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Así lo veo yo

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Columna de Ana Jerozolimski

Sobre el autor

Uruguaya, radicada en Jerusalem desde 1979. Redactora Responsable de "Semanario Hebreo".

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Entre alarmas, memoria, música y emotivos galardones

03.Nov.2019

Reeencuentro: la salvadora junto a la familia de los niños que salvó, ya como padres y abuelos (Foto: Yad Vashem)

A veces es difícil creer que todo ocurre en un mismo país. Que conviven tantos problemas con tantas cosas buenas. Claro...no es exclusividad de Israel. En todos lados, hay varios mundos paralelos. Gente feliz y gente desgraciada. Gente buena y gente que uno no querría de vecino. Pero siempre tengo la sensación que en Israel esto es muy especial. Seguramente sea porque la imagen que se tiene en el exterior es bastante distinta de la realidad, que suele ser mucho más compleja.
Por un lado,está siempre latente, de fondo, la amenaza a la seguridad nacional en distintos frentes. Irán, el único país del mundo que amenaza con destruir a otro, no esconde su odio a Israel, aunque ni frontera tiene con el Estado judío. Es su existencia lo que no soporta, no tal o cual política ni tal o cual frontera. El problema es que apoya a grupos terroristas cuya agenda es la desestabilización, inclusive a expensas de su propia población. Días atrás el Premier Netanyahu reveló que Irán había emplazado misiles en Yemen para atacar a Israel. Que los tiene en Siria y Líbano, ya se sabe. Otro frente al que hay que mirar.
En el sur, también es complejo. Bueno, tener a Hamas de vecino nunca puede ser sencillo. Pero Hamas reacciona con un "yo no fui" cada vez que suenan las alarmas en Israel, como el viernes último, en medio de la cena de shabat. Más de 10 cohetes disparados desde Gaza, la mayoría interceptados exitosamente por la Cúpula de Hierro. Uno le pegó al patio de una casa en Sderot. Lo que salvó a la familia que allí vivía, fue que corrió al refugio. Lección clara: no subestimar las alarmas, no pensar "a mí no me va a pasar". Correr y rápido, porque hay sólo 15 segundos...y puede no alcanzar.
Claro que en el refugio no se terminan los problemas. Se salva la vida, sí, pero quedan los traumas, como el de una niña de 5 años de cuya foto tirada en el piso tapándose la cabeza con las manos, fue publicada por su madre, quien contó que estaba congelada de terror. Desde que nació que hay alarmas. Concretamente, desde comienzos del 2001....una generación entera que creció así.
Una generación decía...y este lunes vi otra..o mejor dicho dos o tres, que existen gracias a que en los oscuros años de la Segunda Guerra Mundial, familias cristianas valientes y nobles en Grecia, arriesgaron sus vidas para salvar a una familia judía. Y ahora llegó una de las salvadoras, hoy de 92 años, a reunirse en el Museo Recordatorio del Holocausto en Jerusalem , con dos de los otrora niños a los que salvó, que hace ya mucho son padres y abuelos.
Y horas después de ser testigo de dicho encuentro, nos aprestamos a cubrir una singular ceremonia en la Abadía de la Dormición, cerca del Cenáculo, en la Ciudad Vieja de Jerusalem. Allí, la organización israelí Tag Meir, fundada y dirigda por el Dr. Gadi Gvariahu, recibió el Galardón Monte Sion, por su trabajo en pro del acercamiento y mutuo respeto entre judíos, musulmanes y cristianos.
Merecido el galardón por cierto. Los conocemos del terreno. Hemos ido con ellos cuando consolaron a la familia palestina A-Rabi de la aldea Bidia por la muerte de su madre Aisha atribuida a jóvenes extremistas judíos que apedrearon su coche. Y los entrevistamos después que fueron al asentamiento de Tekoa a presentar sus condolencias a la familia de la jovencita israelí Ori Ansbacher violada y asesinada por un palestino. No es que pueden cambiar el mundo con los mensajes de paz que transmiten y repartiendo caramelos donde extremistas escribieron grafittis de odio. Pero no hay duda de que el mundo sería menos bueno sin ellos. Por eso siguen adelante.
En el camino a la Ciudad Vieja, estacioné mi auto junto al centro comercial abierto de Mamila y fui caminante hasta la Dormición. En el camino, un israelí vestido de payaso toca una música ágil y contagiosa. Un niño lo observa con atención. La mujer que va con él, no está claro si es su mamá o su abuela, con el hijab cubriéndole la cabeza como es propio de las mujeres musulmanas, sonríe y sigue el ritmo con su cuerpo.
Al volver al coche, prendo el informativo. Nuevamente, noticias sobre las amenazas del Jihad Islámico desde Gaza y las advertencias de Netanyahu a Irán. Nada mejor en ese momento que recordar el público de distintos credos que colmó la Abadía de la Dormición en el acto en honor a Tag Meir. O las manos entrelazadas de dos mujeres griegas, una cristiana y otra judía a las que vi horas antes profundamente emocionadas.