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Columnas y análisis. Por Jorge Jauri

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Analista de riesgo, periodista

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El Debate, perla de un rosario que asfixia

09.Oct.2019

Aguardé unos días para escribir esta columna, el tiempo de leer los comentarios del más amplio espectro posible.

 Ese seguimiento fue más importante y concluyente que la reflexión que me provocara el escuchar esa nueva evasión de responsabilidad política.

O sea, el debate fue la suma de lo dicho y lo convenientemente omitido más la tímida complacencia del comentario público, incluyendo la postura periodística y el elusivo análisis académico.

Bordeando el desprecio

 El debate no sólo fue malo, sino que se agregó como un elemento al descrédito que la política ha ganado a centenares de miles de compatriotas en los últimos años.

Ahorro detalles conocidos y comentados en abundancia. Lo que importa es lo omitido. Omitido, convenido y consentido.

 Aún no me convenzo de esa comunión acorde de Martínez y Lacalle aceptando la elusión de la discusión sobre principios y valores. ¿Con qué tupé los dos candidatos y sus asesores se arrogan el derecho de despreciar la inteligencia de los uruguayos y más aún esa fantástica oportunidad que tuvieron para poner los temas principales en conocimiento de la ciudadanía? ¿O es que Lacalle y Martinez realmente creen que esa agenda de pobres o imposibles diagnósticos comparados, agravios personales y propuestas como deseos, puede anteponerse en importancia y urgencia a lo que, razonablemente, los diferencia en la base y plataforma de ejecución de sus futuras políticas públicas, supuestamente los valores, los principios, las bases filosóficas de cada uno, la justipreciación de la República, su institucionalidad, los riesgos y fortalezas que en realidad hacen y harán la realidad...?

Sería mejor que supusiera que no lo saben. Pero no es cierto. Simplemente asumen desde el pigmeo confort en el que se hallan, que el fin justifica los medios.

 Convinieron en debatir la seguridad en el área de lo más intrascendente. Evitaron afrontar el tema desde sus causas principales: ¿Qué piensa uno y otro respecto al principal derecho ciudadano? El derecho a la vida y la utilidad de su comprensión ciudadana. En línea por cierto con el renovado desprecio a esa demanda natural y adormecida del ciudadano por este tipo de atentados de sus representantes: decidieron ignorar la utilidad de la libertad individual y su potencia constructora. Decidieron dar una reiterada conferencia sobre la conveniencia de la pasividad e inclinación ciudadana a la resignación. Le pasaron por arriba a la convocatoria a que los individuos asumamos nuestras responsabilidades como confirmación de qué efectivamente somos seres libres. ¿O no lo creen realmente?

Es que la política de la conveniencia y la aspiración del poder ha llegado a un extremo tal que adquiere características del leninismo o el fascismo: lo primero es el poder cueste lo que cueste, aún la elusión y la mentira implícita en ella, más todo lo imaginable que vendrá después...

 Martinez y Lacalle aceptaron encuadrarse en un formato indeseable, ese que salvaguarda a los políticos en trance cuando el riesgo de tan esencial función se incrementa. Simplemente se defienden. Se corren un poco más hacia el centro, hacia donde suponen que se halla el grueso del botín. Convinieron la mejor manera de eximirse del riesgo de una catástrofe prematura. Todo estaba pensado y aparecía relativamente gratuito: avanzaban consolidando el privilegio de las encuestas, tendrían cerca de un millón de espectadores, ¿qué más...?

 Nada más ni nada menos que los costos que tienen para el país y la democracia el homologar ese nivel en el cual la corporación política ya está acostumbrada a definir elecciones: el de los imposibles balances de gestión comparada, el del hallazgo de la debilidad personal del oponente, el de alguna cloaca destapada del pasado, el de la agenda "comprensible", etcétera.

Firmaron un acuerdo confidencial, el que excluyó la discusión principal con absoluta impudicia. Los invito a recorrer las transcripciones, doloroso ejercicio. O mejor aún tomar tan sólo alguna infografía de las palabras más utilizadas de un medio reciente.

No van a encontrar una sola referencia a la libertad, a los valores esenciales, a la utilidad de la democracia, a la reafirmación de cuan esencial es el respeto de las normas y la calidad institucional del país. No van a encontrar en ese diálogo de sordos lo único que necesitamos saber: ¿a qué distancia y convencimiento están uno y otro de la voluntad de jerarquizar el sistema judicial como eje y tutela de la libertad personal y los conflictos naturales de intereses que tenemos los ciudadanos? No van a encontrar referencia alguna a la soberanía y la ubicación del país en el contexto internacional. Llegaron a obviar ese corte de aguas que se llama Venezuela! Nos evitaron la molestia de saber que piensan de la apertura de la economía. Ni uno ni otro intentó explicar las razones por las cuales éste país trabaja y piensa con la mayor tasa conocida de aversión al riesgo. Ni supimos nada sobre la voluntad de reafirmar principios básicos de una sociedad de derecho. Antes y después del debate los uruguayos seguiremos ignorando la jerarquía de los derechos y sus contrapartidas de responsabilidad. Nada de Nada.

Cuidado

¿Por qué llegaron a convenir formas tan indignas y contenidos tan marginales en su utilidad didáctica a cuatro semanas de las elecciones?

La respuesta esbozada más arriba es, aún, incompleta. La conclusión es peor. Lo que les costó semanas a los asesores fue convencerse de que no sólo no es conveniente sino que es peligroso desnudar las intimidades corporativas de la política. Se convencieron que Maquiavelo está vivo cuando hasta los príncipes entendieron hace rato que los mecanismos de seguridad poblacional, incluyendo la democracia, se organizan desde los mayores espacios de involucramiento posible de los Estados y los ciudadanos libres y enterados. Los Estados son útiles porque han logrado desprenderse de funciones aleatorias y, sobre todo, del fisgoneo y la tutela que los cortesanos y sus funcionarios ejercían sobre los miserables. Hasta que a ellos sólo les quedaba la rebelión para ejercer los más elementales derechos: el de la vida y la libertad informada.

Más allá de los contendores y el debate, éste tuvo una sola virtud en esta perspectiva desoladora: generó el documento más potente respecto al punto de arribo y partida en el que estamos. En algún momento se ha cortado drásticamente una línea de verdad que mal que bien se frecuentaba en la política uruguaya: esa, la de la apelación a la convocatoria, a la provocación sana del electorado. No sólo nos estamos quedando sin los valores como apalancamiento de las políticas públicas virtuosas, hemos decidido celebrar la corrección y los modales de la elusión de la realidad.

En suma, el debate como otro shock de desconfianza, pero sobre todo como indicador que se puede eludir la verdad, subestimar en demasía la inteligencia de los electores y, sobre todo, imaginar que cosas de ésta naturaleza pueden hacerse en el Uruguay con la complacencia de demasiada gente.