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La otra cara de la moda: el desafío de producir en un mercado que no da tregua

En un país con una industria textil inexistente, altos costos de producción y una materia prima escasa la moda uruguaya lucha por sobrevivir.

18.07.2019 09:45

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2019-07-18T09:45:00-03:00
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Por Valeria Vitalle

Hoy en día caminar por la Avenida 18 de Julio es como asistir a un encuentro internacional, aunque de manera inconsciente. A lo largo del paseo seguramente te cruces con todo tipo de personas que, por supuesto, llevan prendas hechas de lino, seda, algodón orgánico, poliéster, nailon, poliuretano y un sinfín de tejidos más. Tejidos importados con el objetivo de envolver y decorar los cuerpos de los transeúntes.

Es una lástima que este encuentro internacional deje de lado al propio país: Uruguay, al que la crisis de 2002 le hizo comenzar a decir adiós a las fábricas textiles hasta no dejar una en pie a la vez que arrasó con sectores como el de la confección nacional. El volumen físico de fabricación de productos textiles y prendas de vestir disminuyó desde 1997 a 2017 un 57%, según los indicadores de Cuentas Nacionales que releva el Banco central de Uruguay.

Inés Ott, referente del sector textil de la Cámara de Diseño de Uruguay (CDU), manifiesta que el fuerte de la moda uruguaya son las materias primas históricas que identifican al país, entre ellas destacan la lana merino y el cuero. "Somos un país que permitió morir industrias como la textil. Se dejó de valorar el tema de la confección nacional y resurgió hace menos de 10 años gracias al diseño independiente. La vuelta atrás es muy difícil, es complicado que surja una textil que intente competir con precios de telas chinas. Ahora el desarrollo del tejido es completamente extranjero y fundamentalmente asiático".

A este problema se suma el cambio de los hábitos de consumo dentro del país; de nuevo, otro atentado contra la industria local. Durante los primeros 60 años del siglo XX el corazón de la moda en el país estuvo ubicado en 18 de Julio, los 70 abrieron paso a otra forma de comerciar la moda; galerías. La Madrileña, Yaguarón o De London mantuvieron el centro de la ciudad como corazón de la industria de la moda hasta que, el 17 de abril de 1985, abrió sus puertas el primer centro comercial del país; Montevideo Shopping, dispuesto a cambiar los hábitos de entretenimiento, y consumo de los uruguayos.

Pese a las constantes trabas los diseñadores uruguayos le echan ganas; su punto fuerte es ofrecer productos diferenciados, de calidad y originales. Diferenciarse o morir es su lema. Para María Alejandra Bouvier, fundadora de la firma María Bouvier, lo más complicado es dar a conocer la marca, estar en un punto de venta que sea accesible al público y así lo afirma: "Los diseñadores independientes somos emprendedores que no tenemos dinero para alquilar un local en el shopping. Aunque ahora está cambiando, las personas terminan comprando allá y las marcas pioneras quedamos fuera de eso, es difícil mantener la constancia de ventas".

El consumo de la indumentaria a nivel interno aumentó, pero no en negocios nacionales, sino en marcas fast-fashion. Descuentos, acuerdos con bancos y la confección de prendas versátiles es a lo que ha tenido que recurrir Natalia Liñares, diseñadora de la marca Sosi, para poder competir frente a las grandes cadenas internacionales. Desde las afueras de su pequeño local en Francisco Aguilar 585, se puede ver un letrero en el que está escrito: "Todos los días 20 y 30% de descuento" En pleno mes de julio ya está haciendo liquidación de invierno, no tiene opción.

Al otro lado del diseño encontramos la confección, tarea clave para que el boceto pase del papel a la realidad. Solo en 2017 la producción descendió un 6,3% respecto al año anterior, y el empleo bajó 8,5%, según datos de la Cámara de Industrias. De nuevo, los diseñadores locales luchan por seguir siendo fieles a producir en el país, pero para ello tienen que asumir demoras, informalidad, y la necesidad de importar toda la materia prima. ¿El resultado? costos de producción altos que conllevan a precios elevados. Si algo saben los diseñadores uruguayos es que tener a alguien que confeccione bien es como encontrar un tesoro; deben esconderlo. La mano de obra profesional es tan escasa que nadie quiere compartirla.

Natalia Liñares produce toda la línea de su marca dentro de Uruguay y se replanteó comenzar a hacerlo fuera del país, pero su ética se lo impide. "A la industria de la moda le faltan fabricantes, estamos yendo todos a los mismos y abusan de los precios- agrega Natalia- entiendo que ese trabajo se hace a mano y tiene un costo, pero ellos lo marcan mucho más arriba porque saben que no podemos decirles no".


María Bouvier ya logró diferenciarse creando una marca sustentable. Ahora quiere dar un paso más y junto a Resur, una organización que trabaja trabaja en talleres dentro de unidades penitenciarias, han lanzado el proyecto de abrir un taller de confección dentro de la cárcel.

Producción acotada y equipos no actuales, es el panorama que inunda a esta industria formada por empresas con modos antiguos de trabajar a los que uno debe adaptarse. Inés Ott propone que la industria debe mejorar en precio y costos de producción, yendo de la mano con la capacitación que falta o que se perdió. "Solo con el tema impuestos y aranceles no logras que una industria se mantenga a flote si no se trabaja en conocimientos, maquinarias y tecnologías continuamente", afirma de manera contundente.

"Dejan entrar a cualquier multinacional, Argentina lo tiene más controlado y pone límite a las importaciones para poder conservar la industria nacional, si lo restringen un poco ya hacen que todos podamos vivir mínimamente mejor. La gente quiere que lleguen esas marcas y es normal, pero no están cuidando la producción nacional", asiente Natalia. En definitiva, faltan políticas que promuevan el desarrollo de la industria local de la moda. Es muy difícil sobrevivir eternamente en un mercado con unas constantes trabas que no dan tregua.