Contenido creado por Martín Otheguy
Entrevistas

Escribir, beber, amar

Sobre una artista estadounidense, su amor por Uruguay y cómo el té puede explicar el mundo

Con la ilustradora y cronista estadounidense Candace Rardon, que se estableció en nuestro país: "En Uruguay la gente sabe hacer tiempo para otras personas en su vida".

13.10.2017

Lectura: 10'

2017-10-13T12:40:00-03:00
Compartir en

Por Martín Otheguy

Candace Rose Rardon tuvo toda su vida el conocimiento de que "había un mundo fuera" del universo pequeño delimitado por su lugar de nacimiento: Virginia, en la costa este de Estados Unidos. De niña no viajaba además nunca fuera de su país, lo que solo alimentó sus ganas de descubrir el planeta por sí misma.

Escritora, cronista e ilustradora, comenzó a viajar por el mundo en el 2008, cuando tenía 22 años. Lo hizo sin expectativas de dedicarse a las crónicas de viajes como profesión, sino simplemente por "hambre" de ver el mundo.

Luego de dos años de recorrer varios países trabajando en lo que pudiera, comenzó a llevar un blog en el que contaba sus experiencias y se decidió a hacer un master sobre literatura de viajes. Poco después, había ganado un concurso de crónicas cuyo premio era realizar un viaje a la India y conducir un auto rickshaw a lo largo de 3.000 kilómetros, escribiendo al respecto. A partir de allí, el camino estaba marcado, y comenzó a colaborar en medios como Lonely Planet, Google, BBC Travel, National Geographic y Yahoo Travel, entre otros.

Fue una experiencia "dura pero fantástica", conociendo rincones escondidos de la India. "Hice unas conexiones con la gente y conocí una amabilidad que me cambió muchísimo. Cuando salí era otra persona", cuenta a Montevideo Portal, sentada en un café montevideano y ensayando su "acento uruguayo".

Candace, sin embargo, no es una cronista común. En el 2011 se dio cuenta de que no estaba totalmente inmersa en la experiencia de los viajes y que su cámara fotográfica no le permitía tener los recuerdos más vívidos de los paisajes y las historias, o conectar con los lugares. Fue allí cuando decidió sumar a la ecuación su otra vocación: el arte. Comenzó a capturar los lugares que veía en sus ilustraciones y a realizar bocetos que la forzaban a permanecer varias horas en los sitios, experimentando -ahora sí- su "inmersión" en los lugares de visita.

Sus crónicas se convirtieron entonces en una mezcla de texto, reflexiones e ilustraciones cálidas. Algunos ejemplos pueden verse en su blog. Hace menos de un año, dedicó una "carta de amor ilustrada al Uruguay", el lugar en el que recaló después de tantas vueltas.

Luego de ocho años de viajar por todo el mundo -con regresos de algunos meses a su país natal- el destino cruzó a Candace en Noruega con José, un joven uruguayo que se hospedaba en el mismo lugar, una casa de artistas en la que estaba trabajando en un libro sobre sus viajes. Unos meses después de iniciar una relación sentimental con él, aceptaba una invitación para vivir en nuestro país, donde reside desde setiembre del 2016.

Ya convertida casi en una "uruguaya", Candace dialogó con Montevideo Portal sobre la experiencia de viajar, el aprendizaje, los motivos que la hicieron instalarse en Uruguay y el libro en el que trabaja actualmente, que explica cómo el té puede definir el mundo.

Habiendo viajado y escrito tanto sobre muchos países, ¿cuál fue tu primera impresión de nuestro país?

Fue muy impactante para mí, porque me sentí más en casa. En mis anteriores viajes en Latinoamérica, noté que la vida, el ruido, pasa sobre todo en las calles, pero en Uruguay es más parecido a Europa.

¿Qué características destacarías si tuvieras que escribir sobre Uruguay?

Tuve que reflexionar sobre eso porque dedico un capítulo a Uruguay en el libro que estoy escribiendo, que se llama Home is a cup of tea (El hogar es una taza de té), con ilustraciones y texto. Me tomó ocho meses escribir sobre Uruguay y qué significa mi tiempo acá. Me di cuenta que es la comunidad lo más importante. En Estados Unidos las personas están corriendo a todos lados, y acá la gente sabe hacer tiempo para otras personas en su vida, para compartir una merienda, o un paseo en la rambla. He aprendido mucho acá sobre cómo hacer tiempo para las personas que quiero. Y me di cuenta de que el mate es el símbolo de ello, porque es una bebida que obliga a compartir. Cuando hay una ronda de personas suele haber un mate solo, que pasa de mano en mano. Y para mí es como un mensaje de que tenés que compartir la vida. Eso es lo que me fascina de Uruguay, ese sentimiento de que no vas a vivir sola, que no estás sola, que hay personas que van a cuidarte y a las que tenés que cuidar.

¿Se terminaron los viajes?

Muchas personas me dicen que estoy terminando de viajar, al instalarme en Uruguay. Me llama la atención, porque no siento que estoy terminada. Finalmente tengo el tiempo para escribir sobre mis nueve años de viaje, conectando puntos que no podría conectar si estuviera viajando y cambiando todo el tiempo. Estoy viajando con la pluma. Estoy lista para viajar en mi mente.

Se suele hablar de grisura o tristeza al referirnos a los uruguayos. ¿Tenés esa impresión?

Creo que no. Para mí es lo opuesto. A todos los uruguayos que conozco les encanta reír. A juzgar por mi experiencia acá, a las personas les gusta compartir, hacer bromas, tener conversaciones con mucha luz. Sí hay una cultura diferente que en otros países. Mi impresión de Uruguay es que la vida sucede detrás de las puertas. En las calles no pasan tantas cosas, pero cuando entrás a un restaurante o un café, por ejemplo, es otro mundo, es mágico. Pero tenés que pasar por la puerta para descubrir eso. Y lo mismo pasa con la familia y los amigos. Necesitás que te abran la puerta para descubrir la luz, para hacer una conexión. En otros lugares, como Colombia o Perú, no necesitás hacer nada, eso se ve caminando en la calle. En Uruguay simplemente se necesita trabajar un poco más, buscar más.

¿Y no hay impresiones negativas?

No es una cosa mala, pero he observado que la comunidad es tan importante acá que uno es menos independiente que, por ejemplo, en Estados Unidos. Acá es más importante quedarse con la comunidad. No es malo pero es un poco diferente. En Estados Unidos, por ejemplo, mis padres vive en un Estado, mis amigos en otro. Estamos más acostumbrados a una vida separados.

¿Cuál es la idea central de Home is a cup of tea?

Estoy escribiendo sobre el concepto de hogar (home, en inglés, es un concepto amplio) pero haciendo una conexión a través del té, que es el hilo conductor. Descubrí en cada lugar que visité que había una cultura de té, por lo que el libro cuenta una historia a través del té en cada sitio. Comienza en Inglaterra, donde obviamente el té es importante, y luego la India con el "chai". En total son doce capítulos y cada uno es sobre un lugar, un té diferente y la lección que aprendí. En el caso de Uruguay se centra sobre el mate.

El libro trata justamente sobre la búsqueda de un hogar, y para mí té y hogar son lo mismo, descubro características parecidas en ambos. Té es calidez, conexión, es un ritual. Y la conexión para mí es lo más importante. Por ejemplo, en el capítulo de Uruguay describo la cultura y lo importante que es conectar con tus amigos y tu gente. En Turquía, por ejemplo, la cultura de té es parecida a la del mate. Todas las personas se sientan en círculo y una se encarga de "cebar", y al terminar uno debe poner la cucharita arriba del vaso, como para marcar que no quiere más, del mismo modo que acá se dice gracias.

Me pasó por ejemplo estar caminando a través de Turquía, sola, totalmente loca. Caminé durante seis semanas por Anatolia, con una carpa y cosas para cocinar. Cada vez que buscaba un lugar para poner mi carpa, las familias que estaban cerca me invitaban a quedarme en sus casas sin dudarlo, y en cada hogar, siempre, había té. Aprendí mucho de eso, de la hospitalidad. Si había una persona a sus puertas, lo invitaban. La casa y el té eran una oportunidad de dar amistad a las personas.

¿De qué otras formas se vincula el té con la cultura de la gente en los distintos países que visitaste?

En Japón me tocó ir a una ceremonia de té y fue interesante porque tiene muchos rituales. Se necesita servir el té enfrente de otras personas y compartir algo. Yo estuve en Japón en un momento en que necesitaba conectarme más, y allí me di cuenta que es necesario compartir esos rituales y sentimientos con otras personas.

En Marruecos fue interesante, porque fue el único lugar donde no sentí esa sensación de hogar. Muchas personas querían conocerme y parecían querer ayudarme, pero al final de la interacción siempre me pedían dinero y se enojaban si no les daba. Entonces, cada vez que entraba en contacto con alguien no me sentía cómoda porque esperaba el momento en que me lo pidieran. Pero sin embargo en Marruecos hay un té de menta, que es muy importante allá, y aunque estuviera en un lugar en el que no me sintiera cómoda, cada vez que pedía el té de menta me relajaba y podía conectarme de vuelta conmigo, me volvía a sentir en el "hogar".

En Canadá, por ejemplo, me quedé tres meses en una isla se llama Salt Spring Island, muy cerca de Vancouver en el oeste. Tenía una vecina de solo tres años, que sabía que tenía té chai, y venía todas las tardes a tomarlo conmigo y hablar. Fue interesante, porque me gustaba enseñarle sobre cómo es necesario dejar que la bolsa del té permanezca al menos cinco minutos en el agua caliente para estar listo. Cuando escribía el libro, me di cuenta de que era lo mismo con el hogar. Uno necesita darle un tiempo, no se va a sentir inmediatamente en casa. Se necesita tiempo también para estar listo.

Y el último capítulo no tiene un té específico sino otra historia. En mi primera noche en Uruguay, la madre de José me mostró su caja de tés. Cuando estaba terminando el libro, se me ocurrió volver a mirarla y descubrí que en ella estaban todos los tés de los que yo había escrito... de Guatemala, Noruega, India. Pensé mucho en qué significaba eso. Fue una revelación: hay una caja de té aquí que tiene todos los que conocí en el viaje. Entonces finalmente me di cuenta de que uno no abandona los distintos hogares que tiene en el mundo cuando se establece en otro. Cada té, como cada hogar, tiene su propio té y su cultura. Cada uno de esos lugares se queda conmigo, está dentro de mí. Uno no los pierde.

Por Martín Otheguy


Te puede interesar Artista estadounidense y su "carta de amor ilustrada para el Uruguay"