Contenido creado por Jorge Luis Costigliolo
Entrevistas

Una que sepamos todos

Con Alejandro Spuntone

Alejandro Spuntone presenta este jueves junto a Guzmán Mendaro “Estado Natural”, un disco que homenajea al rock nacional. En conversación con Montevideo Portal, Spuntone habló de los dos proyectos musicales que lo involucran, su nuevo rol de compositor, el pasado, el presente, la música y el regreso de La Trampa.

13.11.2013 15:55

Lectura: 16'

2013-11-13T15:55:00-03:00
Compartir en

Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
jcostigliolo@montevideo.com.uy

La Trampa, una de las bandas más importantes y populares de la música popular uruguaya de los últimos 30 años bajó la cortina, al menos momentáneamente, y dejó de tocar en 2010, pero Garo Arakelián (guitarrista y principal compositor) y Alejandro Spuntone (cantante), sus piedras angulares, no se quedaron quietos. Arakelián se tomó un tiempo para procesar y madurar las canciones que finalmente integraron Un mundo sin gloria (Bizarro), uno de los trabajos más celebrados de 2012, y Spuntone no dejó pasar mucho tiempo para volver a los escenarios. Primero tímidamente como invitado, y luego ya en calidad de titular en un dúo junto a Guzmán Mendaro, por entonces guitarrista de Hereford y hoy junto a Jaime Roos y Francis Andreu, entre otros.

Ahora, cuando se termina el 2013, Alejandro Spuntone aparece integrando dos proyectos bien distintos y complementarios. Por un lado, se publica por estas horas Estado Natural (Bizarro, 2013), álbum en vivo en el que, en formato acústico y despojado, repasa junto a Mendaro un puñado de temas emblemáticos del cancionero de rock vernáculo, y por el otro pone a voz en El Resto de Nosotros, una banda en la que al menos tres generaciones de músicos arrancan de cero con el pesado legado del ayer.

¿Cómo surge el proyecto que deviene en Estado Natural?

La Trampa había dejado de tocar en febrero de 2010, y ya en julio, agosto, me encontré con Guzmán, que estaba haciendo un dúo con Juan Casanova en el Bar Tabaré. Me invitó a cantar un par de temas, y me picó otra vez el bichito de hacer algo. Hablé con él y tocamos en un par de recitales chiquitos. Fue algo que quedó ahí, que no tenía otra razón de ser que la de tocar con amigos y cantar canciones que me gustaran. Después Guzmán fue sumando algunas que quería versionar él... fue algo muy natural, que fluyó tranquilamente, sin ningún ánimo de que fuera nada. Nos sorprendió por eso la propuesta de Bizarro de hacer un disco, y estuvo buenísimo hacerlo en vivo porque era un poco el espíritu de lo que queríamos mostrar. Estamos muy agradecidos y sorprendidos. Agradecidos con la gente, que empezó a ir, nos empezó a pedir, y ya tuvimos incluso algunos toques en el interior. Tenemos muchas cosas para hacer, porque el formato lo permite.

Es un formato de fogón, que además tomó el concepto de "una que sepamos todos" del rock nacional...

Sí, Justamente lo que tratamos de hacer cuando tocamos es que sea lo más distendido posible. Charlar entre tema y tema, contar alguna anécdota de por qué esa canción está ahí, qué significa para nosotros, interactuar con la gente, algo que nos pasa mucho en los boliches, que nos pide temas, nos tira algún comentario de algo, y se da un ida y vuelta muy interesante para nosotros que veníamos de bandas que, quieras o no, en los recitales grandes en los que nos tocaba estar, habíamos perdido ese contacto directo. Las dos cosas están buenísimas, son espectaculares, pero, de venir de muchos años de lo otro, pasar a este formato es algo muy placentero.

¿Cómo se eligió ese repertorio?

Originalmente le pasé a Guzmán los temas que yo quería hacer, que significaban algo en mi vida como músico, ya fuera por la letra o porque tuviera relación con el momento que me tocaba vivir. Después Guzmán, con el correr del tiempo y a medida que íbamos haciendo cosas me fue tirando ideas. Otras canciones surgieron de la presentación de un libro de Jorge Bafico, que nos invitó a tocar, un libro que tiene una especie de banda sonora (Cosas que pasan, Santillana, 2012), y nos pidió dos canciones que estaban nombradas ahí, y ya las incorporamos en el repertorio. Era una lista de 15, 16 canciones en un principio, que terminó en 21 que se grabaron para el disco, y tenemos más. Vamos de Mateo a Psiglo, de Buitres a La Trampa, de Hereford a Once Tiros, pasando por Fernando Cabrera, Darnauchans, La Vela, No Te Va Gustar...

¿Desde cuándo están esas canciones en tu cabeza? Porque de repente, para muchos de los que venían escuchando rock desde los 80, escuchar a Mateo estaba prohibido...

Yo me incluyo en esa lista... Mateo para mí es un descubrimiento de veterano. Conocía alguna cosa que había escuchado por ahí, pero no era algo que yo hubiera curtido, ni mucho menos. Lo empecé a conocer cuando con La Trampa hicimos ‘Frente a frente', que grabamos ‘De nosotros dos'. Quizá la música de Mateo, cuando uno es más pibe, más adolescente, no la logra decodificar tanto. Sin embargo es una música increíblemente dulce, triste, melancólica, y es recontra representativa de Uruguay, y de Montevideo sobre todo...

Vos sos parte de la primera generación de pibes que creció con la oleada del rock post dictadura, y para ese colectivo esa música era como el enemigo...

Sí, por suerte tenemos la posibilidad de volver hacia atrás y empezar a descubrir esa música que, por distintos motivos, no llegamos a escuchar. Yo crecí con Traidores y Estómagos, Zero y eso. Hay canciones que son de esa época, y el resto del repertorio pasa por otro lado. Canciones que en un momento canté, porque las bandas me invitaron a participar, canciones de amigos, de las que conozco la historia del tema, y canciones de compositores que admiro.

En ese repertorio, y en la ‘traducción' al formato del dúo, ¿descubriste detalles, marcas que no habías notado en las versiones originales?

Es clarísimo eso. Creo que por eso la idea de esto era volver las canciones a lo más puro, a su estado inicial. Porque es claro que el que compone lo hace con una guitarra y una voz, y después se le van metiendo los otros ingredientes. Vos te das cuenta si una canción tiene algo en particular cuando la melodía sola se sostiene. Es mi opinión. Eso lo tratamos pila en este trabajo. Si bien Guzmán tiene luego la parte de guitarras, que termina levantando absolutamente todo, las melodías redondean el resultado final. Guzmán es un tipo que toca tango, milonga, rock, candombe, lo que se le ponga adelante, y lo toca con buen gusto y con respeto, y le saca lo mejor a los temas. Y además canta. Para mí fue sencillo todo el trabajo con él. Esto fue algo muy natural. Nos juntábamos en casa, o en la casa de él, con una botella de vino y una picadita, uno frente al otro, y así salieron los temas. Con nuestras familias alrededor, bien de entre casa.

Hacer un homenaje al rock uruguayo hace dos décadas era impensable, y si se hacía era criticado. Estamos hablando de una época en que de repente había 50 rockeros y todos se odiaban. ¿Hubo un cambio en el ‘espíritu' de la época?

Estamos hablando de bandas en las que somos todos tipos muy grandes, personas que ya vivieron bastante. La interacción de músicos que hacen diferentes estilos en Uruguay es, por suerte, casi inevitable, porque te los cruzás en todos lados. Y en esas charlas de bar o de boliche pueden salir colaboraciones, y me parece que eso está buenísimo porque enriquece pila, y aporta. Antes, quizás, yo también era de los que escuchaban determinada música y otra no, pero vas creciendo y te das cuenta de que con esa postura te perdés de un montón de cosas que están bárbaras. Hay estilos que no me gustan, pero los respeto. Creo que también es una cuestión de crecimiento el respetar el laburo de los otros.

Bueno, pero hay gente que todavía no creció. Público que de repente estaba naciendo cuando salían los primeros trabajos de Hereford o La Trampa.

Creo que, hoy, en general, los adolescentes, la gente que escucha música está un poco más abierta. Internet permitió el acceso a muchas cosas más que generan que tengas otra apertura. En nuestra época nos pasábamos los cassettes, y en los grupos de amigos todos teníamos, más o menos, el mismo interés musical; se quedaba todo en la misma rosca. Si eras metalero escuchabas metal, y era muy difícil que salieras de eso. En la radio tampoco había gran cantidad de programas donde escuchar música diferente. Hoy lo veo con mi hija, que está tocando la guitarra, y que le encantan los Beatles, y Avril Lavigne, Demi Lovato y Green Day. Me parece genial. Todos los extremos son malos. No me parece que sea muy productivo, para uno como persona, encasillarse en una sola cosa. En la música y en otros aspectos de la vida.

¿Y hay algo que añores de esa época en que el rock era una especie de militancia?

¡La juventud! (risas). No, la verdad que no. Creo que disfruté de mi vida como artista acá en Uruguay, en un país complicadísimo para hacer música. Nos pasaron cosas espectaculares como tocar para 150.000 tipos, hacer tres Teatro de Verano, tres Plaza. Pude recorrer todo el Uruguay varias veces con la música. Quizá eso también nos llevó a entrar en una vorágine de muchas horas de viaje, en camioneta, donde dormíamos mal, y todos teníamos otros trabajos, y al final la vida era medio compleja. Pero no me quejo para nada.

¿Eso desgastó a La Trampa?

No sé si la desgastó. Pero cansó. Cansa. Pienso en mis amigos colegas que están yendo al exterior, y viven en un viaje solo. Pero están haciendo lo que les gusta, nadie se puede quejar de eso.

¿Cuando terminó La Trampa dijiste ‘ta, no quiero saber nada más de esto'...?

No, porque La Trampa quedó stand-by en un proceso en el que tanto Garo (Arakelián) como yo queríamos un parate.

O sea que la trampa puede volver en cualquier momento...

Podría volver, sí. Es simplemente una cuestión de que sintamos ese fuego de tener ganas de volver y tengamos un por qué. Nosotros respetamos mucho a La Trampa, en su concepción y su desarrollo como banda, como para después decir ‘bueno, ya estamos instalados, sigamos por el simple hecho de grabar discos, hacer plata y llenar los lugares'. No tiene mucho sentido. Garo está haciendo sus cosas, yo otras, nos hemos juntado a tocar, él participa en este disco, y siempre estamos conversando. No decimos ‘va a volver, quizás' porque cada uno, ahora, está embarcado en sus proyectos, y vienen funcionando...no tendríamos tiempo. Sería hacer las cosas mal. Una falta de respeto para con la banda que nos dio todo. Para nosotros hubiera sido muy fácil seguir tocando y vendiendo discos, pero no estaríamos muy contentos. La banda siempre se planteaba desafíos a los que apuntaba e iba por los caminos no convencionales. Éramos una de las bandas más importantes del Uruguay y teníamos dos videoclips. O tres. No teníamos muchas fotos, siempre hicimos una suerte de camino lateral y nos fue bien, simplemente porque la música estaba bien. Por eso te digo que lo de La Trampa está ahí: quedó cuidado, porque lo respetamos mucho, lo queremos tanto que no lo queremos ensuciar. Mientras tanto Garo está con su disco, que está excelente, y yo con estos proyectos.

Los que iban cantando

 

En El Resto de Nosotros, Spuntone se dio el gusto de volver a los escenarios arropado por un formato rockero y junto a Víctor Nattero, uno de los guitarristas más sensibles del Uruguay y emblema del rock post dictadura en Traidores, pero además descubrió que podía escribir sus propias canciones, y que eso estaba bien.

¿Nunca habías compuesto antes?

Nunca había hecho nada. Siempre trabajé con un gran compositor como Garo, y lo que hacía con él era ver alguna palabra, arreglar alguna melodía... Está buenísimo lo que está pasando, me largué a componer, que nunca lo había hecho. Hice tres o cuatro canciones que están ahí.

¿Y cómo salió lo de componer? ¿Hubo alguna exigencia de parte de la nueva banda?

Nadie me dijo nada. El primer tema que compuse lo hice en mi casa. Una mañana me levanté con una cosa en la cabeza, me fui cantando una melodía mientras llevaba a mi hija a la escuela, volví, lo escribí, y a la noche fui a la casa de Víctor, se la canté a capella, y ahí surgió la canción. Fue algo muy raro.

Todavía me cuesta. El otro día leí ‘cantante y compositor', y es extraño. Nunca me sentí un compositor. Ahora admiro más todavía a los compositores que tienen la capacidad de componer un disco entero. Porque haciéndolo de corazón tenés que vencer todos tus prejuicios, exponer sentimientos. Pero la sensación de cuando el tema está terminado, sale, y la gente te devuelve una crítica constructiva, eso es buenísimo.

¿No es una responsabilidad ponerse a expresar los sentimientos que, al transmitirlos, son de la banda y no de Alejandro Spuntone?

Claro, pero está bueno cuando en la banda uno puede hablar con sus compañeros y explicarles: ‘esta letra surgió por tal cosa'. Está bueno no tener mensajes encriptados dentro del propio grupo. Sirve para el que la interpreta, para que la arregla... saber de dónde sale esa canción para mí es clave. Yo puedo llevar una letra que hable de una cosa sumamente íntima, y no les digo nada: ‘ah, se me ocurrió mirando una mina que pasaba por la calle'. No le voy a transmitir lo mismo a mis compañeros que si les digo la verdad, ‘la hice por tal situación', y ahí tenés que abrir tu alma a los tipos que trabajan contigo. La gran mayoría de las canciones de El Resto de Nosotros son de Víctor, pero muchas de ellas surgieron de conversaciones que hemos tenido. Creo que, si estás en una banda, eso enriquece pila. Ahí la composición no es ‘la canción de Ale o la canción de Víctor', y eso es un trabajo arduo, porque es lo más difícil compatibilizar, que las mentes de las personas estén claras en una idea.

¿Cuándo te diste cuenta de eso?

No sé cuándo. Creo que ahora, que lo estamos hablando. No es algo que crea que lo haya razonado tanto.

¿Siempre fue así? Porque tu lugar, en la música y con la música, es en 2013 diferente al que era en 1993...

Totalmente. Por eso digo que me preocuparía muchísimo si estuviera en el mismo lugar. Creo que eso denota que todos hemos crecido. Mi generación, que creció con el rock post dictadura y después se integró a la música, creo que creció mucho. También crecés porque te casás, porque tenés hijos, formás familia, te transformás en un tipo más responsable... Podés ser un eterno adolescente también. Hay personas de cuarenta y pico que se niegan a crecer, y la rebeldía es la misma. Yo no lo he podido hacer nunca.

¿Te queda rebeldía de esa época?

Mi única rebeldía, contra las situaciones jodidas, es la de no esperar que hagan las cosas por mí, y hacerlas yo mismo. Si las cosas no caminan tratar de encontrar otra vuelta, no entiendo la rebeldía de ‘estar en contra de'.

¿En algún momento concebiste esa rebeldía de estar ‘en contra de'?

En algún momento sí. Cuando nosotros, como rockeros, lo único que hacíamos era quejarnos porque la radio no pasaba nuestra música... ¿qué ganamos? O reclamándole al Estado, porque no nos daba lugares para tocar... Ya está, si sabés que no vas a obtener nada...

¿Y el Alejandro de esa época como se llevaría con el Alejandro de hoy? ¿Lo escucharía, le prestaría atención, estaría de acuerdo...?

No lo sé. Creo que, en esa época, si bien podía tener cierta postura, era más bien para la tribuna. Sí creo que para mí, hoy, sería un poco difícil conversar con ese Alejandro. En ciertas cosas sería un poco más intransigente. Capaz que en el tipo de música, en abrir las orejas para escuchar otras cosas, en ese sentido sí. Después, en el resto creo que no. Uno ya viene un poco formateado. Por la educación que recibió, el entorno... yo qué sé.

Esa pasión


¿Hay una adrenalina distinta a la hora de salir a tocar con la banda con respecto a lo que pasaba con La Trampa?

Totalmente. Sabemos que no empezamos de cero, porque tenemos nuestra historia a cuestas, pero sí empezamos de cero con respecto a la música que vamos a brindar. Obviamente eso va a tener rasgos de La Trampa y Los Traidores, pero mezclados en su justa medida. Por ahí es el camino de El Resto de Nosotros, y, más allá de que toquemos cosas de nuestras bandas anteriores, la idea es que este grupo se sostenga por sus propias canciones.

¿Hacia dónde lleva ese camino? No debe ser el mismo que cuando tenés 20 años, que querés levantarte minas, firmar un contrato o irte a tocar a otro lado.

Pero es que esas cosas nunca las pensamos nosotros. Yo empecé a cantar porque me gustaba. Creo que es como el que juega al fútbol. Los pibes que juegan a la pelota y quizás tienen el sueño de jugar en el Real Madrid o en el Barcelona... Ahora, sabés que vivís en Uruguay... Capaz que hoy, los pibes que pueden armar una banda, pueden pensar un poco más en eso porque ven el espejo de las bandas grandes, o las bandas más viejas que están teniendo éxito. En nuestra época no teníamos esa referencia. Hoy podés ver a La Vela Puerca, No Te Va Gustar y el Cuarteto de Nos, tocando en estadios para miles en toda Latinoamérica, ganando Grammys, y un pibe puede querer eso, tiene esa referencia. Eso antes no existía.

¿Y cuál es el camino ahora, entonces?

La música me va acompañar toda mi vida. Tocando para 300, 50 o 5.000. Yo canto todo el día. Desde que me levanto, pongo la radio y canto, canto con mi hija, que toca la guitarra. No me imagino la vida de otra manera. La música me ayudó a salir de bajones que he tenido. Creo que es sanadora, para todos: para quien perdió un ser querido, un amor, un laburo... y para el que está muy feliz también. Yo la concibo así. Después, lo que pase con lo hacés, depende de tu talento y de lo que transmitís con eso.

 

Alejandro Spuntone y Guzmán Mendaro presentan Estado Natural el jueves 14 de noviembre, desde las 21 horas, en la Sala Zitarrosa. El disco, editado por Bizarro, se consigue en todas las disquerías.

Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
jcostigliolo@montevideo.com.uy