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Cultura

El equipaje que somos

¿Cuánto de la vida de un hombre cabe en una maleta? Conocé la historia de la Valija Koch

La valija de un hombre fallecido hace más de 30 años y su curioso contenido, son objeto de una singular investigación.

11.11.2019 08:49

Lectura: 21'

2019-11-11T08:49:00-03:00
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Por Gerardo Carrasco
  gcarrasco@m.uy

 

"(...) ¡Cuántas cosas,
láminas, umbrales, atlas, copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,
ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido".

                                                 Jorge Luis Borges, Las cosas.


¿Dónde comienza la azarosa historia de la Valija Koch? Al igual que la Historia con mayúsculas, esa que escribimos entre todos los humanos, la historia individual de Herbert Koch y su valija no es algo estático, sino un proceso en movimiento que -como veremos- aún no termina.

Podríamos comenzar el relato en medio del espanto de la Primera Guerra Mundial, donde un jovencísimo Koch se jugó el pellejo, quizá en Galitzia o en las disputadas márgenes del río Isonzo.

Tal vez sería más apropiado empezar en la animada París de los años 30, donde Herbert conoció al amor de su vida y vio nacer a su hija. O en 1940, a bordo de un barco - el último, para ser más dramáticos- que partió de Francia rumbo a Sudamérica antes de que el horror nazi se apoderara del país entero.

Sin embargo, abriremos la valija en Montevideo en 1987, poco después de la muerte de Herbert -rebautizado Heriberto en nuestro país- ocurrida el 17 de enero de ese año, y cuando su familia procedía al siempre doloroso proceso de desmontar la casa del difunto, esa especie de universo particular que queda en estado de suspensión -las plantas sin regar, la correspondencia acumulándose en el buzón- cuando su habitante desaparece.

"Era una valija antigua de tela y cartón, de esas que te imaginás que alguien apoya en un andén mientras a lo lejos llega el tren a vapor", recuerda la socióloga Silvina Brun Linares, una de las responsables de que esa maleta y su contenido se convirtieran en objeto de estudio y disparador de relatos.

Mirtha Linares, madre de Silvina, era amiga y socia de Marianne, la única hija de Heriberto Koch. Ella guardó en su casa esa polvorienta maleta para la que su amiga no tenía espacio, pero que tampoco quería tirar a la basura.

"Los archivos y colecciones personales son la caja de Pandora, (. . . ) uno no sabe qué va a aparecer"

"La valija llegó a mi casa hace algo más de 30 años, cuando falleció Heriberto Koch. Mi madre era íntima amiga de su única hija, Marianne Jacqueline Koch (fallecida en diciembre de 2017). La acompañamos a retirar las últimas cosas de la casa de su padre y muchos de esos objetos fueron a parar a la mía, incluida esa valija con todo su contenido", recuerda Brun en diálogo con Montevideo Portal.

"Mi hermano y yo éramos adolescentes, y la valija era para nosotros un túnel del tiempo. Era muy divertido e interesante ver los mapas, las diapositivas, nos fascinaba. Era un entretenimiento maravilloso en un mundo sin Internet. Era viajar, conocer idiomas, países, lugares", rememora.
Efectivamente, entre los numerosos objetos contenidos en la valija -que veremos en detalle más adelante- destacan cientos de diapositivas con vistas de diversas ciudades europeas y americanas y un proyector para usarlas, así como mapas y folletos de sitios muy variados.

"La valija fue a parar al altillo, y a lo largo de varias mudanzas estuvo en sótanos y lugares diversos, pero siempre con la idea de que era algo a preservar. Era impensable tirarla", cuenta. En agosto pasado Brun volvió a mudarse, y para entonces la valija llevaba unos diez años "archivada" debajo de la cama de su hija. Si bien el objeto no había sido maltratado, tampoco había recibido mayores cuidados. Así -como escribiera el poeta Félix Grande- el tiempo había hecho sus destrozos. "Me preocupó la idea de que se pudiera perder el contenido, porque me parecía un material muy interesante", explica Brun.

Fue entonces que surgió la idea de donarlo a alguna institución a la que semejante acervo le pudiera resultar de interés, y que a su vez pudiera conservarlo en condiciones adecuadas. Así, y mediante la providencial intermediación de Laura Cardona, prima de Brun, entra en el relato la otra gran protagonista: Julieta Keldjian, Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Católica del Uruguay (Ucudal) y que trabaja en la asignatura de Gestión Documental, de reciente creación en esa casa de estudios.

"Yo me dedico a investigar en archivos audiovisuales, y en especial en películas familiares", explica Keldjian, quien fuera responsable cultural del Proyecto Cine Casero.

"Siempre digo que los archivos y colecciones personales son la caja de Pandora en varios sentidos. Primero porque uno no sabe qué va a aparecer en el propio archivo. Además, cuando se abre uno aparecen diez o veinte familias o grupos alrededor con la misma inquietud. Nunca me había ocurrido que me hablaran de una valija, pero siempre hay una caja, un sobre, una bolsa que dejó un abuelo, algo que quedó", relata, subrayando la importancia que puede tener ese tipo de material, al que a menudo sus propietarios subvaloran. "No debe haber documental contemporáneo, desde el más comercial hasta el más riguroso, que no esté atravesado por un archivo personal", sostiene.

"No debe haber documental contemporáneo, desde el más comercial hasta el más riguroso, que no esté atravesado por un archivo personal"

Para Keldjian, la Valija Koch se transformó en el insumo ideal para organizar un curso distinto con sus estudiantes. Y Para Brun, esto se convirtió en la ocasión de acercarse a la respuesta de una pregunta que se había hecho durante mucho tiempo, y que los años y la pérdida de contacto con la familia Koch le impidieron responder: ¿Por qué Herbert Koch había acumulado todo ese material? ¿Había regresado a Europa y viajado por todos esos lugares que la valija atesoraba, o era, por el contrario, una suerte de coleccionista de imágenes y mapas?

"Hasta que apareció Silvina con su valija, yo siempre había trabajado con repositorios institucionales, como la Biblioteca Nacional o el Centro de Fotografía de Montevideo, donde las colecciones ya habían recibido tratamiento documental", cuenta Keldjian a Montevideo Portal.

Pero con ese nuevo y desconocido material, surgió un proyecto diferente. "Se me ocurrió, con el desafío de hacer algo experimental que podía salir bien o no, intentar saber quién estaba detrás de esa valija, cómo podíamos hacer hablar a los documentos que estaban dentro y, en la medida en que fuéramos investigando, producir conocimiento juntos".

Cuando Keldjian recibió la valija se abstuvo de abrirla, y sólo lo hizo al comenzar el curso y junto a sus alumnos. Así, a fines de setiembre de este año, estos "se enfrentaron a la valija igual que yo, sin saber absolutamente nada. Laura Cardona me la había traído a casa y yo no la abrí, para que no se perdiera la emoción del hallazgo".

Dicha apertura se hizo "teniendo las precauciones de las buenas prácticas de manipulación usando guantes y tapabocas, por si alguno fuera alérgico. Lo digo por experiencia, estuve al borde de la neumonía por entrar en un depósito a explorar cosas así. Acumulan ácaros, bichos, polvo, y eso se respira directamente", cuenta Keldjian, añadiendo que dichas buenas prácticas no procuran proteger sólo la salud del investigador, sino también la integridad del material con el que se trabaja, que en ocasiones puede ser frágil o estar deteriorado.

De generaciones

Tras el mágico momento de levantar la tapa de la maleta, a los jóvenes estudiantes les sucedió algo que la docente describe en dos palabras: "se fascinaron".

"Tienen en promedio entre 22 y 23 años, y quedaron fascinados con medios audiovisuales que no conocían. Habían oído hablar de ellos, pero no podían ubicarlos con exactitud en la historia. No sabían si una diapositiva era del año 30 o del 70, y tenían que empezar a situarlos. Yo podría haberles dado un curso teórico acerca de la historia de los medios audiovisuales en el siglo XX, pero me pareció mucho más interesante que ellos, enfrentados al objeto, salieran a buscar esa información", expresa.

Allí comenzó el proceso de analizar y clasificar unos 1.500 objetos contenidos en la valija, consistentes en "cerca de 900 diapositivas, aproximadamente 40 mapas y unos 50 documentos personales", así como otro tipo de ítems, como "tarjetas postales, estampitas de comunión o bautismo, souvenirs", y también folletería y material promocional de museos y lugares turísticos en Sudamérica, Norteamérica y Europa.

Pero el objeto estrella de la colección era sin dudas el antiguo proyector de diapositivas, que Keldjian define como "un carromato" y sobre cuyo funcionamiento sus estudiantes no tenían la menor idea. "¿Estaría sano, funcionaría con 220 voltios, no se quemaría al encenderlo?", fueron algunas de las preguntas que surgieron. Por fortuna, dieron con una persona conocedora de ese tipo de dispositivos, que fue capaz de asesorarlos. El aparato en cuestión resultó ser capaz de resistir el tiempo y el abandono, tal como lo demuestra la siguiente imagen.


Los estudiantes de Keldjian prueban el proyector

En cuanto a las diapositivas, "hay material producido por Koch y otro que fue colectado". Las fotografías más antiguas son de la década de 1940, y las más recientes aproximadamente de los años 1960. "Eso no implica que haya colectado el material durante esos veinte años. Pudo comprarlo o recibirlo como regalo" advierte Keldjian.

La caza del hombre, la caza de la sombra


Los 22 estudiantes de Keldjian se dividieron en equipos, que además de clasificar y digitalizar el contenido de la valija, se plantearon como cometido la reconstrucción del árbol genealógico de Herbert Koch, así como la localización de sus descendientes, si todavía los hubiere. El punto de partida fueron los recuerdos de Silvina Brun, quien había tratado a la familia y que había conservado la valija por más de tres décadas.

"Yo tenía un recorte de la historia, lo poco que podía saber del padre de la amiga de mamá, pero no sabía hasta dónde eso se ajustaba a los hechos reales, era mi recuerdo de entonces, o lo que construí en más de 30 años de memoria", advierte.

"Sabía que tenía una hija, que era austríaco, judío, que había huido de Europa, que había tenido una primera esposa quien, según mis datos, había muerto en un campo de concentración", enumera la socióloga, añadiendo que en esa historia que le fue relatada, Koch, su segunda esposa y la hija de ambos habían logrado huir de Francia in extremis, en el último de los barcos en el que judíos, comunistas u otras personas "indeseables" para el nazismo abandonaron el país, antes de que los invasores tomaran el control total de puertos y vías férreas.

Para contribuir en la búsqueda, Keldjian y sus alumnos solicitaron la colaboración a personal de la biblioteca de la Ucudal. "Bibliotecólogos con formación en archivología, que nos ayudaron a saber cómo gestionar el documento y organizarlo", y allí surgió algo inesperado, y que parece ratificar aquello de que en Uruguay "somos pocos y nos conocemos". A una de las bibliotecólogas le resultaban familiares algunos de los nombres que los estudiantes habían hallado, y apuntó las pesquisas al interior de la propia universidad con resultados sorprendentes: la nieta de Koch era psicóloga egresada de la Ucudal, y la bisnieta se había graduado también allí en psicopedagogía, y de hecho ejercía como docente en esa facultad.

"¿Por qué Heriberto Koch había acumulado todo ese material? ¿Había regresado a Europa y viajado por todos esos lugares que la valija atesoraba, o era, por el contrario, una suerte de coleccionista de imágenes y mapas?"

"Nos dimos cuenta de que en ese mismo momento, a una cuadra del salón de clase estaba trabajando la bisnieta de la persona que estábamos investigando", refiere la docente.
"Silvina había sido la primera persona entrevistada por los estudiantes, y la bisnieta de Koch fue la segunda", recuerda, añadiendo que luego también se entrevistó a la nieta, llamada Nicole.

"Ahí fuimos armando el mapa, la historia de vida de nuestro personaje, empezamos a tratar de darle sentido y sumamos otros documentos que no estaban en la valija y llegaron después, como la libreta de matrimonio que Nicole conservaba". Por su parte, Brun, que en su momento recibió otros objetos de Koch además de la valija, encontró en su casa licencias que lo habilitaban como corredor de seguros en Buenos Aires.

Asimismo, los recuerdos de Nicole no coincidían en algunos puntos con los escasos datos que tenía Brun. Por ejemplo, la nieta de Koch recuerda que la primera esposa de su abuelo no murió en un campo de concentración, sino que se habría suicidado en el año 1935.

Paralelamente, se inició otra acción fuera de los muros de la universidad. Además de ejercer como socióloga, Brun forma parte del staff del programa Transformaciones, emitido por Radio Sarandí. El pasado 25 de setiembre, Brun invitó a Keldjian a su programa para conversar sobre los avances del proyecto, y se convocó a los oyentes a sumarse a la pesquisa, en caso de poseer algún dato sobre Heriberto Koch o conocer a alguien que sí pudiera tenerlo. También se creó en Facebook el grupo abierto Valija Koch, con idéntica finalidad. Por esa vía se comunicó un ex funcionario del Banco de Seguros del Estado, quien si bien no había tratado a Koch, conocía a alguien que sí lo había hecho.
Con toda esa información, Keldjian y sus estudiantes ya tenían material para construir su personaje con cierta solidez.

"Hablamos de una persona que pudo ser alguien común, como cualquiera de nuestros ancestros, tenía sus círculos sociales y lo más interesante para el aprendizaje de los estudiantes fue que a partir de cada contacto iban rescatando anécdotas asociadas a este personaje. Digo personaje a propósito, porque termina siendo una ficción, una imagen a partir de varias miradas. No nos interesaba saber quién era documentalmente Heriberto Koch, pero sí hacernos una idea aproximada", enfatiza la docente.

De esa información reunida por los estudiantes surgió un Koch que no es ni será nunca un personaje histórico en el sentido más riguroso de la palabra, algo que, como dejara en claro Keldjian líneas arriba, no era el cometido del curso.

"No nos interesaba saber quién era documentalmente Heriberto Koch, pero sí hacernos una idea aproximada"

"Alguien lo recordaba recorriendo el país en su coche, viajando en solitario, y eso se cruzaba con relatos de la bisnieta acerca de que se iba a pasar temporadas a Piriápolis solo, sin su familia. Los estudiantes empezaron a investigar si eso se estilaba o no en aquellos tiempos. Le pusimos color al auto y nos imaginamos la road movie, porque al parecer tenía un auto que en esa época ya se podría considerar clásico", relata.

"Fuimos dando pinceladas para que (los estudiantes) pudieran entender la diferencia entre una investigación histórica que se ajusta a ciertas metodologías y tiene que comprobar determinados hechos, y una investigación que va a terminar en un relato, que se nutre de anécdotas y que trabaja más con la memoria, y donde no importan tanto los hechos verdaderos", explica la profesora, señalando que otra de las utilidades del curso fue permitir a los alumnos "enfrentarse a los documentos antiguos y ver cómo no necesariamente son fieles a las cosas tal como sucedieron", tomando como ejemplo detalles menores, como "los apellidos mal escritos, que es lo más común, y la traducción de los nombres".

En definitiva, se trata de "ver cómo la historia también es un relato, aunque tenga documentos que la sustenten".

Si se trata de hacer la breve "ficha" de Herbert Koch en base a datos puros y duros, se puede resumir de la siguiente manera: nació en Viena el 7 de setiembre de 1897. Combatió en la Primera Guerra Mundial, y en algún momento entre la década de 1920 y la de 1930 emigró a París. Tras la muerte de su primera esposa contrajo nuevas nupcias con una mujer austríaca como él, con quien tuvo a su única hija. Tras la invasión nazi de Francia, los tres huyeron al Río de la Plata. Residieron seis años en Buenos Aires y luego llegaron a Montevideo, instalándose en un apartamento en Avenida Libertador (entonces Agraciada) y Mercedes. Al igual que en Argentina, Koch trabajó en Uruguay como corredor de seguros. Falleció el 17 de enero de 1987.

"Me gustaría que a los estudiantes les quedara la inquietud de estar abiertos a lo que los documentos tienen para decir, y ser conscientes de que estamos todo el tiempo haciendo anacronismos, lecturas desde lo contemporáneo"

"Lo que a mí me gustaría que le quedara de este curso al estudiante es la inquietud acerca de estar abiertos, desprovistos de prejuicios en el sentido etimológico del término, abiertos a lo que los documentos tienen para decir, y hacer el ejercicio de moverse en lo compleja que es una cultura y ser conscientes de que estamos todo el tiempo haciendo anacronismos, lecturas desde lo contemporáneo. El curso trata de hacer una gimnasia intelectual de descubrir esos relatos ¿Qué hizo, cómo era, por qué acumuló todo eso?", explica.

No eches en la maleta lo que no vayas a usar

Como se ha dicho y repetido, la investigación de Keldjian y su equipo no pretendió escribir la biografía "real" de Koch. Pero sí obtuvo importante información y permitió ensayar una respuesta muy probable a la pregunta que Brun se formulara hace tres décadas, acerca del origen de las fotos, mapas y folletos contenidos en la valija.

"Creo que los seres humanos acumulamos documentos propios y ajenos, y que hablan de nosotros",  comienza Keldjian a la hora de referirse a los objetos investigados. Y si bien advierte que en una investigación como esta no se puede afirmar nada con certeza absoluta, tiene la firme presunción de que "esas cosas las colectaba porque le gustaban, por el simple placer de proyectar un personaje de trotamundos, pero no viajó a todos esos lugares".

La mayoría de las imágenes halladas en la valija "no son las típicas fotos con las que uno documenta un viaje sino diapositivas compradas, de ese tipo de práctica fotográfica que se estilaba mucho, la foto recuerdo, souvenir", explica.

"En esa época la diapositiva era la reina, el medio privilegiado para contar. No había videos, ni celular para contarle el viaje al otro, y tampoco era tan fácil comprar una cámara o hacer buenas fotos con ella. Uno iba, por ejemplo, a visitar Brasilia, y en un kiosco compraba un paquete de diapositivas con los diez edificios icónicos de la ciudad, y luego las veía en casa con sus amigos y les decía que había estado ahí, pero la diapositiva no documenta la presencia de la persona en el lugar ni nada por el estilo", agrega.

"Creo que los seres humanos acumulamos documentos propios y ajenos, y que estos hablan de nosotros"

Esa característica de las imágenes, sumada a "algunas pistas, como el sello de embajadas e instituciones diplomáticas que aparecen en los mapas y guías de viaje, hablan más bien de un material de divulgación", que Koch habría conseguido en Uruguay.

Sin embargo, dentro de la valija también "había una caja con material importante que sí debe haber producido él", fotografías que curiosamente "tenían el mismo estilo de las compradas", algo que lleva a suponer que quiso emular las diapositivas adquiridas o que aprendió a fotografiar usándolas como guía o modelo. Se trata de "imágenes del Fuerte de San Miguel, la Fortaleza de Santa Teresa, paisajes que por la vegetación parecen ser de Rocha. Esas no tienen marcas como las otras, que serían compradas".

A Keldjian también le resultó llamativo que entre las fotos que supuestamente sí tomó Koch, hubiera muchas del interior de su casa, y más precisamente de plantas, algo, opina "que podría permitir a un investigador hacer hipótesis mucho más ricas" que las "imitaciones" de fotos postales que hizo en el interior del país.

Memorias memorables


"Voy definitivamente a hacer la maleta
Carajo, he de hacerla y cerrarla
He de verla salir de aquí
He de existir independientemente de ella"

                                            Álvaro de Campos, Grandes son los desiertos, y todo es desierto.


Este martes 12, Keldjian y sus estudiantes cerrarán el proyecto con un evento en la Biblioteca de la Ucudal, donde está previsto que también estén presentes la nieta y la bisnieta de Koch, dado que la idea es que la valija y su contenido regresen a la familia. Asimismo, los estudiantes les aportarán un "kit" de técnicas y prácticas para la óptima conservación del material.

"No son sólo las instituciones las que conservan esas cosas, sino que uno con pequeñas acciones también puede hacer que sus fotos vivan un poco más, lleguen a un poco más de generaciones, con sus historias", afirma la docente.

"No es que en todas las familias haya una valija, pero sí algo por el estilo, porque las prácticas de memoria son inherentes al ser humano"

Para Brun resulta interesante el trayecto hecho por estos objetos, que salieron de la familia hace más de 30 años para "atravesar la academia, los medios de comunicación y regresar de nuevo a la familia, pero enriquecidos por todo el conocimiento obtenido".

Al cabo de la experiencia de liderar a sus alumnos por una investigación poco ortodoxa y muy original, Keldjian destaca lo valioso que puede resultar trabajar con ese tipo de "historias mínimas" y que a priori podrían considerase de poca relevancia. Historias que todos tenemos y que valen más de lo que solemos creer.

"No es que en todas las familias haya una valija, pero en todas, incluso en aquellas supuestamente más atadas al presente, desvinculadas con su pasado, que parecerían no tener nada para aportar, las más anodinas, hay algo por el estilo, porque las prácticas de memoria son inherentes al ser humano", asevera.

Por ello, entiende que el trabajo realizado tiene sentido porque "más allá de lo que esta valija documente per se, funciona como espejo de otras realidades", y en ese sentido recuerda lo ocurrido en su propia aula. Mientras investigaban el legado de Koch, varios de sus alumnos recordaron o hallaron sus propias "valijas".

"Una de las estudiantes me dijo que su abuelo había muerto hacía unos días, y que cuando fueron a desarmar la casa encontraron una valija con cosas cuya existencia desconocían, y se sintió reflejada. Otro vino con un álbum de fotos de la familia", ejemplifica.

Maleta, álbum de fotos, diario íntimo, medalla, cuaderno de apuntes, fajo de correspondencia. . . son muchos y muy variados los ítems que pueden contar historias como lo hace y seguirá haciendo la desvencijada valija de Heriberto Koch, objeto viajero por definición, que en este caso terminó acumulando los sueños de trotamundos de un hombre que, al fin y al cabo, no pudo o no quiso emprender más viajes que aquellos a los que la vida lo obligó.

"Esos objetos, con todos los relatos que se les asocian, hablan de la historia de la familia pero también de la identidad y dignidad de la persona. Alguien que trabaja sobre su identidad es alguien que está fortalecido en la comunidad, es un ser sujeto de derecho, que reclama, que sabe de dónde viene", enfatiza Keldjian.

"En definitiva, se trata de ver cómo la historia también es un relato, aunque tenga documentos que la sustenten"

"Cuando se acerca el fin, ya no quedan imágenes del recuerdo; sólo quedan palabras", escribió Jorge Luis Borges sobre el final de su inmortal El Inmortal. Koch, por su parte, parece ser el perfecto reverso de esa sentencia. Se marchó sin dejar una sola palabra pero sí cientos de imágenes, algunas hechas por él mismo y otras - la mayoría- tomadas por otros.

Sin embargo, su legado involuntario es por esa misma razón más significativo y nos lleva a una pregunta fundamental: ¿Qué dicen de nosotros las cosas que dejamos atrás cuando nos vamos?


"...Si exigieran documentos allá del Otro Lado,
extintas las otras memorias,
sólo podré mostrarles las hojas sueltas
de un álbum de imágenes:

aquí una piedra lisa, allí un caballo parado
o
una
nube perdida,
perdida...

¡Dios mío, qué modo más extraño de contar una vida!"

 

                                                                Mario Quintana, Vida

Por Gerardo Carrasco
  gcarrasco@m.uy