Contenido creado por Cecilia Franco
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Escribe FAO

Opinión |Regenerando soluciones

Cómo salir de la inercia y atender la crisis climática antes de que sea demasiado tarde

13.12.2019 12:41

Lectura: 5'

2019-12-13T12:41:00-03:00
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FAO | @FAOUruguay*

El mundo se está movilizando para enfrentar los embates de cambio climático. Ya no es necesario seguir modelando el impacto del CO2 acumulado en la atmósfera. Las consecuencias las estamos viendo día a día y la ciencia lo confirma: las temperaturas han aumentado en ciertas regiones del mundo, las sequías son más prolongadas y las tormentas más fuertes y frecuentes en zonas que ya son vulnerables y poseen recursos limitados para enfrentarlas.

Adaptarse a estos cambios es algo urgente. Actuar para que el impacto del aumento de la temperatura del planeta se detenga se ha convertido en un imperativo para un gran número de países, mientras que para muchos estados insulares se trata de una lucha por su sobrevivencia. De allí el acuerdo logrado en París en el 2015 firmado por cientos de países.

Se habla de reciclar, reutilizar, evitar envases de plástico, comer de manera balanceada, no desperdiciar lo que comemos, usar la bicicleta como medio de transporte y una larga lista de acciones que en el ámbito del ciudadano común ayudan a que nuestra huella en el medioambiente sea menor. Sin embargo, el ritmo de emisión de gases va más allá de acciones individuales. Se requiere una transformación colectiva y urgente que implique un salto tecnológico, político y económico que nos catapulte hacia ese futuro que llaman verde.

Estos cambios no se dan de un día para otro. Por eso necesitamos ganar tiempo, tiempo del que nos queda poco. Sin embargo, hay respuestas inmediatas y bastante sencillas. Estas respuestas se encuentran en nuestro entorno. Son soluciones basadas en la naturaleza. La tierra que está debajo de nuestros pies posee un inmenso potencial restaurador y de curación del planeta; esta solución basada en la naturaleza puede mitigar significativamente las emisiones excesivas que han acelerado el cambio climático.

Según estudios de la FAO y del Instituto Tecnológico de Zurich (ETH), es posible recuperar tierras degradadas sin competir con la producción de alimentos, las áreas protegidas o las áreas urbanas con un impacto planetario inmenso. Para que esto se haga realidad, varios expertos han estimado que se requieren trescientos mil millones de dólares para implementar el grueso del plan y restaurar 900 millones de hectáreas de tierras degradadas, lo que representa una inversión infinitamente menor que el costo anual de las propuestas que bordean el 1% del PIB global anualmente. Ciertamente las soluciones basadas en la naturaleza que proponemos brindarían sólo un alivio temporal de unos 20 años y luego tendría que complementarse con opciones novedosas de los sectores del transporte y la energía, usualmente más intensas en capital. En otras palabras, proponemos generar una ventana de oportunidad mientras las opciones tecnológicas maduran.

El plan que proponemos requeriría que los países aprovechen el potencial de restaurar sus tierras: Argentina, por ejemplo, tiene el potencial de reforestar 6.284.000 hectáreas de bosques, aumentando en 232% su superficie forestal actual; Chile podría restaurar 1.141.000 hectáreas, un aumento del 64%, mientras que Bolivia podría aumentar en 24% su superficie forestal, y Brasil podría sumar 8.270.000 hectáreas de bosques. México, por su parte, tiene espacio para aumentar en un 96% su superficie forestal, sumando 6.326.000 hectáreas a su superficie forestal actual. Por supuesto cada quien debería soberanamente decidir si restaura con nuevos bosques donde antes nos los había, regeneración natural asistida, plantaciones forestales, pastizales o con combinaciones de éstas y otras opciones menos obvias como regenerar suelos o humedales.

Por supuesto cada quien debería soberanamente decidir si restaura con nuevos bosques donde antes nos los había, regeneración natural asistida, plantaciones forestales, pastizales o con combinaciones de éstas y otras opciones menos obvias como regenerar suelos o humedales.

Este plan no puede implementarse en solitario. Se requiere esfuerzo y coordinación a nivel internacional para adoptar medidas obligatorias para revertir, mitigar o frenar las consecuencias del cambio climático. De eso se trata la COP 25, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático que se celebrará en Madrid, España.

El continente americano podría responder por un tercio del total mundial de este plan, con los dos tercios restantes repartidos entre Europa y África, donde Europa pondría el dinero y África la tierra y la mano de obra. En Asia se realizaría el tercio restante, con el apoyo de China, India, Rusia, Australia, Japón y Corea del Sur. Ésta -y otras propuestas igualmente ambiciosas- fueron y están siendo debatidas en la COP 25.

Esta opción basada en la naturaleza daría esperanza a los estados insulares de sobrevivir y amainaría el ritmo del cambio climático. Ganaríamos tiempo, nos enseñaría a implementar proyectos y a medir su impacto, y nos mostraría la importancia de una acción solidaria en la que todos aportamos algo.

Materializar este plan para los próximos 20 años es un desafío que requiere recursos financieros, humanos y sobre todo voluntad política. Ello permitirá balancear las emisiones y evitar que en las próximas dos décadas se agrave la concentración de gases en la atmósfera, dando a los países un horizonte razonable para implementar otras alternativas y -aún más importante- para que la comunidad internacional pueda repensar el modelo de crecimiento que nos ha llevado a esta crisis global.

 

*René Castro Subdirector General de la FAO encargado de cambio climático y Julio Berdegue, Subdirector General y Representante Regional de la FAO para América Latina y el Caribe.