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VERSIÓN PARA IMPRIMIR
19.04.2012 09:03

Daniel Radío

Poema 20

19.04.2012 09:03

(Luis, Elman, Raúl, Justo, Ricardo, José, Ruben, Héctor)

Era un 17 de abril de 1972, hace 40 años.

El Uruguay se debatía ante un abismo insondable. Estábamos próximos al ocaso. Era el imperio de la prepotencia y la intolerancia. De los gritos frente a los gritos. El triste y ruidoso preludio del amargo silencio.

Todos nos estábamos equivocando.

Algunos creíamos que la revolución era inminente y con ella, la llegada de un Hombre Nuevo, con nuevos valores, que campearían en las próximas décadas, las actuales. Que la solución a todos nuestros males estaba a la vuelta de la esquina. Que estaba todo claro. Qué solo había que ver de qué lado del medio de producción se paraba cada uno, para identificar eventuales aliados o enemigos. Que, como decía Leo Masliah, "Todo era cuestión de ver quién lo peleaba"

Pues bien, la muerte aquella noche, llevaba uniforme y se hizo presente en la Seccional 20 del Partido Comunista del Uruguay. Y la sangre derramada, nos mancha a todos los orientales.
La de aquellos ocho inocentes, y la de tantos otros, más o menos inocentes, no importando de qué lado del mostrador se acodaban al estaño.

Sólo hay una cosa peor a la retorcida interpretación de nuestra historia patria reciente, y que ha sido caracterizada como la teoría de los 2 demonios. Solo hay una cosa peor. Y que en realidad ha sido la interpretación hegemónica hasta el momento actual y que, sin embargo, curiosamente nadie condena: la teoría de un demonio solo.

Alguien, a quién identificamos en el otro bando, es el culpable. De todo. A él o a ellos, le corresponderá pedir perdón y hacerse responsable. Su identificación sólo va a depender de quién haga la lectura. De eso dependerá donde se encontrará el Gran Bonete, perchero universal de nuestras culpas, y responsable único de los males que azotaron a nuestra patria. Todos aparecen en el escenario dispuestos a pasar factura, a pedir cuentas, a reclamar perdones. Lo que es seguro es que, aún hoy, luego de tantos años, nadie parece dispuesto a ponerse el sayo. Es más fácil leer la historia con un ojo solo y sacar la patita del lazo disimuladamente.

El nunca más que nos involucra a todos, incluyéndome, pasa por la asunción conjunta de responsabilidades, para que entonces sí, nunca más haya terrorismo de Estado, o del que sea. Para que nunca más se pisotee la Constitución de la República o el Estado de Derecho. Para que nunca más se desprecie la vida de quien piensa distinto.

Para que nunca más nadie sienta que, en lo que respecta a la solución a los problemas sociales, es el portador de la verdad absoluta, por encima de la opinión del pueblo.

Y por lo tanto, para que nunca más nadie se sienta en condiciones de imponer su verdad a fuerza de lo que sea, a los tiros si es preciso, como aquella noche un 17 de abril, hace 40 años, o tantas otras noches, en las que pudimos escribir los versos más tristes.




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