja de fumar o prepárate para sufrir. Evidentemente estamos viviendo el momento culminante de una furiosa cruzada antitabaco que hace cualquier cosa menos informar. Se trata, fundamentalmente, de una campaña moralista y no de una política de salud pública, porque se concentra en exigirnos una vida buena, como debe ser según sus promotores. Es, esencialmente, la misma actitud que ha promovido la iglesia católica en relación con el SIDA: promueve la abstinencia sexual en lugar del uso del condón. Las cosas que se hacen por puro placer no parecen gozan de buena prensa entre los moralistas. Se trata de imponer el modelo de vida de seres superiores (los que no fuman, los que dejaron, la gente sana) sobre nosotros, seres inferiores, enfermos, personas débiles de carácter que no somos capaces de controlar con nuestra voluntad los viles impulsos de nuestra carne. Peor aún, se trata de una campaña terrorista, porque se propone atemorizar a la gente. Durante años han atemorizado a los no fumadores que, a esta altura, creen que si alguien enciende un cigarrillo a su lado, extraordinarias mutaciones comenzarán a ocurrir dentro de su organismo. Asusta a los jerarcas de las oficinas públicas y de las empresas privadas, haciéndolos responsables de imponer la prohibición. Y aterroriza a los bolicheros, especialmente a los pequeños bolicheros, que si llegaran a tener que pagar una multa tendrían que cerrar, sin más.
Lo único que resta por saber es qué pasará con la prohibición. ¿Se tratará de una de las tantas normas que se cumple a medias como los límites de velocidad en carretera (que por cierto he oído decir que superarlos implica riesgos para la salud de los no corredores) o será una de esas excepciones respetada a la fuerza como el estacionamiento tarifado de autoparque? Quizá sea demasiado optimista, pero me cuesta creer que no podamos volver a fumar en un bar, tomando una cerveza, viendo un partido de fútbol. Sea como sea, los buenos fumadores, los que lo hacemos por placer y con convicción, seguiremos fumando, donde sea, incluso en fumaderos clandestinos si llegara a ser necesario, como tantas otras cosas necesarias o placenteras que están prohibidas pero se siguen haciendo.
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Ms información en: https://www.montevideo.com.uy/ZZZ-No-se-usa/Por-Daniel-Buquet--uc28340 |