El horario hizo mermar la cantidad de público que podía asistir a un encuentro de esta naturaleza. El fiel reflejo de ello fue la escasa concurrencia en la tribuna Olímpica en el sector de Nacional, para el cual se vendieron 1500 entradas. Las cabeceras tampoco estuvieron repletas a pesar de que se había anunciado que se agotaron las localidades, por lo cual quedó demostrado lo que se presumía. Para el espectáculo, no fue una decisión feliz fijar el encuentro de tarde.
El arranque del compromiso mostró a Peñarol mejor parado y controlando el balón, sin profundidad ni situaciones de peligro importantes, aunque tal dominio duró apenas algunos minutos. Diego Aguirre colocó a Emiliano Albín en el lateral derecho y pasó a Matías Aguirregaray a la mitad de la cancha, ante la falta de un sustituto natural de Jonathan Urretaviscaya.
En el elenco tricolor, la variante era posicional. Gustavo Varela pasó al lateral derecho y Álvaro González al mediocampo, alternando de banda con el correr de los minutos. El Tata arrancó delante de Varela y luego pasó a la izquierda, dejando a Ferro en su carril.
El carbonero inquietó con un tiro libre de Ramírez a los 3' y luego tuvo aproximaciones bien invalidadas por posiciones adelantadas, que en todos los casos culminaron con malas definiciones de los atacantes.
El tricolor no generaba juego y nuevamente extrañó a Matute Morales, pero en la primera llegada clara abrió el score y encontró la tranquilidad, trasladándole los nervios a su tradicional rival.
En el minuto 34 apareció Lembo por el segundo palo aprovechando la desinteligencia de la defensa de Peñarol. Un córner desde el sector izquierdo fue peinado por Arévalo Ríos como si fuera un delantero bolso, descolocó a Sosa y dejó el esférico a pedir del zaguero albo, que le puso la frente al envío y venció la floja resistencia de Guillermo Rodríguez que no llegó a cerrar sobre la línea.
El 1-0 parcial pesó en el aspecto anímico. Albín y Aguirregaray fueron correctamente amonestados por dos infracciones típicas de momentos de desconcierto. Nacional creció un poco pero no aprovechó el envión y siguió teniendo problemas para crear peligro, con Santiago García lejos del arco y un Regueiro intermitente, que generaba infracciones y poco más.
En Peñarol se notó la floja tarea de Pacheco y Ramírez, que estuvieron inconexos y no pudieron asistir aceptablemente a Martinuccio. En un primer tiempo malo, terminó ganando el tricolor porque capitalizó un error en el arco rival y no los tuvo en el suyo.
El complemento comenzó recién a los 15', con un tremendo cabezazo de Coates que salvó notablemente Sosa estirándose hasta abajo contra el vertical izquierdo. Antes de esa jugada, se rifaron el balón durante un cuarto de hora y ver tres pases seguidos era una utopía.
Nacional se instalaba en campo aurinegro y su rival no podía salir. Si este era el escenario con el score 1-0 favorable al bolso, se acentuó a los 21' cuando empató Aguirregaray. Quien fue el mejor exponente del ataque de Peñarol, recibió un pase magistral de Orteman, aguantó la embestida de Varela y definió de puntín ante la salida de Muñoz.
Los técnicos movieron los bancos y Nacional machacó a más no poder. Gastón Ramírez fue expulsado luego de una cantidad impresionante de infracciones, y el partido se jugaba contra el arco de la Amsterdam.
Martinuccio desperdició un clarísimo mano a mano con Muñoz que pudo liquidar las acciones, y luego reclamó un penal inexistente.
A tres minutos del cierre, el travesaño se vistió de amarillo y negro y evitó por partida doble la segunda caída del arco de Sosa. Primero, cabeceó Balsas y el balón se estrelló en el ángulo, y en el rebote Coates realizó una tijera magnifica que paralizó a tres millones de corazones por un instante. La pelota dio en el caño, en un nuevo rebote Blanco vio la roja por agredir al Pato Sosa y fue lo último.
A partir de allí, el aurinegro bajó la persiana y sufrió unos minutos más para para gozar. La Amsterdam y un 85 % del público que asistió a la Olímpica tenían su fiesta en las tribunas con el pitazo final de Darío Ubriaco, y los jugadores la suya en la cancha, como debe ser.
Los dirigidos por Diego Aguirre dejaron salir de sus gargantas el "Dale Campeón" que no se escuchó luego de ganar el Clausura.
La mitad del país está de fiesta, y tras casi siete años de espera delira con jugadores nuevos y un cántico que se repite: "que de la mano, de Diego Aguirre, todos la vuelta vamos a dar".
