Contenido creado por Gerardo Carrasco
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Genes “zombis” causan crecimiento de células cerebrales incluso tras la muerte

La mayoría de los estudios dan por sentado que el cerebro para cuando el corazón deja de latir, pero no es así.

30.03.2021 15:40

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2021-03-30T15:40:00-03:00
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Cuando las personas mueren, algunas células de su cerebro continúan activas durante horas, y se hacen más activas y crecen hasta unas proporciones gigantescas, muestra una investigación reciente.

Conocer esta actividad, fomentada por los "genes zombi", podría afectar la investigación sobre las enfermedades que atacan al cerebro.

En el estudio, los investigadores analizaron la expresión genética mediante el uso de tejido cerebral fresco recolectado durante cirugías de rutina, y encontraron que, en algunas células, la expresión genética aumentaba tras la muerte. Los investigadores encontraron que las células gliales inflamatorias crecieron y produjeron unos largos apéndices, parecidos a brazos, durante varias horas tras la muerte.

"La mayoría de los estudios dan por sentado que el cerebro para cuando el corazón deja de latir, pero no es así", comentó el autor para la correspondencia, el Dr. Jeffrey Loeb, director de neurología y rehabilitación del Colegio de Medicina de la Universidad de Illinois, en Chicago.

La expresión genética es el proceso mediante el cual las instrucciones que contiene el ADN se convierten en instrucciones para producir proteínas u otras moléculas, según Yourgenome.org.

"Que las células gliales se agranden tras la muerte no es demasiado sorprendente, dado que son inflamatorias y su trabajo es limpiar las cosas tras lesiones cerebrales, como la privación de oxígeno o un accidente cerebrovascular", comentó Loeb en un comunicado de prensa de la universidad, recogido por HealthDay News.

"Las implicaciones son significativas", añadió.

La mayor parte de las investigaciones que usan tejidos cerebrales humanos tras la muerte para encontrar tratamientos y curas potenciales para los trastornos (como el autismo, la esquizofrenia y la enfermedad de Alzheimer) no toman en cuenta la continuación de la expresión genética o la actividad celular.

"Nuestros hallazgos se necesitarán para interpretar la investigación sobre los tejidos cerebrales humanos", planteó Loeb. "Simplemente, no hemos cuantificado estos cambios hasta ahora".

Loeb es director del UI NeuroRepository, un banco que almacena tejidos cerebrales, con consentimiento, de pacientes con trastornos neurológicos. El tejido se recolecta y se guarda después de que el paciente fallece o durante una cirugía. No todo el tejido se necesita para el diagnóstico de una enfermedad, y una porción se puede utilizar para la investigación.

Loeb y su equipo notaron que los patrones de expresión genética en el tejido cerebral fresco no se correspondían con ningún hallazgo publicado sobre la expresión genética en el tejido analizado tras la muerte.

Entonces, realizaron un experimento simulado que observó la expresión de todos los genes humanos de inmediato tras la muerte, y hasta 24 horas más tarde.

Alrededor de un 80 por ciento de los genes analizados permanecieron relativamente estables durante 24 horas. Éstos incluyeron a genes que proveen unas funciones celulares básicas. Otro grupo de genes, implicados en la actividad cerebral (como la memoria, el pensamiento y la actividad convulsiva) se deterioraron con rapidez en las horas tras la muerte.

Un tercer grupo de genes, los "genes zombi", se activaron más a medida que los demás genes se ralentizaban. Estos cambios llegaron a su punto máximo a las 12 horas.

Loeb dijo que los hallazgos significan que los investigadores deben tomar estos cambios en cuenta, y reducir el tiempo entre la muerte y el estudio lo más posible para limitar la magnitud de estos cambios.

"La buena noticia de nuestros hallazgos es que ahora sabemos cuáles genes y tipos de células son estables, cuáles se degradan y cuáles aumentan con el tiempo, de forma que los resultados de los estudios cerebrales postmortem se puedan comprender mejor", añadió.

Los hallazgos se publicaron el 23 de marzo en la revista Scientific Reports.