Seré curioso

Seré Curioso

Paganini: "Las empresas públicas tienen que cambiar para permitir flexibilidad"

El ingeniero que será ministro de Industria desde marzo no es político. Cree que será difícil no aumentar tarifas y dice que está "estudiando" otros temas.

16.01.2020 09:42

Lectura: 26'

2020-01-16T09:42:00-03:00
Compartir en

Por César Bianchi
@Chechobianchi

Fotos: Juan Manuel López

Si el guionista de Dios hubiera metido la cola, Omar Paganini (57) habría sido nombrado futuro titular de la DGI. Hubiera sido un acto de justicia poética. Pero no: será el próximo ministro de Industria, Energía y Minería. Con media rama familiar de médicos y la otra de ingenieros, no tenía mucha escapatoria cuando era adolescente. La vocación por los números y la creación lo llevaron a ingeniería y el nombramiento del presidente electo Luis Lacalle Pou como ministro lo agarró como académico. Es más: su perfil de Twitter no dice "ministro de Industria designado"; lo presenta como "director de la UCU Business School", la escuela de la Universidad Católica que dirige. La bio de Twitter agrega: "Me interesa el desarrollo empresarial, la tecnología y su impacto social".

He ahí, quizás, algunos de los motivos por los que Lacalle eligió a este hombre de perfil técnico y que dice, en la entrevista mantenida en su despacho de la UCU Business School, que entiende necesarios algunos cambios -no se anima a decir reforma- de las empresas públicas, que viren hacia cierta "flexibilidad" y "permeabilidad", para apostar a la "innovación" y "competitividad".

Paganini no se anima a afirmar que el gobierno electo aumentará las tarifas, pero ve difícil que éstas se mantengan como están. A su juicio, el gobierno de izquierda que está terminando debió haber realizado ajustes. Mientras se reúne con las jerarquías del ministerio saliente para irse empapando de los temas de su futura cartera, Paganini ya está estudiando -por lo general, en equipo- algunos deberes urgentes: el aumento (o no) de los combustibles, qué hará con MontevideoGas (la idea es venderla, por intermedio de un fideicomiso), el aumento (o no) de tarifas eléctricas, qué pasará con UPM, entre tantos otros. Mientras, respira aliviado porque no prosperó la planta regasificadora y asume que no tiene posición tomada respecto a la megaminería.

-Ingeniero electricista. ¿Cómo nace esa vocación?

-La vocación es la de ingeniero. Siempre se me dieron bien los números y la física y me gustó entender cómo funcionaban los distintos aparatos y dispositivos. Venía de un ambiente donde mi padre (ingeniero) trabajaba en IBM, madre médica, abuelo ingeniero, otro abuelo médico, así que tenía que agarrar para algunos de esos dos lados. Me gustaba hacer cosas que funcionaran, más por el lado de armas dispositivos, y se me daban bien los números.

Los primeros años de facultad, que son muy abstractos, me fue muy bien igual, me fascinó la física newtoniana, eso de que con unas ecuaciones podés predecir el movimiento de los objetos y la evolución de los sistemas... Todo eso que a los ingenieros nos pega fuerte y nos transforma en personajes complejos porque pensamos que todo se puede llevar a fórmulas y números. Y lo que me fue gustando más de la parte eléctrica, en realidad; el título es electricista pero es general. Yo estudié más electrónica, potencia, y lo que me gustaban eran las computadoras.

-Tiene un Máster, acá en Uruguay, y un programa de negociación en Harvard...

-Sí, un programa corto, y también hice un programa corto en (la Universidad de) Stanford, de emprendimientos. Y un programa con Steve Blank, que es un gurú del emprendimiento en Berkeley. Tuve mi época al final de mi decanato en (Facultad de) Ingeniería aquí donde me metí mucho en el asunto del emprendimiento y la innovación. Me interesó poder crear un sector emprendedurista en la Universidad (Católica), se creó en la Facultad de Ingeniería. En el mundo de los negocios yo ya venía de antes, a nivel de industria y administración de una fábrica. Cuando volví de la academia, volví a dirigir una unidad, pero después fui el vicerrector administrativo de la universidad, que es algo así como el gerente, digamos.

-Fue decano de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Católica, misma casa donde hoy dirige el Business School. ¿Es defensor de la educación privada? ¿Hay notorias diferencias cualitativas en la educación privada respecto a la pública?

-No, no, en muchos casos no. La educación universitaria pública en Uruguay, por lo menos en Ingeniería que es donde conozco más, es de muy buen nivel. Creo sí en la necesidad de la pluralidad de la oferta. Con sus matices, creo que las universidades privadas cumplen un rol importante, entre otras cosas porque hay opciones de formación diferente, permiten crear un sistema diverso y por lo tanto innovador, y modelos pedagógicos distintos. Ahora en la Católica se está en un proceso fuerte de transformación que viene más por el lado de encarar diferente la formación universitaria en términos pedagógicos y de concepto. Y el Uruguay necesita de eso. La educación privada abre esos espacios.


"Estoy en la etapa de hacerme la cabeza (que seré ministro). Administré una universidad durante seis años, y una facultad durante nueve. Eso requiere negociar con distintos actores. Dirigir una universidad es dirigir un pequeño universo donde hay, además, un montón de caciques con agenda e intereses distintos"

Incluso la educación pública podría abrirlos más, si no fuera tan estructurada como lo es. De hecho, en Uruguay tenemos una educación pública muy estructurada centralmente, que enseña más o menos lo mismo a todos los niveles en todos los lugares. Supongo que esas cosas van a ir cambiando. La educación en Uruguay es buena y la educación privada lo permite, pero no quiere decir que haya una diferencia de nivel. Después hay otras cosas como la enseñanza bilingüe, que hace que un hijo de uno vaya a un colegio bilingüe o enseñanza religiosa, si uno cree que es importante inculcarle a los hijos enseñanza religiosa. Y determinada oferta privada lo da. Tener libertad de enseñanza es bueno para el país.

-¿Sus hijos fueron a la educación privada?

-Sí.

-¿Se está adaptando a su nuevo rol? Usted es un técnico, un académico y no es político. ¿Cree que se sentirá cómodo como ministro?

-Espero que sí, en eso estoy. Todavía no estoy en el nuevo rol, empieza el 1° de marzo. Estoy en la etapa de hacerme la cabeza. Administré una universidad durante seis años, y una facultad durante nueve antes. Eso requiere negociar con distintos actores de distinto tipo. Dirigir una universidad es dirigir un pequeño universo donde hay, además, un montón de caciques con agenda e intereses distintos. Hay que homogeneizar y hay que negociar. También hay distintos tipos de conflictos a distintas escalas.

Yo tuve militancia estudiantil hace muchísimos años, a la salida de la dictadura. El mundo político no me era ajeno, siempre me interesó. Pero no fui político, eso es verdad. Ahora estoy en una etapa de conocer a los distintos actores, de reunirme con las cámaras, y también de conocer la vastedad de temas que tiene el ministerio. No es solo un ministerio de industria y energía -yo vengo más del palo de la energía-, también tiene minería, tiene propiedad industrial, tiene Dinapyme, tiene una serie de cosas, y tengo que empaparme de a poco de todas las temáticas. Estoy en una etapa de absorber información como una esponja y conocer gente, encontrándome con distintos actores. Por ahora estoy entusiasmado, contento y confiado en que voy a poder hacerlo bien.

-¿Cómo viene la transición de gobierno? El ministro Guillermo Moncecchi, ¿le ha contestado todas sus inquietudes?

-Con el ministro ya tuvimos tres reuniones muy largas, y con la subsecretaría hubo otras tres reuniones (con la futura subsecretaria Olga Otegui). Nos hemos reunido extensamente también con la dirección de Industria, de Energía y Dinatel (Dirección Nacional de Telecomunicaciones).

-Específicamente, ¿de qué temas han hablado?

-Empezamos por una reunión global del ministerio. Nos entregaron un informe muy completo, con todo el personal, todos los cargos, las designaciones y los presupuestos. Nos entregaron los programas que tienen en marcha. Nos comentaron algunos proyectos que tienen en marcha, que tienen algunas iniciativas que les parecían valiosas, para ver si se podían continuar. Luego un pantallazo general de cada una de las direcciones. Después, nos han dado alguna información más detallada con algún aspecto que tienen que ver con el sector, más que con el ministerio, con los distintos sectores involucrados (energía, industria, minería). Y con los directores de cada área hemos conversado sobre cómo ha trabajado cada uno y nos están dando información, también sobre las empresas del Estado que están vinculadas al ministerio.

-¿Y sobre temas específicos?

-Estuvimos hablando sobre la situación del gas y Petrobrás, y de los fideicomisos que se han creado para mantener el funcionamiento del gas en Montevideo, que es un tema que hay que continuar. Estuvimos hablando de la eventual retirada de Petrobrás del Uruguay desde el punto de vista de la venta. Es una situación del ámbito privado pero que tenemos que monitorear. Estuvimos hablando de la problemática de la energía, y el posible suministro de gas desde Argentina para poder, eventualmente, exportar electricidad como contraparte.

-La primera polémica en la transición de gobierno se dio por el no aumento de las tarifas públicas. Usted dijo en Todo Pasa de Océano FM que el aumento de las tarifas es discrecional, y no debería ser así, sino por motivos técnicos. Explíqueme este concepto.

-Cuando uno tiene un mercado libre de un determinado bien o servicio no existen tarifas, lo que existen son precios. El mercado fija los precios de acuerdo a la interacción, interés, consumo y oferta. Cuando uno tiene un mercado regulado, lo que sucede con los monopólicos u oligopólico, como la electricidad en este caso, y como con los combustibles, las tarifas se suelen fijar de manera administrativa por algún ente que tiene la potestad de decidir el precio de determinada cosa.

La visión moderna de esto dice: el propio prestador no puede ser el que fije sus propias tarifas, una decisión que de alguna manera le daría demasiado poder en un mercado monopólico. La tradición uruguaya es que esa decisión se negocie, digamos, entre la empresa responsable de proveer el servicio y sus necesidades económicas, el Poder Ejecutivo y su realidad. Le llamo discrecional a eso porque no es que se base en una regla determinada, sino en una negociación de cierto contexto. Esas tarifas salen de una discusión del tipo "yo necesito tanto", "yo también" o no... Por eso es discrecional.


"Nosotros creemos que las tarifas deben reflejar la realidad técnica, que los costos sean razonables para ser trasladados a tarifas, más un margen de ganancia. Cuando uno no tiene ese mecanismo técnico, lo que termina sucediendo es que deriva en una decisión política. Y a veces esa decisión es correcta, pero a veces no"

¿Qué es lo que pasa con eso? Y bueno, de alguna manera eso no redunda en una presión hacia la eficiencia, hacia que las tarifas sean lo mejor que se pueda. Nosotros creemos que las tarifas deben reflejar la realidad técnica en el sentido de que los costos sean razonables para ser trasladados a tarifas, más un margen de ganancia que también es natural que exista. Cuando uno no tiene ese mecanismo técnico, lo que termina sucediendo es que deriva en una decisión más política: quiero subirlas, no quiero subirlas. Y a veces esa decisión es correcta, pero a veces no y a veces genera problemas. Y es lo que estamos viendo ahora: es una decisión que no está basada en argumentos técnicos.

-¿Está bien que el gobierno vigente no haya querido aumentarlas? Digo, porque la coalición que gobernará desde el 1° de marzo esperaba que hubiera aumentos, y eso lo obliga a hacer un recorte mayor a los 900 millones de dólares, según me decía Álvaro Delgado, próximo secretario de Presidencia.

-No está bien porque no es un problema de aumento, sino de ajuste. Cuando uno dice que deberíamos ir a una visión técnica es que deberíamos ir a ver cuáles son los costos, ver si variaron, y si los costos variaron hay que ajustar el precio. Y en un año, en el combustible, los costos variaron, tanto del petróleo como del dólar. Y variaron en forma sustantiva. Entonces, si eso no se ajusta, lo que sucede es que uno le genera un problema a la empresa porque la hace operar en un contexto de costos mayores con precios congelados. Eso es lo que estamos diciendo nosotros como gobierno entrante: que el ajuste debió haberse realizado.

-¿Será necesario un aumento de las tarifas del combustible en el primer año o es posible evitarlo?

-Eso está en discusión en el equipo. Se está estudiando, y por supuesto que ahí interviene el equipo económico también.


-¿Y las tarifas eléctricas?

-Ahí las dinámicas son un poco distintas. Hay que estudiarlo más a fondo, porque ahí lo que interviene son los costos operativos de UTE y los costos de generación, un poco interviene el dólar, un poco la inflación y otro poco el IPC. A nosotros nos daba que debería haberse hecho un ajuste.

-Hablando de combustibles, ¿es de esperar importación de combustibles en el corto plazo, un tema que estuvo en la campaña de cara al balotaje?

-En el corto plazo no, no es de esperar. Porque no es una cuestión que uno la decreta y se hace, y no es una urgencia. El objetivo real y profundo que tenemos es de lograr competitividad en el costo de los combustibles, es decir que queremos alinear los costos, los precios de combustibles en Uruguay a los precios de la región. ¿Por qué? Porque así nuestra producción y nuestra gente tiene costos similares a los que tienen nuestros vecinos, y por lo tanto, radicar aquí un emprendimiento permite competir. Lo mismo sucede para el turista y para las personas en general: tratar de tener el menor costo posible en su canasta familiar vinculado con la energía. Ahora, el objetivo es ese, las herramientas son varias. La primera es meternos a fondo a entender todos los costos de la cadena y ver dónde se pueden generar economías para alinearnos a eso. Eventualmente uno puede decir: no descartemos la importación, que puede ser una herramienta. Pero es una herramienta, no hay que centrar la discusión en las herramientas, sino en el objetivo.

-Ha dicho que promoverá la electrificación del transporte. Cuénteme más.

-Todos sabemos que el transporte eléctrico ya en el mundo es una realidad creciente, no una realidad apabullante, pero es creciente. Esa realidad para el Uruguay trae ventajas. La primera es que no tenemos petróleo, y podemos por lo tanto pensar que nuestro principal consumidor de petróleo en Uruguay, que es el transporte, vaya disminuyendo esa dependencia.

Si miramos hoy nuestra matriz energética total nos damos cuenta que en la electricidad prácticamente no se consumen combustibles fósiles, son muy poquito (2 o 3% según el año), pero en el transporte se consumen combustibles fósiles de forma muy abundante. Entonces, ir eliminando los combustibles fósiles del transporte hoy significa electrificar de a poco el transporte. Cuando uno habla de electrificar habla de distintos tipos de transporte. Habla del transporte de vehículos particulares, que tiene que ver con la adquisición de un vehículo eléctrico y la disponibilidad de cargadores eléctricos, que es un proceso que no es inmediato ni automático, pero que queremos favorecer. Después están las flotas: la flota de taxis y la flota de transporte urbano, que son candidatos naturales. El transporte de mayor distancia todavía no lo es. Y por ese lado queremos ir. Hay en desarrollo un proyecto ya de ómnibus eléctricos, lo vamos a ir acompañando, está el proyecto Movés, que cuenta con cooperación internacional, y nuestro ministerio quiere promover esto.

-¿Qué opinión tiene sobre revisar o no los contratos con UPM? Eduardo Lust, diputado electo de Cabildo Abierto, asegura que se llegará a un referéndum que permitirá que el pueblo decida respecto al recorrido del tren y a la locación de la planta.

-Hay muchos de esos aspectos que no son de mi cartera, y por ahora, preferiría no opinar. Nosotros, en una visión general, creemos que el proyecto de UPM es positivo para el país. Moviliza la economía en un área deprimida, porque a veces se piensa que la fábrica es una especie de isla, pero atrás de ella está toda la cadena forestal y en zonas que hoy no están al alcance, porque acá hay todo un problema logístico. Si yo quiero desarrollar el sector forestal en sectores que están alejados de la planta tengo problemas de transporte, entonces poner la planta en el centro del país y con una buena logística ferroviaria, incluso hasta el puerto de Montevideo, a mí me parece positivo. No estoy empapado de los detalles del contrato. Van a ser discutidos en el gabinete.

-¿Hubiera negociado el contrato de otra forma? ¿Qué no hubiera aceptado darle a UPM?

-Probablemente hubiera negociado de otra forma, sí. Pero lo tenemos que ver en conjunto en el gabinete esto. Si uno mira el pasado, diría que hay que ver la ecuación económica, ver si no pusimos demasiada inversión pública en esto, si el tren podía ser más compartido... Pero no sabemos si nos atamos de pies o manos o no, porque no sabemos qué pidió UPM en esa negociación, que no fue pública. Hubiera sido bueno que hubiese sido pública. Si miramos el tren, es muy importante que el tren permita transportar no sólo la carga de UPM, sino que permita llevar carga incluso más al norte, carga forestal de tipo madera y no sólo en forma de celulosa, que dinamice la industria forestal de sólidos que es una industria que le cuesta un poco más despegar. Estaría bueno que esas cosas estén contempladas en el negocio, así que eso capaz que hay que revisarlo. Pero me da la impresión que está previsto compartir esta información y evaluarlo en el gabinete.

-¿Es necesaria una reforma del Estado y de las empresas públicas, la tan dilatada "madre de todas las reformas"?

-La del Estado, por ahora, dejame tranquilo... Hablemos de las empresas públicas. Creo que sí, que es necesario. Hay dos o tres cosas importantes. La primera es que el concepto mismo de la institucionalidad de la energía en Uruguay está obsoleto y es que tenemos por un lado el concepto de combustible líquido y por otro lado, la electricidad. Lo que está empezando a pasar es que ambas cosas, de alguna manera, se generan sustitutos entre sí mismas. Por ejemplo, el transporte eléctrico puede reemplazar al combustible líquido. Pero también, desde el punto de vista de cómo está pensada la electricidad, también el cambio tecnológicos importantes. Una cosa es decir: "Tengo una gran represa que después tiene una red de transmisión, que tiene una redistribución y es unidireccional", y otra cosa es lo que va a ir pasando, que es que la gente pueda irse generando su electricidad en parte, pueda almacenarla en su auto, pueda almacenarla en su casa. Es un ecosistema mucho más complejo. Entonces, la idea sería: estamos saliendo de un mundo de monopolios, y yendo a un mundo de ecosistemas.


"Las empresas públicas tienen que cambiar para permitir esta permeabilidad, esta flexibilidad, donde el negocio no es 'yo genero y te vendo' sino que es: no sólo generan los generadores privados que contraté, como los eólicos, sino que además lo va a empezar a generar el propio consumidor"

En ese contexto, las empresas públicas tienen que cambiar. Tienen que cambiar para permitir esta permeabilidad, esta flexibilidad, donde el negocio no es "yo genero y te vendo" sino que es "no sólo generan los generadores privados que contraté, como los eólicos, sino que además lo va a empezar a generar el propio consumidor", el prosumidor. Pero además, desde el punto de vista de los combustibles aparece la diversificación de los distintos combustibles, entonces eso de tener dos hilos, Ancap y UTE separados, eso el mundo lo va a cambiar y si uno tiene una estructura demasiado rígida, no nos podemos adaptar a eso.

-¿Ese es el cambio de gobernanza del que usted ha hablado?

-Más o menos. El otro tema es que las empresas como están concebidas no son empresas, son una mezcla de varias cosas. Por un lado, son una empresa que desarrolla una producción y la entrega a sus clientes, llámese de bienes o de servicios, como puede ser la electricidad. Pero por otro lado, también son reguladores del mercado, en parte o en todo. Algunas cosas, después del 2000 se han ido poniendo en las unidades reguladoras, pero buena parte de la cadena de combustibles, por ejemplo, está regulada por Ancap y no por las unidades reguladoras. Entonces Ancap define quiénes son sus distribuidores, define qué precios van a cobrar en las distintas etapas de la cadena mediante contratos y negociaciones en cada una de las etapas, también cuánto vale el flete... Un montón de cosas. Regula el mercado, no es sólo la empresa, sino que también es el regulador. Lo mismo puede pasar en algunas cosas con UTE. Entonces, lo que uno dice es: somos reguladores, productores, pero además en algunas medidas somos agencia de desarrollo, porque nos parece bien determinadas cosas que no tiene un fin empresarial, pero también se hacen porque tienen un fin nacional. Y eso está bien que se haga, pero no necesariamente de forma discrecional por decisión de la empresa.

Si lo que hay que hacer es desarrollar determinada cosa, subsidiándola, perfecto, es una política subsidiar determinada cosa, pero eso lo define el ministerio, no la empresa. Entonces, cuando uno habla de cambio en la gobernanza habla de separar roles. La empresa es empresa, la política la define el ministerio y la regulación la hace el regulador, y el propietario es el accionista que es el que te dice hasta dónde te podés endeudar, cuánto le tenés que dar como dividendo, y ese probablemente sea el Estado a nivel del Ministerio de Economía. Esos roles separados van aclarando el panorama. Después, si uno tiene una empresa, tiene que tener cambios a la interna, eso también son reglas de buen gobierno. Cuando uno habla de gobernanza habla de cambiar la institucionalidad, y también cambiar de buen gobierno. Y en el buen gobierno está bastante claro (en) las empresas grandes cómo debe ser: separar el directorio de los gerentes, por ejemplo. La carrera gerencial llega hasta cierto punto, después el directorio tiene responsabilidad frente al accionista, y no como sucede a veces que el directorio opera como gerente y toma decisiones pequeñas.

-Los ex directores de Alur -recuerdo a Leonardo De León- defendían las inversiones en Alur y decían que serían redituables con el tiempo... Ancap, ¿debería dejar de apostar a
Alur y otros negocios colaterales, y priorizar el combustible?

-Alur es una cosa y Ancap es otra. La posición nuestra con Alur es que tenemos que revisarla bien, entenderla bien, y transformarla lo más posible en algo viable, porque nos parece bien el desarrollo del norte del país impulsado por este tipo de emprendimientos. Y la parte de irla transformando de azucarera en energética, diversificándola para varios negocios energéticos nos parece que es el camino. Hay que entender por qué hoy tiene los problemas de costos que tiene y ver si puede ser viable económicamente.

La otra discusión es: ¿Es Ancap quien debería subsidiar este proyecto o debería ser una política nacional que diga "vamos a destinar estos fondos para desarrollar a Alur, o al proyecto energético del norte"? Pero no hacerlo de manera implícita en lo que le pagan el etanol o el biodiesel desde Ancap, porque eso en el fondo son precios que terminan incorporados al precio del combustible, y derramando problemas en el resto de la economía. Es decir, lo subsidia porque le interesa socialmente, y creo que si nos interesa, debería ser un subsidio explícito. Esa es la posición.

-Con una mejora de los números y cuando haya superávit, como ha habido, ¿se podrán bajar los precios de los combustibles, que es lo que reclama el ciudadano uruguayo?

-Sí. Sí. Es lo que queremos.

-Uno de los puntos altos del gobierno de Mujica, que todos le reconocen, es la diversificación de la matriz energética. También sobre el final de esos años se conoció el descalabro en Ancap, durante la gestión de Raúl Sendic. ¿Mejoró la gestión de Ancap con los cambios de autoridades y la llegada de Marta Jara? Da la impresión que los números han mejorado...

-No sólo han mejorado los números, sino que se conformó un equipo gerencial nuevo, que se seleccionó con criterios profesionales y está desarrollándose adecuadamente. Mirándola de afuera, nos parece que la casa está más en orden de lo que estaba antes, y la tarea es titánica. En la época de Mujica tuvimos tres cosas distintas, tres proyectos energéticos diferentes. Uno fue la diversificación de la matriz eléctrica, que en su orientación general fue aprobada en el acuerdo multipartidario de 2010, lo que se implementó fue mucho más que lo aprobado en cantidad de energía que se contrató, y también se contrató una central de ciclos combinados (en este período), y en nuestra opinión eso es una inversión muy superior a la necesaria.


"Tenemos que revisar bien a Alur, entenderla, y transformarla lo más posible en algo viable, porque nos parece bien el desarrollo del norte del país impulsado por este tipo de emprendimientos. Y la parte de ir transformándola de azucarera en energética, diversificándola para varios negocios energéticos"

Entonces, ese plan que en su concepto estratégico es correcto, en su implementación tiene un pero, que es (haber invertido) 750 u 800 millones de dólares en una central de ciclos combinados, que por ahora no necesitamos. No es un tema menor. Después tuvimos Ancap y su descalabro, y después tuvimos la regasificadora, que es otro descalabro. Entonces, la política energética tenía tres pilares, uno bastante bueno (con algún matiz), los otros dos, un problema.

-Precisamente, usted no estuvo afín a la planta regasificadora, cuyos pilotes quedaron inundados frente a la casa de Jorge Zabalza, como ahora sabemos... ¿Es mejor que no se haya construido?

-Sí. Las críticas nuestras a la planta es que era un proyecto muy grande para un mercado pequeño y volátil. Un proyecto muy grande que involucraba mucho recursos y un compromiso a largo plazo de dinero, para una demanda volátil y pequeña para lo que se había construido. Se invertía un montón enorme de dinero, que andaba en los 3.000 millones de dólares, si se sumaba todo lo que se iba a pagar, e iba a usarla un porcentaje pequeño del tiempo. Y un problema todos los meses, porque todos los años había que pagar 200 y pico de millones de canon para un gas que no íbamos a usar mucho. Eso al principio.

Con Argentina como socio, tal vez el proyecto se justificaba. Cuando Mujica se decide a hacerlo, ya Argentina no estaba en los planes, ya se había bajado. Argentina se bajó y Uruguay se decide a ir para adelante igual. Bueno, eso hubiera sido un error. Y por suerte no se terminó construyendo. Ahora, otra cosa es que veamos cómo vamos a introducir el gas en Uruguay cuando lo necesitemos. Uno piensa: de repente, un proyecto mucho más pequeño, en otro lado, podría ser... Lo que parece natural ahora es: tenemos enormes reservas de gas del otro lado del Río de la Plata, más cerca de los Andes, en Neuquén, en algún momento van a terminar siendo explotadas. ¿Qué pasa mientras tanto? Bueno, puede pasar que haya un espacio para pensar una solución para traer gas. Pero no éste proyecto (la regasificadora).

-¿Es buena o mala cosa que se hayan caído los proyectos de megaminería en el país?

-No tengo una opinión firme sobre eso todavía.

-Murió el Uruguay industrial, el de las chimeneas. ¿Está bien? Ahora estamos apostando al Uruguay del software...

-Está bien que el Uruguay del software y de servicios se hayan desarrollado. Si uno mira la economía del mundo y sobre todo el mundo desarrollado, los servicios son mucho más importante que la industria tradicional. Eso es así, y en ese sentido Uruguay no está mal parado. Otra cosa es que no haya espacio para la industria en el país. Lo que pasa que la industria moderna, la industria 4.0 no es la industria de las chimeneas. Seguramente tiene escala menor en términos de escala de empleos que genera, de repente tiene escala grande en cuanto al alcance global, porque la industria hoy no está pensada para atender un pequeño mercado. Aún industrias que emplean poca gente tienen un alcance exportador siempre, y están insertas en cadenas globales de producción, donde generalmente las etapas finales de la cadena están cerca de los mercados grandes y nosotros podemos cumplir un rol en algunos de los eslabones de la cadena en la medida que tengamos ciertas ventajas para hacerlo aquí.


"Por suerte no se terminó construyendo la regasificadora. Ahora, otra cosa es que veamos cómo vamos a introducir el gas en Uruguay cuando lo necesitemos. Uno piensa en un proyecto mucho más pequeño, en otro lado, podría ser..."

Y debemos tener claro que cuando uno piensa en integrarse económicamente con el mundo es eso: capturar eslabones de esa cadena. De hecho, ya pasa hoy. Si uno recorre la ruta 101, encuentra que hay un montón de industrias -no ves chimeneas pero hay industrias- y de repente son autopartistas algunos, de la industria farmacéutica algún otro, logística, incluso logística regional... Yo pienso que espacio para la industria hay. Lo que tenemos que cambiar es la cabeza respecto a qué es una industria. Tenemos que asimilarlo porque hay otra cosa que es clave: generar empleo. Y generar empleo en los servicios de alto valor agregado está muy bien, pero hay que tener un fuerte cambio en el sistema educativo para tener una mayor cantidad de personas capaces de trabajar en ellos. Entonces, el empleo más técnico, más de oficio, también es importante, y ese es el de la industria.

-¿Cómo cree que le cambiará su vida familiar, su rutina, el ser ministro?

-Muchísimo. Tengo una hija de 20 y un hijo de 16. Me va a quitar tiempo con la familia. Yo igual siempre fui de trabajar muchas horas, pero vamos a tratar de mantener algunos espacios (para la familia), porque si no, esto te come.

-¿Es feliz?

-Sí.