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Sombra sobre Atenas

DOPAJE, TEMA DE DEBATE EN LAS OLIMPÍADAS

Si bien el dopaje existe desde que se iniciaron las competencias, el tema preocupa a las delegaciones del mundo a pocas horas de los próximos Juegos Olímpicos.

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2004-08-09T00:00:00-03:00
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Copyright: © Está expresamente prohibida la redistribución y la redifusión de todo o parte de los contenidos de los servicios de EFE, sin previo y expreso consentimiento de la Agencia EFE, S.A Hongos, testículos de toro, semillas de ajonjolí, alcohol, opio, hojas de coca, nitroglicerina, hormona del crecimiento, eritropoietina, esteroides, estricnina... cualquier remedio ha sido bueno a lo largo de la historia para el deportista tramposo que pretende ser más que otro por métodos artificiales.

A medida que se aproxima la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Atenas, la noche del día 13, aumenta el ruido del escándalo que, con británica puntualidad, comparece siempre en vísperas de la más grande manifestación deportiva de los tiempos antiguos y modernos.

El atleta irlandés Cathal Lombard, que confiesa haber consumido eritropoietina (EPO), dos jugadores de la selección griega de béisbol, cazados por nandronola y un diurético, y el caso recurrente del estadounidense Jerome Young, amenazado de suspensión a perpetuidad por reincidencia, se apuntaron a la lista de fraudes.

El dopaje es tan antiguo como el deporte mismo y de su práctica, asociada al deportista sin escrúpulos, se conserva memoria tan remota como los Juegos de la antigua Grecia, cuya primera edición registrada data de 776 a.C.

El filósofo Filóstrato refiere ya en el siglo III a.C. que algunos corredores griegos tomaban una mezcla de semillas de ajonjolí y hongos para aumentar su rendimiento en competición.

Los gladiadores romanos se enfrentaban a su peligroso trabajo bajo los efectos de estimulantes; los incas mascaban hojas de coca para combatir la fatiga y en tiempos modernos, ya a finales del siglo XIX, se utilizaba estricnina, cafeína, heroína y cocaína.

La estricnina todavía no había perdido prestigio entre los deportistas tramposos cuando los Juegos Olímpicos resucitaron en 1896 por iniciativa del barón de Coubertin.

El maratón olímpico de Saint Louis, en 1904, pudo acabar en tragedia. El estadounidense Thomas Hicks, que había cubierto en 3h28:53 los 40 km (todavía no se había acuñado la distancia definitiva de 42.195 metros), tomó en los 15 últimos kilómetros varios sorbos de brandy y de una pócima a base de estricnina mezclada con huevo crudo.

Cuatro médicos tuvieron que emplearse a fondo para reanimarlo tras la carrera. Esa misma tarde perdió cinco kilos de peso y tardó varias horas en salir de su estado de estupor.

El término "doping" apareció en el diccionario inglés en 1889 y como expresión de la ayuda al rendimiento fue utilizado por científicos alemanes que aislaron la hormona masculina testosterona como ingrediente básico en el incremento de la fuerza muscular.

Los deportistas alemanes que compitieron en los Juegos de Berlín'36 ante la mirada de Adolf Hitler fueron tratados con testosterona y anfetaminas.

Pero la primera tragedia registrada ocurrió mucho antes, en 1886. Un ciclista galés, Arthur Linton, murió por sobredosis de un estupefaciente (Trimethil) durante una carrera París-Burdeos.

El dopaje sistemático como arma política fue utilizado masivamente por las autoridades de la antigua República Democrática de Alemania (RDA), que utilizaron los éxitos deportivos como escaparate de su régimen.

La búsqueda de una droga sintética que reprodujera los efectos de la testosterona tuvo un primer éxito en 1955 cuando John Ziegler, médico del equipo estadounidense de halterofilia, desarrolló el primer esteroide anabolizante.

La década de los años 60 registró el uso creciente de esteroides en el deporte y ni siquiera la introducción de controles de dopaje en los Juegos Olímpicos de México'68 pudo atajar su propagación. Las técnicas de detección de productos prohibidos ha mejorado de forma espectacular, pero el delincuente sigue un paso por delante.

La primera víctima del dopaje en competición olímpica fue el ciclista danés Knut Jensen, que murió en los Juegos de Roma'60 a consecuencia de una combinación letal de nicotina y anfetaminas. Siete años después el británico Tommy Simpson falleció en plena ascensión al Mont Ventoux, una de las cumbres del Tour de Francia.

El dopaje se perseguía sólo durante la competición, de ahí que deportistas y entrenadores sin escrúpulos aprovecharan los efectos del dopaje "invernal" para obtener éxitos, fama y dinero durante los campeonatos de la primavera y el verano.

Los efectos secundarios del dopaje por testosterona en algunas mujeres eran evidentes, ya que desarrollaban barba y su tono de voz adquiría caracteres masculinos.

El primer gran escándalo relacionado con el dopaje tuvo como protagonista al velocista canadiense Ben Johnson. La bala humana hubo de abandonar, de noche y rodeado de policías, los Juegos de Seúl'88 tras conocer que había dado positivo por estanozolol. Su victoria en la final de 100 metros con récord mundial incluido (9.79) había conmocionado los Juegos.

La magnitud del problema se puso descarnadamente de manifiesto y desde entonces el COI y las Federaciones Internacionales desarrollaron campañas para combatir la plaga.

Un año después del escándalo Johnson La Federación Internacional de Atletismo (IAAF) fue la primera en introducir los controles por sorpresa fuera de competición, pero el goteo de positivos, en este y en otros deportes, no ha cesado: nadadoras chinas en 1994, el caso Festina en el Tour'98, el reciente escándalo de la THG.

Estados Unidos, que estuvo desde el origen en vanguardia de la práctica del dopaje, es el último escenario de un drama que amenaza con arruinar el prestigio de figuras consagradas como Marion Jones o su compañero Tim Montgomery.

(EFE)

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